TRATADO  DE LOS TRES SAGRADOS MATRIMONIOS. 1619

TRATADO DE LOS TRES SAGRADOS MATRIMONIOS. 1619

 Primer matrimonio

   [1]Jesús, Amor y misericordia. Que tu gracia desborde en mí.

    Ven, Espíritu Santo, y envía desde el cielo

    Un rayo de tu luz.

    Ven, Padre de los pobres;

    Ven, dador de los dones;

    Ven, luz de los corazones.

    En el nombre de Jesús, mi amor, en el nombre de la santísima Trinidad, escribiré aquí lo que la santa obediencia me ha mandado escribir; a saber, el matrimonio espiritual que el divino esposo se complace en llevar a cabo con el alma a la que toma por esposa.

    Virgen Sagrada, que eres Madre del Esposo sagrado; ¿me atreveré a hablar adecuadamente de las bodas de tu Hijo sin invocarte? Te pido, por amor a tu Hijo, la ayuda necesaria para hablar de los tres matrimonios; si no dignamente, al menos con utilidad; que el nombre de tu Hijo sea óleo en mis labios, [2] mediante el cual pueda contemplar en el océano de la perla o santa unión que anhelo poseer. Me sumerjo en él como desde un trampolín, abandonándome a tu dirección. Oh Jesús, sabiduría eterna que procede de la boca del Altísimo, dígnate acudir a lo más bajo, abajando tu grandeza. Te digo, pues, unida a la Iglesia: Oh Sabiduría, que se despliega vigorosamente de un confín al otro del mundo y gobierna de excelente manera el universo (Sab_8_1). Ven a enseñarme el camino de la prudencia, pero de la prudencia divina, porque la humana no comprende las cosas que son del espíritu de Dios, Los sentidos humanos son incapaces de penetrar en la maravillosa unión que realizas con el alma a la que escoges por esposa. Si esto fuera conocido, el mundo tendría menos enamorados y enamoradas.

    Quiero exclamar con el rey profeta: Vosotros, hombres, ¿hasta cuándo seréis torpes de corazón, amando vanidad, rebuscando mentira? Sabed que el Señor mima a su amigo (Sal_4_3s).

    Celoso estoy de vosotros con celos de Dios. Pues os tengo desposados con un solo esposo para presentaros cual casta virgen a Cristo (1Co_11_2), decía el apóstol a los Corintios. Doncellas que gozan la falsedad de los placeres del mundo, [3] si conocieran los deleites sagrados que se paladean con el divino Esposo, cuán dulces y deliciosos los encontrarían Cuán dolorosos y amargos los primeros: Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice (Jn_4_10). Si pudiésemos saber quién es el que nos pide en matrimonio, lo buscaríamos con apremiante pasión. Si tuviéramos un juicio recto, lo reconoceríamos como al que hace las delicias de su Padre, cuyo rostro es un sol y cuyas vestiduras son blancas como la nieve. Su voz es encantadora. Es él quien nos habla; escúchenlo en la persona de los apóstoles. 

    El es un campo de perfumadas flores, el hálito que procede del seno del Padre eterno; vapor que es tan poderoso, que puede reconfortar y dar vida al alma que hubiera muerto: Es bueno y amable; es Jesucristo. Incoercible, bienhechor, amigo del hombre, firme, seguro, sereno, que todo lo puede, todo lo observa, penetra todos los espíritus, los inteligentes, los puros, los más sutiles. Porque a todo movimiento supera en movilidad la Sabiduría, todo lo atraviesa y penetra en virtud de su pureza. Es un hálito del poder de Dios, una emanación pura de la gloria del Omnipotente, por lo que nada manchado llega a alcanzarla. Es un reflejo de la luz eterna, un espejo sin mancha de la actividad de Dios, una imagen de su bondad. [4] Aun siendo sola, lo puede todo; sin salir de sí misma, renueva el universo; en todas las edades, entrando en las almas santas, forma en ellas amigos de Dios y profetas, porque Dios no ama sino a quien vive con la Sabiduría (Sab_7_22s).

    ¿Acaso todas estas cualidades que posee Jesucristo no bastarían para atraer a los corazones? Su poder y su fuerza radican en su dulzura; es humano y bondadoso; no cambia jamás. Es un amigo fiel y seguro por siempre. El posee todos los tesoros y todas las virtudes de su Padre, para compartirlas con su esposa. El la contempla en todo momento, lo mismo que todas sus acciones y aun sus pensamientos, para recompensarlos. El comprende a todos los espíritus, pero merece aún más cautivarlos mediante sus atractivos. El se entrega para compartir, concediendo luces repentinas, castas y purísimas. El amor que obra en él mueve nuestros corazones a amarlo, siendo capaz de llegar a lo más íntimo de nuestros espíritus mediante la pureza de su unión, tan ardiente como luminosa; ardor que refresca; sol que no ofusca los ojos de la esposa cuando ella lo contempla con mirada sencilla. La intención recta es el ojo sencillo que reclama el Salvador en el Evangelio, el cual ilumina todo el cuerpo. El amor obra la semejanza; el amor exige la unión, es decir, la unidad. La belleza, la bondad, atraen. No es de admirar, por ello, que Salomón mueva a la esposa a proclamar su atractivo. Al pedir la Encarnación, La Iglesia, deseosa de que la sabiduría que procede de la boca del Altísimo se digne llegar personalmente a nuestra naturaleza, exclama: Me besar con un beso de sus labios (Ct_1_2). Padre Eterno, envía al Verbo. Bésame con el beso de tu boca, para que pueda saborear la dulce leche de tus pechos. Danos al Emmanuel, para que coma leche y mantequilla; que una nuestra humanidad a tu divinidad; que venga a borrar el mal que es el pecado, y nos conceda el bien. Cielos, derramen su rocío..., etc. (Is_45_8).

    En cuanto a mi voluntad, nuestra pobre naturaleza sugería el deseo de que los cielos se derritieran para que el Verbo divino, como un rayo deslumbrador, se llegase hasta mí. Que redujese a la nada el soporte humano, para no ocuparme más de él, dándome a cambio el divino; que obrase un Hombre-Dios sostenido por bases de oro, para que nuestra naturaleza fuera eternamente unida y apoyada cual piernas de mármol sobre esta base de oro, y poder así contemplar [6] esta nueva maravilla sobre la tierra: La mujer ronda al varón (Jr_31_22).

    Gran Dios, ¿hasta cuándo permitirás a esta naturaleza vagabundear en medio de tan engañosas delicias? ¿Es que no ves que se disuelve, que sus pensamientos no se detienen? Busca una bella Ester que te agrade. Retracta la sentencia sin apelación que pareces haber dictado: que tu espíritu no moraría en el hombre por ser carnal, y porque, además, toda carne ha corrompido su camino. ¿Acaso te niegas a concedernos al santo de los santos para mirar nuestra corrupción? Contempla a María, cuya naturaleza nunca se pervirtió. Ella es la perla sin par que fue preservada por tu gracia, sin recibir el agua del mar que penetra en todos hijos de Adán el pecado original; derrama en ella tu rocío divino, envía tu poder; muestra que has sido vencido por una mujer, lo cual aumentar tu gloria. En ella tu amor se manifestar con mayor excelencia; fortalece nuestra debilidad; encuentra tú mismo en María a la mujer fuerte, cuyo precio sólo tú puedes calcular. Confíale a tu Hijo; su seno virginal es capaz, mediante la gracia, de retener a este Unicornio que está fuera del alcance de los hombres, en cualquier tipo de cacería que emprendan. La Virgen es la montaña santa, [7] la Sión amada del divino Verbo: Y construyó su santuario como el unicornio, como la tierra que fundó por siempre (Sal_77_69). Bendígate el Señor, oh estancia justa, oh monte santo (Jr_31_23).

    Bendita seas, María, por el Señor, que preservó en ti la belleza de la justicia original; bendita seas, llena de gracia; el Señor está contigo; recibe esta embajada que es la más venturosa que jamás se haya hecho, porque trata de un matrimonio divino que ser indisoluble; jamás dejar el Verbo lo que toma mediante la unión hipostática, que es nuestra naturaleza. No temas, el Espíritu Santo vendrá sobre ti y te cubrirá con su sombra. El Verbo divino, que es fuego, no producir en ti sino ardores sagrados, cuyo ímpetu mitigar el Espíritu. Tu alma, derretida ante la palabra omnipotente, ser recibida y conservada por el Espíritu Santo.

    Así como fuiste casta en tu concepción y pura e inmaculada durante tu estancia en el templo, di también que al recibir al Verbo eres virgen; entrégate a él sin miedo; ámale con todo tu corazón. Al llamarte sierva suya, eres constituida reina, hija, madre y esposa. [8] En esto cifro nuestra dicha: Y el Verbo se hizo carne para vivir entre nosotros (Jn_1_14). Hete aquí cual nueva Jerusalén, más feliz que la antigua; tabernáculo de Dios en medio de la humanidad y novedosa realización en la tierra: La mujer ronda al varón (Jr_31_22).

    ¿Y tú, amable Jesús? Te haces cautivo por amor. Hete ahí encerrado en el seno de una virgen. Los cielos no pueden contenerte, y una virgen te abarca. ¿Qué rescate pagarás? Sólo podrás liberarte pagando el precio de ti mismo. Como somos hijos suyos, no deseamos optar por una alianza inferior. 

    Nos gloriamos de tener, por medio de María, un familiar tan grande como el Hijo de Dios. También deseamos serlo, porque la caridad incomparable de tu Padre desea que seamos llamados hijos suyos, y que lo seamos: Tanto amó Dios al mundo (Jn_3_16), que el divino Padre eterno quiso dártelo, Virgen, santa madre y primera esposa toda pura.

    Jesús mío, tu Padre te entrega a nosotros, no para juzgar al mundo, sino para salvarlo por ti mismo (Jn_3_17), para darnos la vida de la gracia y después la de la gloria. La vida eterna consiste en conocer a tu Padre y a ti, que eres su enviado. Sal, querido enamorado, de este lecho nupcial y virginal, alegre como un esposo; la Virgen consiente en ello. Ella sabe que eres un sol, y que nadie [9] será privado de tus calurosos rayos, a menos que la malicia de su obstinación te cierre la entrada. Mi muy amado, veo en verdad que has venido a morar con los tuyos, y que ellos no te recibieron: vino a los suyos y no lo recibieron (Jn_1_11). No dejes de hacer la elección de una segunda esposa, que es la Iglesia.

 Segundo matrimonio

El segundo matrimonio: Lo llevó a cabo al elegir a los apóstoles, a quienes, como a los que le reciben, fue dado el poder y el privilegio de ser hijos de Dios. Ellos fueron elegidos por el amor del Padre, porque nadie va al Hijo si el Padre no lo atrae. La voluntad de la carne no los atrajo, porque era necesario ser llamados por el Espíritu y vivir según él. El llamado de la sangre no era benéfico para ellos, como se lo indicó el mismo Salvador: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber? Dícenle: Sí, podemos. Díceles: Mi copa sí la beberéis; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado por mi Padre. (Mt_20_22s). Como si les dijera, "No piensen que, por ser primos míos, les concederé los primeros lugares; ¿pueden beber mi cáliz? y aunque lo beban, no es de mi incumbencia. [10] Como si les dijera: si fueran parientes suyos. Darles un sitio a mi derecha, solo mi Padre, que no tiene acepción de personas. Cuán cierto es que el Espíritu sopla donde quiere: El viento sopla donde quiere y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu (Jn_3_8). ¿Quién es mi madre, mi hermano y mi hermana? Todo el que hace la voluntad de mi Padre. ¿Acaso piensan que sólo se les dará el nombre de hija o hijo? Será un nombre de mayor dignidad. Mi Padre implantará su voluntad en el alma, y ella no será ya sino una misma voluntad con Dios. Todo el que se adhiere a Dios es hecho un mismo espíritu con él. Por esta razón, la esposa debe permanecer unida al esposo.

    Quien se adhiera a él y se pierda a sí mismo, debe dejar todas las cosas y recordar las palabras de Jesucristo acerca de la necesidad de que el esposo deje al padre y a la madre para unirse a su esposa: Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne (Gn_2_24). Si el esposo debe hacer esto, con mayor razón la esposa. Por ello Jesucristo, al llamar a sus apóstoles, les exige que dejen todo: padre, madre y hasta sus redes, porque deseaba iniciar el segundo matrimonio, que realiza con la Iglesia.

    Para mostrar los preparativos de las bodas, dijo a los que murmuraban porque sus apóstoles no ayunaban [11]: ¿Pueden acaso ayunar los invitados a la boda mientras el novio está con ellos? Mientras tengan consigo al novio no pueden ayunar (Mc_2_19). Se nos muestra, de este modo, el amor del soberano esposo que pretende desposar a la Iglesia. En cuanto él declara su linaje, el Padre eterno lo confiesa como Hijo y heredero universal de todos sus bienes. Tomando como testigos a Moisés y Elías junto con san Pedro, Santiago y san Juan en la Transfiguración, manifiesta la gloria que posee; alimenta a cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los hijos; resucita a unos, ilumina a otros y da salud a los leprosos: Id y contad a Juan lo que oís y veis: los ciegos ven, los cojos andan, etc. (Mt_11_4s) Dichoso aquel que no se escandalice ante tu amor, mi buen Jesús. San Juan Bautista sabía muy bien que tú eras el esposo, y que tenías una esposa destinada para ti. El se llamó a sí mismo amigo del esposo. Desposó a la santa Iglesia cuando estuvo en el templo, repudiando a la sinagoga, la cual había imitado a Vaisti, desconociendo el honor que Jesucristo, más noble que Asuero, le concedía al invitarla a ser la primera (Est_1_10s). [12] Se valió de su dulce amor por compasión, pero ella rechazó su banquete, negándose, además, a pertenecerle.

    El sufrió más ante la pena de perderla, que ante el desprecio que ella le demostró. Nada perdió con ello. La fuente no recibe daño alguno cuando alguien se acerca a sacar agua de ella, porque no deja de correr. En ti, mi buen Jesús, se encuentra la fuente viva y poderosa que mana de tu Padre; eres fuente de vida en ti mismo; eres Dios, y no tienes necesidad alguna de tus criaturas.

    El Espíritu que procede de tus dos personas es designado como fuente viva y fuego de caridad; caridad que te mueve a amar a tus criaturas para comunicarte a ellas con una comunicación tan excelente, como la de un esposo con su esposa: Yo te desposaré conmigo para siempre; te desposaré conmigo en justicia y en derecho, en amor y en compasión, te desposaré conmigo en fidelidad, y tú conocerás al Señor. Y sucederá aquel día que yo responderé, oráculo del Señor, responderé a los cielos, y ellos responderán a la tierra; la tierra responder al trigo, al mosto y al aceite virgen. (Os_2_21s). 

Todo lo anterior se llevó a cabo hacia el fin de los días mortales del Salvador. [13] San Juan dijo: Jesucristo, sabiendo que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, les dio, al final, el signo más grande, porque sabía que el Padre le había puesto todo en sus manos (Jn_13_1s). Quiso, por ello, ofrecer la cena y, después de ella, darles él mismo el don infinito que procedía de un amor infinito: quiso hacer el banquete de sí mismo deseando, antes de darse en alimento, lavar los pies de los discípulos, en un servicio que era el más bajo que se asignaba a un sirviente. Los pies de Judas fueron los más indignos y advenedizos que jamás había soportado la tierra. Cuán cierto fue, mi buen Jesús, que el que estaba a tu mesa para comerte, verdadero pan de vida, levantó el talón para traicionarte, entregándote a tus enemigos. Aun así, toda su malicia pareció multiplicar en tus entrañas actos de bondad. Esposo apasionado, perdona mi atrevimiento al preguntar hasta dónde te lleva el amor. Los serafines tienen razón cuando velan su rostro ante tu grandeza y los pies ante tu voluntaria humildad, como no comprendiendo ni tu humildad, ni tu sublime majestad. Sólo les quedan las dos alas de en medio para volar. Su vuelo se detiene en el amor; el amor que es tu peso: donde él te lleva, ahí te diriges. Te veo ahora como el espectáculo de Dios, tu Padre, de los ángeles y de los hombres: Salid a contemplar, hijas de Sión, a Salomón el rey, con la diadema con que le coronó (Ct_3_11), no su Madre María, sino [14] su humildad, a la que puede llamarse de ese modo en el día de sus bodas, el día del gozo de su corazón (Ct_3_11). Salgan, ángeles de la Sión celestial; salgan, almas fervientes, fuera de ustedes mismos para admirar al rey de Salomón a los pies de Judas, a quien no sólo lava, sino besa. Contemplen esos pies colocados sobre la cabeza del Salvador, admirándolos cual valiosa diadema para el rey de reyes. La humildad y la caridad son causa de que él reciba esta corona o diadema en los días de sus bodas, de su alegría y de los deseos de su corazón. Contémplenlo humillándose y anonadándose a sí mismo tomando la forma de un servidor, el más despreciado de todos. Véanlo como al pie de la Cruz, ya que Judas fue para él la cruz más grande que debía sufrir: en ese momento, su apostasía crucificaba al Salvador en lo más íntimo de su corazón. La cruz de madera fue el suplicio de su cuerpo; Judas, empero, fue el tormento de su alma, al igual que todos los Judas, por los que Jesucristo quiso sufrir voluntariamente y transportado del divino amor, al grado en que éste llegó a constituir la alegría de su corazón afligido. Dos contrarios parecen radicar en un mismo sujeto, pero ello es obra del amor: el amor transporta el alma del que ama al objeto amado, pareciendo animarlo de sí mismo. [15] Contemplen al Salvador portando él mismo su corazón, su alma y su divinidad hasta los labios de Judas, en los que irrumpir el primer enemigo del mismo Salvador.

    Mi buen Jesús, fue éste un duelo trágico y sangriento. Pero, ¡cómo! ¿Te bates contra todo el infierno por el alma de Judas, a la que anhelarías desposar y recibes los golpes de los poderes de las tinieblas? Cual otra Dalila, esa alma desdichada te traicionaba ya en su corazón y, a ejemplo de Sansón, pareciste enseñarle la manera, diciéndole que hiciera pronto lo que su malicia había planeado. El amor es, en ti, más fuerte que la muerte y tus celos más duros que el infierno; tu fuego sobrepasa todo fuego. Tu corazón es una lámpara de fuego, al que ni los pecados de la humanidad podrían extinguir, ni disminuir en algo su caridad. Padre eterno, ¿es así como amas a los pecadores? Tanto amó Dios al mundo (Jn_3_16). Levántate, Aquilón (Ct_4_16); sal de aquí, alma congelada. Dejemos a Judas, ya que abandona a los buenos.

    ¡Ven, ábrego! Sopla en mi huerto, que exhale sus aromas (Ct_4_16). Alma mía, permanezcamos en el cenáculo con los buenos. Jesús invita; quédate con él, que es la soberana bondad. Contempla a Jesús, quien parece olvidarse de sí mismo, diciendo: Con gran deseo he deseado (Lc_22_15). Ah, cuánto he anhelado este día de mis bodas, en el que he querido entregarme y comunicarme sustancialmente a ustedes, obrando este matrimonio sagrado mediante este sacramento, que es prenda de mi amor. 

    Adornados de la gloria futura, bebamos en nombre del matrimonio: Ya he entrado en mi huerto, hermana mía, novia; he tomado mi mirra con mi bálsamo (Ct_5_1) [16]. Tú me llamas a tu jardín, y yo te reclamo al mío. Ya he mezclado mi mirra con mis perfumes. Ya bebí mi vino con mi leche; me encanta estar en ti; pero como dije a San Agustín: Es mejor que tu sed sea cambiada en mí, y que beban mi esposa, mis apóstoles, mis amigos. Juan, mi muy amado, embriágate. Mi pecho es su lugar de reposo, después de haber comido el trigo de los elegidos y el vino que engendra vírgenes.

    Yo dormía, pero mi corazón velaba (Ct_5_2), repetía Juan. La voz de mi amado Jesús llama a mi entendimiento. Ábreme tu alma, hermana mía, mi toda mía, mi paloma, mi inmaculada, porque mi cabeza está colmada de rocío. Recibe en ti el rocío celeste que tanto desearon los antiguos. Abre tu corazón y haré germinar en él el principio de mi amor inmortal. Serás semejante a aquel a quien amas; yo moraré en ti y me asentaré como la nube, Y germine el Salvador (Is_45_8). En tanto que San Juan correspondía a este amor con toda la gracia y fuerza que poseía, se adormeció dulcemente, sosegándose sobre el pecho del Salvador: Exulto a la sombra de tus alas; mi alma se aprieta contra ti, tu diestra me sostiene (Sal_63_8s).

    El discípulo amado voló a cubierto bajo las alas del Salvador, el cual extendió su vuelo hasta el seno del Padre, donde se estremeció de júbilo al contemplar la generación eterna: En el principio existía el Verbo (Jn_1_1), y lo que sigue, que me llevaría largo tiempo describir. [17] Vio cómo el Verbo se hizo carne para morar entre nosotros, contemplando su gloria como la del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. Fue entonces cuando esta águila excelsa enseñó a volar a su aguilucho del corazón, permitiéndole contemplar fijamente el sol de su divina esencia. De este modo, de pequeña aguililla, lo convirtió en otra águila grande que se alimentaba del extracto del cedro del Líbano, que representa al Salvador. Dicha resina es su divinidad, y el exterior del árbol, su humanidad. El penetró en el sagrado zumo, conociendo así los secretos divinos con tanta inteligencia y comprensión como puede darse en la tierra, adhiriéndose fuertemente a esta su presa, el pecho de su maestro, al que siguió hasta la muerte, diciendo: mi alma se aprieta contra ti, tu diestra me sostiene (Sal_63_9).

    Dicha diestra lo sostuvo milagrosamente, ya que es de admirar que no muriese de amor, pudiendo exclamar: La diestra del Señor hace proezas, excelsa la diestra del Señor, la diestra del Señor hace proezas. No, no he de morir, que viviré, y contaré las obras del Señor (Sal_118_16s). El fue dejado en la tierra para que nos dijera o narrara los misterios más grandes que tenemos, los cuales dice haber contemplado. El es hijo de la diestra, hijo del corazón y el Benjamín del Salvador: Allí iba Benjamín, el pequeño, abriendo marcha (Sal_68_28). El amor y la virginidad fueron las dos grandes alas que lo llevaron hasta este desierto; un amor interior y una virginidad interior más excelentes en él que lo exterior. Este desierto puede ser descrito como la divinidad, que no podía ser vista por los hombres sin morir, y mucho menos habitada. Este elegido, en cambio, tuvo el privilegio de verla sin morir, y el de poder hablar de ella. En él fue escuchada la oración de Jesús en la cena: [18] él vio cómo el Verbo estaba en su Padre, la gloria que tenía antes de la creación del mundo, cómo era y es uno con su Padre y fue uno con Jesucristo así como la esposa con el esposo. Su tálamo sagrado fue Jesús de Nazareth, esposo florido que sembraba de flores su lecho, el cual fue más admirable que el de Salomón. San Juan pudo dormir seguro en él. ¿Quién dudaría que el esposo haya dicho a los demás: Las conjuro, hijas de Jerusalén, a no despertar a mi amada hasta que ella quiera? (Ct_2_7).

    Cuando los ángeles vieron al escogido elevado en tan sublime contemplación, exclamaron a una: ¿Qué es eso que sube del desierto, cual columna de humo sahumado de mirra y de incienso, de todo polvo de aromas exóticos? (Ct_3_6). El corazón de Jesús era su ascensión en el amor; en él realizó sus ascensiones; el dulce Jesús fue el lecho rodeado por los más fuertes de Israel. Jesucristo seguía siendo la litera fabricada con maderas del Líbano. El Rey Salomón hizo para sí una litera con maderas del Líbano (Ct_3_9). El mismo la hizo por obra de su Santo Espíritu y de la inmaculada sangre de María; El Verbo se hizo carne, para habitar entre nosotros. 

    San Juan nos dice: Reciban también ustedes al Verbo humanado, que es el don sublime y perfecto que el Padre de las luces les concede. Amen a este esposo, ya que se encuentran en el lecho que es el tálamo santísimo. Digan: Amo a Cristo, a cuya cámara nupcial entraré; cuya madre virgen es; cuyo Padre no conoce mujer. El es para mí un órgano melodioso, a cuyo son cantaré. Cuando le amo, permanezco casta; cuando lo toco, sigo siendo pura; cuando lo recibo, sigo siendo virgen.

    [19] Cuando él te llamó y tú lo seguiste, dejaste a tu padre. Fuiste casto cuando te dejaste lavar los pies y purificado cuando te los besó. Mas ahora que lo has recibido, entregándote del todo a él, de espíritu a espíritu, de corazón a corazón, tu virginidad es más íntegra. Que tu corazón reciba la efusión del suyo; y que el tuyo se funda o licúe en él. Recíbelo una vez más como un sol que producirá en ti claridades eternas: Fulgurante de luz Tú, poderoso, viniste, de los montes eternos. Se turbaron los ignorantes de corazón (Sa_175_5s).

    El hombre sensual es incapaz de comprender los amores espirituales; difícilmente los entiende. Con ello quiero decir que, cuando Jesús ama un alma con amor esponsal, se comunica a ella, pero ante todo, sustancialmente en el Santísimo Sacramento del altar con un proceder de amor tan admirable, que sólo puede describirse como el derramamiento de la simiente divina en el alma; semilla que no muere ni se aparta de su principio u origen, permítaseme la expresión, ni de su vitalidad o de su poder; poder que recibe el nombre de amor, de un amor que obra y hace germinar dicha simiente infusa en el espíritu y en el corazón de la esposa. Es la llave maestra, el dedo de la derecha que abre el corazón, aunque esté cerrado con doble cerrojo, cual jardín cerrado y fuente escondida. Es un huerto reservado a plantar en él la flor de los campos y el lirio de los Valles. Es fuente en la que se reciben, en participación, las aguas del manantial de vida. Este corazón, [20] al que el Cantar y el Evangelio llaman seno, es transformado en río: Del seno de aquel que cree en Mí, manarán ríos de agua viva (Jn_7_38).

    El amor divino produce todo esto en la esposa, porque ella posee la fe viva que la impele a acercarse a su esposo, en un movimiento que produce la esperanza, esperanza que no es vana, sino prontamente coronada de alegría, de un gozo que es caridad, la cual establece su morada en el corazón. Donde hay caridad, Dios establece su morada. El amor es una ley exigentísima. No basta con sólo guardar los mandamientos y consejos del amado, sino aun sus signos, que son como invitaciones y poderosos atractivos al grado en que, si él atrae una de nuestras potencias, todas las demás vayan en pos de su aroma. Tanto las más bajas como las más jóvenes, están muy apegadas a los sentidos corporales, los cuales parecen espiritualizarse. También ellos participan de las nupcias, pero toda la gloria de la esposa hija del Rey está en el interior. Dicha gloria es una claridad que arde santamente, pero con un fuego que es refrigerio, por ser fuego y fuente, sol y nube a la vez: Cielos, derramen su rocío (Is_45_8), y el Espíritu Santo, que es dicha nube, cubre o modera el ardor del sol de justicia, y mediante su inhabitación difunde en el corazón la suave lluvia de la caridad. El son divino produce sus rayos en el interior de su esposa.

    Estos rayos son concepciones admirables que se realizan mediante la unión de fuego que el divino esposo hace con la esposa. Es la generación castísima: Oh, cuán bella y luminosa es la generación de los castos. Inmortal es su memoria, y honorable delante de Dios y de los hombres (Sb_4_1). ¡Ah, cuán hermosa es esta castidad, en sus irradiaciones! Eterna ser su memoria, porque se realiza en presencia de Dios y por mediación de Dios en el alma [21]. Cuando nos es presentada como un ejemplo a seguir, debemos imitarla. Quien pueda entender, que entienda (Mt_19_12).

    Cuando ella se presenta a nuestros entendimientos, debemos desearla. Si la recibimos, obrará en nosotros esta maravilla: Y coronada triunfa eternamente, ganando el premio en los combates por la castidad (Sb_4_2). A los vencedores se les dar el maná escondido y nombres nuevos. San Juan contempló todo esto. El presenció el combate de la pasión, y bebió con fidelidad del cáliz de dolor de Aquel a quien amaba, que fue para él un esposo de sangre y de aflicción. Así como fue el Benoní en la Cena, hijo de la alegría de su padre, en el Calvario fue el hijo del dolor de su Madre.

    ¡Qué dolor fue para la Virgen el verse privada de un hijo divino, para adoptar uno meramente humano! Virgen santa, así obra el amor: He ahí a tu hijo, el cual te acepta por madre. Es un parto doloroso, que sobrellevas con amor. Es agridulce: tiene lugar en el lecho de la cruz. Este hijo, Juan, será para ti esposo y guardián. Sobre esta colina, tú y él representan a la Iglesia, a la que Jesucristo da a luz y desposa mediante la sangre que brotar de su costado. Te adhieres al querer de Dios, su Padre. Ambos se hacen un mismo espíritu con él. Todo está consumado. Este matrimonio debe durar eternamente, por ser más fuerte que la muerte. Se lleva a cabo en ella, o por ella. La sangre y el agua son lazo y testimonio; y el espíritu son los tres que dan testimonio en la Iglesia Militante [22], así como hay tres que dan testimonio visible en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo.

    Así como estos tres son un solo Dios, el agua, la sangre y el espíritu forman una unidad en la tierra. La victoria que vence al mundo es nuestra fe; nuestra seguridad, Jesucristo que ha resucitado para no volver a morir. El está a la derecha del Padre para atraernos en pos de sí, a fin de que busquemos las cosas de arriba y no las de la tierra. El es el nuevo y celestial Adán que tiene una esposa virginal, salida de su costado. Todos los hijos deben ser semejantes: blancos de pureza y rojos de caridad, ya que él dijo: Cándido y rubicundo (Ct_5_10). Un semejante engendra otro semejante; la pureza acerca a Dios, y la caridad transforma en Dios: el esposo y la esposa son dos en un espíritu.

    ¡Oh, gran sacramento del matrimonio de Dios con la Iglesia! Es la nueva Jerusalén que desciende del cielo y de Dios, adornada de su esposo; es el tabernáculo de Dios con los hombres: él vive con nosotros, mediante este matrimonio, hasta la consumación de los siglos: Y estaré con vosotros todos los días, hasta el fin de los tiempos (Mt_28_20). Su espíritu no abandona jamás a la Iglesia, gobernándola en todo momento. Este amable Jesús mora en ella realmente en el santo Sacramento del altar, que es una invención de amor incomprensible e incomparable para deleitar a la Iglesia militante con el mismo Verbo, que está en el cielo glorioso y visible para glorificar a la triunfante.

Tercer matrimonio

    Tercer Matrimonio: [23] Y ahora, el tercer matrimonio, que es el que mi queridísimo esposo se ha dignado hacer con la más indigna de las esposas que quiso escoger sobre la tierra. El mismo me ordenó escribir, mandato que me fue reiterado por mi confesor. A pesar de la pena que sentí en mi espíritu, tuve que resolverme a obedecer. Al comenzar a escribir, no pensé en hablar del matrimonio realizado con la Virgen en la Encarnación; pero su esposo, el glorioso Espíritu Santo, así lo quiso. Tampoco sobre la Iglesia, pero el mismo Jesucristo condujo mi pluma junto con mi entendimiento. No podía oponerle resistencia y darme a la tarea, ya que estos tres matrimonios son tres testigos de su amor y sagrados lazos que nunca se romperán. Los dos primeros son muy reales; a pesar de ello, los ángeles y los santos le suplicaron que confirmara el tercero. Las otras dos esposas son purísimas y sin mancha. La tercera, en cambio, es la indignidad misma a causa de sus pecados. Sé bien, querido amor, que puedes en tu bondad, permitir que donde ha abundado la iniquidad, sobreabunde la gracia; que no has venido a llamar a los justos, sino a los pecadores. Fuiste tú quien mandó al profeta Oseas que desposara una pecadora pública. Tú mismo llamas al alma pecadora, a pesar de ser el Padre de la virginidad. Tu amor te mueve a abrir senderos en un mundo lleno de abrojos, a fin de que el alma errante vuelva a ti, que abres cada día tus brazos para recibirla en ellos.

    A otras, querido amor, las llamas desde el vientre de la madre. Tu Providencia las levanta del polvo [24] para gloria tuya, haciéndolas Israelitas. Te manifiestas a ellas, y desde la aurora las ayudas, estableciéndote en medio de su corazón: Dios está en medio de ella, no se estremecerá (Sal_45_6). Les concedes un río de gracia, que parece brotar impetuosamente de tu amor, con objeto de alegrar el alma que te pertenece, santificándola como a tabernáculo tuyo. Cuán dichosa es el alma a la que llamas desde la aurora, si corresponde a esta vocación. La proteges bajo la sombra de tu mano, transformándola en una especie de saeta escogida y aguda para taladrar los corazones. Ella es de las escogidas que llevas en tu carcaj. Los espíritus te son muy queridos, aunque parezcan poca cosa a sus ojos, y comparados contigo. A pesar de lo dicho, obras en ellos maravillas: El ha dicho: Poco es el que tú me sirvas para restaurar las tribus de Jacob, y convertir los despreciados restos de Israel: He aquí que yo te he destinado para ser luz de las naciones, a fin de que seas mi salvación hasta los confines de la tierra (Is_49_6), dices a esta alma. 

    En el tiempo oportuno, la escuchas, siendo su ayuda en el día de salvación y sirviéndola tú mismo. Que el cielo del amor te alabe por ello, y que la tierra también se regocije, porque tú, Señor, consuelas a tu pueblo teniendo piedad de tus pobres servidores. Aun cuando la madre olvidara a su hijo, tú no olvidarías a la que amas, diciéndole: Mira, en las palmas de mis manos te tengo tatuada (Is_49_16). Siempre estoy en vela en torno a tus muros: Tus muros están ante mí perpetuamente (Is_49_16). En ella los ángeles son cual muros o guardianes del alma, que contemplan sin cesar los ojos divinos y tu rostro [25].

    Esta alma se considera indigna de tales favores; ella misma se llama estéril. Comprende muy bien que semejantes gracias le llegan de la bondad de su amor, al que da toda la gloria. Dicho amor goza en ella como en su esposa, y el Señor deja oír su voz hasta los confines de la tierra. Los sentidos lo perciben a través de sentimientos de acogida y los ángeles se encargan de decir a la hija de Sión, a manera de heraldos, que su Rey viene como su Salvador, llevando consigo su recompensa, ya que, ¿Quién podría gratificar debidamente su visita? El obra por medio de su presencia la santificación de esta alma, redimiéndola con el precio de sí mismo. El alma, por tanto, le pertenece doblemente en calidad de ciudad conquistada en el fragor de sus batallas. Por ello la fortifica con sus ángeles. 

    No se contenta, empero, con verla dotada de esta guarnición. El mismo acude a ella con sus vestidos ensangrentados en la batalla que ha ganado; de manera que, al verle, exclama el alma: ¿Quién es ése que viene de Edom, de Bosrá, con ropaje teñido de rojo, ése del vestido esplendoroso, y de andar tan esforzado? (Is_63_1).

    Ella comprende muy bien que él viene de combatir para salvarla, y le pregunta por qué ha enrojecido sus vestiduras; por qué está todo bañado en rojo como alguien que sale de pisar un lagar. El le confiesa que él mismo lo ha hecho, pero enteramente solo; y después de expresar sus justas quejas en contra del pecado, proclama una indulgencia digna de la grandeza y la abundancia de su misericordia: Dijo él: De cierto que ellos son mi pueblo, hijos que no engañarán. Y fue él su Salvador (Is_63_8).

    Vemos aquí nuevas semillas que el esposo divino concede al alma, la cual, admirada ante las maravillas que escucha, y atraída por la belleza de su amado, dice: [26] Que me bese con el beso de su boca (Ct_1_11), porque Jesucristo, al que ha escogido, es el mismo que tanto ha sufrido por mí, que, sin haber padecido, le pertenezco en toda justicia. No deseo sino a él; que me bese con un beso de su boca. No sólo deseo ser su esposa, sino también su pequeña lactante. Me adheriré a sus pechos, que son mejores que el vino: Mejores son que el vino tus amores; mejores al olfato tus perfumes (Ct_1_2). Que él se apodere primeramente del sentido del tacto: Pues al tocarle, sigo siendo pura. Que me atraiga después mediante el ungüento perfumado que es su nombre: Ungüento derramado es tu nombre, por eso te aman las doncellas. Llévame en pos de ti: ¡Corramos! (Ct_1_3s).

    Dios llama al alma a ser su esposa, movido por su misericordia y caridad eternas, atrayéndola a sí dulcemente, mostrándole los dolores que sufrió por ella y cuánto merece ser amado, por ser la bondad soberana y la belleza inefable. La vista de una belleza la hace deseable y el deseo, a su vez, exige la unión o el gozo, que es posesión: posesión que complace y es agradable. Lo que agrada o complace alimenta; por ello la esposa, cuando besa a su divino esposo, se alimenta como un pequeñuelo del pecho divino. Este beso purifica el alma en sus amores; amores que se refuerzan con el aroma de sus ungüentos preciosos. El nombre del amado es bálsamo derramado; los sentidos, representados por las jovencitas, aman su perfume. Jesús es dulce al oído y a la boca. Cuando se dice que Jesús de Nazareth es un esposo florido, el olfato recibe su parte, atrayendo y ganando, de este modo, a todos los demás sentidos.

    [27] Es menester seguir adelante. El amigo dice: Atráeme y correré en pos de tus perfumes. Para demostrar que este enamorado es realmente liberal y magnífico, conduce él mismo a la esposa hasta su cava, donde guarda un vino que embriaga, embellece y alegra: El Rey me ha introducido en sus bodegas; en ti exultaremos y nos alegraremos (Ct_1_4). El alma se alegra, no sólo en los dones, sino en su esposo, en ti. La memoria de tus pechos es superior a la del vino; que no se piense en mí como aficionada al vino de los dones, sino que la leche de los pechos me venga más a la memoria. Mis amores son semejantes a la ternura de los bebitos, que se deleitan en la leche. Hablaré directamente a mi amado: Te aman los rectos de corazón. Negra soy, pero graciosa, hijas de Jerusalén (Ct_1_4s).

    Ángel de Jerusalén, soy morena porque aun no he llegado a la luz y santidad perfectas. Soy como las tiendas de Cedar: aún no me decido a dejar las ocasiones de pecado ni mis pasiones, que con frecuencia me hacen sentir sus tempestuosos embates. Con todo, no dejo de ser bella interiormente. Estoy determinada a no consentir en que dichos golpes afecten mi interior.

    Exteriormente, me parezco a las tiendas sacudidas por los vientos, y la piel sahumada de Salomón. Las penitencias son rudas y abaten las llamas de amor, llegando a alterar nuestro físico, por descuidarlo. Los enamorados del mundo se maquillan; en cuanto a mí, hago a un lado los afeites exteriores. No fijéis en mí la mirada (Ct_1_6), santos ángeles, por estar cubierta de hollín. Mi sol me ha decolorado: es un sol todo de fuego... Cuando él reluce sobre ustedes, los halla del todo espirituales. Ninguna partícula de materia le pone obstáculo; nada manchado hay en ustedes que deba purificarse; hace mucho que fueron purificados.

    [28] Yo, en cambio, da pena decirlo, soy tan material, y el sol encuentra tantos obstáculos, que no puede, con su acostumbrado poder, disipar mis brumas, que son fumarolas de vapor que exhala mi tierra. Es mi cuerpo, que disuelve el agua sobre un rostro al que el sol ateza exteriormente. Pero el secreto por el que les digo que soy bella, consiste en que mi sol, a través de su calor, origina que dicha agua riegue esta tierra, o al menos la humedezca. Cuando acepto mis deficiencias, su conocimiento me humilla; humildad que me hace hermosa ante sus ojos, que, al ver mis imperfecciones, las purifica.

    San Juan dice que los ojos de aquel que parecía un Hijo del hombre, eran semejantes al fuego chispeante: Cuál llama de fuego (Ap_1_14). Estas llamas purifican: Los hijos de mi madre tramaron en contra mía (Ct_1_6). Los hijos de la Iglesia combaten contra mí. Han deseado que fuese yo enteramente perfecta desde el momento en que fui llamada a la santidad. Los directores se encargan de cuidar la viña de nuestra alma, para que los ladrones y las bestias de la vanidad y la sensualidad no se acerquen a ella. Mi fragilidad, empero, me impele a recaer en mis imperfecciones: No cuidé mi propia viña (Ct_1_6).

    Suele suceder a casi todas las almas el enfriarse en su devoción después del primer fervor. El Señor tuvo que llamar dos veces a sus primeros apóstoles, y si añadiera yo que tres, diría la verdad: la tercera fue después de la Resurrección; vocación que se hizo efectiva por obra del Espíritu Santo, que es un amplio vínculo, muy difícil de romper. Estas tres vocaciones se mencionan en el evangelio: la primera, como procedente del Padre: [29] Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae. Está escrito en los profetas: Serán todos enseñados por Dios. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre; sino aquél que ha venido de Dios (Jn_6_44), Jesucristo; ése lo ha visto. En cuanto Verbo, él es Dios. En cuanto Cristo, es Dios, el primer nacido de las criaturas, en la mente eterna, y el primogénito entre muchos hermanos.

    Ahora bien, este primer llamado, a pesar de ser tan fuerte por apartar el alma de la gran vanidad, no es siempre tan fuerte como para que ella no dé marcha atrás, sea por estar acostumbrada al mundo, sea por la mortificación de cuerpo y de espíritu que encuentra en la devoción, sea porque el cuerpo y sus sentidos naturales no están agudizados o suficientemente iluminados.

    Me parece que, no sólo hay que escuchar los misterios ocultos, sino renunciar a sí mismo y seguir a Jesucristo cargando con su cruz. Solemos comportarnos como los demás, y aun algunos discípulos: Muchos de sus discípulos, al oírle, dijeron: Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo? Pero sabiendo Jesús en su interior que sus discípulos murmuraban por esto, les dijo: ¿Esto os escandaliza? ¿Y cuando veáis al Hijo del hombre subir adonde estaba antes? El Espíritu es el que da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida (Jn_6_60s).

    Bien sabía Jesús que, después de que el Padre hubiese atraído a él [30] a los hombres mediante las primeras luces que les diera, las brumas de las imperfecciones ofuscarían su luz, enfriando, al parecer, al alma más que antes, encontrándose de este modo más rezumante, en vista de que sus imperfecciones son más señaladas, disgustando con ello al prójimo más que antes de recibir los primeros rayos de la vocación. Esto es causa de que las almas retrocedan o se paren en seco; porque en los caminos de Dios, el que no avanza, retrocede.

    Llega a suceder también que hay almas que dejan todo, y que algunas de ellas jamás volverán a él ni querrán hacerlo: Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían (Jn_6_64); y quién y quiénes lo traicionarían, aparentando devoción para entregarlo a sus enemigos, obrando de este modo peor que los que no le conocieron: Y decía: Por esto os he dicho que nadie puede venir a mí si no se lo concede el Padre. (Jn_6_64). Hago notar que Jesús dice, en esta segunda ocasión, que nadie puede ir eficazmente a él si no recibe el don del Padre. No dice los rasgos o los rayos, sino el don, que me parece es el Espíritu Santo: el poder de lo alto, el don perfecto que procede del Padre de las luces, el cual no sufre sombra corporal alguna, ya aun fue necesario que Jesucristo se alejara de la presencia visible de sus apóstoles para dar lugar al Espíritu.

    Esta vocación es la tercera; la que lleva a amar a Jesucristo más fuerte y divinamente, dando a conocer más claramente sus palabras, que dan la vida eterna y el verdadero conocimiento: Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo. (Jn_17_3). [31] Ahora bien, para adquirir este conocimiento, es menester poseer al Espíritu Santo, al que mi Padre enviará en mi nombre, y al que yo mismo enviaré si me voy, por ser esto lo que conviene a las almas.

    La carne en nada se beneficia: ni sus ojos corporales, ni sus corazones, que son tan duros, pueden comprender lo que les digo. Ustedes juzgan como hombres mortales las cosas mortales y corporales. En verdad les digo que las palabras que les digo son espíritu y vida (Jn_6_63). Ustedes se escandalizan cuando les digo que he dado mi cuerpo como verdadera comida del espíritu, a manera de espíritu. ¿Qué dirán cuando vean al Hijo del hombre subir corporalmente al lugar donde estaba desde el principio como Hijo de Dios? Aunque subirá hasta allí con su cuerpo, no ha dejado de estar siempre con su Padre y el Espíritu Santo, Espíritu que es el Espíritu del Padre y del Hijo. El es el Espíritu que vivifica; la carne, sola, en nada aprovecha para la vida eterna; y de esta vida les hablo. Sin embargo, como ustedes son materiales y corporales, es menester que comience yo a enseñarles a través de las cosas materiales. Me hice hombre para enseñarles a lo humano las cosas de Dios. Deseo que, a través del Hijo a quien ven, vayan al Padre, al que no ven. Y como yo soy el camino por el que se llega a mi Padre, no pueden ir a él sino por mí. Yo soy la vida que vive en él, y la vida que ilumina y vivifica a todos ustedes. Así como creó todo por mí, nada creó sin mí. El mismo no sería Dios sin mí. Nuestra esencia es una. Sin mí, el Padre no los iluminaría; él se contempla en mí y se conoce; conocimiento que nos es común. El me conoce como a su Verbo, al que engendra; y yo le conozco [32] como a mi Padre, que me engendra y me comunica su propia sustancia, que recibo íntegramente, sin agotarla, sin que esta comprensión total lo aminore o le haga salir de sí; ni que, al entrar en él, yo sea, en cuanto Verbo, menor que él. El está en mí por generación activa, y yo estoy en él por representación esencial y sustancial interna y eterna. Aunque él sea principio de origen, por ser quien engendra, yo en nada soy posterior ni dependiente por abajamiento. A través de la sucesión del tiempo yo estaba, o mejor, yo estoy con él desde el comienzo que es nuestra eternidad. Estoy con él por ser mi principio en el día de su grandeza. Yo soy también principio del Espíritu Santo, así como él es el amor común; él es nuestra fuerza, nuestra divina producción, nuestro lazo y nuestro término, nuestra espiración activa. El es fuerza que es Dios, producción que es Dios eterno, espiración que es inmensa, término que es infinito: no se trata de un término de impotencia, sino de un término de suficiencia y abundancia, en el que nada es superfluo, ya que el Espíritu Santo comprende todo el amor del Padre y del Hijo; amor que es tan poderoso como el Padre; amor que es tan sabio como el Hijo, amor que es omnipotente, sapientísimo y bondadosísimo como el Padre y el Hijo; amor que es la fuerza, la sabiduría y la bondad divina; amor que es el reposo de dos espirantes, quienes, sin esfuerzo, están siempre en acción de amar a través de ti, amor que amas pasivamente. Ambos exclaman a una: Shaddai. [33] Nada produces en Dios, porque en ti todo es producido. Eres el shabbat delicado y delicioso. El Hijo es la delicia del Padre, porque se deleita en comunicarle por generación toda su sustancia y toda su felicidad. Tú eres la delicia del Padre y del Hijo, que te comunican su felicidad, de la que eres capaz con capacidad divina.

    Hablo de cuán imposible sería para el Padre el contemplar a un Hijo que recibe tan plena y puramente sus perfecciones, si no estuviese asistido, sin cautiverio, por ti en el amor de esta comunicación, si el soberano bien no le amase soberanamente. ¿Qué haría el Hijo si no rindiese a través del amor, una gratitud semejante a la luz que irradia por entendimiento; conocer y recibir un bien y no poder dar gracias por él? Sería obrar como David: Ciencia misteriosa para mí, sublime, no puedo alcanzarla (Sal_139_6). 

    Padre Santo, como fuente de Origen, me concedes la ciencia que procede de tu entendimiento; si no tuviese el poder de amarte con agradecimiento y una identidad de amor, ¿Qué haría yo? Pero, ¿Qué harías, Espíritu Santo, y dónde estarían ustedes, dignísimas tres personas? Sin duda, como nosotros, en un retén definitivo. No serían Dios, no nos habrían creado, porque la nada no puede recibir orden de existir sino por el mandato de un ser soberano. Si lo que ustedes crearon les pareció hermoso y bueno, esto se debió a que lo contemplaron complacidos: Vio Dios todo lo que había hecho, y le pareció muy bueno (Gn_1_32). Por participación, tú sólo eres bueno; por esencia, eres la bondad soberana; te amas a ti mismo a través de tu eterno y soberano Espíritu. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. 

    [34] Buen Jesús mío hasta dónde he divagado. Decía lo que la esposa dice, que no guardó su viña. Me parece que no he conservado mi estilo de escribir. He volado más alto; el espíritu del Altísimo me arrebató. Es necesario el Espíritu para comprender la transubstanciación; es menester el Espíritu para comprender tu ascensión gloriosa: cuando tu cuerpo se elevará al cielo, tus pobres apóstoles quedarán en tierra admirados, porque el Monte de los Olivos no tendrá para ellos más enseñanzas humanas. No querrán volver hasta que les envíes ángeles con cuerpos visibles, que puedan hablar con ellos.

    Soberano maestro, hay quienes te dejan; y de los que permanecen contigo, no todos te seguirán con fidelidad. Les preguntas si también quieren irse. En esto, mi todo, observo tu presciencia, la cual no es causa de reprobación, ya que no deja de ofrecer las cosas necesarias para la salvación a los que no ignoras que la rechazarán, como si les dijeras: Pobres infortunados por malicia, las palabras que les digo son espíritu y vida, para instruirles y darles vida eternamente; pero ustedes no quieren creer. Son libres, si así lo quieren, de sacar provecho de ellas, y aunque sé desde el principio que no creerán en mí, y que uno de los míos me traicionará, no dejo de hacer lo debido para dotarlos. Ustedes, empero, se resisten; no están dispuestos a recibir el don que mi Padre les daría si me creyeran, para entrar por la puerta como ovejas mías. Yo soy la puerta que conduce al Padre; yo soy su Verbo y palabra de vida. Pero ustedes la rechazan porque digo cosas [35] que repugnan su sentir y su sensualidad. 

    Cuando Jesús terminó de hablar, ellos ya estaban lejos. El, volviéndose a los apóstoles, les preguntó: Y ustedes, ¿quieren también volver atrás como los otros? Elegí doce; sin embargo, uno de ellos es un demonio.

    Jesús dice esto para manifestar cuánto debemos temer, y aunque san Pedro parecía el más iluminado y fuerte, aun hablando en nombre de todos, fue el más débil de los once y negó a su maestro. Los hijos de su madre, la sinagoga, lo derrotaron. Pero no, fue sólo una muchachita, una insignificante doméstica, la causa de su falla en dar testimonio de la viña que el Padre de los cielos le había enseñado, y que el Hijo le mandó guardar por medio de la humilde oración. Pedro se durmió y fue presuntuoso; jactancia humana que lo hizo tibio e insensato; frialdad que lo mantuvo aletargado durante la oración. Al llegar la tentación estaba entumecido, y no pudo resistirla: una muchacha, al hablarle, lo hizo negar, y no pudo preguntarle más. Con este antecedente ¿Quién podrá dejar de temer? La columna fundamental fue sacudida por tan pequeña conmoción. El que esté en pie, mire no caiga (1Co_10_12). El ángel cayó del cielo; Adán, del paraíso terrenal; Judas, del colegio apostólico y san Pedro, en la casa de un pontífice, a pesar de estar ya destinado a ser vicario de Jesucristo. El Padre lo había llamado y el Hijo, iluminado; pero a pesar de todo esto, no pudo impedir su caída. No fue verdaderamente confirmado en la fe sino hasta la venida del Espíritu Santo, que perfeccionó su vocación.

    [36] La esposa, al ver que había abandonado la viña, separándose de Aquel que dijo de sí: Yo soy la verdadera vid (Jn_15_2), se encuentra vagando sin rumbo. Lleva, empero, la esperanza de que el Salvador la llame y la una a él como un sarmiento a la viña; pero de manera que el Salvador obre más que ella, ya que él dijo a sus apóstoles: No me eligieron ustedes a mí, sino yo a ustedes, y los he destinado (Jn_15_16). Soy yo quien les ha dado una participación en mi caridad.

    El Apóstol dice que él nada es, como afirmando: Nada sería yo sin el amor de Dios. Como ustedes están unidos a mí, llevan o dan frutos, y su fruto permanece en el árbol hasta su madurez. Entonces estará cargado de obras buenas y no arruinado por el gusano del amor propio, o por la podredumbre de los bienes más valorados en el mundo:. ..para que su fruto permanezca, de modo que todo lo que pidan al Padre en mi nombre, les sea concedido (Jn_15_16). Si el mundo, que ha sido su nodriza, debido a que se alimentaron de los pechos de sus falsos placeres, los odia porque desean dejar sus máximas, sepan que a mí me aborreció primero. Si fueran del mundo, el mundo amaría lo suyo (Jn_15_19). En verdad ustedes no son de este mundo, pero no debido a sus propios esfuerzos, sino a mi caridad, que los ha sacado de él. Esta es la razón por la que el mundo los odia. Recuerden la palabra que les he dicho (Jn_15_20). El servidor no es más grande que su maestro, Si me han perseguido a mí, también a ustedes los perseguirán (Jn_15_20).

    Las máximas del mundo combaten en contra de la esposa y los hijos de la naturaleza corrompida, que parece ser la madre que nos da a luz, dándonos tales inclinaciones al mal, que dejamos el cuidado de la viña. [37] No sabemos qué rumbo tomar hasta que, a fuerza de sufrimientos, volvemos a Dios, que nos inspira de nuevo; pero, como dudamos que sea él en efecto, y no sentimos que poseemos en realidad luces suficientemente fuertes para iluminarnos y desandar el camino, la esposa dice: Indícame dónde apacientas el rebaño, dónde lo llevas a sestear a mediodía, para que no ande yo como errante tras los rebaños de tus compañeros (Ct_1_7).

    Oh, Tú que amas tanto mi alma como para aceptar por ella el dolor como alimento. Hiciste tu comida al mediodía sobre el lecho sagrado de la cruz; pero una comida que consistió en hiel y vinagre. Dime, ¿Cómo te resarcías al mediodía del más fuerte de tus amores, y cómo descansas? Temo que, al buscarte, encuentre el amor propio, que es como un simio que se burla de ti. Si no me iluminas con el rayo más claro y puro del mediodía, me vería en peligro de optar por el amor propio en lugar del divino; a la criatura por el Creador, y al don por el donante. Enséñame a adorarte en espíritu de verdad, por ser éste lo que tu Padre busca en sus adoradores.

    Dame del agua viva que quita para siempre la sed de las aguas mortales de la tierra, y que mueve a dejar todas las ocasiones que pueden atraer a ella. Que, como el cántaro de la Samaritana, deje el agua terrestre sobre la tierra, así como tú dijiste: Dejen a los muertos que entierren a sus muertos. Que beba yo, si te place, del agua que brota hasta la vida eterna; y como tú la das por nada, y en tanta abundancia, que esta agua forme una fuente que remonte el alma hasta la vida eterna, para que adore con perfección, como los verdaderos adoradores, [38] que son como los del cielo: espíritus adoradores de tu divinidad en un espíritu que es el Espíritu: Dios es espíritu, y los que le adoran, deben adorar en espíritu y en verdad. Sé que va a venir el Mesías, el llamado Cristo. Cuando venga, nos lo explicar todo: Yo soy, el que habla contigo (Jn_4_24s). Fue así como la Samaritana encontró lo que pide la esposa, es decir, dónde come y descansa Jesús al mediodía, solo, después de enviar a otra parte a sus compañeros. La samaritana descuidó la viña, es decir, la gracia. Se había extraviado: el hijo de Jacob, el Padre eterno, le muestra los males que recibió a causa de los cinco maridos con los que no se casó, lo cual era una ofensa a la divinidad. Ella lo acepta, diciendo que sabía muy bien que él era un profeta, y que los profetas y patriarcas habían adorado sobre aquel monte. Y ahora, dice, ustedes los judíos dicen que debemos adorar en Jerusalén. Créeme, mujer, que llega la hora en que ni en este monte, ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no conocéis; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero llega la hora, y ya estamos en ella (Jn_4_21s). 

    La hora del mediodía ha llegado, en la que el sol de justicia cae a plomo sobre tu cabeza. Mujer, que debes ser su esposa; él te enseña cómo se alimenta y reposa al mediodía del puro amor. Tú piensas que debe tratársele como a un profeta; pero no quieres tratarlo con la deferencia debida a un profeta, diciendo que esperas la venida del Mesías, que enseñará todas las cosas. [39] El está sentado, como recostado, descansando de sus fatigas y sediento de tu conversión, que le sirve de manjar y bebida.

    Su Padre lo ha atraído: es éste el manjar que le prepara, y toda la mies que fue sembrada en Samaria, como Jesús bien sabía, y de la que se alimentaba ya en espíritu. Esto es lo que sus discípulos ignoran: la voluntad del Padre es la conversión de las almas; esta es su obra imperecedera, y que se conservar hasta la vida eterna. Mediante esta conversión, él entra en Samaria. Esta mujer fue su precursora, su heraldo, que iba por todos lados diciendo: Vengan a ver un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿Acaso no es el Cristo? Como diciéndoles: Creo en verdad que lo es, pero juzguen por ustedes mismos.

    Mientras que esta mujer se humillaba, exaltaba a Jesucristo, llevando en sí misma, como un espejo cóncavo, al sol que la había deslumbrado en lo más fuerte del mediodía de su amor. Ella disponía los corazones, pareciendo madurar y blanquear la mies que el Salvador y sus apóstoles, irían a recolectar. Lo que la Samaritana recibió del Padre, lo sembró a su vez. Si, pues, les he dicho: ¿No decís vosotros: Cuatro meses más y llega la siega? (Jn_4_35). Levanten los ojos y vean cómo los campos blanquean con la mies. El que siega, recibe su recompensa, y recoge fruto para la vida eterna, de modo que el sembrador se alegra igual que el segador. Yo os he enviado a segar donde vosotros no os habéis fatigado. Otros se fatigaron y vosotros os aprovechéis de su fatiga. [40] Muchos samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por las palabras de la mujer que atestiguaba: Me ha dicho todo lo que he hecho. Cuando llegaron donde él los samaritanos, le rogaron que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días (Jn_4_35s). 

    Los apóstoles aprendieron de este modo la manera en que la misericordia detiene a la justicia, y que el fuego del amor obtiene más que el de la venganza; el esposo se comporta con la esposa como para beneficiar a muchas almas. Jesús se comportó así con la Samaritana, la cual fue instruida en lo referente al banquete o refrigerio del mediodía. El esposo ama con un amor verdaderamente puro y lleva a cabo las bodas con él. De este matrimonio se produce la salvación del prójimo, mediante la humilde confesión de la esposa cuando rememora sus faltas, que son los pasos en falso que dio en las imperfecciones, y que abandona los caminos peligrosos del amor propio, que tanto prevaleció en lugar del divino amor. Era como los pastores que la llevaban a pastar entre las vanidades y delicias del mundo. Después de experimentarlas, sale de ellas y, si las considera, lo hace de manera un tanto exagerada, y para dar esperanza a las personas que se encuentran en el mismo peligro. Si Jesucristo la iluminó y sanó, perdonando todos sus pecados, hará lo mismo con ellas: les servirá un manjar inmortal y les dará a beber del agua de vida para siempre; les concederá un reposo interior, en el que él mismo estará presente, descansando en ahí mismo y cumpliendo su palabra: [41] Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él (Jn_14_23).

    Ahora bien, como él es quien reposa en el alma, ella lleva en sí la fuente de la luz, el manantial de vida, la verdadera vid, el torrente de delicias, el pan de los ángeles, el manjar de los grandes, el pan de vida que descendió del cielo y que concede el entendimiento de los misterios divinos.

    Cuando la esposa ha sido saciada y reposa en su rey, instruida por la sabiduría en el mediodía del amor, atrae hacia él a otras, dándole entrada en corazones que se le han resistido, los cuales habían sido considerado indignos de sus gracias por algunas personas celosas como San Juan y Santiago, que hubieran pensado obrar bien al pedir con insistencia el fuego de la justicia divina para consumirlos, a causa del rechazo de las divinas inspiraciones y de las gracias. Pero aquel de quien habla Isaías, que es el divino rey, todo paz, y paciencia, las espera. Es tan bondadoso, que: Caña quebrada no partirá, y mecha mortecina no apagará (Is_42_3). Su paciencia gana los corazones y hace que la gracia multiplique en ellos sus frutos al ciento por uno; y lo que el infierno habría obtenido debido a su vengadora justicia, se lo arranque [42] la misericordia mediante la bondad y la paciencia. La paciencia con la que la misericordia espera a los pecadores, hace visible el poder divino.

    Su prudencia es admirable, su amor tiene invenciones incomprensibles a los sentidos humanos, permitiendo culpas para conceder gracias, de las que podemos decir: Felices culpas que, siendo tan grandes, atrajeron tan gran redentor, el cual concede una copiosa redención, que extiende sobre los que no pensaban verse libres de la cautividad.

    Es verdad, buen Jesús, que con frecuencia dejas obrar a la naturaleza y a sus costumbres, hasta que el alma comete grandes pecados que te desagradan, pero que permites, para del mal, tomar ocasión de hacer el bien, atrayendo así a muchos pecadores. Te sirves de los ejemplos de las almas convertidas para ganar a otras por su medio y atraer, mediante la red de Adán, a los que, más tarde, deseas enlazar con el vínculo de la caridad. Fue como cuando permitiste la muerte de tu amigo Lázaro, para contribuir con ello a la gloria divina. Cuando la gente vio a Lázaro resucitado, muchos acudieron a verte de inmediato. Un buen número se convirtió. Esto no habría sucedido si Lázaro no hubiese muerto y si tú no lo hubieras llamado de nuevo a la vida.

    Tú permites, querido enamorado, que las almas caigan y se queden largo tiempo en el polvo, a causa de pecados que sorprenden a muchos. Si alguien te ruega [43] por estas almas, diciéndote: ¡Ay, estas almas que afirmaste ser tan queridas por ti, están en peligro de muerte, y de hecho mueren por el pecado! Tú, que das la vida a tantos otros que no son tan familiarmente acariciados por ti, permites que permanezcan en este estado. Al oírlo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es de muerte, es para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella (Jn_11_4).

    El apóstol dice que todo coopera en bien de los que aman a Dios. Por mi parte, afirmo que para los que son amados por Dios, la muerte es transformada en vida; el pecado, en gracia; sus caídas, en elevación. Dios nos amó primero, porque jamás persona alguna ha prevenido a Dios, y su caridad es perpetua. El es fuente de caridad y fuego ardiente. El purifica o visita Jerusalén a pesar de ser pecadora y no merecer este nombre, porque no supo guardar la causa de su paz. Este Dios, con una luz ardiente, el salmista no dice deslumbrante, viene no para descubrir su vergüenza, sino para inflamarla de nuevo. Continúa buscando en esta alma, que es un pozo, un recipiente de manjares, por si el fuego de tantas gracias que le había concedido, se ha apagado del todo. [44] Lo encuentra cambiado en un lodazal. Lo que él ve es que, a causa del pecado que retiene cautiva al alma, ella deja de ofrecer sacrificios al verdadero Dios, sus acciones son actos morales sin llamas. El ser transformados en lodo significa algunas recompensas terrenales o satisfacciones de este cuerpo de barro, y que dicha alma es esclava del cuerpo y del demonio.

    Aunque la caída llega hasta el pecado mortal, lo cual no siempre sucede, es sin embargo muy grave que el alma deje su caridad inicial o que la deje enfriar. ¿Qué hace la divina bondad? Se esconde en Cristo como en su linterna, y por su medio pasa a visitar a esta alma, reconciliándola con él y permitiéndole contemplar los méritos de su humanidad. A través de ella, tomará el lodo que la ensució en los peligros, la moverá a conocerse y la colocará sobre el altar, sobre la confianza en su pasión y en la cruz. El verdadero altar es Jesucristo, que es al mismo tiempo sacrificio y sacrificador. El es el pontífice que penetra los cielos, bajando y subiendo a ellos con la misma facilidad.

    Es un fuego que tiene la propiedad de descender para remontarse. El mismo es el agua que ofrece a la Samaritana. Pero es fuego y agua, todo a una. El es sol ardiente; en fin, todo lo puede, por ser del todo bueno y misericordioso. El es capaz de avivar este fuego o de cambiar este lodo. El concede la caridad y se une a la virtud. A la pobre alma que era como un carbón casi extinguido o [45] como una vela humeante, la derrite y la abrasa, consumiendo todas sus imperfecciones. El enciende este lodo con una llama ardiente, y Dios es más glorificado en ella que antes de su cautividad. Este sol, que estaba oculto por la nube que habían opuesto sus imperfecciones entre él y el alma, disipa todo y difunde sus rayos del mediodía. 

    A la esposa dice el esposo: Si no lo sabes, ¡oh la más bella de las mujeres!, sigue las huellas de las ovejas, y lleva a pacer tus cabritas junto al jacal de los pastores. A mi yegua, entre los carros de Faraón, yo te comparo, amada mía (Ct_1_8s). No dejes de ser bella. Se dice que nunca los amores parecieron feos a los ojos de los enamorados. En el mundo, el amor es ciego; Dios, en cambio, no puede ser así. Es que sus ojos pueden embellecer el alma desde que la mira, porque con su mirada la purifica.

    Al hablar de este modo, David se dirige al alma esposa del Verbo, más bien que a la mujer de su hijo Salomón. Le dice que, para agradar al rey, es necesario que incline sus oídos para escuchar únicamente la voz de su amadísimo esposo que olvide su pueblo, que salga fuera de su tierra y de sus malos hábitos; y aun que no se considere hija del mundo: una egipcia de tez morena, a la que puede oscurecer más aún. Debe olvidar todo lo creado, y meditar en el ardor que sentía mientras [46] llevaba los rebaños de sus sentidos a pastar como cabras malolientes a causa del pecado, cerca de los albergues de los pastores, o más bien de los mercenarios, ya que los mundanos son falsos pastores que devoran a las ovejas. Entonces las almas de las ovejas que han sido blanqueadas en la artesa, se vuelven, a causa de su maldad, sucias como el mundo, que, como dice San Juan, está inmerso en la malicia.

    Los cimientos del mundo son la concupiscencia de los ojos, la de la carne y la soberbia de la vida. Todo esto constituye la miseria y pobreza de Satán, que sólo puede experimentar una prisión infernal y tormentos sin fin. El es el príncipe del mundo, y como tal recompensa a sus súbditos. Sus hijas son templos adornados con fardos de terror, en cuyo interior sólo se encuentran sucios y horribles monstruos y bestias. La esposa, por tanto, no debe recordar la casa de su padre y todas las vanidades sino para despreciarlos.

    Sucederá entonces que el Rey de reyes se complacerá en su belleza, que proviene de él. Pero, como el Padre eterno ama la bondad y belleza que da a su Hijo por naturaleza, Jesucristo mismo amará la belleza con la que adorna a su esposa mediante la gracia; y así como parece que el Esposo sólo tiene ojos para conocer la belleza que le ha dado, es necesario que ella no tenga ojos, ni oídos, ni corazón sino para ver, escuchar y amar a Aquel que le comunica tal belleza, y que todas sus potencias y sentidos den gracias a Dios en la adoración; [47] que le ame con todo su corazón, con toda su alma y con todas sus fuerzas, y a su prójimo como a sí misma; atrayéndolo en pos de ella. Cuando los demás quieran verla, la considerarán sólo como la amiga del rey; si le rinden alabanzas, serán como regalos que le llevan las hijas de Tiro, ya que con frecuencia Dios permite que, para honrarlo, sus amadas reciban honores, pues Dios es admirable en sus santos.

    De este modo, ella exclamará: No a mí, Señor, no a mí; porque toda la gloria de la hija del Rey está en el interior. Que su vida esté escondida con Jesucristo en Dios; que no viva más que en él, por él y de él. Que diga unida a la Santísima Virgen: Engrandece mi alma al Señor (Lc_1_46). Que su espíritu sólo se alegre en Dios su salvador; que pueda decir en verdad que él ha mirado su humildad.

    ¿En quién hará su morada el Espíritu Santo, sino en el espíritu humilde que conduce a esta alma así como condujo a los cuatro animales, y a las cuatro ruedas que vio el profeta Ezequiel? En el punto en que su amor desea exaltarla, no permite que ella dé marcha atrás. Su deseo es que ella siga la impetuosidad de sus mociones. La hace toda ojos; le da alas, la desea bondadosa para amar. Le da rasgos humanos para que sea humanitaria. La desea como un león para que tenga los ojos abiertos y se llene de valor; [48] la desea como un buey para que se sacrifique y lleve las cargas; quiere que sea como un águila para que vuele por encima de todas las cosas.

    El quiere que los rostros de estas cuatro propiedades tiendan al cielo y que las alas vayan allá; que las cuatro alas estén unidas y adheridas, y que el cuerpo casi no sienta su propio espesor. El desea revestirlo de alas, lo cual tiene un bello significado: la esposa no debe llevar el lastre de las cosas terrenas, y todos sus afectos deben identificarse con su rostro. Esto no puede darse por inadvertencia: ella debe moverse con el poder del Espíritu Santo, así como el profeta dijo de estos seres: Y no se volvían en su marcha. Había en el centro como una forma de cuatro seres, como brasas incandescentes, con aspecto de antorchas, que se movía entre los seres; el fuego despedía un resplandor, y del fuego salían rayos. Y los seres iban y venían con el aspecto del relámpago (Ez_1_13s). Esto significa que, al dar respuesta al Espíritu divino, ella no vuelve más a lo suyo, sino que su sola vista inflama a todos los que la ven. Ella es como una lámpara brillante y ardiente, como se dijo de San Juan Bautista. En ocasiones, la lámpara parece producir rasgos llameantes, a manera de astros, a los ojos de quienes la contemplan. Dios suele conceder esta gracia a los cuerpos de los santos: los torna brillantes y manifiesta el resplandor del fuego que él mismo ha encendido en su corazón, que suele ser él mismo, ya que de dicho fuego sale un rayo que derrota a los enemigos y da eficacia a las palabras santas, despedazando con frecuencia a los corazones más endurecidos. Nadie puede resistir a dicho rayo, que es el espíritu o la boca que él prometió a los apóstoles: Y los seres iban y venían con el aspecto del relámpago (Ez_1_13s).

    Los cuerpos van y vuelven a manera y semblanza de un rayo fulminante. El toca las almas, y después ellas retornan a Dios, para tornarse semejantes a dicho rayo refulgente. ¿Por qué no? Sucede en virtud de la oración del Salvador, que pidió a su Padre que los suyos tuvieran la caridad, la unión y la santificación que él poseía con él desde antes que el mundo existiera, y antes de la ley de la gracia, cuando Dios dio la ley a Moisés, sea que esto haya sido por mediación suya o a través de sus ángeles. Aquel que promulgaba la ley no la daba de modo estéril, sino acompañada del rayo, rayo que espanta a los malos y alegra a los buenos, compartiendo con ellos su luz.

    Con dicha luz brilló el rostro de Moisés, en forma de cuerno. Y David, ¿no dice acaso en tantos lugares que los rayos de Dios son fulminantes y destruyen a los enemigos?: Señor, inclina tus cielos y desciende, toca los montes, que echen humo. Fulmina el rayo y desconciértalos, lanza tus flechas y trastórnalos (Sal_144_5s). Y todo para hacer a los amigos de Dios temibles y victoriosos entre todos: [50] Allí suscitaré a David un fuerte vástago, aprestaré una lámpara a mi ungido; de vergüenza cubriré a sus enemigos. Y sobre él brillará mi diadema (Sal_132_11s).

    Hay dos o tres clases de ungidos: los sacerdotes, los reyes y las personas a las que el Espíritu Santo unge con la unción mística. A éstos me estoy refiriendo. San Esteban fue ungido del Espíritu Santo cuando sus apóstoles lo elevaron al diaconado, junto con los demás, para el ministerio entre las viudas: Y escogieron a Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu Santo, Esteban, lleno de gracia y de poder, realizaba entre el pueblo grandes prodigios y señales. (Hch_6_5s).

    Y todos los de diversas naciones que allí se encontraban, se pusieron a disputar con Esteban, pero no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba (Hch_6_9s); sabiduría que no residía solamente en sus palabras, sino en la belleza de su rostro, que convencía a quienes le miraban, manifestando cuánta paz y alegría inundaban su alma: Fijando en él la mirada todos los que estaban sentados en el Sanedrín, vieron su rostro como el rostro de un ángel (Hch_6_15). Pero un ángel del orden supremo, con un privilegio especial para contemplar el trono divino y mirar cara a cara a las dos personas de la Sma. Trinidad, ya que la tercera, que es el Espíritu Santo, moraba en él, permitiéndole contemplar a [51] las otras dos. El amor y la pureza de corazón permiten ver a Dios, Espíritu que es amor y pureza.

    Pero él, lleno del Espíritu Santo, miró fijamente al cielo y vio la gloria de Dios y a Jesús que estaba en pie a la diestra de Dios (Hch_7_55). No vio el rostro ni los pies velados como los serafines de Isaías. San Pablo dice que él juzgará a los ángeles. Pero, ¿no ha sido determinado ya el destino de los ángeles desde su confirmación en gracia y en gloria? Sí, pero el Apóstol les hará entender que Dios, al hacerse hombre, deificó al hombre por participación, y que Jesucristo pidió a su Padre, para la humanidad, la misma gloria que siempre tuvo con él. Ahora bien, Dios nada oculta a su Hijo. Afirmó que nadie le conocía sino el Hijo, y aquellos a quienes éste quisiera revelarlo. Jesucristo dice que en el mundo habla en parábolas, pero a sus apóstoles descubrió sus misterios divinos, diciéndoles lo que aprendió de su Padre. ¿Acaso no afirmó San Juan, el águila: Nosotros hemos visto su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad?

    San Esteban, lleno de gracia y fortaleza, es o puede ser llamado verdad, porque la verdad sobresale gloriosamente en las disputas, ya que la Voz la enseña y la Vida la vivifica. Sin embargo, si la verdad es divina, y la vida también lo es, puede uno remontarse y vivir divinamente. Como San Esteban poseía por participación la verdad de Dios, el camino de Dios y la vida de Dios, pudo contemplar en verdad la gloria de Dios; y esto tan claramente, que vio a Jesucristo [52] de pie a la derecha de Dios. En ese momento el Espíritu Santo reveló al Hijo, instruyendo plenamente a San Esteban y, por medio de su palabra, increpó al mundo pecador, es decir, a los judíos, diciendo: Veo claramente a Aquel que les aseguró ser el Cristo. Lo veo claramente a la diestra divina: está con su Padre por derecho de toda justicia: él quiso padecer para entrar en su gloria, donde lo veo llamarme, de acuerdo a su promesa de venir de nuevo después de haberse ido. 

    Ha echado fuera al príncipe de este mundo; el diablo ha quedado confuso y proscrito a la invocación del nombre de Jesús. La sinagoga, que tenía un pontífice que era el príncipe más noble de este mundo lo cual testificó Alejandro, quien creyó que él era rey y le rindió homenaje como a soberano suyo fue maestro del sacerdocio institucional judío. El es el verdadero pontífice que se ofreció a sí mismo sobre la cruz, y el que penetró los cielos, donde no cesa de ofrecerse a su Padre por nosotros. El es sacerdote eterno: De ahí que pueda también salvar perfectamente a los que por él se llegan a Dios, ya que está siempre vivo para interceder en su favor. Así es el Sumo Sacerdote que nos convenía: santo, inocente, incontaminado, apartado de los pecadores, encumbrado por encima de los cielos (He_7_25s).

    En ese momento san Esteban, lleno del Espíritu Santo, convenció al mundo de pecado, de justicia, y de juicio. Pudo, entonces, contemplar al descubierto la gloria de Dios. Aquel que es el camino lo instruía. ¿Quién podrá dudar que inclinó los ojos de su propia persona para venir a buscarlo? El dijo a sus apóstoles: Yo me voy, pero volveré a ustedes. En cuanto este gran santo le vio, exclamó: Señor Jesús, recibe mi espíritu. Después de haber orado por sus enemigos, se durmió en brazos de su Señor. Este fue, sin duda, el verdadero significado de sus palabras. Dio la vida mortal a cambio de la inmortal, que Jesús le comunicó.

    Soberano Rey mío, te entregas a san Esteban en calidad de trono, de lecho, de mesa, de todo. A la hora del mediodía sirves el alimento y das reposo; al mediodía haces brillar sobre él tu gloria. No temió equivocarse; satisfaría sus potencias, pero no al lado de las tiendas de los pastores, sino de los apóstoles. Se apacentará, sobre todo, en ti y de ti, torrente de delicias, embriagándose de la abundancia de tu divinidad, que sale a su encuentro colmada de su opulencia. El no obra por sí mismo, no se lleva a sí mismo, porque esto lo hacen tú y tu Espíritu. Eres un rayo hacia sus enemigos, mas para él, un arco iris, según la visión de San Juan: Y un arco iris alrededor del trono (Ap_4_3); y más abajo dice: Del trono salen relámpagos y fragor y truenos (Ap_4_5).

    He ahí a San Esteban, en el verdadero mediodía que anhela la esposa. Helo ahí contemplando la verdad anunciada por los cuatro seres. El ve sus cuatro caras contemplando la rueda, y a ésta que, apoyada sobre la tierra, se vuelve a los cuatro confines de la tierra, a los que llegaría el Evangelio de la palabra divina, que es un mar infinito, temible para los malos y amabilísimo para los buenos. Ella les sirve de cristal para aumentar y manifestar su claridad [54] y para exteriorizar en su carne esta rueda que apareció sobre la tierra. 

    ¿Acaso no eres tú, amado de mi alma? ¿No eres poseedor de los cuatro rostros? La persona del Padre y la persona del Espíritu Santo junto con la tuya. Y tu persona, ¿No tiene acaso dos naturalezas? ¿No es esto poseer dos rostros? Para vivir en la tierra, ¿dejas de existir en tu Padre, y tu Padre en ti? ¿Abandonas al espíritu común de los dos? ¿Deja él de morar en ti? ¿No consiste en ello la circumincesión divina? ¿Encuentras algunos obstáculos que te obligan a volver atrás? ¿Acaso no tienes un camino eterno que te guía, en tu esencia, sin salir de ella? ¿Acaso no posees tu propia dimensión, recinto infinito que eres tú mismo? ¿No eres terrible a los infiernos, y penetras a mayor profundidad su bajeza? ¿No te elevaste hasta los cielos? ¿Verdad que allí eres uno con el Altísimo? Y tu cuerpo glorioso, ¿no tiene ojos por todas partes, para contemplar con ellos la divina esencia a la que está unido por la hipóstasis del Verbo? ¿Acaso no posees el Espíritu de vida, al que envías a tus evangelistas y a tus santos, a quienes dijiste: Cuando sea levantado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí? Tu Espíritu de Vida los mueve a donde le place. El es su peso y su límite. El es sus alas; él es sus manos; él ejecuta por su medio las obras que hiciste, y aún más grandes. Es por tu promesa que ellos hará las obras que tú hiciste y aún más grandes. Lo que te mueve a hablar así es el exceso de tu amor, confiriendo este poder al atraer hacia ti a la criatura. Atraes a ti a la nada mediante tu palabra; dando el ser y comunicando, [55] tus atributos a la criatura a través de tu Espíritu de vida. Vienes en persona. Ningún dios podría acudir a recibirte, porque tú eres el Dios inseparable e indivisible. Sé bien que en esto consiste tu felicidad divina; pero me dirijo a ti según nuestra manera de hablar.

    También me valgo de tus mismas palabras: Si alguno guarda mi palabra, vendremos a él para hacer en él nuestra morada. Nuestro amor obrar maravillas en esta alma: el ser su peso y su corona perdurable. Sobre las cabezas del ser había una forma de bóveda resplandeciente (o temible) como el cristal (Ez_1_22). Qué manera de hablar, amor mío. ¿Puede ser temible un cristal? Es que la belleza que concedes a tus santos parece espantable a los demonios y a los enemigos que los han odiado y envidiado. Al odiarte, odian a los tuyos y tratan de hacerles perder este bien. Lo que más les puede, es estar sometidos a su poder eternamente; con ello, su soberbia rabia hasta el paroxismo. Tus elegidos son, gran Dios, honrados en sumo grado, porque los haces príncipes, coronándolos con una corona estable como un firmamento que espanta a los malos y admira a los buenos: Extendida sobre sus cabezas, y bajo la bóveda sus alas estaban rectas, una paralela a la otra; cada uno tenía dos que le cubrían el cuerpo (Ez_1_22s).

    Esto demuestra la gran conformidad que existe entre los santos, y la rectitud que observan respecto a Dios, a quien conocen en el grado de conocimiento que él les concede. Vuelan hasta él en la amplitud de vuelo que les permite y, al hacerlo, reconocen que no son capaces de comprender a Dios como Dios se comprende, y que él es un espejo voluntario. [56] Todos pueden ver, en la medida que él les da, su propia visión por participación. Si tienen dos grandes alas que los transportan, poseen otras dos que los cubren, confesando de este modo su debilidad y la excelencia divina: Y oí el ruido de sus alas, como un ruido de muchas aguas, como la voz de Shadday: cuando marchaban, era un ruido atronador, como ruido de batalla; cuando se paraban, replegaban sus alas. Y se produjo un ruido. Por encima de la bóveda que estaba sobre sus cabezas, había algo como una piedra de zafiro en forma de trono, y sobre esta forma de trono, por encima, en lo más alto, una figura de apariencia humana. Vi luego como en el fulgor del electro, algo como un fuego que formaba una envoltura, todo alrededor, desde lo que parecía ser sus caderas para arriba: y desde lo que parecía ser sus caderas para abajo, vi algo como fuego que producía un resplandor en torno, con el aspecto del arco iris que aparece en los días de lluvia: tal era el aspecto de este resplandor, todo en torno. Era algo como la forma de la gloria del Señor (Ez_1_24s).

    [57] Hay almas que, ya desde este mundo, se asemejan a la visión de este profeta debido a su total unión con la Santísima Trinidad. Gracias a los méritos de la humanidad, son, por participación, una misma cosa con Dios y su guía es la santa moción del Espíritu divino, que es su vida. Al ser llevadas por Dios, son portadoras de Dios.

    Se elevan hasta él con sus dos alas y rostros levantados, para conocerle. Bajan hasta ellas cubriendo su bajeza con sus dos alas, confesando su indignidad, menospreciándose. La contrición de sus faltas es como un torrente estruendoso, cuyo fragor llega hasta oídos de Dios y de sus ángeles. Se trata de un río impetuoso que llega directamente hasta los tronos de Dios con un sonido tan fuerte, que parece igualar la voz del Altísimo. Cuando Dios desea manifestar su poder, esta voz lo mueve a detenerse por amor. El llamado de una de estas almas lo arrebata, por así decir, atrayéndolo a ella para poder estar juntos. Ella es como un campo de batalla, como un Israel, fuerte contra Dios, el cual se complace en esta santa lucha. Sin embargo, no se le permite experimentar las cosas divinas, a pesar de que él no deja de dar cierta libertad a las alas y a su voluntad, en la que reside el amor, el cual penetra hasta profundidades que la ciencia no puede alcanzar.

    El es el firmamento de esta alma y su corona estable; corona que es el espíritu del Verbo Divino, Verbo fortísimo y firmísimo, por ser él quien fundó los cielos, el cual durará más allá de la consumación de las cosas que tendrán fin. Este Verbo es un firmamento que corona al alma, una voz superior a todas las criaturas. Voz que todo lo domina, que somete a los ángeles, que somete los cuerpos. Esta voz y este Verbo es firmamento sublime y dominador, en sí por excelencia y como causa eficiente y esencial, lo cual nos es figurado por las piedras preciosas y por los zafiros celestes que son el material de su trono.

    De hecho, el divino esposo establece su trono sobre la cabeza de su esposa, convirtiéndose en su corona de gloria. [58] Reside en ella como el Dios del todo celestial. También lo hace como hombre divino, elevado por encima de todas las cosas. Allí establece su trono. La esposa dice: Vi luego como en el fulgor del electro, algo como un fuego que formaba una envoltura (Ez_1_27). El mismo Jesucristo se reveló en esta visión admirable, manifestándose como Dios, como Dios morando en un ser humano, y también como fuego. Como hombre, está unido hipostáticamente a la divinidad, la cual lo penetra, lo rodea, lo apoya, lo diviniza y lo convierte en un hombre Dios. Divinidad que lo rodea tanto en sus operaciones sublimes de lo alto, como en las obras que parece hacer, humildemente, al exterior de sí mismo.

    Está rodeado de un fuego resplandeciente, semejante al arco iris que apareció en la nube en tiempos del diluvio: tal era el aspecto de este resplandor, todo en torno (Ez_1_28). El profeta lo vio semejante a esta visión, la cual es semejante a la gloria del Señor. El habita, él mora de este modo en su esposa, obrando en ella, por su bondad, todas sus maravillas.

    El la ha convertido en su carro de triunfo. Al combatir, sale victorioso; en su victoria, triunfa; en su triunfo, es pacífico. La hace como su caballería fuerte y terrible, que va donde él desea. La convierte en su yegua uncida al carro de Faraón. Ella parece estarlo al carro del mundo, es decir, del diablo, lo cual significa que será engolfada en el Mar Rojo del infierno. Al obrar igual que su rey, ella precipita la misma muerte: ella es su propia muerte y el aguijón del infierno. Jesucristo, empero, encuentra para ella un firmamento para oponerle resistencia, portando sobre su cabeza el trono de Dios, y al mismo Dios, y éste hecho hombre: Jesús. El cielo, la tierra, el infierno, doblan las rodillas. Jamás aquel que rompe los vasos de la tierra y envía su fuego, [59] causa tan gran espanto a sus enemigos como esta esposa.

    Ella parecía ser sólo de la tierra y estar perdida entre sus huestes. Su Esposo, en cambio, la encontró bella y le dijo: Si no recuerdas de qué estás hecha, oh tú, la más bella de las mujeres, sal un poco de las tinieblas, sal de tu ignorancia; considera que eres la esposa de uno que es bellísimo y la misma luz. Acude a sus purísimos rayos. Sigue los pasos de sus rebaños; sigue a las potencias que voy a atraer: el objeto mueve la potencia. Sigue el entendimiento que te doy a la claridad del mediodía. Pacifica tus machos cabríos, ya que en ti y de ti, los sentidos son como sucios cabritos, corrupciones de la tierra. No dejes, cariño mío, que se acerquen a pastar cerca de los albergues de los pastores. No les permitas acercarse a los sacramentos ni al Sacramento de sacramentos, en el que mi Padre, yo y el Espíritu Santo, hacemos nuestra morada, puesto que ellos dos están conmigo por concomitancia. Mi gracia lo prepara. ¿Acaso no puedo purificar a la que proviene de humilde semen? Quiero hacerte mi nube blanca, en la que aparezca junto con miríadas de mis santos. Deseo que en tus días brille una gran luz: yo mismo, siendo llevado por ti según mis deseos. Yo iluminaré la tierra. Deseo que tengas el mismo privilegio de los querubines, sobre cuyas alas se dice que vuelo. Quiero que seas la pluma de los vientos, para ser conducido por ella. Mi espíritu será el viento; de este modo, serás tan rápida en dejarte elevar, como lo será él para arrebatarte. Yo seré tu peso; él levantará los vientos de nuestros divinos tesoros, que harán morir en ti todo lo que es del mundo: desde los sentidos animales, hasta la prudencia y la razón humana, la cual no sabe de dónde viene el Espíritu Santo, [60] ni a dónde va; pero la fe escucha su voz.

    La esposa llega a ser tan temible a sus enemigos porque Dios se enfrenta por ella, y por ella manifiesta su gloria. El entra, como ya dije, en almas en las que nunca antes penetraría sin recurrir a su poder absoluto, lo cual sería casi como forzar el libre arbitrio. Así lo hizo en Samaria, y, de creer a los dos hijos del trueno, hubiera hecho más aún, ya que obraban movidos por su celo hacia la antigua ley, desconociendo el espíritu que enviaría el legislador de la nueva; espíritu dulce y suave, que atrae más por los rayos del amor, que por el viento del temor.

    Graciosas son tus mejillas entre los zarcillos (Ct_1_9). Jesucristo, al ver las lágrimas de Magdalena, las estimó en más que todos los banquetes del fariseo. El mismo Jesús se fija en su esposa que vuelve a él, cuando se le ha alejado; pues, como ya dije, en sus frialdades no siempre sucede que llegue a cometer pecados graves. No la llamaría la más bella de las mujeres; no sería llamada esposa, por ser como una adúltera espiritual. No le diría tórtola, porque ésta sólo quiere a su pareja y, habiéndola perdido, llora y gime, no queriendo admitir a otro. 

    El esposo, que sabe bien que su esposa no ha querido aceptar a otro en su lugar, la acaricia dándole muestras de su fidelidad, diciendo que sus mejillas cubiertas de lágrimas son bellas como la tórtola que gime. [61] Estas lágrimas, mi muy amada, corren a lo largo de tus mejillas. Son su fardo, pero cuelgan de tus ojos cual preciosas perlas; perlas que proceden del océano de nuestro amor. Son signo de nuestra unión y rocío celestial que he derramado en ti, que no has podido ser abierta sino por mí, rechazando todo lo que procede de las aguas amargas del mar del mundo. ¡Qué bella es tu garganta rodeada de este collar: Zarcillos de oro haremos para ti, con cuentas de plata! (Ct_1_10).

    El esposo dice que hará esta joya para su esposa, para que por su medio pueda ella saber lo que él desea de ella. El oro representa la caridad y la plata, la pureza. El oro es precioso y la plata, resonante. Es porque él desea que cualquier otro amor sea nada para ella, y que pueda escuchar su voz con pureza de entendimiento. El oro representa su divinidad, y la plata su humanidad; que ella no busque ningún otro presente. El sólo desea serle suficiente, y aunque parezca encerrado en su habitación celestial, en su lecho divino, no rehúsa la fragancia del nardo que le ofrece su esposa, sin importar su pequeñez. Ni todo el aroma ofrecido por los espíritus celestiales podrá impedir que el esposo se convierta perpetuamente en el perfume de nardo y de lavanda de su esposa. Las alas de la humildad y de contrición de ella lo atraen tan fuertemente, que acude a regalar a su esposa lo de sus propios méritos. Parece compadecerse de sus l grimas, como diciéndole: Querida mía, sé muy bien cuán amargo es para ti estar en la tierra mientras que yo me encuentro en el cielo. No estoy tan alejado de ti como para no darme cuenta de tus menores pensamientos. Mi comunicación con los bienaventurados en nada me impide, al comunicarme a ellos en una gloria al descubierto, que me entregue a ti con una gracia velada. [62] Recíbeme, querida esposa, y alójame en tu seno como un ramito de mirra. Tendrás así un doble mérito: la amargura de no tenerme visible en la gloria, y la pureza que te comunicaré, que te será reputada más tarde en grado de gloria esencial, así como cuenta para ti en grado de gracias.

    La esposa, que ama la pureza por ser su esposo purísimo, ama también la mortificación, sabiendo que su esposo la amó. Aun la muerte fue aceptada por él con todo amor, después de tomar castísimamente un cuerpo en las entrañas de su madre virgen, por voluntad de su Padre, al que dijo: Me proporcionas un cuerpo purísimo con objeto de hacerme capaz de sufrir la muerte más ignominiosa y cruel que jamás haya sido experimentada. Abres mi oído a fin de que escuche tu voluntad. Penetras mi inteligencia a fin de que comprenda cómo deseas que sufra.

    Te aseguro, Padre mío, que a nada contradigo ni me resisto. Sé muy bien que podría tomar la naturaleza humana sin ser mortal para mí, y que podría portarla gloriosamente en el cielo sin sufrir en mi cuerpo. Un acto de amor te bastaría. Veo, Padre mío santo, que me propones el gozo de la inmortalidad, si yo no quiero morir. El pecado causa la muerte; pero como por naturaleza soy impecable, no estoy obligado a morir. Me propones, y yo mismo me propongo, el gozo que la parte inferior experimentaría al no tener que sufrir, pero mi amor no lo quiere así. Elijo la Cruz y sus sufrimientos, las tristezas y las ignominias, a las que comprendo con una comprensión que tú, Padre mío, y el Espíritu Santo, solos pueden comprender. Daré esta comprensión a mi alma, con todos los rigores que un alma puede sufrir. La instruiré en ella, de manera que el día o la noche de mi pasión, ella estará triste hasta la muerte. El amor será más fuerte, porque retendrá la vida para sufrir más aún. El amor será tan grande, que pondrá en conflicto a todo mi cuerpo, de suerte que manará sangre y agua de mis venas y de mis poros sin otra lanza que su dardo acerado. Me veré además privado de la permanencia ordinaria de mi divinidad por suspensión, que atribuiré tanto a ti, Padre mío, que por el amor que tienes al mundo me entregarás, a fin de que, con mi muerte, pueda tener la vida eterna, como a mí. Te preguntaré por qué me has abandonado. Clamaré a ti diciendo que tengo sed, que todo lo habré consumado, si con ello te contento. Sé bien todo esto, Padre mío; lo acepto y no lo contradigo. En nada doy marcha atrás en cuanto a mi vida mortal. Estoy dispuesto a sufrir y desfallecer. Me ofrezco a todo. Cada momento de mi vida es para complacerte. Al hacer tu voluntad en todo momento, seré según tu corazón. Mi alimento consistir siempre en complacerte. Aguardaré, Santísimo Padre mío, la hora de mi muerte, de la manera en que la deseas. Recibe mi circuncisión como arras del pago que te daré. Si mi cuerpo es pequeñito comparado con el precio, por estar en la infancia y no tener fuerza suficiente para sufrir el efecto de tu brazo poderoso, ayúdale a crecer hasta la edad viril: El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él (Lc_2_40). Ten la seguridad, Padre mío, que al crecer en edad, creceré en fortaleza para sufrir. La gracia y la sabiduría con las que estoy colmado acrecentarán en mí, si puedo, los deseos de sufrir, y podré afirmar al final de mis días, que he deseado con gran deseo pasar de este mundo a ti, entregando mi cuerpo a mis apóstoles. También se me oirá decir que recibiré un bautismo y cuánto anhelo recibirlo. Padre mío, haré cuanto me mandes. Según tu mandato, viviré sujeto a mi Santa Madre y a san José: Y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón. Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres (Lc_2_51s). 

    Jesús crecía en sabiduría, obrando siempre según ella, de acuerdo al mandato de su divinidad: la orden dada por Dios. La humanidad del Salvador fue la más dependiente de todas las criaturas; y su alma, la más humilde. Sentíase tan obligada con la divinidad, que permanecía en una gratitud admirable y continua acción de gracias. Me refiero también a su parte inferior, la cual, por dispensación divina, recibía con toda humildad lo que el Verbo divino deseaba derramar en ella. Porque, a pesar de que la plenitud de la divinidad habitaba corporal y sustancialmente en él, como un mar en su hondonada, [65] si puedo afirmar que Aquel que todo lo abarca, sin ser limitado por criatura alguna, pudiera ser incluido entre confines, diría que está encerrado en Jesucristo. Dios estaba en Jesucristo, dice su apóstol, reconciliando al mundo con él. Convenía a su divinidad dejar que su claridad se extendiera sobre la parte inferior del alma y los sentidos del Salvador, a medida que dicha parte inferior y sentidos adelantaban por medio de actos y por experiencia. Al grado en que se dijo que, cuando Jesús se humilló en el río Jordán, su Padre lo exaltó y el Espíritu Santo lo manifestó. 

    El evangelista nos dice: Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto (Mt_4_1), a fin de ser tentado por el diablo. Y más tarde: después de resistir a Satanás, los ángeles se acercaron, como si se hubiesen hallado a cierta distancia de Jesucristo. Como él era Dios, no podían estar lejos de él. Pero cuando se habla de esta manera de acercamiento, es con vistas a su humanidad, a la que acudieron a prestar nuevos servicios y a felicitarla por su victoria: Y he aquí que se acercaron unos ángeles y le servían (Mt_4_11).

    Más tarde subió al monte Tabor con sus discípulos: Y se transfiguró delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la nieve. En esto, se le aparecieron Moisés y Elías que conversaban con él (Mt_17_2s). 

    Ellos hablaban del exceso de dolores que debía sufrir en Jerusalén, exceso que manifestaba el amor y la sabiduría que, mediante dichos actos o sufrimientos, así como de su santa generosidad, glorificaría a Dios y redimiría a los hombres. Veamos cómo Dios confiesa lo que ha progresado, aun después de su bautismo. En esta ocasión dijo únicamente: Este es mi Hijo muy amado. En la transfiguración, empero, añadió: Escuchadle 

(Mt_17_5). Como si el Salvador se hubiese convertido en doctor, ya que parecía haber aprendido del Espíritu Santo en el desierto, razón por la que dijo: Mi doctrina no es mía, sino de aquél que me envió (Jn_7_16).

    Ustedes se admiran de mi doctrina, pero ella procede de mi Padre, que me ha enviado. Hagan su voluntad y llegarán a conocerla: Si alguno quiere cumplir su voluntad, verá si mi doctrina es de Dios, o hablo yo por mi cuenta (Jn_7_17).

    Como, para crecer en conocimiento o sabiduría delante de Dios y de los hombres hay que hacer la voluntad del Padre, esta sagrada humanidad vino como dijo David: en el principio del libro está escrito de mí que vengo a hacer tu voluntad, Dios mío. Así lo quiero; tu ley estará en medio de mi corazón, dilatándolo. Escribe en él tu doctrina, que es tu Verbo, que soy yo; Palabra que vibrará con más ardor en mis últimos días. El Verbo divino es un fuego o un sol que ardía y brillaba más al mediodía, que por la mañana. El sol no es menos sol por la mañana, pero no tiene su apariencia tan brillante sino hasta el mediodía, por ser ésta la hora de su plena luminosidad. De manera parecida Jesucristo no manifiesta tan abiertamente su divinidad sino al mediodía, como podemos llamar el fin de su vida, que fue el cenit de la flor de su edad: treinta y tres años. No quiso llegar a la edad de la decrepitud, porque vino para crecer, como dice su precursor: Conviene que él crezca y que yo disminuya (Jn_3_30). Yo sólo soy la voz. El es la palabra, que desea que cumplamos toda justicia. Cuando se humilla, su Padre lo exalta. Esta humildad me ayuda a conocer mejor su grandeza. Así sucedió cuando vino a visitarme, siendo muy pequeño en las entrañas de su Santa Madre: me estremecí de alegría, pero sin decirle que era yo quien debía ir a él, y no él a mí. El venía a ejercer el acto de un soberano, librándome de mis ataduras. Ahora, en cambio, que acude a humillarse para ser bautizado por mí, le digo que yo debería ir a él. La idea de su grandeza humana es insigne para mí; él estaba en mis pensamientos. El dijo que, si entregaba su alma por la humanidad, su descendencia sería numerosa.

    Si el grano de trigo muere, dará mucho fruto. Como quiso anonadarse tomando la forma de servidor, para morir con muerte de cruz, descendiendo hasta los infiernos, por esta razón está a la derecha y tiene un nombre por encima de todo nombre, ante el que todas las criaturas doblan las rodillas. Este nombre le fue dado desde la Encarnación, pero él quiso comprarlo con los sufrimientos de su muerte, queriendo también pagar por su gloria, que le correspondía por esencia. El afirmó que era necesario que su santa humanidad sufriera y fuese maltratada, para ganar, mediante sus trabajos, dicha gloria. La cruz era una ciencia que estudiaba; ciencia que san Pablo tenía en más que la que aprendió en el tercer cielo, porque reputaba en nada toda otra ciencia, comparada con la riqueza de la ciencia eminente de Jesucristo crucificado. Jesucristo crucificado era su saber y su vivir. Morir era ganancia para él. Lo que agrada, satisface. La sabiduría consiste en saborear una ciencia que agrada. La sabiduría que Jesucristo saboreó [68] ante de Dios, su Padre, fue su cáliz, preparado por su mano, el cual lo embriagó y embelleció con una atractiva belleza que procedía no sólo de él, sino de su Padre.

    En el Tabor, mientras conversaba sobre las leyes del amor, su Padre pareció salir fuera de sí por amor, y decir delante de los hombres al exterior lo que dice en su interior: Este es mi Hijo amadísimo, escúchenlo. Comprendan su ciencia. Ámenlo. San Pedro, que entendió y paladeó con fruición el gozo de esta gloria, embriagándose de ella, quiso poseerla para siempre. Sin ser Dios obró a la manera del Espíritu Santo en el seno de la divinidad: recibió pasivamente lo que el Padre y el Verbo le comunicaban activamente. Aspiró a terminar en sí la transfiguración, así como el Espíritu Santo termina en sí las divinas producciones. Quiso levantar tres tiendas que albergaran tres relaciones admirables: la de Jesucristo, la de Moisés y la de Elías. Jesucristo era su morada, y parecía serle propicio. Obtuvo, de este modo, todo el provecho que deseaba

    Los lazos de este afecto ligaban en torno a él al admirable rey-delfín en el mar de la divinidad; rey de las aves y águila real que mira fijamente al Padre de las luces, y que, con un vuelo humilde, quiso lanzarse hacia la tierra para agarrar su presa en las entrañas de una Virgen. Dicha presa es nuestra naturaleza humana. Aquella Virgen era el cedro del Líbano más alto de toda la naturaleza humana. A él descendió para atraer a sí la médula sin dañar la corteza, pero haciéndolo de manera que pudiese tornar dicha médula en un cuerpo natural para sí.

    ¿Puedo afirmar, Verbo divino, que tu santa encarnación fue el delicioso banquete que preparaste? Es el festín, oh gran Rey, que María preparó para ti y para el Espíritu Santo, que es tu muy amado, [69] por ser tu mismo amor, la persona más justa del reino divino, pero la segunda en ser invitada a este banquete.

    El no obrar como Amán, ni proclamar un edicto contra nuestra raza; o, si ya lo hizo en otra ocasión, diciendo que no moraría en el ser humano por ser carnal, lo modificará diciendo: Mi espíritu vivirá en la humanidad, porque el Verbo se hizo carne en María. El preparó un banquete con la flor del trigo y el vino purísimo que engendra vírgenes. Es el Señor bueno y hermoso; la leche y la miel, la crema de la naturaleza humana. Que venga, este Emmanuel, a comer miel y mantequilla, a fin de que aprenda a reprobar el mal y elegir el bien. Que aprenda por experiencia; que su divinidad sea la moderadora de su humanidad, la cual se someterá a tal grado, que nunca se quejará, aunque la divinidad suspenda, en la parte superior del alma, los consuelos divinos. Que estos consuelos sean comunicados en la medida en que crezca en edad, y en que haga obras de virtud eminente delante de Dios y de los hombres. Dios las mirará, no para aprender de ellas, sino para aprobarlas con una complacencia divina, así como se dijo que Dios contempló su creación y la encontró muy buena.

    Dios no tuvo que aprender de la bondad de la criatura hecha por él, porque de él procedía. Por ello, el niño Jesús no creció en sabiduría esencial en su parte superior, la cual contemplaba al Verbo con toda claridad. Sobre la inferior, en cambio, se derramaban ríos de ciencia, según los designios del Padre, como si éste, al enviar a su Hijo a la tierra, hubiera dicho: [70] Hijo mío, tú eres mi sustancia y mi legítimo vástago. Al desposarte con la naturaleza humana, tomas la forma de niño. Serás puesto bajo tutela y estarás bajo la ley como nacido de mujer, a fin de redimir a los que están bajo la ley del pecado; pecado que se cometió por haber querido ser sabios como Dios en un día, y parecerse a nuestra divinidad. Para satisfacer el presuntuoso pensamiento del primer Adán, reduces tu humanidad a una sujeción en la que aprenderás a diario algunas maravillas de la divinidad.

    En la medida en que la aceptes, se enriquecerá de favores. Tus sufrimientos, a su vez, ocuparán en ti el lugar de las pasiones. Porque las pasiones nunca existieron en el Salvador, así como se dan en nosotros. Por ello se dijo: Fue oprimido, y él se humilló y no abrió la boca. Como un cordero al degüello era llevado, y como oveja que ante los que la trasquilan está muda, tampoco él abrió la boca. Tras arresto y juicio fue arrebatado y de sus contemporáneos, ¿Quién se preocupa? Fue arrancado de la tierra de los vivos; por las rebeldías de su pueblo ha sido herido; y se puso su sepultura entre los malvados y con los ricos su tumba, por más que ni hizo atropello ni hubo engaño en su boca. Mas plugo al Señor quebrantarle con dolencias. Si se da a sí mismo en expiación, verá su descendencia, alargará sus días y lo que plazca al Señor se cumplirá por su mano. Por las fatigas de su alma, verá la luz, se saciará. [71] Por su conocimiento justificar mi Siervo a muchos y las culpas de ellos él soportará. Por eso le daré su parte entre los grandes y con poderosos repartirá despojos, ya que indefenso se entregó a la muerte y con los rebeldes fue contado, cuando él llevó el pecado de muchos, e intercedió por los rebeldes (Is_53_7s).

    En virtud de sus sufrimientos y oraciones, su humanidad recibió, según nuestra manera de hablar, maneras de crecer y, cuando se intentaba rendirle honores, sufría u oraba, humillándose. Al llegar el último día de su vida, pidió la gloria que su Padre le había dado desde antes que el mundo le conociera. Cuando, desde toda la eternidad, resolvió hacerse hombre, su Padre le concedió el verdadero don de todas sus grandezas divinas, pero en el consejo divino se resolvió que no recurriría a ellas sino mediante un mandato del amor, amor que deseaba obrar de manera creativa en un hombre totalmente dependiente de él por voluntad amorosa. El amor quiere todo por amor, y no por la fuerza; al grado en que la Sma. Virgen puede decir con razón al Espíritu Santo que es un esposo de sangre, que redujo a Jesucristo a la sangre.

    Da sangre y recogerás espíritu, alma mía, porque Aquel en quien moraba el espíritu glorioso, no quiso gozar plenamente de él sino dando enteramente su sangre; espíritu que nos fue dado en plenitud, como dice Juan, hasta que Jesucristo fue glorificado. Jesús no fue glorificado sin antes haber sido crucificado. Fue entonces cuando se creyó en él y cuando se le confesó verdadero Hijo de Dios y Rey de la humanidad. Esta es la grandeza, la sabiduría que conocieron los hombres, a la que son atraídos en él después de su muerte: él mismo afirmó que se le había dado todo poder en el cielo y en la tierra. Recibió la plenitud de la luz. Murió para no sufrir más. [72] 

    La esposa, al conocer la admirable pureza que su amado obra en ella cuando la abraza, lo aprieta contra sus pechos a manera de un ramito de mirra, que la hace pura y casta. Dice además: Racimo de alheña es mi amado para mí, en las viñas de Engadí (Ct_1_14).Como si dijera: cuando comulgo y te recibo, recordando tu pasión, me das un amor dolorosamente casto; casi muero al condolerme amorosamente de tus pena, abrazándolas con más gusto que las nodrizas a sus bebés. A diferencia de ellas, mi gusto es mayor cuando te abrazo. Mi amor me excita con tal vehemencia, que a fuerza de correr en pos de él parece morir, o al menos causarme desmayos. Pero, al verme desvanecer, eres para mí un pastel de pasas bajado del cielo, mi verdadera patria. Me iluminas con doble claridad: la primera, con tu sustancia. A manera de vino generoso, reanimas mi espíritu y mis potencias. Bajo el aroma y gusto de la uva no deja de afligir mis sentidos, de suerte que, al hablar de amor, parezco morir y soy resucitada con la ayuda del amor. Cuán bien sabes herir y sanar al alma que amas.

    El esposo, admirando la belleza interior y exterior de su esposa, exclama: ¡Hermosa eres, amiga mía! (Ct_1_15). ¡Qué bella es tu alma, mi toda mía, y todas sus potencias! ¡Hermosa eres, tus ojos son como de paloma! (Ct_1_15). ¡Sí, amada mía, eres muy bella, aun en tu cuerpo! Tus ojos son dulces y humildes como los de una paloma sin hiel; me amas con un amor fecundo y santo, reconociendo que las gracias que te concedo proceden de lo alto y así como la paloma, llevada por un instinto que le he dado, después de saciarse, eleva los ojos y el pico a lo alto, [73] obras como ella, diciéndome: ¡Qué hermoso eres, amado mío, qué delicioso! (Ct_1_16). Veo claramente, mi muy amado, que la hermosura que alabas en mí me viene de ti. Es una belleza que participa de la tuya, que te es esencial. De ti se dijo, amado mío: Eres hermoso, el más hermoso de los hijos del hombre (Sal_45_3). Tú eres el esplendor del Padre, la figura de su sustancia, la imagen de su bondad, bondad que te mueve a comunicarme la belleza que alabas en mí. Puesto que deseas venir a mí en calidad de esposo, harás florecer nuestro lecho. Es necesario que la esposa se apropie la cualidad del esposo. Tú eres Jesús de Nazareth, esposo floreciente: Nuestro lecho es florido. Las vigas de nuestra casa son de cedro (Ct_16_17). Los travesaños de nuestro hogar son de cedro. Lo que sostiene nuestros amores suave, fuerte y castamente, es tu divina y altísima esencia, que es fuerte, suave y pura en sumo grado.

    En cuanto a ti, amado mío, eres un hermoso manzano que proporciona toda clase de delicias a su esposa. Mis ojos se encantan al mirarte. Todo mi cuerpo reposa en ti, porque, en tu humanidad, eres cual sombra que modera los ardores del sol divino. De este modo, te adaptas a mi debilidad, que se sienta bajo tu protección, ya que nada puede de sí. Te animas con tu amor, que jamás está ocioso. Al abajar tus méritos hasta mí, tu divinidad me penetra íntimamente, mientras que yo reposo a la sombra de tu humanidad. El Verbo unido a ella me da un fruto que es más dulce que la miel a mi paladar: A su sombra apetecida estoy sentada, y su fruto me es dulce al paladar (Ct_2_3).

    ¡Qué bueno es que te deleites en [74] regalarme con el don especial de la contemplación! Tienes otras amigas a las que permites trabajar en la meditación, como abejas que zumbando de árbol en árbol recogen las flores para elaborar con ellas la miel de sus panales; flores que, ni todas juntas, son dulces por ellas mismas. Es verdad que las dificultades que experimentan al meditar les parecen, con frecuencia, la miel más dulce de su devoción. Es que nada dejas sin recompensa. Nadie tiene derecho a quejarse cuando te sirve, porque tú das a todos lo que les es necesario y el salario prometido al trabajillo que nos tomamos al servirte, cuyo servicio en nada te es útil, por no tener necesidad de tus criaturas, en cuyo provecho redunda todo. Y es porque tu mirada, que es buena con una bondad soberana, goza al comunicarse.

    Lo haces soberanamente en tu divinidad: el Padre contigo y tú con el Padre, comunican al Espíritu Santo toda su bondad y, aunque en esta comunicación los tres se satisfacen plenamente en la intimidad, un exceso de bondad, por así decir, los mueve a salir al exterior para comunicarse a todas sus criaturas, en cuyo medio hay algunas en las que hallan un placer singular para comunicárseles a través de una infusión de amor que sólo tiene igual en su caritativa bondad. Al situarlas en una santa ociosidad, tu amor excita en ellas un sencillo deseo de ti, en el que, por ser débiles, se detienen al cobijo de tu confianza. En este reposo las alimentas de ti mismo. La dulzura no se encuentra sólo en la lengua, [75] sino en lo íntimo del paladar. Deseas que estas almas se abandonen a ti, para concederles el anhelo de su corazón, que consiste en un simple deseo y que, si reitera sus mociones, se deba siempre a un mismo motivo, que se origina en tu Espíritu Santo, el cual, en ocasiones, presiona más al alma para darse a ella, para que lo reciba sin esfuerzo. Así como él es paloma, la urge pidiéndole con gemidos inenarrables que se convierta en paloma en unión contigo, que eres palomo divino y humano. El dulce latir de su corazón la fatiga amorosamente. Por ello se reclina y su amado, contento ante el reposo de su muy amada, se inclina hacia ella para infundir en su paladar, él mismo, la dulzura de su amor, deseoso de que pruebe este sagrado licor. En cuanto ella dice que encuentra su sabor agradable, su amado la levanta y la conduce a su propio interior. Sosteniéndola, la introduce en su bodega de vino, ordenando en ella la caridad: Me ha llevado a su bodega, y el pendón que enarbola sobre mí es el Amor (Ct_2_4). Como si dijera: ¡Ah, pequeña mía! ¿Encuentras de tu gusto la miel del manzano? ¿Las gracias iniciales que te comunico en medio de los campos o de los bosques, cuando estás acompañada? Quiero entregarte la cava de mi vino. Ven, queridísima mía, ven sola a mi bodega. Tiene un gusto que sobrepasa con creces el sabor del manzano. Mi vino te transportará, de suerte que morirás de amor. Si no ordeno en ti la caridad, no querrás vivir más. Quiero que seas mi abanderada; lleva en tu corazón el estandarte de mi amor. Si te hiere y te hace languidecer por mí, él me causó antes la muerte por ti, mi muy amada. Que tu corazón se derrita de amor para que, al entrar yo en él [76], obre en ti una extensión de mi Encarnación; que esta abertura se haga con suavidad: Recibid con docilidad la Palabra sembrada en vosotros (St_1_21). No morirás a causa de ella, amada mía. Cuando hiero, alivio al mismo tiempo. Yo ocupo y doy descanso al alma; yo ofusco los sentidos e ilumino el espíritu. En nuestra cava, que parece oscura, soy luz y respiradero: Resplandecerá en las tinieblas tu luz, y lo oscuro de ti será como mediodía. Te guiará el Señor de continuo, hartará en los sequedales tu alma, dará vigor a tus huesos (Is_58_10s).

    ¿Acaso piensas, querida mía, que como deseo sacarte pronto de esta vida, te hago sentir la aguda punta de mi amor? Tus sentidos están espantados, por ser incapaces de estas visitas. Se encuentran a oscuras, pero tu espíritu se halla en una luz como la del mediodía, que me has pedido otras veces. Abandónate a mí, y te daré el reposo. Adormécete, amada mía. Este sueño no me impedirá colmar tu alma con mi resplandor; yo cuidaré de ti. No temas que el calor de esta luz los abrase. Soy fuego para ti, pero también frescura. Soy vino, causo ardor, pero deseo ser también para ti agua refrescante. Soy todo tuyo, amada mía, recíbeme Y serás como huerto regado, como manantial cuyas aguas nunca faltan (Is_58_12). Esto impedirá que las llamas de tu propio fuego te consuman. Yo soy la vid, pero también manantial de vida. Te alegras porque soy, al mismo tiempo, flor de los campos y manzano; pero seré para ti un jardín delicioso, adornado de flores y de árboles frutales que regaré con mi gracia. [77] Reposaré en ti, y serás llamada mi delicado reposo: Si apartas del sábado tu pie, de hacer tu negocio en el día santo, y llamas al sábado Delicias, al día santo del Señor, Honorable, y lo honras evitando tus viajes, no buscando tu interés ni tratando asuntos, entonces te deleitarás en el Señor, y yo te haré cabalgar sobre los altozanos de la tierra, te alimentaré con la heredad de Jacob tu padre (Is_58_13s).

    ¿Has comprendido bien la lección que mi amor te ha dado? ¿Quieres ser una verdadera hija de Jacob y combatir por la posesión de tu heredad? ¿Deseas en verdad poseer el estandarte de mi amor en medio de tu corazón? Si eres fuerte contra Dios mediante la fuerza que mi amor te da, con mayor razón serás fuerte contra los humanos. Me dirás que has sido golpeada; que como Jacob, al cojear, oscilas. El golpe descubre tu valor. Las llagas de los soldados son su gloria, si al recibirlas, salen victoriosos. La gloria de mis enamoradas se manifiesta en sus aflicciones; cuando sus propias fuerzas desfallecen, las mías las sostienen, así como sucedió en mi Encarnación: cuando se debilitó la subsistencia humana, el Verbo divino fue el apoyo de la naturaleza humana.

    Como me has embriagado y desfallezco de amor, siento que languidezco cual si muriera con la dulce muerte de los que aman con un amor más fuerte que mil vidas, lo cual los mueve a exclamar con san Pablo: Deseo partir (Flp_1_23). Pero como es voluntad tuya que siga viviendo en la tierra para servir al prójimo como el apóstol, yo también lo quiero y, para darme fuerza a fin de poder hacer lo que te prometo, confórtame con flores, con manzanas reanímame, que enferma estoy de amor (Ct_2_5).

    [78] Quédate conmigo hasta la consumación de mi vida, como un esposo florido. Tú eres la flor de los campos. Llévame en brazos o, en ocasiones, paséame por la extensión de tus perfecciones divinas, para recrearme en el campo paterno en el que te veo plantado cual una flor. Atráeme también al seno de tu humildísima Madre; que te contemple en él como lirio de este valle. Permíteme aspirar su aroma para fortalecerme, y que tu caridad me permita cortar la deliciosa manzana que ya he probado bajo el árbol donde reposaba, de cuya sombra me sacaste para conducirme a la bodega de tan potente vino, que me hubiera hecho morir de amor si no lo hubieras impedido con tus manzanas y flores. Quiero vivir para servirte y trabajar por mi prójimo, pero temo hacer el mal que no quiero, y omitir el bien que anhelo.

    Su izquierda está bajo mi cabeza, y su diestra me abraza (Ct_2_6). Niña mía, tienes miedo de ofenderme. Tu temor me complace: es la entrada a mi sabiduría, que viene a ti para enseñarte la manera de prevenir las faltas. No lo hace, sin embargo, a la manera de los maestros humanos, que saben hablar del mal, pero sin dar la fuerza de evitarlo. Yo, en cambio, pongo mi mano izquierda bajo tu cabeza, para comunicarte mis dones y las virtudes. Sólo mi mano izquierda puede impedirte caer y sostenerte en la virtud. Pero a mi amor no le basta; es menester que, con mi derecha, te abrace y yo mismo me comunique a ti; que te adormezca sobre mi pecho y mi corazón. [79] Aspira toda la dulzura que quieras; que la emanación del bálsamo que aspirarás te sumerja en un delicioso sueño. Esto sucede en especial después de la santa comunión, de manera que te pierdes en ti misma. Me dijiste, cual otro san Martín, que estabas dispuesta a vivir con paciencia en la tierra si con ello podías ser útil en mi servicio y en la salvación del prójimo en la tierra. Me agrada tu resignación. Descansa, amada mía, con toda paz. En cuanto a ustedes, ángeles de la Jerusalén celestial, los conjuro por los cervatillos y las gacelas de los campos, aunque se trate de animales veloces, que pasan en un instante, que no despierten a mi amada hasta que esté satisfecha de su sueño, y quiera ser despertada. Aunque los cervatillos tengan la vista penetrante, y puedan ustedes darle tal penetración que podría ella verme en visiones tan rápidas como los ciervos de los campos, no la interrumpan. Ella goza de un bien mucho mayor: el de mi pura divinidad. No sólo quiero que ustedes la exalten sin tocarla; ella es mi cristífera, o mi ungida. Ella ve claro en mí; yo la convierto en profetisa. Por esta razón, yo os conjuro, hijas de Jerusalén, por las gacelas, por las ciervas del campo, no despertéis, no desveléis al amor, hasta que le plazca (Ct_2_7). Y, para señalar que es clarividente como una profetisa que conoce bien mi voz: La voz de mi amado. Helo aquí que ya viene, saltando por los montes (Ct_2_8).

    La escucho. ¡Oh, la voz de mi amado, que viene a mí saliendo sin salir del seno de su Padre! El amor, que es el Espíritu Santo, lo urge a bajar desde lo más alto para venir hasta mí. El es el deseado de los collados eternos. El Padre desea siempre engendrarlo, y el Espíritu Santo desea recibirlo en la producción que le comunica el Verbo. El es la sabiduría de la que el Padre y el Espíritu Santo se satisfacen. Siempre están deseosos de colmarlo con ella. El sigue siendo su anhelo y el deseado de los collados eternos. Cómo desean el Padre y el Espíritu Santo ver a su santa humanidad ascender a lo más alto de los cielos. Cómo habrá sido acogido por estas dos personas, que estaban del todo unidas al Verbo por esencia, por ser un Dios indivisible.

    Si se me permite la expresión, el Padre recibe en esta humanidad un nuevo contento, al verla sentada a su derecha. ¿Quién se sintió más feliz, Jacob o José? ¿Aquel buen padre al ver a su Hijo reinar, o el hijo, que reinaba como un virrey? Si el amor es más grande cuando se abaja, el Padre eterno experimentó un contento superior al que la humanidad podía gozar, porque es mayor el placer de dar que el de recibir. El Espíritu Santo ocupaba, en cierto modo, el lugar de Padre en esta humanidad, por haber obrado la Encarnación en las entrañas de María. Con qué alegría contemplaría al Salvador. El Espíritu Santo siente una complacencia singular al ver a Jesús glorificado. Como dijo el Salvador: El Espíritu que procede de mi Padre me glorificará, porque él recibe de mí su producción.

    [81] Ustedes recibirán abundancia de gozo y de dones cuando yo sea glorificado. Jacob perdió la alegría desde que supo que José había sido devorado por una bestia feroz que figuraba la envidia. Lo añoró hasta que supo que estaba en Egipto, ocupando un puesto tan honroso. Su espíritu se perdió junto con José, muriendo con la muerte imaginaria de su hijo. Pero en cuanto supo que José vivía, resucitó; en cuanto le vio, fue tan grande su gozo, que dijo que moriría contento porque había vuelto a ver el rostro de José. La muerte, que es la nueva más triste para la humanidad, a causa de la separación que ocasiona, no entristeció a Jacob: José era su vida, su grandeza y su gloria: ni la total oscuridad del limbo pudo ensombrecerlo cuando descendió, feliz, a él.

    Glorioso Espíritu Santo, no fue una falsa noticia que tu Jesús, tu José, fue devorado por la envidia: murió en verdad, vendido por uno de sus hermanos, en tanto que los otros le dieron la muerte, de la que resucitó para ser nombrado y confirmado Señor de todas las criaturas, no por Faraón, sino por su Padre. El llevaba, y sigue llevando en sí mismo, el trigo de los elegidos.

    Nada de esto era desconocido a tu presciencia divina; pero como se dice con razón que te contristamos cuando hacemos algo en contra de tu voluntad en el alma, permite que diga que recibiste tu gozo en la humanidad gloriosa. Al contemplar su rostro desfigurado transformado en rayos de gloria, sentado a la derecha divina, unido a la segunda persona, la misma segunda persona, ya que las dos naturalezas conforman una sola persona; ¿Qué dices al abrazar a este Salvador como Hijo del Padre? Lo estrechas junto con su Padre, por ser su amor infinito. Tú eres el abrazo de las dos personas, su centro y el término del amor divino. Por ello dijiste a la sagrada humanidad, cuyo Padre eres: Goza de la parte que he ganado para ti al vencer a Satanás, el príncipe de este mundo, en tu santa humanidad. Yo combatí en el desierto, al que te llevé para que fueses tentado y vencieras a tu tentador. La heredad que le arrebaté es la humanidad; te pertenece. ¡Ah, cómo gozo en tu gloria, en tu felicidad! Descenderé gozoso al Cenáculo sobre tus apóstoles. Bajaré con gusto al infierno, es decir, a los pecadores, para establecer en él un paraíso el día de Pentecostés. Lo haré en Pedro, al que llamaste Satanás, y que era como un infierno, por ejercer su oficio: porque, ¿Cuál es la ocupación de los infiernos, sino la negación? ¿Y qué hizo san Pedro la noche de la Pasión, sino imitar a los poderes de las tinieblas, negando a Jesucristo? Yo transformaré a este renegado en confesor y en un predicador tan admirable, que convertirá miles de pecadores, que llegarán a ser como infiernos convertidos en paraísos. Yo cambiaré su tristeza en alegría. ¡Reina, mi José! ¡Triunfa, Jesús, Cristo verdadero! Tú has perdonado a todos tus hermanos, dejándoles tu cuerpo en calidad de festín. Jamás recuerdes lo que te hicieron. Yo soy Amor para ellos: yo ruego en ellos con gemidos inenarrables; tú eres glorificado; yo les soy dado en abundancia.

    [83] Y la esposa, ¿carece de razón al velar, para poder así escuchar la voz de su amado, sin perderla de vista, al igual que el Padre y el Espíritu Santo, quienes se deleitan al contemplarlo? Si no estuvieran unidos a él, dejarían el cielo para venir a verlo en la tierra, ya que rebasó los collados angélicos, para tomar, no su naturaleza, sino la naturaleza humana. Es el reloj de sol que retrocedió nueve líneas o coros, para detenerse en la décima después de su carrera. Lo hizo a la manera de un corzo o de una cría de cierva: lo hizo de un salto, pero ¡qué salto!: Como un esposo que sale de su tálamo, se recrea, cual gigante, corriendo su carrera A un extremo del cielo es su salida (Sal_19_6). ¡Ah, lo veo! Contemplo al sol de amorosa bondad y verdadera justicia, que es el verdadero Hijo o Palabra de Dios. No es un ángel, sino él mismo: Detrás de nuestra cerca, mira por las ventanas, atisba por las rejas (Ct_2_9).

    Contemplo esta luz soberana y divina, que se difunde por sí misma, por no tener necesidad de apoyo, dispuesta a darme sus gracias. Ella se oculta, escondiendo su resplandor divino tras el muro de nuestra humanidad, que le sirve de baluarte; pero este fuerte ha sido destruido por el hierro o, mejor dicho, por el cañón del amor. Por estas brechas y sus ventanas, lo contemplo en su divina claridad; pero al ver que mi vista es suficientemente fuerte para percibirlo por las hendiduras de la pared, su cuerpo se asemeja a un enrejado. Desea tomarme por sorpresa y ver si en verdad lo amo o si mi afecto va tras las criaturas cuando él parece ausentarse o esconderse de mí.

    Después de obrar como los ciervos que se alejan, pareció temer que mis afectos lo presionaran de tal modo, que se viera acosado por ellos. [84] Tomó medidas, cambiando o transfigurándose: dejó el disfraz de ciervo por el de sol. Intenté ser como una perrita y correr tras él. Quise ser saeta para herirlo. Intenté cazarlo, pero inutilizó mis ardides. ¿Cómo puede una perrita alcanzar el sol? Mis flechas no pueden llegar hasta él. No está expuesto a ellas por hallarse tan elevado en el seno de su Padre, firme y de pie, como lo vio san Esteban detrás del muro de su humanidad. Desde esa fortaleza, me observa por los huecos de las almenas, traspasándome con sus rayos, que son como saetas que me hieren, causándome heridas tan deliciosas como dolorosas y una seducción aun mayor cuando me tira sus dardos, sabiendo muy bien que nadie sino él, puede curarme. No deseo sino a él. Lo escucho en cuanto me llama: Empieza a hablar mi amado, y me dice: Levántate, amada mía, hermosa mía, y ven (Ct_2_10). ¿Quién me habla? Soy yo, querida mía; soy yo, tu verdadero y fiel esposo. He visto, entre las rejas de la celosía, que me eres fiel; que nadie sino yo es escuchado y amado por ti. Conoces mi señal y mi voz, como mi paloma. No sientes otros dardos sino los míos, que te atraen y elevan a lo alto. Levántate pronto, mi toda mía. Corresponde a mi amor nupcial, que te hace fecunda como una paloma en la sencillez de tu acción, que se hace efectiva en mí. No tienes dardos; mi saeta no te aflige. Yo soy la sabiduría que te hermosea, hermosa mía (Ct_2_10). Te pareces a mí. Juntos formamos una unión, es decir una unidad. Me entrego a ti con mi claridad sustancial. En tu delicadeza, sientes un exquisito placer que te penetra toda en medio de la paz, así como el sol en la aurora: Mira hacia Oriente, Jerusalén, y ve la alegría que te viene de Dios (Ba_4_36). Recibe en ti esta luz. Tú misma eres luz. [85] Sean dos enamorados en un sol y una aurora. Produzcan un mismo día, iluminen una misma atmósfera.

    ¡Gran sol! Produce tus rayos en esta aurora: cuán admirable es la generación de los castos en medio de tu luz. Su memoria es inmortal (Si_43_1). Como con Dios, hecho hombre, se consuma la unión de este matrimonio. El está ahí, presente, excitando divinamente a su esposa a reciprocar castamente los movimientos de su corazón. Mientras más parece comunicarse esta sabiduría, tanto más la esposa anhela esta comunicación, la cual la constituye reina, es decir, divina por participación. El esposo le transmite su misma condición. 

    ¡Oh, mi Jesús! Tú eres su corona inmaculada y perenne. Tú eres su aureola y corona de virginidad. Triunfas en ella por encima de todo lo que es impuro y contaminado. Tú obtienes el premio, por ser el vencedor de un casto amor. La constituyes igualmente triunfadora sobre todo lo que es la carne. Ella obtiene el premio de la pureza, y es toda hermoseada por ti. Ella produce flores, porque en ella germina tu simiente, que sembraste en ella; en un instante, Aparecen las flores en nuestra tierra (Ct_2_12). Nuestros dos [86] Somos uno por nuestro matrimonio: Llega el tiempo de la poda (Ct_2_12). ¿Qué quieres decir, querido amor? El tiempo de cortar para dar un fruto mayor, ha llegado. Estas flores se han abierto; que sean cortadas para llenar la Iglesia con aromas perfumados; que los mortales aspiren su fragancia.

    Que la abundancia de nuestro matrimonio produzca una savia que se injerte en los árboles silvestres de los hijos del mundo; que los frutos de nuestro matrimonio animen, de manera semejante, a tantos pobres miserables apegados a las bajezas del siglo, los cuales cometen actos más brutales que las bestias, apartándose de las relaciones y uniones más elevadas que las de los ángeles, las cuales llevan a la unión, es decir, a la unidad de sustancia con la divinidad, sobre todo en la recepción del Smo. Sacramento, que es una extensión de la Encarnación que se obra en los hijos de Dios.

    La tórtola, el cuerpo que, mediante el voto de castidad, sólo reconoce en la tierra a Jesús, es escuchada por los oídos de la santa humanidad; de esa humanidad que se une a ella de nuevo cada vez que comulga. En la comunión produce el germen de inmortalidad, la simiente de la gloria que el cuerpo poseer un día. ¿Por qué se piensa que Dios honra los cuerpos de los santos, si no es mediante este contacto? Como despreciaron la corrupción de la carne y de la sangre, Dios no permite que vean la corrupción en sus cuerpos, aun después de su muerte. Algunos son tan incorruptibles como arcas de madera preciosa, en las que reposó la vara de Aarón, figura de la virginidad que es posesión del verdadero sacerdote, Jesucristo. Los esposos del mundo pierden la flor de su virginidad en la consumación de su matrimonio, lo cual no sucede en este matrimonio sagrado. [87] Las esposas florecen, porque el esposo es todo florido: él hunde sus mismas raíces en sus esposas como signo de que sus flores jamás se marchitarán. Santa Dorotea lo sabía muy bien cuando se dirigía al martirio. El ángel lo confirmó a través de las que condujo al cielo, que produjeron la bella rosa del martirio, según los escritos de San Teófilo. Florece el justo como la palmera, crece como un cedro del Líbano. Plantados en la Casa del Señor, dan flores en los atrios del Señor Dios nuestro. Todavía en la vejez producen fruto, se mantienen frescos y lozanos, para anunciar lo recto que es el Señor nuestro Dios; mi Roca, no hay falsedad en él (Sal_92_13s).

    Cuando la esposa se une a su esposo, es una bella palma florida; aun cuando sólo le permitiera verla en visión, estaría llena de flores. Su acción de amor mutuo es tan puramente alta, y tan excelsamente pura, que se compara con el cedro del Líbano. Sin embargo, esta acción es reiterada mediante la acción mutua y la fusión íntima. Los esposos son cedros y águilas. Se penetran hasta la médula, penetración que realizan como un festín mutuo. Ambos son como dos niños, pero con uso de razón, de suerte que están adheridos a los pechos de la divina bondad, que es antigua y siempre nueva, la cual los hace jóvenes en ternura y ancianos en sabiduría. Están en el seno del Padre, que, urgido divinamente por su puro amor, se deleita en alimentarlas con su leche.

    Jesús es como José, como ya dije antes: castísimo y bellísimo cual trigo de los elegidos y vino que engendra vírgenes. [88] Es tan bello, que sus alas vuelan sobre estos muros, apasionado con un puro amor, elevándose por encima de ellos mismos, es decir, por encima de los ángeles, que son los muros que los guardan y que admiran la belleza del esposo. Magdalena se enamoró al contemplar la belleza de su amado. Sin dignarse mirar a los que participan de su belleza, codició la esencial: la de su Señor y Maestro. Si los ángeles pudieran ser capaces de envidiar, a pesar de la grandeza y la excelencia de su naturaleza, codiciarían nuestra felicidad, es decir, a nuestro José. Antes de que el Verbo se encarnara, no envidiaban nada sobre la tierra; pero desde que contemplaron al más bello de los hijos de los hombres, pudieron haber envidiado, al que hace las delicias de su Padre, al que llevaba en sí todas las bendiciones del cielo y las de los abismos: Bendiciones de los cielos desde arriba, bendiciones del abismo que yace abajo, bendiciones de los pechos y del seno (Gn_45_25s).

    El fue el deseado, como ya dije. El fue el verdadero Nazareno por encima de todos sus hermanos. Su belleza mueve a las jóvenes a sufrir el martirio, sobrepasando sus fuerzas naturales. Aun las que son más tardas en amar, se adelantan a servirlo: Echa la higuera sus yemas (Ct_2_13). Las enamoradas más fértiles son como las viñas: dan un olor suavísimo. Ellas hacen desear la cercanía de este esposo a las demás, al contrario de las astutas serpientes, que se arrastran sobre la tierra.

    Esta es la razón por la que el esposo llama a su amada: [89] Levántate, amada mía, hermosa mía, y ven (Ct_2_10). Amor mío, no te apegues a las bajezas de la tierra; he puesto enemistad entre ti y la serpiente, que se arrastrará sobre la tierra, para castigarla por lo que hizo a la mujer. La sencillez no volverá a ser engañada por ella. Levántate, paloma mía, ven a las oquedades de la piedra, a la caverna y cobijo de mi costado abierto, que es un agujero de piedra viva en el que vivirás con seguridad. Introdúcete en mis llagas, mora en mí. Exclama, con Job, que morirás en tu nido, y como la palma, multiplicarás las victorias. Ven a gozar de mi amor en mi propio corazón, en el que he reunido todas mis acciones, que tienen un mérito infinito, para unirlas a las tuyas. Gime, paloma mía, bate las alas de tus afectos. El sol de mi divinidad, caerá sobre tu pecho en plenitud, porque todo lo mío es tuyo. Encenderá un fuego en el que arderás, par vivir y multiplicarte cada día, pero reviviendo siempre con mi única vida. Cuán bueno es, querida mía, arder en mis llamas aromáticas. ¡Cuánta es la diferencia entre los que arden en las fétidas llamas de la concupiscencia, a las que se sigue la muerte! En mis llamas, sin embargo, se produce la vida nueva de una divina y santa resurrección. Mi esposa debe, como yo, buscar las cosas del cielo, como dice el apóstol: Así pues, si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Aspirad a las cosas de arriba, no a las de la tierra. [90] Porque habéis muerto, y vuestra vida está oculta con Cristo en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos con él (Col_3_1s).


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TRATADO DE LOS CUATRO SAGRADOS MATRIMONIOS

TRATADO DE LOS CUATRO SAGRADOS MATRIMONIOS

Primer matrimonio.

    [1]En el principio creó Dios los cielos y la tierra. La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas. Dijo Dios: Haya luz, y hubo luz, etc. (Gn_1_13).

    En el principio Dios creó el cielo, al que tomo aquí como los ángeles, y la tierra, que para mí representa la humanidad. Dios creó espíritus angélicos que fuesen como cielos, dándoles por morada el cielo empíreo, en el que les ha manifestado su gloria por ser entendimientos puros.

    La tierra representa la naturaleza humana, que estaba vacía. Como no se encontraba confirmada en la justicia original, perdió muy pronto tan preciado tesoro. Nuestra pobre naturaleza era incapaz de producir acción alguna que mereciera la vida eterna, a causa del pecado que le arrebató la gracia. Después de haber desobedecido a Dios, se encontró en un abismo de desdichas [2] y las tinieblas cubrieron la faz creada a imagen y semejanza de la divina belleza, haciéndola espantable.

    El Espíritu de la bondad divina, considerando nuestra naturaleza inconstante y mutable como el agua, quiso ser él mismo su dique, su peso y su término. Movido por su propia inclinación, se dirigió a ella para cernirse y volar sobre su superficie. El Espíritu del Señor se movió sobre las aguas. El Espíritu del Señor vuela sobre las aguas. El Padre, movido por un deseo paternal suyo, envió a su Hijo, el cual tomó nuestra naturaleza para morar entre nosotros. A su vez, el Espíritu Santo voló hacia la humanidad para accionarla y darle efectividad.

    La Santa Trinidad acordó en consejo: Que una de nuestras personas, a saber, la segunda, que es sabiduría y esplendor del Padre, figura de su sustancia, imagen de su bondad, claridad purísima y omnipotente, movida a piedad hacia esa pobre naturaleza, se haga hombre en la plenitud de los tiempos. Como dicho Consejo era sapientísimo y lleno de bondad, tuvo su efecto santísimo [2°]. Se pronunció una divina palabra: Haya luz 

(Gn_1_3), a favor de la humanidad. Y hubo luz (Gn_1_3). Que se haga la luz sobre la naturaleza humana. Que el Verbo divino se haga carne en las entrañas de María, que es un abismo de humildad. El Espíritu Santo, por inclinación, quiso descender hasta ella, que mediante el voto de virginidad parecía una tierra yerma, debido a que no deseaba conocer varón. María se había dedicado a la divinidad, la cual sobrevoló su mar y derramó en ella el rocío divino. En cuanto María abriera sus labios para decir: Fiat, el Verbo se haría carne para habitar entre nosotros. Al tomar nuestra naturaleza, nos daría la suya. Su hipóstasis sería la única en tener dos naturalezas, que integrarían eternamente una sola persona: Jesucristo, Dios y hombre. He aquí un matrimonio admirable y eterno, en el que Dios no sólo une a las criaturas, sino que él mismo se une a su criatura mediante la unión hipostática, de manera que Dios se hace hombre y el hombre, Dios: y hubo luz. Vio Dios que la luz estaba bien, y apartó Dios la luz de la oscuridad (Gn_1_3s).

    Dios, al ver que la luz del Verbo era buena hasta la excelencia, y que merecía estar separada de las tinieblas, dividió la luz de la oscuridad. La justicia exigió un tributo, que el Verbo divino tuvo a bien pagar con su alma santísima y su cuerpo sagrado. Esto significa que, a pesar de que su alma bendita gozaba en su parte suprema de la visión beatífica de la gloria, contemplando su divina esencia, la parte inferior estuvo sujeta al sufrimiento y al poder de las tinieblas, como lo afirmó el Salvador el día de su Pasión. A pesar de ello, ni su alma ni su cuerpo estuvieron jamás sujetos al pecado ni a la imperfección de la ignorancia; no a la culpa, sino a la pena, de la que Jesucristo hizo elección.

    Después de obrar esta división, Dios llamó a la luz día (Gn_1_5). Sin confundir las sustancias, Dios realizó la admirable e inefable Encarnación. La naturaleza divina fue llamada día, y la naturaleza humana, noche.

    Dijo Dios: Haya un firmamento por en medio de las aguas. (Gn_1_6).Que en medio de las aflicciones, que llegarán hasta la parte inferior del alma, exista el firmamento; es decir, que [3] dicha alma, en su parte superior, contemple en todo momento la esencia divina; que ni las tristezas de su parte inferior, ni los tormentos del cuerpo, la distraigan jamás de ella. Y apartó las aguas por debajo del firmamento (Gn_1_17). Dios supo obrar esta maravilla en la unidad de la persona de Jesucristo: su alma gozaba en su parte superior de las aguas del manantial abundante y viviente a la que estaba unida, al mismo tiempo que la parte inferior sufría la impetuosidad de las aguas de las contradicciones, es decir, los pecados del mundo, que entristecieron su alma hasta la muerte. El pecado cometido contra Dios es aborrecido por Dios, por oponerse a su esencial y soberana bondad.

    Después de la resurrección, el cuerpo y el alma de Jesucristo fueron convertidos en firmamento. La divinidad transformó las aguas amargas en torrente y océano de delicias. De este modo, la humanidad recibió el atributo de la impasibilidad: Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más (Rm_6_19). Jesucristo es un cielo. Es cielo de los cielos y posesión del Señor. Por esta razón, la plenitud de su divinidad mora en él.

    Dios quiso que las aguas de las perfecciones esenciales y divinas estuviesen contenidas en Jesucristo, Dios y hombre; y que, de manera eminente, poseyera las de toda la creación en plenitud. Dispuso además que, de su plenitud todos los ángeles, la humanidad y las demás criaturas [3°] recibiesen de él todo cuanto tienen. El es cabeza de los ángeles y de los hombres. El es el grande y espacioso mar del que nacen los ríos, y al que vuelven pasando por el canal que está adherido a él: la gloriosa Virgen, su santa Madre, que es el cuello de la Iglesia y por cuyo medio reparte sus gracias a todos los miembros de su cuerpo místico.

    Hizo Dios dos luceros mayores; el lucero grande para el dominio del día (Gn_1_16). Este gran astro es Jesucristo. Juan nos dice que él es la verdadera luz, que ilumina a todo hombre que viene a este mundo, confiriéndole por sí mismo la gracia, que es como la luz del día. El lucero pequeño para el dominio de la noche, y las estrellas (Gn_1_16). La luminaria menor es la Santa Virgen; pequeña, porque ella es una simple criatura en comparación con Jesucristo, que es creador antes que criatura. La Virgen nos ilumina mediante sus intercesiones, obteniéndonos la gracia de su Hijo cuando estamos en la noche del pecado. Es ella la que pide a su Hijo que nos ilumine. [4] Como es Madre de misericordia, tiene piedad de los pecadores. María no desempeña el oficio de juez, sino el de abogada, al que la invitan los santos, que son astros que piden también por nosotros. Ella es la medianera, después de Jesucristo y por encima de los santos. Ella es la mujer que apareció a San Juan como una gran señal en el cielo, revestida de sol en su Asunción y rodeada de la gloria de su Hijo cuando lo llevaba en sus entrañas virginales. Ella era la novedad que contempló el profeta Jeremías sobre la tierra: una mujer circundando a un varón y siendo portadora del verdadero Hombre-Dios, que es causa de su gloria. Todos los santos la reconocen como la Madre del Santo de los santos, el cual la santificó mediante un privilegio especial y por los méritos de la sagrada humanidad que tomó en ella. El la hace coadjutora suya en la redención, y desea que todos los santos, al verla tan humilde y cercana a su trono, coloquen sus coronas sobre su cabeza, la cual inclina ella a los pies de Jesucristo, por ser la más próxima a los afectos de su Hijo, simbolizados por los pies.

    Ella tiene la luna como escaño, porque siempre se mantuvo constante en la gracia. La luna a sus pies significa que posee [4] una singular inclinación y un grandísimo afecto para incrementar en nosotros la benigna influencia de todas las gracias que su Hijo nos concede por su medio, por ser la tesorera. A María, su santa Madre, da en totalidad; a los santos y santas, por parcelas. Todos los ríos proceden del mar. María es un mar, y a ella vuelven. Jesucristo es el mar por naturaleza. De él derivan todas las gracias, y la Virgen es un mar por participación o privilegio para hacernos el bien y, con preferencia a los demás, a las esposas de Jesucristo.

    Que sus esposas se alegren con plenitud. Tienen un esposo cuyo Padre es el Dios de toda consolación, y cuya Madre es Virgen, más pura que toda otra criatura. Que consideren cuán incomparable es su esposo, que es el Hijo de Dios. Y que le rueguen tenga piedad de las que no tienen esta gracia, sabiendo que gracias a la bondad y la caridad de Dios son esposas del Rey de los reyes. Que atraigan a otras jóvenes, diciéndoles ardiente y verdaderamente: Si conocieran al esposo que he escogido, y las grandezas y placeres que [5] experimento al tenerlo por esposo. Si conocieran el don de Dios y quién es aquel de quien hablo, lo buscarían y les sería dado. El es un campo sembrado de flores perfumadas y el aliento que procede del seno paterno, un hálito tan poderoso, que puede confortar y dar vida al alma, aunque haya muerto. Jesucristo, mi esposo, es tan dulce y benigno: Bienhechor, incoercible, amigo del hombre, firme, seguro, sereno, que todo lo puede, todo lo observa, penetra todos los espíritus, los inteligentes, los puros, los más sutiles. Porque a todo movimiento supera en movilidad la Sabiduría, todo lo atraviesa y penetra en virtud de su pureza. Es un hálito del poder de Dios, una emanación pura de la gloria del Omnipotente, por lo que nada manchado llega a alcanzarla. Es un reflejo de la luz eterna, un espejo sin mancha de la actividad de Dios, una imagen de su bondad. Aun siendo sola, lo puede todo, sin salir de sí misma, renueva el universo: en todas las edades, entrando en las almas santas, forma en ellas amigos de Dios y profetas, porque Dios no ama sino a quien vive con la Sabiduría (Sb_7_23s). ¿Acaso las cualidades de mi Jesucristo, dejarán de atraer a los corazones? Su poder y su fuerza residen en su dulzura. Es humano y benigno; jamás cambiará. Es un amigo fiel y seguro por siempre. Posee todos los tesoros y los atributos de su Padre, para compartirlos con su esposa. Siempre la contempla, lo mismo que sus obras, para darles su recompensa, lo mismo que a sus pensamientos. El comprende todos los espíritus, mereciendo además cautivarlos con sus atractivos. Se da en participación a su esposa, concediéndole sutiles inteligencias, inocentes y purísimas. El amor que obra en él mueve nuestros corazones para amarle. El ha llegado a lo más íntimo de nuestros espíritus mediante la pureza de su rayo, tan ardiente como brillante; ardor que refresca, sol que no ofusca los ojos de su esposa cuando lo mira con una simple mirada, es decir, con rectitud de intención. [5°] Se trata del ojo sencillo que el Salvador exige en el Evangelio, ojo que ilumina todo el cuerpo. El amor obra la semejanza. El amor exige la unión, es decir, la unidad. Como la belleza y la bondad son tan amables, no es de admirar que Salomón hable de sus afectos a través de la esposa. 

    Al pedir la Encarnación, La Iglesia, deseosa de que la sabiduría que procede de la boca del Altísimo se digne llegar personalmente a nuestra naturaleza, exclama: Me besará con un beso de sus labios (Ct_1_2). Padre Eterno, envía al Verbo. Bésame con el beso de tu boca, para que pueda saborear la dulce leche de tus pechos. Danos al Emmanuel, para que coma leche y mantequilla; que una nuestra humanidad a tu divinidad; que venga a borrar el mal que es el pecado, y nos conceda el bien. Cielos, derramen su rocío, etc. (Is_45_8). En cuanto a mi voluntad, nuestra pobre naturaleza sugería el deseo de que los cielos se derritieran para que el Verbo divino, como un rayo deslumbrador, se llegase hasta mí. Que redujese a la nada el soporte humano, para no ocuparme más de él, [6] dándome a cambio el divino; que obrase un Hombre-Dios sostenido por bases de oro, para que nuestra naturaleza fuera eternamente unida y apoyada cual piernas de mármol sobre esta base de oro, y poder así contemplar esta nueva maravilla sobre la tierra: La mujer ronda al varón (Jr_31_22). 

    Gran Dios, ¿hasta cuándo permitirás a esta naturaleza vagabundear en medio de tan engañosas delicias? ¿Es que no ves que se disuelve, que sus pensamientos no se detienen? Busca una bella Ester que te agrade. Retracta la sentencia sin apelación que pareces haber dictado: que tu espíritu no moraría en el hombre por ser carnal, y porque, además, toda carne ha corrompido su camino. ¿Acaso te niegas a concedernos al santo de los santos para mirar nuestra corrupción? Contempla a María, cuya naturaleza nunca se pervirtió. Ella es la perla sin par que fue preservada por tu gracia, sin recibir el agua del mar que penetra en todos hijos de Adán, el pecado original; derrama en ella tu rocío divino, envía tu poder; muestra que has sido vencido por una mujer, lo cual aumentará tu gloria. En ella tu amor se manifestará con mayor excelencia; fortalece nuestra debilidad; encuentra tú mismo en María a la mujer fuerte, cuyo precio sólo tú puedes calcular. Confíale a tu Hijo; su seno virginal es capaz, mediante la gracia, de retener a este Unicornio que [6°] está fuera del alcance de los hombres, en cualquier tipo de cacería que emprendan. La Virgen es la montaña santa, la Sión amada del divino Verbo: Y construyó su santuario como el unicornio, como la tierra que fundó por siempre (Sal_77_69).

 Segundo matrimonio.

    Recibe esta embajada que es la más venturosa que jamás se haya hecho, porque trata de un matrimonio divino que será indisoluble; jamás dejará el Verbo lo que toma mediante la unión hipostática, que es nuestra naturaleza. No temas, el Espíritu Santo vendrá sobre ti y te cubrirá con su sombra. El Verbo divino, que es fuego, no producirá en ti sino ardores sagrados, cuyo ímpetu mitigará el Espíritu. Tu alma, derretida ante la palabra omnipotente, será recibida y preservada por el Espíritu Santo. Así como fuiste casta en tu concepción y pura e inmaculada durante tu estancia en el templo, di también que al recibir al Verbo eres virgen; entrégate a él sin miedo; ámale con todo tu corazón. Al llamarte sierva suya, eres constituida [7] reina, hija, madre y esposa. En esto cifro nuestra dicha: Y el Verbo se hizo carne para vivir entre nosotros (Jn_1_14). Hete aquí cual nueva Jerusalén, más feliz que la antigua; tienda de Dios en medio de la humanidad y novedad en la tierra: La mujer ronda al varón (Jr_31_22).

    ¿Y tú, amable Jesús? Te haces cautivo por amor. Hete ahí encerrado en el seno de una virgen. Los cielos no pueden contenerte, y una virgen te abarca. ¿Qué rescate pagarás? Sólo podrás liberarte pagando el precio de ti mismo. Como somos hijos suyos, no deseamos optar por una alianza inferior. Nos gloriamos de tener, por medio de María, un familiar tan grande como el Hijo de Dios. También deseamos serlo, porque la caridad incomparable de tu Padre desea que seamos llamados hijos suyos, y que lo seamos como herederos contigo: Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único (Jn_3_16). El quiso dártelo, Virgen, santa, esposa toda pura y sin mancha. Jesús mío, tu Padre te entrega a nosotros, no para juzgar al mundo, sino para salvarlo por ti mismo, para darnos la vida de la gracia y después la de la gloria. La vida eterna consiste en conocer a tu Padre y a ti, [7°] que eres su enviado. Sal, querido enamorado, de este lecho nupcial y virginal, alegre como un esposo; la Virgen consiente en ello. Ella sabe que eres un sol, y que nadie será privado de tus calurosos rayos, a menos que la malicia de su obstinación te cierre la entrada. 

Tercer matrimonio.

    Mi muy amado, veo en verdad que has venido a morar con los tuyos, y que ellos no te recibieron: vino a los suyos y no lo recibieron (Jn_1_11). No dejes de hacer la elección de una tercera esposa, que es la Iglesia. La llevó a cabo al elegir a los apóstoles, a quienes, como a los que le reciben, fue dado el poder y el privilegio de ser hijos de Dios. Ellos fueron elegidos por el amor del Padre, porque nadie va al Hijo si el Padre no lo atrae. La voluntad de la carne no los atrajo, porque era necesario ser llamados por el Espíritu y vivir según él. El llamado de la sangre no era benéfico para ellos, como se lo indicó el mismo Salvador: [8] No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber? Dícenle: Sí, podemos. Díceles: Mi copa sí la beberéis; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado por mi Padre (Mt_20_22s).

    Como diciéndoles: No piensen que, por ser primos míos, les concederé los primeros lugares; ¿pueden beber mi cáliz? y aunque lo beban, no es de mi incumbencia, como pariente suyo, darles un sitio a mi derecha, sino de mi Padre, que no tiene acepción de personas. Cuán cierto es que el Espíritu sopla donde quiere: El viento sopla donde quiere y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu (Jn_3_8). En otra parte dice: ¿Quién es mi madre, mi hermano y mi hermana? Todo el que hace la voluntad de mi Padre (Mc_3_33s). ¿Acaso piensan que sólo se les dará el nombre de hija o hijo? Será un nombre de mayor dignidad. Mi Padre implantará su voluntad en el alma, y ella no será ya sino una misma voluntad con Dios. Todo el que se adhiere a Dios es hecho un mismo espíritu con él. Por esta razón, la esposa debe permanecer unida al esposo. Quien se adhiera a él y se pierda a sí mismo, debe dejar todas las cosas y recordar las palabras del Génesis que [8] repitió Jesucristo acerca de la necesidad de que el esposo deje al padre y a la madre para unirse a su esposa: Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne (Gn_2_24). Si el esposo debe hacer esto, con mayor razón la esposa. Por ello Jesucristo, al llamar a sus apóstoles, les exige que dejen todo: padre, madre y hasta sus redes, porque deseaba iniciar el tercer matrimonio, que realiza con la Iglesia. Para mostrar los preparativos para las bodas, dijo a los que murmuraban porque sus apóstoles no ayunaban: ¿Pueden acaso ayunar los invitados a la boda mientras el novio está con ellos? Mientras tengan consigo al novio no pueden ayunar (Mc_2_19)

    Se nos muestra, de este modo, el amor del soberano esposo que pretende desposar a la Iglesia. En cuanto él declara su linaje, el Padre eterno lo confiesa como Hijo y heredero universal de todos sus bienes. Tomando como testigos a Moisés y Elías junto con san Pedro, Santiago y san Juan en la Transfiguración, manifiesta la gloria que posee; alimenta a cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los hijos; resucita a unos, ilumina a otros y da salud a los leprosos: Id y contad a Juan lo que oís y veis: los ciegos ven, los cojos andan. Dichoso aquel que no se escandalice ante tu amor, mi buen Jesús. San Juan Bautista sabía muy bien que tú eras el esposo, y que tenías una esposa destinada para ti. El se llamó a sí mismo amigo del esposo.

    Desposó a la santa Iglesia cuando estuvo en el templo, repudiando a la sinagoga, la cual había imitado a Vashti, desconociendo el honor que Jesucristo, más noble que Asuero, le concedía al invitarla a ser la primera. El dulce amante, lloró por ella, movido a compasión al considerar que ella sería homicida de su propio esposo y parricida, es decir, deicida, privándose de la vida con la muerte eterna. Rechazó la vida del Salvador, que se la ofrecía. Rechazó su banquete, negándose, además, a ser suya. El sufrió más ante la pena de perderla, que ante el desprecio que ella le demostró. Nada perdió con ello. La fuente no recibe daño alguno cuando alguien se acerca a sacar agua de ella, porque no deja de correr. En ti, mi buen Jesús, se encuentra la fuente viva y poderosa que mana de tu Padre; eres fuente de vida en ti mismo; eres Dios, y no tienes necesidad alguna de tus criaturas. El Espíritu que procede de tus dos personas es designado como [9] fuente viva y fuego de caridad; caridad que te mueve a amar a tus criaturas para comunicarte a ellas con una comunicación tan excelente, como la de un esposo con su esposa: Yo te desposaré conmigo para siempre; te desposaré conmigo en justicia y en derecho, en amor y en compasión, te desposaré conmigo en fidelidad, y tú conocerás al Señor. Y suceder aquel día que yo responderé, oráculo del Señor, responderé a los cielos, y ellos responderán a la tierra; la tierra responderá al trigo, al mosto y al aceite virgen (Os_2_21s).

    Todo lo anterior se llevó a cabo hacia el fin de los días mortales del Salvador. Juan dijo: Jesucristo, sabiendo que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, les dio, al final, el signo más grande, porque sabía que el Padre le había puesto todo en sus manos (Jn_13_1s). Quiso, por ello, ofrecer la cena y, después de ella, darles él mismo el don infinito que procedía de un amor infinito: quiso hacer el banquete de sí mismo deseando, antes de darse en alimento, lavar los pies de los discípulos, en un servicio que era el más bajo que se asignaba a un sirviente. Los pies de Judas fueron los más indignos [10] y advenedizos que jamás había soportado la tierra. Cuán cierto fue, mi buen Jesús, que el que estaba a tu mesa para comerte, verdadero pan de vida, levantó el talón para traicionarte, entregándote a tus enemigos. 

    Aun así toda su malicia pareció multiplicar en tus entrañas actos de bondad. Esposo apasionado, perdona mi atrevimiento al preguntar hasta dónde te lleva el amor. Los serafines tienen razón cuando velan su rostro ante tu grandeza y los pies ante tu voluntaria humildad, como no comprendiendo ni tu humildad, ni tu sublime majestad. Sólo les quedan las dos alas de en medio para volar. Su vuelo se detiene en el amor; el amor que es tu peso: donde él te lleva, ahí te diriges. Te veo ahora como el espectáculo de Dios, tu Padre, de los ángeles y de los hombres: Salid a contemplar, hijas de Sión, a Salomón el rey, con la diadema con que le coronó, no su Madre María, sino su humildad, a la que puede llamarse de ese modo en el día de sus bodas, el día del gozo de su corazón (Ct_3_11). Salgan, ángeles de la Sión celestial; salgan, almas fervientes, fuera de ustedes mismos para admirar al rey de Salomón a los pies de Judas, a quien no sólo lava, sino besa. Contemplen esos pies colocados sobre la cabeza del Salvador, admirándolos cual valiosa diadema para el rey de reyes. La humildad y la caridad son causa de que él reciba esta corona o diadema en los días de sus bodas, de su alegría y de los deseos de su corazón. Contémplenlo humillándose y anonadándose a sí mismo tomando la forma de un servidor, el más despreciado de todos. Véanlo como al pie de la Cruz, ya que Judas fue para él la cruz más grande que debía sufrir: en ese momento, su apostasía crucificaba al Salvador en lo más íntimo de su corazón. La cruz de madera fue el suplicio de su cuerpo; Judas, empero, fue el tormento de su alma, al igual que todos los Judas, por los que Jesucristo quiso sufrir voluntariamente y transportado del divino amor, al grado en que éste llegó a constituir la alegría de su corazón afligido. Dos contrarios parecen radicar en un mismo sujeto, pero ello es obra del amor: el amor transporta el alma del que ama al objeto amado, pareciendo animarlo de sí mismo. Contemplen al Salvador portando él mismo su corazón, su alma y su divinidad hasta los labios de Judas, en los que irrumpir el primer enemigo del mismo Salvador, a saber, el demonio.

    Mi buen Jesús, fue éste un duelo trágico y sangriento. Pero, ¡cómo! ¿Te bates contra todo el infierno por el alma de Judas, a la que anhelarías desposar y recibes los golpes de los poderes de las tinieblas? Cual otra Dalila, esa alma desdichada te traicionaba ya en su corazón y, a ejemplo de Sansón, pareciste enseñarle la manera, diciéndole que hiciera pronto lo que su malicia había planeado. El amor es, en ti, más fuerte que la muerte y tus celos más duros que el infierno; tu fuego sobrepasa todo fuego. Tu corazón es una lámpara de fuego, al que ni los pecados de la humanidad podrían extinguir, ni disminuir en algo su caridad. Padre eterno, es así como amas a los pecadores. Tanto amó Dios al mundo que le dio su Hijo único (Jn_3_16). Levántate, Aquilón (Ct_4_16); sal de aquí, alma congelada. Dejemos a Judas, ya que abandona a los buenos. Ven, brego, sopla en mi huerto, que exhale sus aromas (Ct_4_16). Alma mía, permanezcamos en el cenáculo con los buenos. Jesús invita; quédate con él, que es la soberana bondad. Contempla a Jesús, quien parece olvidarse de sí mismo, diciendo: Con gran deseo he deseado, (Lc_22_15). Ah, cuánto he anhelado este día de mis bodas, en el que he querido entregarme y comunicarme sustancialmente a ustedes, obrando este matrimonio sagrado mediante este sacramento, que es prenda de mi amor. 

    Adornados de la gloria futura, bebamos en nombre del matrimonio: Ya he entrado en mi huerto, hermana mía, novia; he tomado mi mirra con mi bálsamo (Ct_5_1). Tú me llamas a tu jardín, y yo te reclamo al mío. Ya he mezclado mi mirra con mis perfumes. Ya bebí mi vino con mi leche; me encanta estar en ti; pero como dije a San Agustín: Es mejor que tu sed sea cambiada en mí. Ven a mí, esposa mía querida, y ustedes, mis apóstoles; beban, amigos míos [11]

    Juan, mi muy amado, embriágate. Mi pecho es tu lugar de reposo, después de haber comido el trigo de los elegidos y el vino que engendra vírgenes. Yo dormía, pero mi corazón velaba (Ct_5_2), repetía Juan. La voz de mi amado Jesús llama a mi entendimiento. Ábreme tu alma, hermana mía, mi toda mía, mi paloma, mi inmaculada, porque mi cabeza está colmada de rocío. Recibe en ti el rocío celeste que tanto desearon los antiguos. Abre tu corazón y haré germinar en él el principio de mi amor inmortal. Serás semejante a aquel a quien amas; yo moraré en ti y me asentaré como la nube, Y germine el Salvador (Is_45_8). 

    En tanto que San Juan correspondía a este amor con toda la gracia y fuerza que poseía, se adormeció dulcemente, sosegándose sobre el pecho del Salvador: Exulto a la sombra de tus alas; mi alma se aprieta contra ti, tu diestra me sostiene (Sal_63_8s).

    El discípulo amado voló a cubierto bajo las alas del Salvador, el cual extendió su vuelo hasta el seno del Padre, donde se estremeció de júbilo al contemplar la generación eterna: En el principio existía el Verbo (Jn_1_1), y lo que sigue, que me llevaría largo tiempo describir. Vio cómo el Verbo se hizo carne para morar entre nosotros, contemplando su gloria como la del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. Fue entonces cuando esta águila excelsa enseñó a volar a su aguilucho del corazón, permitiéndole contemplar fijamente el sol de su divina esencia. De este modo, de pequeña aguililla, lo convirtió en otra águila grande que se alimentaba del extracto del cedro del Líbano, que representa al Salvador. Dicha resina es su divinidad, y el exterior del árbol su humanidad. El penetró en el sagrado zumo, conociendo así los secretos divinos con tanta inteligencia y comprensión como puede darse en la tierra, adhiriéndose fuertemente a esta su presa, el pecho de su maestro, al que siguió hasta la muerte, diciendo: mi alma se aprieta contra ti, tu diestra me sostiene (Sal_63_9). Juan persiguió su presa, que era el cordero divino, obrando como Benjamín, lobo rapaz. Cuán místicamente se cumple aquí el dicho del profeta: el lobo y el cordero hacen las paces, pero al comer el grano junto con la paja.

    Dicha diestra lo sostuvo milagrosamente, ya que es de admirar que no muriese de amor, pudiendo exclamar: La Diestra del Señor hace proezas, excelsa la diestra del Señor, la diestra del Señor hace proezas. No, no he de morir, que viviré, y contaré las obras del Señor (Sal_118_16s). El fue dejado en la tierra para que nos dijera o narrara los misterios más grandes que tenemos, los cuales dice haber contemplado. El es hijo de la diestra, hijo del corazón y el Benjamín del Salvador: Allí iba Benjamín, el pequeño, abriendo marcha (Sal_68_28).

    [12] El amor y la virginidad fueron las dos grandes alas que lo llevaron hasta este desierto; un amor interior y una virginidad interior más excelentes en él que lo exterior. Este desierto puede ser descrito como la divinidad, que no podía ser vista por los hombres sin morir, y mucho menos habitada. Este elegido, en cambio, tuvo el privilegio de verla sin morir, y el de poder hablar de ella. En él fue escuchada la oración de Jesús en la cena: él vio cómo el Verbo estaba en su Padre, la gloria que tenía antes de la creación del mundo, cómo era y es uno con su Padre y fue uno con Jesucristo así como la esposa con el esposo. Su tálamo sagrado fue Jesús de Nazareth, esposo florido que sembraba de flores su lecho, el cual fue más admirable que el de Salomón. San Juan pudo dormir seguro en él. ¿Quién dudaría que el esposo haya dicho a los demás: Las conjuro, hijas de Jerusalén, a no despertar a mi amada hasta que ella quiera? (Ct_2_7). 

    Cuando los ángeles vieron al escogido elevado en tan sublime contemplación, exclamaron a una: ¿Qué es eso que sube del desierto, cual columna de humo sahumado de mirra y de incienso, de todo polvo de aromas exóticos? (Ct_3_6). El corazón de Jesús era su ascensión en el amor; en él realizó sus ascensiones; el dulce Jesús fue el lecho rodeado por los más fuertes de Israel. [13] Jesucristo seguía siendo la litera fabricada con maderas del Líbano. El Rey Salomón hizo para sí una litera con maderas del Líbano (Ct_3_9). El mismo la hizo por obra de su Santo Espíritu y de la inmaculada sangre de María; El Verbo se hizo carne, para habitar entre nosotros. 

    San Juan nos dice: Reciban también ustedes al Verbo humanado, que es el don sublime y perfecto que el Padre de las luces les concede. Amen a este esposo, ya que se encuentran en el lecho que es el tálamo santísimo. Digan: Amo a Cristo, a cuya cámara nupcial entraré; cuya madre virgen es; cuyo Padre no conoce mujer. El es para mí un órgano melodioso, a cuyo son cantaré. Cuando le amo, permanezco casta; cuando lo toco, sigo siendo pura; cuando lo recibo, sigo siendo virgen.

    Cuando él te llamó y tú lo seguiste, dejaste a tu padre. Fuiste casto cuando te dejaste lavar los pies y purificado cuando te los besó. Mas ahora que lo has recibido, entregándote del todo él, de espíritu a espíritu, de corazón a corazón, tu virginidad es más íntegra. Que tu corazón reciba la efusión del suyo; y que el tuyo se funda o licúe en él. Recíbelo una vez más como un sol que producir en ti claridades eternas: Fulgurante de luz Tú, poderoso, viniste, de los montes eternos. Se turbaron los ignorantes de corazón. (Sal_75_5s). 

 [13]  El hombre sensual es incapaz de comprender los amores espirituales; difícilmente los entiende. Con ello quiero decir que, cuando Jesús ama un alma con amor esponsal, se comunica a ella, pero ante todo, sustancialmente en el Santísimo Sacramento del altar con un proceder de amor tan admirable, que sólo puede describirse como el derramamiento de la simiente divina en el alma; semilla que no muere ni se aparta de su principio u origen, permítaseme la expresión, ni de su vitalidad o de su poder; poder que recibe el nombre de amor, de un amor que obra y hace germinar dicha simiente infusa en el espíritu y en el corazón de la esposa. Es la llave maestra, el dedo de la derecha que abre el corazón, aunque esté cerrado con doble cerrojo, cual jardín cerrado y fuente escondida. Es un huerto reservado a plantar en él la flor de los campos y el lirio de los Valles. Es fuente en la que se reciben, en participación, las aguas del manantial de vida. Este corazón, al que el Cantar y el Evangelio llaman seno, es transformado en río: Del seno de aquel que cree en Mí, manarán ríos de agua viva (Jn_7_38).

    El amor divino produce todo esto en la esposa, porque ella posee la fe viva que la impele a acercarse a su esposo, en un movimiento que produce la esperanza, esperanza que no es vana, sino prontamente coronada de alegría, de un gozo que es [14] caridad, la cual establece su morada en el corazón. Donde hay caridad, Dios establece su morada.

    El amor es una ley exigentísima. No basta con sólo guardar los mandamientos y consejos del amado, sino aun sus signos, que son como invitaciones y poderosos atractivos al grado en que, si él atrae una de nuestras potencias, todas las demás vayan en pos de su aroma. Tanto las más bajas como las más jóvenes, están muy apegadas a los sentidos corporales, los cuales parecen espiritualizarse. También ellos participan de las nupcias, pero toda la gloria de la esposa hija del Rey está en el interior.

    Dicha gloria es una claridad que arde santamente, pero con un fuego que es refrigerio, por ser fuego y fuente, sol y nube a la vez: Cielos, derramen su rocío (Is_45_8), y el Espíritu Santo, que es dicha nube, cubre o modera el ardor del sol de justicia, y mediante su inhabitación difunde en el corazón la suave lluvia de la caridad. El son divino produce sus rayos en el interior de su esposa.

    Estos rayos son concepciones admirables que se realizan mediante la unión de fuego que el divino esposo hace con la esposa. Es la generación castísima: Oh, cuán bella y luminosa es la generación de los castos. Inmortal es su memoria, y honorable delante de Dios y de los hombres (Sb_4_1). Ah, cuán hermosa es esta castidad, en sus irradiaciones. Eterna ser su memoria, porque se realiza en presencia de Dios y por mediación de Dios en el alma. Cuando nos es presentada como un ejemplo a seguir, debemos imitarla. Quien pueda entender, que entienda. (Mt_19_12). [14] Cuando ella se presenta a nuestros entendimientos, debemos desearla. Si la recibimos, obrará en nosotros esta maravilla: Y coronada triunfa eternamente, ganando el premio en los combates por la castidad (Sb_4_2). A los vencedores se les dará el maná escondido y el nombre nuevo. Esta alegría divina y nupcial, sólo puede ser comprendida por la esposa, que es agraciada con ella.

    A san Juan se concedió todo esto. El presenció el combate de la pasión, y bebió con fidelidad del cáliz de dolor de Aquel a quien amaba, que fue para él un esposo de sangre y de aflicción. Así como fue el Benoní en la Cena, hijo de la alegría de su padre, en el Calvario fue el hijo del dolor de su Madre. 

    ¡Qué circuncisión fue para el corazón de san Juan el ver morir a Jesucristo! ¡Qué dolor fue para la Virgen el verse privada de un hijo divino, para adoptar uno meramente humano! Virgen santa, así obra el amor: He ahí a tu hijo, el cual te acepta por madre. Es un parto doloroso, que sobrellevas con amor. Es agridulce: tiene lugar en el lecho de la cruz. Este hijo, Juan, ser para ti esposo y guardián. Sobre esta colina, tú y él representan a la Iglesia, a la que Jesucristo da a luz y desposa mediante la sangre que brotar de su costado. Te adhieres al querer de Dios, su Padre. Ambos se hacen un mismo espíritu con él. Todo está consumado. Este matrimonio debe durar eternamente, por ser más fuerte que la muerte. Se lleva a cabo en ella, o por ella. La sangre y el agua son lazo y testimonio; y el espíritu son los tres que dan testimonio en la Iglesia Militante, así como hay tres que dan testimonio visible en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo.

    Así como estos tres son un solo Dios, el agua, la sangre y el espíritu forman una unidad en la tierra. La victoria que vence al mundo es nuestra fe; nuestra seguridad, Jesucristo que ha resucitado para no volver a morir. El está a la derecha del Padre para atraernos en pos de sí, a fin de que busquemos las cosas de arriba y no las de la tierra. El es el nuevo y celestial Adán que tiene una esposa virginal, salida de su costado. Todos los hijos deben ser semejantes: blancos de pureza y rojos de caridad, ya que él dijo: Cándido y rubicundo (Ct_5_10).Un semejante engendra otro [15] semejante; la pureza acerca a Dios, y la caridad transforma en Dios: el esposo y la esposa son dos en un espíritu.

    Oh, gran sacramento del matrimonio de Dios con la Iglesia. Es la nueva Jerusalén que desciende del cielo y de Dios, adornada de su esposo; es el tabernáculo de Dios con la humanidad: él vive con nosotros, mediante este matrimonio, hasta la consumación de los siglos: Y estaré con vosotros todos los días, hasta el fin de los tiempos (Mt_28_20). Su espíritu no abandona jamás a la Iglesia, gobernándola en todo momento. Este amable Jesús mora en ella realmente en el santo Sacramento del altar. Oh invención del amor, incomprensible e incomparable. Deleitas a la Iglesia militante bajo un velo que te oculta como estás en el cielo: glorioso y visible, para glorificar a la triunfante.

    Permanece en su lecho sagrado contentando a Lía y Raquel. La Iglesia militante, cual otra Lía, podría protestar de que la Iglesia triunfante, bella como Raquel, retenga siempre al esposo común, el cual se recrea en su belleza. La de aquí, en cambio, le da su fecundidad. Si Rubén sigue recolectando las mandrágoras que Lía da a Raquel, para que crezca en gloria accidental, se debe a que los hijos de la Iglesia militante pueden enviar frutos a la Iglesia triunfante. 

    Cuarto matrimonio.

    [16] Y ahora, el cuarto matrimonio, que es el que mi queridísimo esposo se ha dignado hacer con la más indigna de las esposas que quiso escoger sobre la tierra. El mismo me ordenó escribir, mandato que me fue reiterado por mi confesor. A pesar de la pena que sentí en mi espíritu, tuve que resolverme a obedecer. Al comenzar a escribir, no pensé en referirme al matrimonio realizado con la Virgen en la Encarnación; pero su esposo, el glorioso Espíritu Santo, así lo quiso. Tampoco sobre la Iglesia, pero el mismo Espíritu guió mi pluma junto con mi entendimiento.

    No podía oponerle resistencia y darme a la tarea, ya que estos tres matrimonios son tres testigos de su amor y sagrados lazos que nunca se romperán. Los tres primeros son muy reales; a pesar de ello, los ángeles y los santos le suplicaron que confirmar el cuarto. Las otras tres esposas son purísimas y sin mancha. La cuarta, en cambio, es la indignidad misma a causa de sus pecados. Sé bien, querido amor, que puedes en tu bondad puedes permitir que donde ha abundado la iniquidad, sobreabunde la gracia (Rm_5_20); que no has venido a llamar a los justos, sino a los pecadores. Fuiste tú quien mandó al profeta Oseas que desposara una pecadora pública. Tú mismo llamas al alma pecadora, a pesar de ser el Padre de la virginidad. Tu amor te mueve a abrir senderos en un mundo lleno de abrojos, a fin de que el alma errante vuelva a ti, que le abres a diario tus brazos para recibirla, por ser tan bueno.

    A otras, querido amor, las llamas desde el vientre de su madre. [16°]Tu Providencia las levanta del polvo para gloria tuya, haciéndolas Israelitas. Te manifiestas a ellas, y desde la aurora las ayudas, estableciéndote en medio de su corazón: Dios está en medio de ella, no se estremecer (Sal_45_6). Les concedes un río de gracia, que parece brotar impetuosamente de tu amor, con objeto de alegrar el alma que te pertenece, santificándola como a tabernáculo tuyo. Cuán dichosa es el alma a la que llamas desde la aurora, si corresponde a esta vocación. La proteges bajo la sombra de tu mano, transformándola en una especie de saeta escogida y aguda para taladrar los corazones. Ella es de las escogidas que llevas en tu carcaj. Los espíritus te son muy queridos, aunque parezcan poca cosa a sus ojos, y en comparación contigo. A pesar de lo dicho, obras en ellos maravillas: El ha dicho: Poco es el que tú me sirvas para restaurar las tribus de Jacob, y convertir los despreciados restos de Israel: He aquí que yo te he destinado para ser luz de las naciones, a fin de que seas mi salvación hasta los confines de la tierra (Is_49_6), dices a esta alma.

    En el tiempo oportuno, la escuchas, siendo su ayuda en el día de salvación y sirviéndola tú mismo. Que el cielo del amor te alabe por ello, y que la tierra también se regocije, porque tú, Señor, consuelas a tu pueblo teniendo piedad de tus pobres servidores. Aun cuando la madre olvidara a su hijo, tú no olvidarías a la que amas, diciéndole: Mira, en las palmas de mis manos te tengo tatuada (Is_49_16). Siempre estoy en vela en torno a tus muros: Tus muros están ante mí perpetuamente (Is_49_16). En ella los ángeles son cual muros o guardianes del alma, que contemplan sin cesar los [17] ojos divinos y tu rostro. 

    Esta alma se considera indigna de tales favores; ella misma se llama estéril. Comprende muy bien que semejantes gracias le llegan de la bondad de su amor, al que da toda la gloria. Dicho amor goza en ella como en su esposa, y el Señor deja oír su voz hasta los confines de la tierra. Los sentidos lo perciben a través de sentimientos de acogida y los ángeles se encargan de decir a la hija de Sión, a manera de heraldos, que su Rey viene como su Salvador, llevando consigo su recompensa, ya que, ¿Quién podría gratificar debidamente su visita? El obra por medio de su presencia la santificación de esta alma, redimiéndola con el precio de sí mismo. El alma, por tanto, le pertenece doblemente en calidad de ciudad conquistada en el fragor de sus batallas. Por ello la fortifica con sus ángeles. No se contenta, empero, con verla dotada de esta guarnición. El mismo acude a ella con sus vestidos ensangrentados en la batalla que ha ganado; de manera que, al verle, exclama el alma: ¿Quién es ése que viene de Edom, de Bosrá, con ropaje teñido de rojo, ése del vestido esplendoroso, y de andar tan esforzado? (Is_63_1).

    Ella comprende muy bien que él viene de combatir para salvarla, y le pregunta por qué ha enrojecido sus vestiduras; por qué está todo bañado en rojo como alguien que sale de pisar un lagar. El le confiesa que él mismo lo ha hecho, pero enteramente solo; y después de expresar sus justas quejas en contra del pecado, proclama una indulgencia digna de la grandeza y la abundancia de su misericordia: Dijo él: De cierto que ellos son mi pueblo, hijos que no engañarán. Y fue él su Salvador (Is_63_8).

    [17°] Vemos aquí nuevas semillas que el esposo divino concede al alma, la cual, admirada ante las maravillas que escucha, y atraída por la belleza de su amado, dice: Que me bese con el beso de su boca (Ct_1_11), porque Jesucristo, al que ha escogido, es el mismo que tanto ha sufrido por mí, que, sin haber padecido, le pertenezco en toda justicia. No deseo sino a él; que me bese con un beso de su boca. No sólo deseo ser su esposa, sino también su pequeña lactante. Me adheriré a sus pechos, que son mejores que el vino: Mejores son que el vino tus amores; mejores al olfato tus perfumes (Ct_1_2). Que él se apodere primeramente del sentido del tacto: Pues al tocarle, sigo siendo pura. Que me atraiga después mediante el ungüento perfumado que es su nombre: Ungüento derramado es tu nombre, por eso te aman las doncellas. Llévame en pos de ti: ¡Corramos! (Ct_1_3s).

    Dios llama al alma a ser su esposa, movido por su misericordia y caridad eternas, atrayéndola a sí dulcemente, mostrándole los dolores que sufrió por ella y cuánto merece ser amado, por ser la bondad soberana y la belleza inefable. La vista de una belleza la hace deseable y el deseo, a su vez, exige la unión o el gozo, que es posesión: posesión que complace y es agradable. Lo que agrada o complace alimenta; por ello la esposa, cuando besa a su divino esposo, se alimenta como un pequeñuelo del pecho divino. Este beso purifica el alma en sus amores; amores que se refuerzan con el aroma de sus ungüentos preciosos. El nombre del amado es bálsamo derramado; los sentidos, representados por las jovencitas, aman su perfume. Jesús es dulce al oído y a la boca. Cuando se dice que Jesús de Nazareth es un esposo florido, el olfato recibe su parte, atrayendo y ganando, de este modo, a todos los demás sentidos.

    Es menester seguir adelante. El amigo dice: Atráeme y correré en pos de tus perfumes. Para demostrar que este enamorado es realmente liberal y magnífico, conduce él mismo a la esposa hasta su cava, donde guarda un vino que embriaga, embellece y alegra: El Rey me ha introducido en sus bodegas; en ti exultaremos y nos alegraremos (Ct_1_4). El alma se alegra, no sólo en los dones, sino en su esposo: en ti. La memoria de tus pechos es superior a la del vino; que no se piense en mí como aficionada al vino de los dones, sino que la leche de los pechos me venga más a la memoria. Mis amores son semejantes a la ternura de los bebitos, que se deleitan en la leche. Hablaré directamente a mi amado: Te aman los rectos de corazón (Ct_1_4). Mi corazón fue hecho para ti [18].

    Negra soy, pero graciosa, hijas de Jerusalén (Ct_1_4s). Ángel de Jerusalén, soy morena porque aun no he llegado a la luz y santidad perfectas. Soy como las tiendas de Cedar: aún no me decido a dejar las ocasiones de pecado y mis pasiones, que con frecuencia me hacen sentir sus tempestuosos embates. Con todo, no dejo de ser bella interiormente. Estoy determinada a no dejar que dichos golpes afecten mi interior.

    Exteriormente me parezco a las tiendas sacudidas por los vientos, y la piel sahumada de Salomón. Las penitencias son rudas y abaten las llamas de amor, llegando a alterar nuestro físico, por descuidarlo. Los enamorados del mundo se maquillan; en cuanto a mí, hago a un lado los afeites exteriores. No fijéis en mí la mirada (Ct_1_6), santos ángeles, por estar cubierta de hollín. Mi sol me ha decolorado: es un sol todo de fuego. Cuando él reluce sobre ustedes, los halla del todo espirituales. Ninguna partícula de materia le pone obstáculo; nada manchado hay en ustedes que deba purificarse; mucho tiempo ha que fueron purificados.

    Yo, en cambio, da pena decirlo, soy tan material, y el sol encuentra tantos obstáculos, que no puede, con su acostumbrado poder, disipar mis brumas, que son fumarolas de vapor que exhala mi tierra. Es mi cuerpo, que disuelve el agua sobre un rostro al que el sol ateza exteriormente. Pero el secreto por el que les digo que soy bella, consiste en que mi sol, a través de su calor, origina que dicha agua riegue esta tierra, o al menos la humedezca. Cuando acepto mis deficiencias, su conocimiento me humilla; humildad que me hace hermosa ante sus ojos, que, al ver mis imperfecciones, las purifican. Sus ojos tienen poder para lograrlo. San Juan dice que los ojos de aquel que parecía un Hijo del hombre, eran semejantes al fuego chispeante: Cual llama de fuego (Ap_1_14). Estas llamas me purifican: Los hijos de mi madre tramaron en contra mía (Ct_1_6). [19] 

    Los hijos de la Iglesia combaten contra mí. Han deseado que fuese yo enteramente perfecta desde el momento en que fui llamada a la santidad. Los directores espirituales se encargan de cuidar la viña de nuestra alma, para que los ladrones y las bestias de la vanidad y la sensualidad no se acerquen a ella. Mi fragilidad, empero, me impele a recaer en mis imperfecciones: No cuidé mi propia viña (Ct_1_6).

    Suele suceder a casi todas las almas el enfriarse en su devoción después del primer fervor. El Señor tuvo que llamar dos veces a sus primeros apóstoles, y si añadiera yo que tres, diría la verdad: la tercera fue después de la Resurrección; vocación que se hizo efectiva por obra del Espíritu Santo, que es un amplio vínculo, muy difícil de romper. Estas tres vocaciones se mencionan en el evangelio: la primera, como procedente del Padre: Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae (Jn_6_44). Está escrito en los profetas: Serán todos enseñados por Dios. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. No es que alguien haya visto al [20] Padre; sino aquél que ha venido de Dios (Jn_6_44), Jesucristo; ése lo ha visto. En cuanto Verbo, él es Dios. En cuanto Cristo, es Dios, el primer nacido de las criaturas, en la mente eterna, y el primogénito entre muchos hermanos.

    Ahora bien, este primer llamado, a pesar de ser tan fuerte por apartar el alma de la gran vanidad, no es siempre tan fuerte como para que ella no dé marcha atrás, sea por estar acostumbrada al mundo, sea por la mortificación de cuerpo y de espíritu que encuentra en la devoción, sea porque el cuerpo y sus sentidos naturales no están agudizados o suficientemente iluminados.

    Me parece que, no sólo hay que escuchar los misterios ocultos, sino renunciar a sí mismo y seguir a Jesucristo cargando con su cruz. Solemos comportarnos como los demás, y aun algunos discípulos: Muchos de sus discípulos, al oírle, dijeron: Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo? Pero sabiendo Jesús en su interior que sus discípulos [20°] murmuraban por esto, les dijo: ¿Esto os escandaliza? ¿Y cuando veáis al Hijo del hombre subir adonde estaba antes? El Espíritu es el que da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida (Jn_6_60s).

    Bien sabía Jesús que, después de que el Padre hubiese atraído a él a los hombres mediante las primeras luces que les diera, las brumas de las imperfecciones ofuscarían su luz, enfriando, al parecer, al alma más que antes, encontrándose de este modo más rezumante, en vista de que sus imperfecciones son más señaladas, disgustando con ello al prójimo más que antes de recibir los primeros rayos de la vocación. Esto es causa de que las almas retrocedan o se paren en seco; porque en los caminos de Dios, el que no avanza, retrocede.

    Llega a suceder también que hay almas que dejan todo, y que algunas de ellas jamás volverán a él ni querrán hacerlo: Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían (Jn_6_64); y quién y quiénes lo traicionarían, aparentando devoción para entregarlo a sus enemigos, obrando así peor que los que no le conocieron [21]. Cuánto daño hace retroceder en el camino al que Dios llama. Jesucristo añade estas palabras: Por esto os he dicho que nadie puede venir a mí si no se lo concede el Padre (Jn_6_64).

    Hago notar que Jesús dice, en esta segunda ocasión, que nadie puede ir eficazmente a él si no recibe el don del Padre. No dice los rasgos o los rayos, sino el don, que me parece es el Espíritu Santo: el poder de lo alto, el don perfecto que procede del Padre de las luces, el cual no sufre sombra corporal alguna, ya aun fue necesario que Jesucristo se alejara de la presencia visible de sus apóstoles para dar lugar al Espíritu. Esta vocación es la tercera; la que lleva a amar a Jesucristo más fuerte y divinamente, dando a conocer con mayor claridad sus palabras, que dan la vida eterna y el verdadero conocimiento: Esta es la vida eternaque te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo (Jn_17_3). [21°] Ahora bien, para adquirir este conocimiento, es menester poseer al Espíritu Santo, al que mi Padre enviará en mi nombre, y al que yo mismo enviaré si me voy, por ser esto lo que conviene a las almas.

    La carne en nada se beneficia: ni sus ojos corporales, ni sus corazones, que son tan duros, pueden comprender lo que les digo. Ustedes juzgan como hombres mortales las cosas mortales y corporales. En verdad les digo que las palabras que les digo Son espíritu y vida (Jn_6_63). Ustedes se escandalizan cuando les digo que he dado mi cuerpo como verdadera comida del espíritu, a manera de espíritu. ¿Qué dirán cuando vean al Hijo del hombre subir corporalmente al lugar donde estaba desde el principio como Hijo de Dios? Aunque subir hasta allí con su cuerpo, no ha dejado de estar siempre con su Padre y el Espíritu Santo, Espíritu que es el Espíritu del Padre y del Hijo. El es el Espíritu que vivifica; la carne, sola, en nada aprovecha para la vida eterna; y de esta vida les hablo. Sin embargo, como ustedes son materiales y corporales, es menester que comience yo a enseñarles a través de las cosas materiales.

    [22] Me hice hombre para enseñarles a lo humano las cosas de Dios. Lo que deseo es que, a través del Hijo a quien ven, vayan al Padre, al que no ven. Y como yo conozco y soy el camino por el que se llega a mi Padre, no pueden ir a él sino por mí. Yo soy la vida que vive en él; vida que los ilumina y vivifica. Así como creó todo por mí, nada creó sin mí de lo que es participado. Una es nuestra esencia. Sin mí, el Padre no los iluminaría; él se contempla en mí y se conoce; conocimiento que nos es común. El me conoce como a su Verbo, al que engendra; y yo le conozco como a mi Padre, que me engendra y me comunica su propia sustancia, que recibo íntegramente, sin agotarla, sin que esta comprensión total lo aminore o le haga salir de sí; ni que, al entrar en él, yo sea, en cuanto Verbo, menor que él. El está en mí por generación activa, y yo estoy en él por representación esencial y sustancial [22°] interna y eterna. Aunque él sea principio de origen, por ser quien engendra, yo en nada soy posterior ni dependiente por abajamiento. A través de la sucesión del tiempo yo estaba, o mejor, yo estoy con él desde el comienzo que es nuestra eternidad. Estoy con él por ser mi principio en el día de su grandeza.

    Yo soy también principio del Espíritu Santo, así como él es el amor común; él es nuestra fuerza, nuestra divina producción, nuestro lazo y nuestro término, nuestra espiración activa. El es fuerza que es Dios, producción que es Dios eterno, espiración que es inmensa, término que es infinito: no se trata de un término de impotencia, sino de un término de suficiencia y abundancia, en el que nada es superfluo, ya que el Espíritu Santo comprende todo el amor del Padre y del Hijo; amor que es tan poderoso como el Padre; amor que es tan sabio como el Hijo, amor que es omnipotente, sapientísimo y bondadosísimo como el Padre y el Hijo; amor que es la fuerza, la sabiduría y la bondad divina; amor que es el reposo de dos espirantes, quienes, sin esfuerzo, están siempre en acción de amar a través de ti, amor que amas pasivamente. Ambos exclaman a una: Shaddai, contigo. Los tres son un Dios que se basta a sí mismo.

    Nada produces en Dios, porque en ti todo es producido. Eres el shabbat delicado y delicioso. El Hijo es la delicia del Padre, porque se deleita en comunicarle por generación [23] toda su sustancia y toda su felicidad. Tú eres la delicia del Padre y del Hijo, que te comunican su felicidad, según tu divina capacidad de recibir y de dar.

    ¿Me permites expresar cuán imposible sería para el Padre el contemplar a un Hijo que recibe tan plena y puramente sus perfecciones, si no estuviese asistido, sin cautiverio, por ti, en el amor de esta comunicación? Si el soberano bien no le amase soberanamente, ¿Qué haría el Hijo si no rindiese a través del amor, una gratitud semejante a la luz que irradia por entendimiento? Conocer y recibir un bien sin poder dar gracias por él, sería obrar como David: Ciencia misteriosa para mí, sublime, no puedo alcanzarla (Sal_139_6).

    Padre Santo, como fuente de origen, me concedes la ciencia que procede de tu entendimiento; si no tuviese el poder de amarte con agradecimiento y una identidad de amor, ¿Qué haría yo? Pero, ¿Qué harías, Espíritu Santo, y dónde estarían ustedes, dignísimas tres personas? Sin duda, como nosotros, en un retén definitivo. No serían Dios, no nos habrían creado, porque la nada no puede recibir orden de existir sino por el mandato de un ser soberano. Si lo que ustedes crearon les pareció hermoso y bueno, esto se debió a que lo contemplaron complacidos: Vio Dios todo lo que había hecho, y le pareció muy bueno (Gn_1_32). Por participación, tú sólo eres bueno; por esencia, eres la bondad soberana; te amas a ti mismo a través de tu eterno y soberano Espíritu. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. [23°]

    Buen Jesús mío, hasta dónde he divagado. Decía que la esposa dice que no guardó su viña. Me parece que no he conservado mi estilo de escribir. He volado más alto; el espíritu del Altísimo me arrebató. Es necesario el Espíritu para comprender la transubstanciación; es menester el Espíritu para comprender tu ascensión gloriosa: cuando tu cuerpo se elevar al cielo, tus pobres apóstoles quedarán en tierra admirados, porque el Monte de los Olivos no tendrá para ellos más enseñanzas humanas. No querrán volver hasta que les envíes ángeles con cuerpos visibles, que les puedan hablar con palabras que perciban sus sentidos. Soberano maestro, hay quienes te dejan; y de los que permanecen contigo, no todos te seguirán con fidelidad. Les preguntas si también quieren irse. En esto, mi todo, observo tu presciencia, la cual no es causa de reprobación, ya que no deja de ofrecer las cosas necesarias para la salvación a los que no ignoras que la rechazar n, como si les dijeras: [24] Pobres infortunados por malicia, las palabras que les digo son espíritu y vida, para instruirles y darles vida eternamente; pero ustedes no quieren creer. Son libres, si así lo quieren, de sacar provecho de ellas, y aunque sé desde el principio que no creerán en mí, y que uno de los míos me traicionará, no dejo de hacer lo debido para dotarlos. Ustedes, empero, se resisten; no están dispuestos a recibir el don que mi Padre les daría si me creyeran, para entrar por la puerta como ovejas mías. Yo soy la puerta que conduce al Padre; yo soy su Verbo y palabra de vida. Pero ustedes la rechazan porque digo cosas que repugnan su sentir y su sensualidad. 

    Cuando Jesús terminó de hablar, ellos ya estaban lejos. El, volviéndose a los apóstoles, les preguntó: Y ustedes, ¿quieren también volver atrás como los otros? Elegí doce; sin embargo, uno de ellos es un demonio. [24°] Jesús dice esto para manifestar cuánto debemos temer, y aunque san Pedro parecía el más iluminado y fuerte, aun hablando en nombre de todos, fue el más débil de los once y negó a su maestro. Los hijos de su madre, la sinagoga, lo derrotaron. Pero no, fue sólo una muchachita, una doméstica insignificante, la causa de su falla en dar testimonio de la viña que el Padre de los cielos le había enseñado, y que el Hijo le mandó guardar por medio de la humilde oración. Pedro se durmió y fue presuntuoso; jactancia humana que lo hizo tibio e insensato; frialdad que lo mantuvo aletargado durante la oración. Al llegar la tentación estaba entumecido, y no pudo resistirla: una muchacha, al hablar, causó que negara aquello que no le preguntaba. Con este antecedente ¿Quién podrá dejar de temer? La columna fundamental fue sacudida por tan pequeña conmoción. El que esté en pie, mire no caiga (1Co_10_12). El ángel cayó del cielo; Adán, del paraíso terrenal; Judas, del colegio apostólico y san Pedro, en la casa de un pontífice, a pesar de estar ya destinado a ser vicario de Jesucristo. El Padre lo había llamado y el Hijo, iluminado; [25] pero a pesar de todo esto, no pudo impedir su caída. No fue verdaderamente confirmado en la fe sino hasta la venida del Espíritu Santo, que perfeccionó su vocación.

    La esposa, al ver que había abandonado la viña, separándose de Aquel que dijo de sí: Yo soy la verdadera vid (Jn_15_2), se encuentra vagando sin rumbo. Lleva, empero, la esperanza de que el Salvador la llame y la una a él como un sarmiento a la viña; pero de manera que el Salvador obre más que ella, ya que él dijo a sus apóstoles: No me eligieron ustedes a mí, sino yo a ustedes, y los he destinado (Jn_25_16). Soy yo quien les ha dado una participación en mi caridad, con el fin de que tengan el ser.

    [25°] El Apóstol dice que nada es sin la caridad, como afirmando Nada sería yo sin el amor de Dios. Como ustedes están unidos a mí, llevan o dan frutos, y su fruto permanece en el árbol hasta su madurez. Entonces estará cargado de obras buenas y no arruinado por el gusano del amor propio, o por la podredumbre de los bienes más valorados en el mundo: Para que su fruto permanezca, de modo que todo lo que pidan al Padre en mi nombre, les sea concedido (Jn_25_16). Si el mundo, que ha sido su nodriza, debido a que se alimentaron de los pechos de sus falsos placeres, los odia porque desean dejar sus máximas, sepan que a mí me aborreció primero. Si fueran del mundo, el mundo amaría lo suyo (Jn_15_19). En verdad ustedes no son de este mundo, pero no debido a sus propios esfuerzos, sino a mi caridad, que los ha sacado de él. Esta es la razón por la que el mundo los odia. Recuerden la palabra que les he dicho (Jn_15_20). El servidor no es más grande que su maestro, Si me han perseguido a mí, también a ustedes los perseguirán (Jn_15_20). [26] Las máximas del mundo combaten en contra de la esposa. Son los hijos de la naturaleza corrompida, que parece ser la madre que nos da a luz, dándonos tales inclinaciones al mal, que abandonamos el cuidado de la viña. No sabemos qué rumbo tomar hasta que, a fuerza de sufrimientos, volvemos a Dios, que nos inspira de nuevo; pero, como dudamos que sea él en efecto, y no sentimos que poseemos en realidad luces [26°] suficientemente fuertes para iluminarnos y desandar el camino, la esposa dice: Indícame dónde apacientas el rebaño, dónde lo llevas a sestear a mediodía, para que no ande yo como errante tras los rebaños de tus compañeros (Ct_1_7).

    Oh, Tú que amas tanto mi alma como para aceptar por ella el dolor como alimento. Hiciste tu refección al mediodía sobre el lecho sagrado de la cruz; pero una comida que consistió en hiel y vinagre. Dime, ¿Cómo te resarcías al mediodía del más fuerte de tus amores, y cómo descansas? Temo que, al buscarte, encuentre el amor propio, que es como un simio que se burla de ti. Si no me iluminas con el rayo más claro y puro del mediodía, me vería en peligro de optar por el amor propio en lugar del divino; a la criatura por el Creador, y al don por el donante. Enséñame a adorarte en espíritu de verdad, por ser éste lo que tu Padre busca en sus adoradores.

    Dame del agua viva que quita para siempre la sed de las aguas mortales de la tierra, y que mueve a dejar todas las ocasiones que pueden atraer a ella. Que, como el cántaro de la Samaritana, deje el agua terrestre sobre la tierra, [27] así como dijiste: Dejen a los muertos que entierren a sus muertos. Que beba yo, si te place, del agua que brota hasta la vida eterna; y como tú la das por nada, y en tanta abundancia, que esta agua forme una fuente que remonte el alma hasta la vida eterna, para que adore con perfección, como los verdaderos adoradores, que son como los del cielo: espíritus adoradores de tu divinidad en un espíritu que es el Espíritu: Dios es espíritu, y los que le adoran, deben adorar en espíritu y en verdad. Sé que va a venir el Mesías, el llamado Cristo. Cuando venga, nos lo explicar todo. Yo soy, el que habla contigo (Jn_4_ 24s).

    Fue así como la Samaritana encontró lo que pide la esposa, es decir, dónde come y descansa Jesús al mediodía, solo, después de enviar a otra parte a sus compañeros.

    La samaritana descuidó la viña, es decir, la gracia. Se había extraviado: el hijo de Jacob, del Padre eterno, le muestra los males que recibió a causa de los cinco maridos con los que no se casó, lo cual era una ofensa a la divinidad. Ella lo acepta, diciendo que sabía muy bien que él era un profeta, y que los profetas y patriarcas habían adorado sobre aquel monte. Y ahora, dice, [27°] ustedes los judíos dicen que debemos adorar en Jerusalén. Créeme, mujer, que llega la hora en que, ni en este monte, ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no conocéis; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero llega la hora, y ya estamos en ella (Jn_4_21s). 

    La hora del mediodía ha llegado, en la que el sol de justicia cae a plomo sobre tu cabeza. Mujer, que debes ser su esposa; él te enseña cómo se alimenta y reposa al mediodía del puro amor. Tú piensas que debe tratársele como a un profeta; pero no quieres tratarlo con la deferencia debida a un profeta, diciendo que esperas la venida del Mesías, que enseñar todas las cosas. El está sentado, como recostado, descansando de sus fatigas y sediento de tu conversión, que le sirve de manjar y bebida.

    Su Padre lo ha atraído: es éste el manjar que le prepara, y toda la mies que fue sembrada en Samaria, como Jesús bien sabía, y de la que se alimentaba ya en espíritu. Esto es lo que sus discípulos ignoran: la voluntad del Padre es la conversión de las almas; esta es su obra imperecedera, y que se conservar hasta la vida eterna. Mediante esta conversión, él entra en Samaria. [28] Esta mujer fue su precursora, su heraldo, que iba por todos lados diciendo: Vengan a ver un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿Acaso no es el Cristo? Como diciéndoles: Creo en verdad que lo es, pero juzguen por ustedes mismos.

    Mientras que esta mujer se humillaba, exaltaba a Jesucristo, llevando en sí misma, como un espejo cóncavo, al sol que la había deslumbrado en lo más fuerte del mediodía de su amor. Ella disponía los corazones, pareciendo madurar y blanquear la mies que el Salvador y sus apóstoles, irían a recolectar. Lo que la Samaritana recibió del Padre, lo sembró a su vez. Si, pues, les he dicho: ¿No decís vosotros: Cuatro meses más y llega la siega? (Jn_4_35). Levanten los ojos y vean cómo los campos blanquean con la mies. El que siega, recibe su recompensa: Y recoge fruto para la vida eterna, de modo que el sembrador se alegra igual que el segador (Jn_5_35s).

    Yo os he enviado a segar donde vosotros no os habéis fatigado. Otros se fatigaron y vosotros os aprovecháis de su fatiga. [40] Muchos samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por las palabras de la mujer que atestiguaba: Me ha dicho todo lo que he hecho. Cuando llegaron donde él los samaritanos, le rogaron que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días (Jn_4_36s).

    Los apóstoles aprendieron de este modo la manera en que la misericordia detiene a la justicia, y que el fuego del amor obtiene más que el de la venganza; el esposo se comporta con la esposa como para beneficiar a muchas almas. Jesús se comportó así con la Samaritana, la cual fue instruida en lo referente al banquete o refrigerio del mediodía.

    El esposo ama con un amor verdaderamente puro y lleva a cabo las bodas con él. De este matrimonio se produce la salvación del prójimo, mediante la humilde confesión de la esposa cuando rememora sus faltas, que son los pasos en falso que dio en las imperfecciones, y que abandona los [29] caminos peligrosos del amor propio, que tanto prevaleció en lugar del divino amor. Era como los pastores que la llevaban a pastar entre las vanidades y delicias del mundo. Después de experimentarlas, sale de ellas y, si las considera, lo hace de manera un tanto exagerada, y para dar esperanza a las personas que se encuentran en el mismo peligro. Si Jesucristo la iluminó y sanó, perdonando todos sus pecados, hará lo mismo con ellas: les servirá un manjar inmortal y les dará a beber del agua de vida para siempre; les concederá un reposo interior, en el que él mismo estará presente, descansando él mismo en ella y cumpliendo su palabra: Si alguno me ama, guardar mi Palabra, y mi Padre le amar, y vendremos a él, y haremos morada en él (Jn_14_23). Le alimenta con pan de inteligencia (Sir_15_3) [29]. Cuando la esposa ha sido saciada y reposa en su rey, instruida por la sabiduría en el mediodía del amor, atrae hacia él a otras, dándole entrada en corazones que se le han resistido, los cuales habían sido considerado indignos de sus gracias por algunas personas celosas como San Juan y Santiago, que hubieran pensado obrar bien al pedir con insistencia el fuego de la justicia divina para consumirlos, a causa del rechazo de las divinas inspiraciones y de las gracias. Pero aquel de quien habla Isaías, que es el divino rey, todo paz, y paciencia, las espera. Es tan bondadoso, que: Caña quebrada no partirá, y mecha mortecina no apagará (Is_42_3). Su paciencia gana los corazones y hace que la gracia multiplique en ellos sus frutos al ciento por uno; y lo que el infierno habría obtenido debido a su vengadora justicia, se lo arranque la misericordia mediante la bondad y la paciencia. La paciencia con la que la misericordia espera a los pecadores, hace visible el poder divino.

    Su prudencia es admirable, su amor tiene invenciones incomprensibles a los sentidos humanos, permitiendo culpas para conceder gracias, de las que podemos decir: Felices culpas que, siendo tan grandes, atrajeron tan gran redentor, el cual concede una copiosa redención, que extiende sobre los que no pensaban verse libres de la cautividad.

    Es verdad, buen Jesús, que con frecuencia dejas obrar a la naturaleza y a sus costumbres, hasta que el alma comete grandes pecados que te desagradan, pero que permites, para del mal, tomar ocasión de hacer el bien, atrayendo así a muchos pecadores. Te sirves de los ejemplos de las almas convertidas para ganar a otras por su medio y atraer, mediante la red de Adán, a los que, más tarde, deseas enlazar con el vínculo de la caridad. Fue como cuando permitiste la muerte de tu amigo Lázaro, para contribuir con ello a la gloria divina. Cuando la gente vio a Lázaro resucitado, muchos acudieron a verte de inmediato. Un buen número se convirtió. Esto no habría sucedido si Lázaro no hubiese muerto y si tú no lo hubieras llamado de nuevo a la vida.

    Tú permites, querido enamorado, que las almas caigan y se queden largo tiempo en el polvo, a causa de pecados que sorprenden a muchos. Si alguien te ruega por estas almas, diciéndote: Ay, estas almas que afirmaste ser tan queridas por ti, están en peligro de muerte, y de hecho mueren por el pecado. Tú, que das la vida a tantos otros que no son tan familiarmente acariciados por ti, permites que permanezcan en este estado. Al oírlo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es de muerte, es para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella (Jn_11_4).

    El apóstol dice que todo coopera en bien de los que aman a Dios. Por mi parte, afirmo que para los que son [31] amados por Dios, la muerte es transformada en vida; el pecado, en gracia; sus caídas, en elevación. Dios nos amó primero, porque jamás persona alguna ha prevenido a Dios, y su caridad es perpetua. El es fuente de caridad y fuego ardiente. El purifica o visita Jerusalén a pesar de ser pecadora, no merecer otro nombre, porque no preservó la causa de su paz. Este Dios la visita con una luz ardiente, y si ella es luminosa, no es para descubrir su vergüenza sino para iluminarla para que salga del precipicio y si la hace ardiente es para inflamarla de nuevo. Continúa buscando en esta alma, que es un pozo, un recipiente de vanidades, para ver si el fuego de tantas gracias que le había concedido, se ha apagado del todo. Lo encuentra cambiado en un lodazal. Es porque vio que, a causa del pecado que retiene cautiva al alma, ella deja de ofrecer sacrificios al verdadero Dios; que sus acciones son actos morales sin llamas. El ser transformados en lodo significa algunas recompensas terrenales o satisfacciones de este cuerpo de barro, y que dicha alma es esclava del cuerpo y del demonio.

    Aunque la caída llega hasta el pecado mortal, lo cual no siempre sucede, es sin embargo muy grave que el alma deje su caridad inicial o que la deje enfriar haciéndose tibia, tibieza que parece provocar vómito a Dios. ¿Qué hace la divina bondad? [31] Se esconde en Cristo como en su linterna, y por su medio pasa a visitar a esta alma, reconciliándola con él y permitiéndole contemplar los méritos de su humanidad. A través de ella, tomará el lodo que la ensució en los peligros, la moverá a conocerse y la colocará sobre el altar, sobre la confianza en su pasión y en la cruz. El verdadero altar es Jesucristo, que es al mismo tiempo sacrificio y sacrificador. El es el pontífice que penetra los cielos, bajando para salvar una alma, como subiendo para tomar su lugar a la derecha de Dios su Padre

    Es un fuego que tiene la propiedad de descender para remontarse. El mismo es el agua que ofrece a la Samaritana. Pero es fuego y agua, todo a una. El es sol ardiente; en fin, todo lo puede, por ser del todo bueno y misericordioso. El es capaz de avivar este fuego o de cambiar este lodo. El concede la caridad y se une a la virtud. A la pobre alma que era como un carbón casi extinguido o como una mecha humeante, la derrite y la abrasa, consumiendo todas sus imperfecciones. El enciende este lodo con una llama ardiente, y Dios es más glorificado en ella que antes de su cautividad. Este sol, que estaba oculto por la nube que habían opuesto sus imperfecciones entre él y el alma, disipa todo y difunde sus rayos sobre ella. 

    A la esposa dice el esposo: Si no lo sabes, ¡oh la más bella de las mujeres!, sigue las huellas de las ovejas, y lleva a pacer tus cabritas junto al jacal de los pastores. A mi yegua, entre los carros de Faraón, yo te comparo, amada mía (Ct_1_8s).No dejes de ser bella. Se dice que nunca amores parecieron feos a los ojos de los enamorados. En el mundo, el amor es ciego; Dios, en cambio, no puede ser así. Es que sus ojos pueden embellecer el alma desde que la mira, porque con su mirada la purifica.

    Al hablar de este modo, David se dirige al alma esposa del Verbo, más bien que a la mujer de su hijo Salomón. Le dice que, para agradar al rey, es necesario que sea prudente y atenta a su voluntad. [31] Que incline sus oídos para escuchar únicamente la voz de su amadísimo esposo que olvide su pueblo, que salga fuera de su tierra y de sus malos hábitos, y que no recuerde ya que es hija del negro mundo egipcio, un mundo que la oscureció totalmente.

    Debe olvidar todo lo que no es él, y considerar la fealdad en que se hallaba cuando llevaba a pastar los rebaños de sus sentidos, que eran como machos cabríos que apestaban a causa del pecado, cerca de los albergues de los pastores, o más bien de los mercenarios, ya que los mundanos son falsos pastores que devoran a las ovejas. Entonces las almas de las ovejas que han sido blanqueadas en la artesa, se vuelven, a causa de la maldad de ellos, sucias como el mundo, que, como dice San Juan, está inmerso en la malicia, ya que sus cimientos la concupiscencia de los ojos, la de la carne y la soberbia de la vida.

    ¡Bendígate el Señor, oh estancia justa, oh monte santo! (Jr_31_23) Bendita seas, María, por el Señor, que preservó en ti la belleza de la justicia original; bendita seas, llena de gracia; el Señor está contigo; 


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OTROS ESCRITOS

OTROS ESCRITOS

Memoria de lo que se me ha pedido que suplique María es la paloma que nos anuncia el final del pecado (1619)

 Memoria de lo que se me ha pedido que suplique

    1   Que Nuestro Señor perdone sus faltas pasadas

    2  Que tal persona perseverará en la religión con sus males; está en un gran temor de haber salido de ellos después de haber estado tanto tiempo así, como yo la vi.

   3  Que se la ejercite en obras humildes y repugnantes y así en todo lo que sea de humildad.

  Que Dios retire de ella todo afecto y le de el suyo. Para esto yo respondí si no sería bueno aficionarse a otra cosa, sí, pero en general y me acordé de lo que dice san Basilio. Ese santo y san Gregorio tenían entre sí un afecto muy grande y era célebre en toda Grecia, entonces, se puede amar más a unos que a otros en la medida de sus virtudes. Eso es verdad, dicen, pero yo digo que eso de los afectos fundados sobre la gentileza y maneras exteriores o también por simpatía del humor, no es por el amor de Dios porque yo, soy por mi natural, afectiva.

    5 Que Dios quiera borrarme de la memoria lo que se oye en confesión. Cuando yo responda "me gusta que se acuerden de mis confesiones para que reconozcan la inclinación que me lleva a fallar y así me corrijan" Sí, pero de algunas cosas no, ya que no es necesario porque turban el pensamiento.

    6 Que lo pida a la Virgen, a quien nada se le niega como dice San Bernardo y entretenerme con su madre santa Ana de la que tomó la vida. Yo muestro una alegría cuando me hablan de esta santa y digo que la debo amar mucho por haberme concedido tantos beneficios antes de que yo naciera. Mi madre se dirigió a ella para tener un hijo que viviera.

    7 Que antes se me había pedido una cosa, que viera si la puedo conceder. Yo decía cuando se me pidió: la puedo conceder, lo hubiera hecho. ¿Qué te dije yo, te acuerdas? Sí, pero si tú temías perder, eso sería desdecirte. Y diciéndole que ya lo pensaría y pediría lo que deseaba de Nuestro Señor, está bien, me dijeron, que lo escribiría de su mano. Entonces ya no dije nada, puede escribir y yo seguir pensando. Luego que vi la pena que tenía de irse esa persona y que me dijera que nos veríamos en el pensamiento, le dije, sí en el espejo divino donde todo se ve y donde haremos nuestra permanencia en el costado de Jesús.

 María es la paloma que nos anuncia el final del pecado (1619)

    [3] La mañana del día de la Concepción de Nuestra Señora, estaba triste, incluso saliendo del confesionario todavía lo estaba. Me fue necesario dejar tantas lágrimas. Mientras tanto la Madre de la santa Esperanza y verdadera consolación me parecía consolar. 

    ¡Oh Madre! le decía, puesto que la divina gracia te eleva tan alto, ten piedad de la que el pecado asalta. Perdóname que en esta solemnidad tan alegre para todos yo esté triste, aunque estoy inmensamente contenta de tu honor y bien. Le oí: Hija mía, ahora yo estoy con gran honor en el cielo y en la tierra, porque cuando estaba en el mundo no lo fui en nada. Mi luz estaba escondida, e incluso, yo escondía la de mi Hijo cuando El la quería mostrar, pareció retirarse de mí cuando fue al templo admirado entre los doctores.

    Cuando quiso alegrar las bodas con el cambio de agua en vino, me dijo: "mujer, ¿Qué tengo que ver contigo? Pero sobretodo. El se oculta u obscurece en sus luces de cada día.

    [4] Cuando me acerqué a Él en el Calvario, la tierra pasiva de su santo cuerpo, que estaba compuesta de luz todavía no glorificada, se interpuso entre El vuestro Sol, y yo la Luna, haciendo este eclipse.

    Pero en el momento en el que El y yo fuimos corporalmente glorificados, yo di y doy una gran luz, pues mi cuerpo es ahora un cristal que os produce la divina luz, sirviéndoos de medio para poderla contemplar.

    Sin embargo en medio de este consuelo, yo estaba triste, llorando, y oí: Veruntamen en el diluvio de varias aguas ad eum non approximabunt (Ps_31_6). Si las grandes aguas se desbordan, ellas no la sumergirán. Entonces yo dije: Tu eres mi refugio, ¡Oh Madre, en mi tribulación¡

    Mi espíritu fue abierto al sentido de ese versículo y oí: "Hija mía, el pecado original ocasionó un diluvio universal en la naturaleza humana. Dios en su grandeza me había exceptuado como su única paloma en sí mismo. El fue esta arca, el cielo empíreo y permaneció ahí alrededor de cinco mil años con su familia angélica confirmada en gracia. Lucifer el cuervo salió de allí por rebelión. Estuvo abierta la ventana de su libertinaje, se quedo en la carroña de su amor y presunción propia.

    Dios, viendo el diluvio de sus compañeros, les cerró el arca del cielo empíreo y los dejó caer en esos cenagales y hediondos infiernos; El pecado inventado por él, [5] entró por su persuasión en la naturaleza humana en la persona de Adán y ahogó a todos sus hijos. Sin embargo, Dios que ya me poseía, abriendo la ventana de su voluntad y providencia, me envió en contra y de sí mismo y del cielo (el arca mencionada) vine al mundo volando por encima del agua del pecado original que cubría toda la tierra de la naturaleza humana. El Espíritu del Señor, mi Hijo, caminó sobre esta agua, por el privilegio de su naturaleza. Yo volé sobre ellas por el privilegio de la gracia preventiva, que es la misericordia previniéndome solamente a mí. Este es el honor en el cual fui colocada. En seguida tomé un ramo de este olivo de la divina misericordia y emprendiendo el vuelo de mi oración por el exceso de celo por las almas hasta el arca del cielo empíreo, presentando esta misericordia hecha en mi para todo el género humano, pedí a la divina bondad que retirara el diluvio del pecado que abisma a las almas en su océano, invitando a este divino Noé a salir del arca del cielo, primero del seno de su Padre Eterno sin dejarlo, puesto que está siempre con El, para venir a la tierra. Y cuando salió, et Verbum caro factum est et habitabit in nobis (Jn_1_14). Y el Verbo se hizo carne y hábito entre nosotros. Y haciéndose carne, hizo que la carne fuera [6] pura y espiritual. Como la familia de Noé, salió con él los Ángeles salieron con el Verbo, el divino Noé para su salida en Belén. Como la compañera de Noé su mujer, salió también, de la misma manera, el Espíritu Santo salió con el Verbo, verdadera compañía de este entendimiento divino, ya que es el acto de la divina voluntad. En el tiempo de la pasión este Verbo y divino Noé, hizo el sacrificio de su carne pura para borrar la corrupción de toda carne humana y posar su santo cuerpo en arco extendido en la Cruz, y fue señal de la paz hecha entre el Padre y nosotros quien prometiendo que ya no juzgaría ni condenaría a los hombre, dijo que jamás juzgaría ni condenaría a los humanos entregando este juicio al divino arco y celestial Noé que vendrá al final, como arco de paz para los buenos, y como arco de guerra y maldición para los malos, quienes como Cham se burlan o al menos no alaban su desnudez, que la embriaguez de su amor le hizo parecer así.

    ¡Oh Virgen! Bendita seas por el soberano Noé, verdadero sacrificador, puesto que tu nos has obtenido la paz. ¡Oh Madre de misericordia y nuestra vida después de Dios! Haz que seamos benditos por El, puesto que queremos alabar su desnudez. Esta es la vestidura que quiere de nosotros.


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PRIMER PROYECTO DE CONSTITUCIONES 1619

PRIMER PROYECTO DE CONSTITUCIONES 1619

CONSTITUCIÓN DEL INSTITUTO RELIGIOSO DE HIJAS DEL CORDERO JESÚS. AL PRESENTE RELIGIOSAS DEL VERBO ENCARNADO Y DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO.

 Capítulo 1 - Razones de ser y objetivos del Instituto

[1] CONSTITUCIÓN DEL INSTITUTO RELIGIOSO DE HIJAS DEL CORDERO JESÚS. AL PRESENTE RELIGIOSAS DEL VERBO ENCARNADO Y DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO 

    Envía, ¡oh Señor!, el Cordero dominador de la tierra, desde la peña del desierto al monte de la hija de Sión (Is_16_1).

 Alabaré al Señor con todo el corazón en la reunión de los justos y en la comunidad. Grandes son las obras del Señor, dignas de escrutarse por todos los que las aman. Memorables hizo sus maravillas; misericordioso y clemente es el Señor. Santo y venerable es su nombre. Principio de la sabiduría es el temor del Señor (Sal_111_1s).

Esta santa Orden se ha fundado para la mayor gloria de Jesús, Hijo del Dios eterno, y de la Inmaculada Virgen María, bajo el título del Cordero, debido a varias consideraciones.

    Para renovar en estos últimos tiempos la devoción que los fieles cristianos de la Iglesia primitiva practicaron [2] en honor del divino Cordero, el cual fue señalado por el dedo de San Juan Bautista, mientras decía: He ahí el Cordero de Dios, he ahí el que quita los pecados del mundo. Los discípulos lo siguieron, aceptándolo como el Hijo de Dios Encarnado, nuestro verdadero y soberano Mesías.

    2°- Este el Cordero que se ofreció al Padre celestial desde el comienzo del mundo para ser sacrificado, a fin de rescatar la gracia que el primer hombre perdió junto con la feliz permanencia en el paraíso terrenal. Este divino Cordero vino para redimir al Pueblo de Israel, pero aquel pueblo lo rechazó, crucificándolo fuera de la ciudad. Por esta razón fueron privados los judíos del fruto de la Redención.

    3°- Como dijo el apóstol, él quiso que, mediante la gracia, su dulce voz fuera escuchada por los gentiles que así como el cordero simbólico fue el signo de la liberación del pueblo de Dios de manos del faraón, de igual modo, deseaba un día sacarlos de Egipto al amparo de su estandarte, y arrancar de la esclavitud de Satanás a las nuevas almas israelitas, para llevarlas a un instituto religioso, que es la tierra que mana leche y miel. Es este cordero quien fluye y se destila: Son miel tus labios y leche tienes debajo de tu lengua y la fragancia de tus vestiduras es como el incienso (Ct_4_11). El perfume de esta sagrada humanidad asciende como el incienso del sacrificio en presencia [3] de Dios; es el sacrificio de alabanza que le es acepto. Al salir de este mundo, Jesús realizó en verdad esta figura, y con su más ardiente amor, amó a los suyos que estaban en el mundo, y lo hará hasta el fin de los siglos. Los tenía presentes y estaban en el seno de Jesús, que es todo mansedumbre, a fin de que fueran tan amables como él El los posee, pues, en su humanidad, es el paraíso terrenal y la patria más segura para los vivientes.

    4°- El es el trono de las misericordias al que debemos acudir con fe y confianza ahora que su benignidad quiso aparecer a toda la humanidad para la divina gloria del Altísimo que está en el cielo, y para dar paz en la tierra a las personas de buena voluntad. Esa fue la buena nueva que los ángeles trajeron, dando como señal que este Cordero estaría envuelto en pañales y recostado en un pesebre. El fue un arco iris que dio el signo de paz a la gente buena y sencilla, representada por los pastores, de quienes quiso ser visitado en compañía de su Pastora y de San José su pastor, los cuales no cabían de admiración al escuchar el evangelio de los Ángeles. ¡Cuán bellos eran vuestros pies, valientes evangelistas de la paz! 

    5°- De igual modo, el predilecto del Cordero, San Juan el evangelista, nos instruye no solamente sobre los ángeles, sino sobre el Verbo. Este divino Cordero nos profetizó en su Apocalipsis que vio una Jerusalén nueva que descendía del cielo. Después de que la primera tierra y [4] el primer cielo hubieron desaparecido, nos dice: Vi un cielo nuevo y una tierra nueva: esta nueva Jerusalén adornada para su esposo, que era verdadero hombre. Y del trono salió esta voz: Ved aquí el tabernáculo de Dios entre los hombres, y él morará con ellos. Y ellos serán su pueblo, y el mismo Dios, habitando en medio de ellos, será su Dios; y Dios enjugará de sus ojos todas las lágrimas; sus dolores anteriores habrán pasado, y el que está sentado sobre el solio dice: 'He aquí que renuevo todas las cosas'. El mandó a San Juan que las escribiera, y sus palabras son fidedignas y verdaderas, por haberse ya realizado en Dios, el cual es el comienzo y el fin. A los que tienen sed, les dará a beber gratuitamente agua de vida, por ser manantial vivo, como dijo David. El vivir y tendrá todo esto, y Dios será su Dios, y él será su hijo; y los malvados serán arrojados fuera de esta reunión.

    Más tarde, el ángel conminará al santo favorito del Cordero, elevándolo en espíritu para contemplar a su esposa sobre una grande y elevadísima montaña. Esta es la nueva y santa Jerusalén, que bajó del cielo y de Dios, [5] iluminada con la claridad divina. Su resplandor era como el brillo de piedras preciosas, según escribió este secretario. Las doce tribus de Israel serán nombradas, ofreciéndose a reparar el desprecio que los judíos hicieron a este Cordero. Sus doce apóstoles verán relucir en ella su nombre; los doce frutos del Espíritu Santo son las doce puertas y como perlas preciosas procedentes de cada parte del mundo; los doce ángeles se gloriarán de ser los porteros. El ángel que dijo todo esto a San Juan blandía una caña de medir que era de oro. Esta vara reparó el honor que se quiso arrebatar al Cordero cuando se le colocó una caña en su Pasión, debido a que los judíos le desconocieron como su rey, echándolo más tarde fuera de la ciudad. Por esta causa fueron desterrados de la antigua Jerusalén, ya muerta, y el ángel midió una nueva, cuadrada y tan larga como ancha; perfecta en toda dimensión. En ella habitan todos los santos que comprenden la altura, la profundidad, la anchura y la longitud.

    6°- Si se dice que Juan se refería al cielo empíreo, tal vez fue así. Pero permítaseme afirmar que la Escritura tiene varios sentidos: el cielo empíreo no descenderá a la tierra, pues Nuestro Señor dice a los benditos de su Padre: Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.

    [6] Esta institución, en su totalidad, está fundada sobre el oro de este divino Cordero, que brilla como un cristal en el esplendor de la gloria de Dios. Y Juan vio al Dios que todo lo puede, y al Cordero que es el templo y resplandor de esta ciudad, pues no tiene necesidad del sol, ni de la luz de los ángeles, ni de la inconstante claridad de los hombres, ya que el fulgor de Dios la alumbra.

    Con esto debe entenderse que los ángeles admiran el resplandor de este Cordero, y que los hombres prudentes según la prudencia humana no se benefician de ella. Dios es su sol y el Cordero su lámpara, y los gentiles caminarán dentro de esta luz: en el cielo deja uno de ser viajero, y los reyes de la tierra se despojan de su gloria y honor. Las puertas son los dones del Espíritu Santo. Ninguno de los dones cesar, pues el que tiene la llave de David no desea volver cerrarlas. Nunca mas ser eclipsado por la muerte; este sol de justicia no se dejará tocar más por viles amigos traidores; no habrá persona alguna sino aquellos que est n inscritos en el Libro de la vida, que es el Cordero. Y el ángel mostró un río de agua de Vida, reluciente como el cristal, que brotaba del trono de Dios y del Cordero.

    [7] En medio de la plaza estaba el árbol de Vida de los cuatro puntos cardinales; el río regaba ese árbol, que daba frutos doce veces, una vez cada mes, y cuyas hojas servían para dar salud a las personas. Y toda maldición fue desterrada, por ser éste el trono de Dios y del Cordero pacífico. Sus servidores lo asistirán y verán su rostro, por llevar su nombre escrito en la frente.

    7°- Y el ángel dijo que esta profecía debía cumplirse muy pronto, y que serían benditos quienes guardaran esas palabras proféticas, pues el Cordero vendría pronto. Fue San Juan, el discípulo amado y el secretario, quien vio esta visión y escuchó estas palabras de verdad. Quiso adorar al ángel, pero este se lo impidió, reconociéndose, como el, servidor de Dios y como los profetas que guardan las palabras de esta profecía. El ángel no quiso que la firmara porque el tiempo estaba cerca; y aquél que es el fin y el principio dijo: Mira, vengo pronto y traigo mi recompensa conmigo para remunerar las obras de los bienaventurados y de los que laven sus vestiduras en la sangre del Cordero, a fin de que tenga el poder del árbol de la Vida, y que entre por las puertas de la ciudad.

    8°- Soy yo, Jesús, que envío mi ángel a dar testimonio de esto [8] en la Iglesia. Yo soy el retoño y el descendiente de David. Deseo reproducir en la tierra almas que sean, como él, según mi corazón, por hacer mi voluntad. Yo soy la estrella radiante de la mañana y estoy por encima y antes del entendimiento humano. El Espíritu y la Iglesia piden mi venida. Yo también pido almas que vengan a ella: las que se hayan convertido y deseen acercarse a recibir gratis el agua de Vida Ven, Señor Jesús (Ap_11_17s). Pero, ¿Quién es el que viene? Es aquél a quien anunció Isaías, el profeta evangelista, diciendo: Por amor de Sión no he de callar, por amor de Jerusalén no he de estar quedo, hasta que salga como resplandor su justicia, y su salvación brille como antorcha (Is_62_1), y todo el resto del capítulo hasta estas palabras:

    9°- Es menester decir a la Hija de Sión que su rey viene con sus recompensas, y su obra, que es el ejemplo que nos dio, le precede y está delante de nosotros. Aquellas que lo sigan, serán llamadas pueblo santo y rescatadas con la sangre de este Cordero. Esta grey se llamará Ciudad no abandonada (Is_62_12): ¿Quién es ése que viene de Edom, de Bosra, con ropaje teñido de rojo? ¿Ese del vestido esplendoroso, y de andar tan esforzado? "Soy yo que hablo con justicia, un gran libertador" (Is_63_1).

    [9] ¿Por qué están rojos sus vestidos, como el de un lagarero? Porque él sólo lo ha pisado y dado vuelta, sin que hubiera alguien, entre todos los pueblos, que lo ayudara. Está enrojecido con su sangre, y salpicado con la de los malhechores, pues los pecados de la humanidad lo han hecho parecer un leproso. Como es su voluntad no tener alguien que le ayude, es necesario que las mujeres asistan a este hombre divino, y le digan que desean vestir su túnica y llevar su nombre. Desde el bautismo fueron revestidas de Jesucristo, el Cordero, pero ahora invocan su nombre sobre ellas para que aparte su oprobio. En este día crecer el germen del Señor en gran gloria y magnificencia, tal como lo proclama Isaías en el resto de su cuarto capítulo. 

    10°- No solamente tres o cuatro profetas hablaron de esta nueva venida; parece ser que casi todos la anunciaron. Si desea uno consultar las Escrituras, podrá comprobarlo y constatar que, desde el Génesis hasta el Apocalipsis, está profetizada la venida del Cordero y que este Instituto ser el memorial de las maravillas de Dios y una gran obra realizada por [10] su voluntad. El saltará de esta roca del desierto que es el seno del Padre. Es ésta la gloria inaccesible a las criaturas en la montaña de la Hija de Sión; es la santa Iglesia.

    11°- Ahora bien, este Cordero es manso y pacífico, y gracias a él tendremos una relación dulce y sosegada entre Dios y el alma. Uno de los fines de este Instituto ser el de orar por la paz de la Iglesia Católica, la unión de sus prelados y la armonía entre los príncipes cristianos, pidiendo al divino Cordero los ilumine siempre con su luz y que se ofrezca incesantemente a su Padre para que estén siempre en paz con él. También rogarán por el progreso y conservación de la Iglesia y de los reinos y provincias cristianos.

    12°- Además, este Instituto debe orar con insistencia por la extirpación de las herejías. Que este Cordero se digne enderezar sus caminos por medio de su vigilante cayado, y reunirlos en el redil del soberano pastor bajo la obediencia a su Vicario, nuestro santo Padre el Papa.

    13°- Por último, es muy razonable que, en el seno de la Iglesia, se erija un Instituto que adore y honre al divino Cordero, para frustrar las horrendas y abominables ofrendas que ofrecen [11] los malvados hechiceros al hediondo macho cabrío, el príncipe de las tinieblas, despreciando al divino Cordero, rey de las luces. Es por ello que su trono despide relámpagos para iluminar a los suyos, pero también rayos para aniquilar a sus enemigos, que desprecian su bondad. Todos los ángeles piden ver en esta confusión la destrucción de otra Babilonia, después de lo cual cantarán ¡Aleluya! Mas primero es necesario marcar las frentes de los ciento cuarenta y cuatro mil que seguirán al Cordero, cantando un cántico nuevo, guardándose bien de toda mancha, permaneciendo en la pureza; serán fieles al esposo sin exigir la profesión, siguiéndolo hasta la muerte de todo corazón y lavando sus vestiduras en la sangre purísima de este divino Cordero, el cual las blanqueará.

    Portarán también palmas de victoria obtenidas por el dominio de sus pasiones y cantarán un cántico nuevo a la gloria de este divino Cordero. Irán coronadas de sus misericordias y de sus virtudes, y colocarán todas esas coronas a sus pies, volando hacia el escabel de su trono al seguir las mociones del Espíritu Santo. Estarán cubiertas de ojos, es decir, tendrán por delante la visión de este divino enamorado, y por detrás la del prójimo.

    [12] Se asemejarán al divino Cordero, que se ocupa siempre en agradar a su Padre celestial; de este modo, el nuevo Instituto imitará en la tierra las ocupaciones de los felices moradores del cielo. Es por tanto razonable que sea él glorificado en la tierra, que su nombre sea santificado, que venga a nosotros su reino, que su voluntad se haga en todo por amor. Este es el pan cotidiano que el Señor desea que pidamos, y que fue su alimento, como dijo a la Samaritana. Perdonemos de corazón todas las penas que se nos puedan causar. Imitémoslo en su paciencia, siendo corderos entre lobos, así como él envió a sus apóstoles.

    Irán gozosas al sufrimiento, como algo que ofrecen de todo corazón al Padre celestial, por haberlas juzgado dignas de sufrir continuas contradicciones por el nombre de su querido Hijo. Perseverarán en ello más tarde, en el ejercicio de su profesión, a la cual deben aspirar, pero de una manera elevada, por encima de todas las cosas, para ser llevadas por el Cordero al monte de la Sión pacífica, que no será conmovida. En ella se encuentra el trono que este Rey de Paz ha preparado a sus bien amados.

    Su solio está colocado dentro de un recinto formado por el iris, o arco iris del cielo, signo de alianza. Los truenos son para las personas pusilánimes [13] que están en la tierra. Pero las Religiosas de esta Orden, deben ser otro Moisés, subiendo a lo más lo alto para hablar cara a cara con su esposo y le pedirán el beso de su boca, penetrando en él y él en ellas. Serán sencillas como palomas y se ver n envueltas en el resplandor de este sol de justicia; y, como las águilas, lo mirar n fijamente sin apartar de él su mirada.

    Si son sencillas, todo su cuerpo será luminoso como el de Moisés; y al descender de la montaña de Dios, parecer n soles de luz ardiente, glorificante, celestial. A ejemplo de su esposo, instruir n al prójimo mediante el testimonio: obrando primero y después enseñando. De este modo, el Instituto se ocupará del ejercicio de enseñar la doctrina cristiana: los principios y misterios de nuestra fe, cómo se debe orar y practicar toda clase de buenas obras, enseñando a leer, a escribir y otras acciones loables para evitar la ociosidad. También alimentarán a los pobres, ejercitándose en obras de misericordia tanto como el Instituto lo requiera.

 Capítulo 2 - Estado, nombre, hábito

    1°- El estado de esta Orden será religioso por la profesión de los tres votos: pobreza, castidad y obediencia. Estos serán solemnes después de que la Santa Sede la haya aprobado, y sólo el santo [14] Padre podrá dispensar de ellos. Junto con estos tres votos religiosos solemnes, se harán otros dos: primero: el de clausura perpetua, para conservar el lirio de la pureza en este jardín donde el divino Cordero se apacienta, mientras llega el momento en que llevará a pastar al empíreo, en el día de sus gloriosas y benditas bodas, a las que serán llamadas a ir allá, dejando este mundo.

    2°- El segundo voto será el de jamás dar su voz, o voto, para que la enseñanza se suprima en la Orden, pues esta ocupación es la lana y el vellón que ellas deben proporcionar, al cual no faltará el rocío de la gracia celestial. El Espíritu Santo sembrará en ella las áureas palabras de Jesús, más preciosas que el oro y el topacio, e imprimirá esta ley inmaculada en los corazones, convirtiendo las almas a Dios y haciendo que la fe se arraigue profundamente en las jóvenes escolares, juntamente con toda clase de virtudes.

    3°- Al estado corresponderá un doble rango de hermanas: unas serán de coro y se ocuparán en cantar el oficio divino en el coro. Las otras serán hermanas coadjutoras u oficialas domésticas. Las de coro ocuparán, según su capacidad, los cargos en el convento, teniendo voz activa y pasiva en las elecciones y deliberaciones.

    [15] Las segundas se ocuparán del cuidado de la casa, sirviendo a Dios y a las hermanas con toda sumisión. No tendrán voz activa ni pasiva, lo mismo que las novicias y las profesas de coro que no hayan pasado tres años en la vida religiosa. Una vez transcurridos los tres años, tendrán derecho a participar con voz activa y pasiva.

    En cada convento habrá los siguientes cargos: la Madre Superiora; segundo, la Asistente; tercero, la Maestra de Novicias; cuarto, la Madre Portera; quinto, la Madre Ecónoma. Solamente a estas cinco se les dará el nombre de Madre. Todas las demás se llamarán Hermanas. Las cuatro como la Madre Superiora serán las consultoras para los asuntos ordinarios, pues los de mayor importancia se comunicarán a todas las hermanas que tienen voz derecho a votar.

    4°- Pienso que no debe haber dependencia alguna entre un convento y otro; pero en todo momento los conventos mostrarán reverencia hacia el primero en ser establecido, y recurrirán a él en tiempos de duda y para [16] asuntos de la Orden que necesiten aclaración. Lo respetarán, por ser la misma fuente, así como las nuevas normas que se juzguen necesarias para el bien de la Orden. No acatarán ni formularán ningún estatuto nuevo; no harán cambios ni disminuciones de personal sin notificar al mencionado primer convento, sino que obedecerán en todo sus resoluciones.

    5° Cada convento tendrá la obligación de enviar ahí una vez al año, por escrito, los principales puntos o descripción de cosas que pasaron en ese año, en forma de anales, a fin de que el todo sirva de materia para formar la historia de la Orden, quedando entendido que una copia de dicha relación ser conservada en cada convento, en un libro a perpetuidad, que servirá de memoria a la posteridad.

    El nombre será: Las Hijas o Religiosas del Cordero Jesús.

    6°- El hábito será la librea del esposo, que es el celeste Cordero blanco y rojo. La túnica será azul, y la vestidura exterior tan blanca como sea posible, de tela gruesa en invierno y de sarga en verano. [17] Las mangas largas para introducir en ellas los brazos flexionados. El escapulario, rojo; descenderá por delante y por detrás hasta el borde de la vestidura, en memoria de la cruz del Salvador. Se confeccionará con las telas antes mencionadas. Las zapatillas serán rojas, para recordar los pies enrojecidos de este manso Cordero. Irán calzadas con sus afectos, rojos de amorosa pasión. Este modelo de hábito representa la indumentaria de la mujer fuerte, que va engalanada de belleza y fortaleza.

    7°- En primer lugar, el rojo representa la fuerza, y la blancura toda hermosa de la pureza. El azul de la túnica representa el color del Padre celestial, y el de la santa Virgen; es el adorno interior que inducirá al esposo a confiar su corazón a la esposa, y que la resucitar en el último día, por ser este Salvador el verdadero José revestido de la túnica de colores. Es azul porque es del cielo; blanca por ser el candor de la luz eterna; roja, porque él es verdadero hombre, formado de la purísima sangre de Nuestra Señora, la Virgen sagrada.

    8°- El cinturón será de lana blanca, del grueso de [18] un dedo. Es la red del nuevo y amable Adán, y el fuerte lazo de la caridad que ceñir a su esposa mientras espera con la lámpara encendida el día de la boda, que será el paso a otra vida gracias al favor de la manducación del Cordero. El rojo representa la amargura de su Pasión. Son las hierbas amargas. Las reglas, o arbolillo, son el báculo de la cruz, para avanzar con seguridad de espíritu y con un corazón ardiente hacia este divino Cordero, al no quedar ya rastro de la levadura de los afectos mundanos, como ya se dijo antes.

¡Ah! ¡Cómo agradará al esposo contemplar a esta esposa! El la alabará en su caminar.

    La cabeza irá cubierta según la necesidad de las hermanas. Las novicias tendrán un velo blanco de estameña. Las coadjutoras, después de la profesión, llevarán también un velo de estameña blanca con el nombre de Jesús sobre la frente, el cual las distinguirá de las novicias.

    9°- Después de su profesión, las hermanas de coro usarán un velo negro de estameña, con el nombre de Jesús bordado en lana roja, según la visión de San Juan, quien vio a los que seguían al Cordero marcados con su nombre en la frente.

    10°- [19] Las profesas portarán un manto largo de color rojo, cerrado alrededor del cuello con una hebilla de gancho. Lo usarán durante la misa, la comunión y el oficio divino de cada viernes, para recordar la clámide de púrpura que Pilatos hizo llevar a Nuestro Señor, sea por burla, o porque el Padre eterno así lo ordenó.     También se lo pondrán en todas las fiestas de Nuestro Señor, de Nuestra Señora, de los apóstoles y de los santos y santas cuyas fiestas se celebren con especial devoción, a los que se nombrará en otro inciso, porque aquí sería demasiado largo. Se lo portará además en las elecciones, el capítulo, en las consultas, en las entradas y profesiones de religiosas; en los entierros, al recitar el oficio de difuntos y cuando el prelado, al hacer su visita, y les dé su bendición.

    11°- Las medias serán de lana blanca; se usará ropa interior. La Madre Superiora permitirá a las enfermas llevar piel de cordero [20] sobre el estómago, cuando lo juzgue necesario.

    Finalmente, este hábito representa los grandes misterios de la santa Trinidad, a saber: el azul de la Trinidad oculta, es el Padre celestial que está siempre en el cielo, no habiendo jamás aparecido visiblemente como las otras dos personas. El Hijo, todo blanco, es el esplendor del Padre y el candor de su luz eterna. El rojo: el Espíritu Santo, que es todo fuego de amor. Estos tres colores son la base del arco iris, del que se vio rodeado el trono de Dios y del Cordero.

    Cada religiosa debe ser el trono de Dios y del Cordero. Así como las ovejas de Jacob fueron teñidas con los colores de las varas que hincó en el agua de los abrevaderos (Gn_30_32s), de manera semejante, Dios es una fuente y el Salvador la vara del Padre eterno, el verdadero Jacob, mediante el cual el Padre entró a este mundo, ya que el Hijo nos lo dio a conocer y le pidió que nos amara como a él le ha amado.

    Estos colores son, además, las joyas que el Salvador llevó en su Pasión. El azul es su sangre derramada; el blanco, la túnica blanca en casa de Herodes; el rojo es el manto de púrpura. Estos tres colores demuestran que es un verdadero emperador: del cielo, el azul; de la tierra, el blanco; del infierno, el rojo. Ante la cólera divina, todos los pueblos caerán sobre su rostro delante del Cordero. El azul muestra la seguridad y la lealtad de los ciudadanos celestiales; el blanco, la esperanza de que este gran rey estará dispuesto a recibirlos; el rojo, que ya no habrá perdón en el infierno.

    12°- La religiosa de esta Orden debe ser un cielo en el que se haga la divina voluntad. Debe ser la tierra que produce lirios en abundancia. El gran rey Salomón se gloriar más al verse revestido de esta tierra, que si llevara puesta la magnificencia que ostentó el otro Salomón, el cual sólo era figura suya. Se apacentará en ella sin duda, pues se dice que lo que agrada a uno, lo nutre y alimenta. El rojo representará los celos del esposo, más fuertes en intensidad que el infierno, puesto que desea ser amado con un amor único y sin fin.

    Las lámparas son todas de fuego, pero nuestro esposo no se contenta con que su esposa lo admita en su corazón únicamente para su propia salvación, sino que lo tome en sus brazos para llevar a [22] la niñez a la salvación, educándola por medio del buen ejemplo y la sana doctrina; iluminándola y dándole calor, ya que las religiosas de esta Orden deben ser como lámparas encendidas y ardientes, a imitación de San Juan, el precursor de este Cordero, y de San Juan el evangelista, que fue el discípulo amado y secretario del Cordero mismo. Al ser sumergido en aceite hirviendo, se convirtió a su vez en otra lámpara brillante y ardiente. Los ojos de Jesús son luminosos y ardientes como llamas de fuego, y su boca es una espada de dos filos (Ap_1_14s). El es el Verbo divino, la palabra increada y la sabiduría que lo ordena todo en el cielo y en la tierra, dando a cada uno lo que más le conviene.

    13°- Esta espada muestra que es necesario cortar todo apego a sí mismo y al prójimo; que es preciso ser reina de reinas, así como el esposo se denomina rey de reyes. El porta este nombre sobre su vestidura exterior, pero también sobre su muslo, interiormente: muslo de alabastro, grabado a perpetuidad. El es Señor de señores. Es menester reinar y dominarse a sí mismo, para después pacificar a otros mediante una modestia angélica semejante al aspecto del sol levantino. Estar siempre en pie, [23] caminar en la luz llamando a los pajarillos, que son nuestras niñas, a la gran cena de la doctrina cristiana y de toda clase de virtudes. También ellas deben ser lámparas que iluminen a todos los de la Casa de Dios: ardientes en sí mismas, pero luminosas para los demás, sin que las aguas del amor propio las enfríen en este santo ejercicio, sin que las olas de la vanidad las extingan.

Capítulo 3 - La castidad

    14°- Para preservar la castidad, sus ojos deben ser como palomas, mirando y contemplando con sencillez a Dios en todo y en todas sus creaturas, que han sido lavadas con la leche de la santa inocencia. Es privilegio de las vírgenes puras seguir al cordero a todas partes, cantando un cántico nuevo. Conversan con tanto candor, que su lengua no profiere palabras ligeras, edificando en todo a los ángeles y a los hombres al dar gloria a Dios, pues son espectáculo ante sus ojos de El y ellos. Sus dientes deben ser blancos como los de las ovejas que vienen de ser lavadas. Esto significa todos los sentidos exteriores.

    Como hijas que son de rey, toda su gloria debe estar en el interior, en la pureza del corazón, contemplando con ojo recto y sencillo a Dios, que es su amor. De esta manera, todo su cuerpo [24] será luminoso y semejante al Cordero. Que pueda decirse de ellas en verdad: Estos son corderos nuevos, llenos de luz, que señalan el camino para llegar a las fuentes (Ap_7_14). En presencia del cordero, son revestidas de túnicas blancas; llevan palmas en las manos, pues han triunfado de la carne y de la sangre mortificándose en todo hasta la muerte. Su vida está escondida con Jesucristo en Dios. Durante su vida pareció que sólo buscaron la gloria de Dios, pues sólo a él amaron.

    Una sola de sus miradas herirá de amor al esposo, el cual, saliendo de su grandeza, llegará hasta su bajeza. Así como ellas no fijaron su vista en los hombre sino para ver a Dios en ellos, él parecer dejar a los ángeles del cielo, sin abandonarlos, para llegarse hasta estos ángeles de la tierra. Los ángeles se gloriarán al verlas honradas con el título de esposa del Cordero, el cual las coronará él mismo. Así, proclamarán: ¿Quiénes son éstas, tan bellas como lunas al lado de su sol, pues la tierra no oscurece su vista? Son las llamadas a iluminar como él y a producir y sustentar minerales y frutos. Sus cuerpos son castísimos, destilan el dulce aroma de todos los frutos, y sus espíritus son un ejército en [25] orden de batalla, terribles ante los demonios.

Capítulo 4 - La pobreza

    15°- A través de la pobreza, van desprovistas de todo, combatiendo con gran valor. ¡Dios mío, son más que valientes amazonas! Vuelven la espalda a todas las apariencias y a la propiedad de las falsas riquezas, aun en sus necesidades. Ponen bajo sus pies a todas las cosas creadas; al no tener nada con ellas, llegan a poseerlo todo.

    Mediante el voto de pobreza, desprecian la tierra y el cielo les pertenece. Al anonadarse, gozan del soberano maestro ya desde este mundo. Y así como las riquezas son pantanos del diablo que cautivan y absorben, la pobreza da alas que levantan y hacen volar al alma por los campos espaciosos de la gracia, para vivir en libertad no sólo con los ángeles, sino con el mismo Dios en calidad de hijas y esposas queridísimas, que han salido victoriosas en todo.

Capítulo 5 - La obediencia

    1°- ¿Cómo puede El dejar de amarlas, si ellas son según su corazón? Al hacer su voluntad en todo, él las invita a cantar; pero cantan victoria como los obedientes, imitando a este Cordero que fue concebido por obediencia. He ahí el Cordero que nació por obediencia, dejándose envolver en pañales. Aquél que desde entonces liberó a todos los cautivos, se hizo circuncidar, sufriendo desde los primeros días en su carne y muriendo en su espíritu hasta que llegó a la fuerza viril de sus treinta un años, cuando la separación de cuerpo y espíritu debía ser más difícil que cualquier otra separación, pues jamás se dio antes una unión semejante a la de las dos naturalezas de Jesucristo, ya que en la santa Trinidad no existe la unión, sino la unidad. ¡Oh amor obediente! ¡Ah obediente enamorado! Eres más fuerte que la muerte, pues quitaste la vida al que nunca habría muerto si no hubiera querido inclinar la cabeza bajo su golpe y extender sus brazos a tu voluntad, la cual tuvo en más que su propia vida, como dijo un gran santo: El perdió su vida antes que perder la obediencia, y todo ello por nosotros, que éramos sus enemigos, muriendo sobre una cruz de muerte ignominiosa.

    2°- Obró de esta manera por sus enemigos, haciéndose obediente a todos, por todos y en todo sin quejarse ni dar pasó atrás desde que se [27] hizo hombre para divinizar a la humanidad: Se ofreció porque así lo quiso. Y todo por amor, sin quejarse, como un cordero de paz. Mientras más se le atormentaba, amaba con más ardor. Sufrió bañado en su sangre, derramándola toda por nosotros.

    3°- Las que sigan al Cordero no desearán pasar de largo, sino que se apropiarán y realizarán en ellas las palabras dirigidas al discípulo amado cuando preguntó acerca de las cualidades y oficio de la virtud de la obediencia. Serán aquellas que pasaron por grandes tribulaciones, y que lavaron y blanquearon sus vestiduras en la sangre del Cordero. Serán las imitadoras del Cordero, las que llevan su nombre escrito sobre la frente, impreso por el ángel antes de lanzar las plagas, clamando: ¡Estas son las revestidas de blanco, que llevan palmas de victoria en las manos! Van victoriosas cantando sin cesar: "Gloria a Dios, el cual hace en ellas su trono, pues reina sobre ellas". Le sirven de día y de noche, pero su servicio es reinar. Ganan un reino celestial a cambio del desprecio del lodo de este mundo. Su recompensa es Dios mismo; no tendrán que llorar la pérdida de cosa alguna en este mundo. Ya no tienen más ardores, ni penas, ni calores, [28] por haber derrotado ambiciones opresivas. Esto lo deben al Cordero que está en el centro de su corazón, haciendo de él su trono y gobernándolo, dirigiéndolo y llevándolo con su divina sabiduría a la vida y fuente de las aguas. El convierte los corazones en fuentes de las que fluyen aguas vivas.

En la antigua ley, Dios dijo por medio de Salomón, en el Cantar de los Cantares, que su esposa sería un jardín cerrado y una fuente escondida. Pero en la ley de la gracia, sus esposas serán fuentes abiertas a todos, en las que se beberán estas aguas gratuitamente. Ellas serán el paraíso nuevo, atravesado por cuatro ríos: los cuatro evangelistas de la única fuente, que riega y multiplica el árbol de la vida por toda la tierra. Esta flor de los campos fue plantada fuera de la ciudad de Jerusalén, en el jardín del Calvario, a la vista de los que transitaban por ahí. Es ahora cuando podemos contemplarla, y ya lo hacemos si observamos los fines de este Instituto, que es antiguo y nuevo delante de Dios, el cual fue profetizado. El cielo y la tierra pasarán, pero su palabra permanecerá. Ni una sola iota dejará de cumplirse.

 Capítulo 6 - El Oficio divino, la santa Comunión, la confesión, el recibidor y las visitas del Señor Obispo.

    4°- El oficio divino se cantará en el coro en un tono sencillo y devoto, sin elevar demasiado la voz, pero sí el corazón hacia aquel que aman. Esta es la voz que él desea escuchar, pues la modestia es el rostro que parece bello al amado. Después de Vísperas, los domingos y fiestas se cantará más alto el Jubilus de San Bernardo.

    5°- Comulgarán todos los domingos y fiestas de precepto, lo mismo que el jueves cuando el miércoles no sea fiesta, y el viernes; también cada año el día de la recepción y profesión en la vida religiosa.

    6°- Podrá venir un confesor con la frecuencia que el Concilio de Trento lo marca. Cuando se pida alguna persona de doctrina y piedad insigne para confesar y confesarse con él, la superiora lo permitirá.

    7°- Respecto a la clausura, deberá ajustarse a las normas del Concilio de Trento: con reja de hierro entre el coro y la iglesia, lo mismo que en el [30] recibidor. De ordinario, para ir a hablar, irán acompañadas de una hermana, y ninguna conversará sola con las personas de fuera sin un permiso especial de la superiora, el cual no se concederá fácilmente, sino muy rara vez y sólo a personas cuya virtud al conversar es evidente. En el locutorio debe evitarse toda palabra ociosa.

    8°- Cuando El Señor Obispo o su delegado hagan su visita, lo recibirán con una profunda humildad y una inclinación, besando la tierra al recibir su bendición, como si fuera la de Jesucristo, el eterno pontífice. Responderán sencillamente, por ser sus ovejas, a todo lo que les pregunte, y presentarán las sugerencias que él les permita con un total despego a su voluntad, a fin de que él ordene lo que juzgue conveniente, y sea obedecido con agrado, cual conviene a hijas del Cordero que se hizo obediente a todos y que ordenó que obedezcamos a quienes se sientan en la cátedra de Moisés. Que se pongan enteramente bajo [31] la obediencia del obispo pastor; ¡Cuánto bien hace contemplar a las ovejas de Jesucristo! Nuestro Señor les conceder siempre buenos pastores que no las engañarán, porque el Espíritu Santo no lo permitirán, sino que harán que no haya en todo sino una voluntad, un pastor y un rebaño conocedor de su celo, y el de su obediencia. Les repito las mismas palabras del Señor: ¡No temáis, pequeñito rebaño, porque ha sido del agrado de vuestro Padre celestial daros el reino (Lc_12_32) de paz y de alegría, pleno de abundancia de bienes eternos!

Capítulo 7 - La pobreza expresada en el hábito, la habitación y en todo aspecto, junto con el desasimiento de todas las cosas creadas. Pobreza en la vida diaria.

    En el alimento corporal, se evitarán las superfluidades y delicadezas, tendiendo sobre todo a la mortificación, para estar más dispuestas a las funciones del Instituto. Se evitarán las grandes austeridades en las comidas. No están prohibidas las del espíritu, pues éste debe sacar provecho de las mortificaciones del cuerpo. Sin embargo, las del cuerpo no sirven de nada si no salen del corazón, motivadas [32] por el amor divino; no, ni aun el martirio y el dar todo a los pobres es suficiente sin esta caridad (ICo_13_1s). Todas las hermanas se considerarán como pobres que son llamadas por misericordia al refectorio, recordando las palabras de Nuestro Señor: coman lo que se les dé, sin quejarse. Si hay algo que no les gusta, que lo pongan en el madero de la cruz y en la harina de la frente de los elegidos; pero entiéndase bien que no deben hacerse tal violencia, que con ello perjudiquen su salud.

    Pobreza en el vestido: Todas recibirán por igual los vestidos y otras cosas necesarias al cuerpo, como si fueran limosna, recordando que los pobres no escogen el lugar donde viven. Las camas que se les prestan por amor a Dios les harán recordar que no tienen ciudad permanente, sino que esperan la vida futura por pura bondad de Dios y los méritos del Cordero Jesucristo.

    Se trata de la gloria celestial que él adquirió para ellas con sus sufrimientos. Y así como él no poseyó cosa alguna, ellas tampoco tendrán nada propio. El Cordero no sólo se deja quitar la lana, sino también la piel, para que otro la posea. De igual manera, si alguien te pide el vestido y el manto, dales también la [33] túnica. Si despoja uno al cuerpo, que también se ofrezca a ser despojado del espíritu, revistiéndose de Jesucristo, y éste crucificado. Hay que recordar que él fue despojado de todo, hasta el extremo de ser privado de los consuelos de su Padre celestial. A él pertenece el reino, por ser verdadero pobre y carecer de todos los demás derechos por los que le pertenecía. Que se despojen del viejo Adán y de sus costumbres, para revestirse del nuevo, creado según Dios en santidad y justicia. La santidad es tender hacia la propia perfección, y la justicia se ocupa del provecho del prójimo, dando la vida, si es necesario, por la salvación de los demás, a ejemplo del cordero que se privó de su propia vida por nosotros, que éramos sus enemigos.

    Lo que es de Dios, está en orden, dijo San Pablo. La Reina de Sabá quedó admirada no sólo ante la sabiduría y persona de Salomón, sino ante el orden que reinaba entre sus servidores, a quienes consideraba muy afortunados al poder obedecer sus mandatos y gozar de su presencia. ¡Ah, cuánto más grande que Salomón es el cordero pacífico en el trono de su gloria, más blanco que el marfil, y rodeado del arco iris, teniendo a sus lados a los cuatro evangelistas, figurados [34] por los cuatro animales, así como a los veinticuatro ancianos que son tan fieles a sus mandatos, los cuales permanecen postrados ante él! Los otros cuatro no dejan de cantar, día y noche: Santo, Santo, Santo, es el Señor Dios todopoderoso, el cual era antes de la creación, el cual es, y el cual ha de venir. 

    Y mientras estos cuatro animales, los cuatro evangelistas, daban gloria y honor a Aquel que se sienta en el trono y que vive por los siglos de los siglos, los veinticuatro ancianos, como si hubieran sido niños, se postraban rostro en tierra, y adoraban al que vive sentado en el trono para reinar por los siglos de los siglos, y depositaban ante él sus coronas diciendo que era digno de recibir la gloria y el honor, porque creó todas las cosas, y por su voluntad fueron hechas y subsisten. San Juan vio un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos: los misterios divinos permanecieron ocultos bajo la santa humanidad.

 Capítulo 8 - En este Instituto, se verán realizadas las visiones del libro del Apocalipsis.

    Primeramente, esta santa águila vio una puerta abierta en el cielo, y la primera voz que escuché fue como de una trompeta que le hablaba llamándola a subir muy arriba. Esta puerta que vio en el cielo es la gracia, y esta primera voz es la inspiración que procede de lo alto, del Padre de las luces. Vio después hileras de asientos dispuestos en el cielo, pero sobre todo uno sobre el que estaba sentado Aquél que brillaba como piedras preciosas, teniendo al arco iris alrededor de su trono parecido a una piedra de jaspe y de sardio. (Ap_4_2). Y alrededor del solio sillas, y en ellas veinticuatro ancianos sentados, revestidos de ropas blancas, con coronas de oro en sus cabezas. Y del trono salían fuertes voces y truenos, y siete lámparas estaban ardiendo, que son los siete espíritus de Dios. Y alrededor del solio vio un mar transparente de vidrio, semejante al cristal; y [36] en medio del espacio en que estaban las sillas y alrededor de él, cuatro animales llenos de ojos delante y detrás. Era el primer animal parecido al león; el segundo a un becerro, el tercero tenía cara como de hombre, y el cuarto parecía un águila volando. Todos tenían alas, y por fuera y por dentro estaban llenos de ojos: y no reposaban de día ni de noche, diciendo: Santo, Santo, Santo, es el Señor Dios todopoderoso, el cual era, el cual es, y el cual ha de venir. 

    Y mientras ellos daban gloria, honor y bendición al que estaba sentado en el trono, que vive por los siglos de los siglos, los veinticuatro ancianos se postraban delante del que estaba sobre el trono, y adoraban al que vive por los siglos de los siglos, y ponían sus coronas ante él diciendo: Digno eres, ¡oh Señor Dios nuestro! de recibir la gloria, y el honor, y el poderío: por que Tú criaste todas las cosas, y por tu querer subsisten, y fueron creadas. 

    Con esto quiero decir que todo lo anterior debe cumplirse en este Instituto. Así como el Cordero es aquél que está sentado en el trono revestido de piedras preciosas y teniendo al arco iris en torno de [37] él, la representante del Cordero ser la Madre Superiora, revestida de todos esos colores como la santa humanidad, que es libro de vida para los buenos, y de muerte para los malos.

    Nadie en el cielo y en la tierra se atrevería a mirar este Libro de justicia, por que todos pecamos en Adán, pecando en cuerpo y espíritu; pero además del ultraje que se hizo a Dios antes de la Encarnación, cuando él brillaba en el cielo, hemos añadido las ofensas cometidas después de que apareció como hombre visible. Por esta razón, hay creaturas internas y externas, y nadie es digno de leer este secreto. 

    A la derecha de aquel que está sentado en el trono, había un ángel que pregonaba a grandes voces: ¿Quién es el digno de abrir y de levantar estos siete sellos? Y ninguna criatura podía abrirlo, ni aun mirarle. Ante esto, el discípulo amado se deshacía en lágrimas. Entonces uno de los ancianos lo consoló mostrándole al león de la tribu de Judá y estirpe de David que abría el libro y rompía los sellos. Y miró y vio que en medio del solio y de los cuatro animales y de los veinticuatro ancianos, estaba el Cordero de pie, como inmolado, el cual tenía siete cuernos y siete ojos que son los siete espíritus de Dios que envía a toda la tierra. El tomó el libro, y al abrirlo, los cuatro animales y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero, teniendo todos cítaras y copas de oro llenas de perfumes, que son las oraciones de los santos; y cantaban un cántico nuevo, diciendo: Digno eres, Señor, de recibir el libro y abrir sus sellos, por que nos has rescatado, oh Dios, en tu sangre de todas las tribus, y lenguas o naciones. Y nos hiciste para nuestro Dios reyes y sacerdotes. 

    Después la multitud de los ángeles, y los animales, y los veinticuatro ancianos dijeron en alta voz: Digno es el Cordero que ha sido sacrificado, de recibir el poder, y la divinidad, y la sabiduría, y la fortaleza, y el honor, y la gloria, y la bendición. Y los cuatro animales dijeron Amén. Y los veinticuatro ancianos se postraron sobre [39] sus rostros, y adoraron a Aquél que vive por los siglos de los siglos.

    ¿Qué quiero decir con esto? que, así como el Cordero tenía en torno a sí a los cuatro evangelistas y a los veinticuatro ancianos, ser conveniente establecer un rango entre las religiosas que pertenezcan a este instituto.

    El Cordero será representado por la superiora o la Madre, sus virtudes como piedras preciosas brillen delante de todas las creaturas.

    La Superiora debe ser un trono de blanco y durísimo marfil, coronado del arco iris, es decir, de la paz; las vestiduras azul, blanco y rojo representan a los cabellos de lana blanca de Aquél que está sentado en el trono, cuya cabellera es blanca como la lana. 

    Esta era la manera como se representaba al Cordero original: era eterno y sapientísimo. Esto demuestra que la Superiora de esta Orden debe ser muy sabia para saber gobernar. Debe tener siete cuernos relucientes y abundantes para conducir y nutrir a su rebaño. Las siete obras de misericordia son los cuernos de David, quien, de tiempo atrás, preparó la luz para el Padre. Ella debe hacer brillar el poder de Jesucristo en forma de misericordia. De este modo, todos los enemigos serán vencidos, y sobre ellos [40] florecerá la santidad, pues hará el bien a todos y sobrellevará la debilidad de los frágiles.

    Debe tener siete alas, que son los siete espíritus de Dios. No debe poseer cosa alguna sino lo que proviene del Espíritu de Dios. Llena de los siete dones que son las siete alas, debe ser sabia en ella misma, inteligente en el trato con sus hermanas, consejera hacia la Orden y fuerte para sufrir las adversidades de dentro y de fuera. Debe defenderse a sí misma y a sus hermanas, rechazando a sus enemigos y a los de todas; animosa, por ser responsable de una familia.

    Debe tener la ciencia de las divinas voluntades, a fin de no equivocarse; pero sobre todo la luz de Jesucristo, estimando como basura todo lo que no sea ella. Vivir por El es su ganancia, no buscándolo solo a El en todo; y morir por él sea su recompensa. No temerá solamente ofenderlo, sino dejar de agradarlo con la mayor perfección. Temerá únicamente a Dios; al tenerlo por amigo, no sentirá miedo a nada, sino que amará con piedad y devoción sólida. Con la ley del amor implantada en el corazón, no será derrotada, sino vencedora, ganando en sus luchas por medio de actos de amor al ángel del gran consejo, al cual verá a la luz de la aurora: la [41] sagrada Virgen, quien obtendrá su bendición para ella. Nuestra Señora es tan poderosa, que su Hijo no parece rehusarle nada, y se ve como obligado a concederle sus bendiciones, dejándose vencer y ver, todo al mismo tiempo, haciendo que los Israelitas parezcan fuertes contra Dios. Ellos verán el rostro que los salvará y que liberará su alma.

    Las otras cuatro Madres representarán a los cuatro animales, es decir, los cuatro evangelistas. Estarán llenas de ojos, por que deben velar según su oficio, y ver bien para aconsejar bien, teniendo siempre en cuenta la mayor gloria de Dios y el provecho de las almas. Deben ser los cuatro ríos que riegan e inundan por todas partes este paraíso terrestre. Sin embargo, sus corrientes deben proceder del trono de Dios, que es claro como un cristal. Que su espíritu esté exento de todo interés egoísta y que Dios presida en ellas.

    El árbol de la vida es el amor de la cruz, el cual las enriquecerá con los doce frutos del Espíritu Santo cada mes del año. Este es el progreso interior de la Orden, y las hojas, los buenos ejemplos que sirven para la [42] salud de los además, proporcionando remedios para curar a los enfermos del espíritu a causa del pecado, y de preservativo para las niñas, protegiéndolas para toda la vida. Bendecirá todas sus palabras, para que se escuche una nueva lengua dentro y fuera del convento.

    He aquí el signo de las que pertenecen a esta nueva Orden de los últimos tiempos: A los que creyeren acompañarán estos signos (Mt_16_17). Estas son las hijas del nombre del cordero. En mi nombre lanzarán los demonios, hablarán lenguas nuevas, agarrarán las serpientes (Mt_17_18). Y si alguien les da a beber veneno, no les hará daño; será benigno para ellas y pondrán las manos sobre los enfermos. A través de sus buenos ejemplos y practicando las buenas obras, jamás permitirán que palabra alguna ociosa o injuriosa se diga en medio de ellas. Lanzarán los demonios, es decir, palabras vanidosas, astutas o recelosas que, como serpientes, engañen a las personas. Hablarán, en cambio del reino celestial, de la bondad de Dios y de su hermosura siempre antigua y siempre nueva. Al obrar de esta manera, tendrán la seguridad de que todas las malévolas conspiraciones de sus enemigos no las podrán dañar.

    Las veinticuatro serán como los doce patriarcas y los doce apóstoles, que cumplirán todas las observancias de la Orden, que sean maduras en sus actos, palabras y [43] pensamientos. Que con sólo verlas, se sienta uno invitado a buscar la perfección; que sean tan obedientes, que al menor signo de la voluntad de Dios, por medio de la superiora, se sientan inclinadas a cumplirla, no buscando otra gloria sino la de nuestro Dios-Cordero, al que deben complacer de un modo singular, en toda humildad, atrayendo en pos de ellas una multitud de almas inocentes que, revestidas de las vestiduras blancas de las intenciones puras y portando palmas en las manos, saldrán victoriosas de los males que se hacen en el mundo. 

    Ahora bien, de entre las veinticuatro que se dedicarán al coro, algunas serán destinadas para enseñar en tiempos determinados por la obediencia. Es por tanto muy razonable que sean fuertes en la virtud, modestas y serias, viviendo en santa alegría en presencia de Dios y regocijándose al servirle en la salvación de las almas.

    Además del número de las cinco Madres y de las veinticuatro, podrá haber siete hermanas coadjutoras de velo blanco, las cuales se sentirán muy honradas de prestar sus servicios en la casa de Dios, así como hacen los ángeles que son llamados al ministerio entre la humanidad. Imitarán a su Salvador, que se humilló para servir, haciéndose el último de los hombres. Tratarán de ser humildes y fieles a sus oficios, amando la presencia de Dios tanto como la fe lo [44] puede permitir. Imitarán en esto a los espíritus celestes, los cuales, al servir a las personas, no dejan de contemplar en todo momento el rostro de Aquél que es su gloria.

    Si, debido a una justa razón, se ven obligadas a admitir un mayor número de hermanas de coro, podrá recibirse a siete, en nombre de los siete diáconos escogidos por los apóstoles, o de las siete estrellas que San Juan vio a la derecha de Aquél que parecía un hijo de hombre; sin embargo, no se debe sobrepasar el número de cuarenta y cuatro mencionado en el Apocalipsis. Considerarán a la Madre del Cordero como la estrella a su derecha, que vale por cien mil.

    Como la superiora representa al Cordero, debe gobernar con gran paz, aun que a veces tenga que obrar como el rayo, derribando o destrozando todo lo que resista la voluntad del Cordero. Las siete lámparas ardientes brillarán delante de esta sabia, ya que representa la sabiduría. Someterá su entendimiento a la voz divina, no haciendo cosa alguna sin esta consejera. Se hará fuerte en la oración para no dejarse llevar por otro criterio que la mayor gloria de Dios.

    Estudiará cada día la eminente santidad de Jesucristo crucificado para enseñarla a sus hijas, temiendo que, al enseñar a las otras, se vea carente de virtudes, sobre todo la humildad, a la que Dios ama tanto. Resistirá la soberbia; será [45] piadosa, para que la devoción perfecta brille en su interior y en su exterior. Que de ella salga la voz de su Pastor, que es grata a sus ovejas, y que las llama al prado. Que si un rayo sale de ella, haga brotar una dulce fuente para abrevarlas; que de su corazón surja un manantial de agua viva a causa del Espíritu Santo que ha recibido por la fe animada de la caridad.

    Que las cuatro madres velen siempre con una gran prudencia, exhortando a toda la comunidad a las alabanzas divinas del Santo de los santos, sin dejar este ejercicio. 

    Que la asistente sea un águila pronta al vuelo de la obediencia regular. A través de la superiora, fijará sin cesar su mirada en el sol levantino, invitando a las demás a obedecer.

    La maestra de novicias tiene necesidad de un rostro humano y benigno para conducir a sus novicias, mediante la dulzura, al seguimiento del Cordero, que es todo apacible y amable y que en estos últimos tiempos hizo aparecer su benignidad ante todos, a fin de desterrar el vicio y los deseos de las generaciones perversas.

    La madre ecónoma recordará que debe ser prudente como un buey, trabajando con fuerza, sacrificando sus propios deseos por el bien de la Orden y previniendo y remediando las necesidades domésticas.

    En cuanto a la madre portera, debe ser un león, teniendo siempre [46] los ojos abiertos a lo que deja entrar y salir. Se preocupará de que se guarde la fidelidad debida al Cordero, representado por la superiora. No recibir cosa alguna sin el conocimiento de la superiora, ni permitir que se envíe algo al interior del convento sin que sea informada; ni una sola carta, ningún regalo.

    Los veinticuatro ancianos serán, pues, veinticuatro hermanas de coro que deben estar revestidas de blanco, que es la inocencia coronada de caridad perfecta y fieles al menor signo de la voluntad de la superiora. Que cifren toda su gloria en poner su juicio y su voluntad a los pies del Cordero representado por la asistente de la superiora. 

    Las siete hermanas de velo blanco se considerarán más felices en su condición que todas las reinas del mundo, por que servir a Dios y a sus esposas es reinar. Deber prestar su servicio de corazón, como hecho a nuestro Soberano Rey, el cual se hizo servidor de su santa Madre, llamándose a sí mismo siervo cuando ella fue elegida para ser Madre de Dios. Esta humildad cautivó al Verbo, que se hizo carne y habitó entre nosotros; de ordinario se le encuentra entre los humildes. Que pueda decirse de ellas, para aumentar su felicidad, lo que dijo la reina de Sabá de Salomón. Ellas, sin embargo, sirven a un rey más grande que Salomón.

    En cuanto a las siete que [47] se podrán recibir excediendo el número establecido, por razones de peso, representarán a los siete diáconos escogidos por los apóstoles para servir en la administración de los sacramentos y de otras cosas necesarias. Después de profesar, estas últimas serán destinadas al coro y como auxiliares en el ministerio de la enseñanza o de cualquier otro oficio.

    Deben ser siete estrellas más que avancen con rectitud y prontitud, considerándose indignas de vivir en tan santa compañía; y como llegaron las últimas, tratarán de obrar como aquellos trabajadores de la viña. 

    Deben convencerse de que la humildad caritativa las hará más perfectas. Aunque un momento empleado en obrar con tibieza no tiene la duración de varios días, la tibieza provoca a Dios a vomitar a los tibios. Que todo este santo rebaño trate de seguir al cordero por todas partes, lavando sus vestiduras en su sangre, sin olvidar jamás su Pasión. Estén siempre dispuestas a cantar sus alabanzas, a guardar el silencio que está mandado y a olvidar el mundo y la casa paterna, a fin de que el Rey de reyes reconozca su belleza, y que el oído de su corazón humillado escuche la palabra o la inspiración del Espíritu Santo. Tendrán abiertos los ojos del entendimiento a la vista de estos divinos misterios y conservarán [48] y meditarán en su corazón, a imitación de la Madre del Cordero cuando lo contemplaba en el establo.

    Quien conserve estas disposiciones, gozará desde este mundo la felicidad del cielo. Será un cielo en la tierra, donde el Rey del cielo será honrado y adorado. Ahí hará su tabernáculo entre los hombres, y verá la Jerusalén o Sión reedificada; y el pueblo testigo de todo esto alabará al Señor que gobierna a este santo rebaño, guiándolo hasta un lugar de solaz y abrevándolo en las fuentes vivas de sus riberas, que ofrecen sus aguas jubilosamente.

    Ahí se encontrarán en moradas admirables, hasta llegar a ser casa de Dios. Asistirán a los banquetes rodeadas de música de santa alegría, en los que el amigo las embriagará con un vino que levanta el espíritu y lleva a conocer los secretos de Dios; les aconsejo que piensen que nuestro amor les dirige estas palabras:

    Ya no os llamaré siervos, pues el siervo no es sabedor de lo que hace su amo; mas yo os he llamado amigas y esposas; a los otros les hablaré en parábolas; pero a vosotras os daré las luces para que conozcáis los misterios divinos.

    Soy yo quien desea abrir para ustedes el libro que San Juan vio [49] a la derecha de Dios: el de los siete sellos, escrito por dentro y por fuera. En el interior está mi divina esencia. Por ser el Verbo divino, comprendo todos los tesoros de la ciencia y la sabiduría de mi Padre, que ninguna persona es digna de comprender ni de contemplar sino sólo yo. Está escrito por fuera, es decir, que en mi sagrada humanidad está expresada toda la excelencia de las cosas creadas; porque si la humanidad es un compendio de todas y las ennoblece, yo soy el epítome, la recopilación y la maravilla de toda la naturaleza humana.

    Yo soy el primogénito de toda criatura y de mis hermanos, a los que he venido a enseñar toda la ciencia, pero sobre todo, la teología mística que he leído en el seno de mi Padre eterno. Yo soy el león de la tribu de Judá, que ha vencido a todos sus enemigos. Yo soy la raíz de David. Yo he dado a comprender todas las voluntades de mi Padre, así como estaba escrito al principio del libro. Yo soy Lamec; soy más anciano que Matusalén por que sacrifiqué mi sagrada humanidad entre mis brazos; es decir, que antes de ser aprehendido por los judíos, hice un memorial de mi muerte en la Cena. Oh, mis queridas esposas, religiosas del Cordero Jesús, creed en mis palabras: Yo maté a un hombre por una herida que me hizo (Gen_4_23). Yo hice que mi adolescencia, y aun mi niñez, recibieran continuas heridas, que son para vosotros un alivio de los golpes que han recibido de otras personas. Llevo estas llagas escritas sobre mi cuerpo. Como ustedes [50] eran culpables en el cuerpo y en el alma, me ofrecí a pagar por ambos. Es por ello que hay una sentencia escrita por dentro y otra por fuera. La sentencia de los siete sellos del Espíritu Santo, todo bondad, es el testamento solemne que debía yo abrir después de mi muerte, en la audiencia de su justicia en favor de los míos. Y como ustedes son mis esposas legítimas, deseo mostrársela del todo. Quiero que me digan que han visto los secretos de Dios; pero no contento con ello, deseo que se coman el libro. Mi ángel lo llevará ante ustedes después de que mis santos hayan calmado su llanto; que todas ustedes serán enseñadas por Dios. Yo se lo daré a comer; es muy dulce al paladar. En esto consiste la contemplación Como también es necesario que pasen de ella a la acción, parecerá amarga al estómago debido a que tendrán que engendrar almas con grandes trabajos, enseñando con par bolas a todas las personas, pero sobre todo con el ejemplo. Igual que yo, deben sufrir hasta la muerte por la salvación de todos, pues así está ordenado; es el supremo efecto de la caridad. Así como yo soy un esposo ensangrentado, sean esposas empurpuradas. Este es el significado del manto rojo; la amorosa crueldad contra ustedes mismas las introducir [51] en el lagar de mi celo.

    Hagan, con amor, oraciones semejantes a las de Moisés, o más bien como las mías, ofreciéndolas por la salvación del mundo y engendrando almas con peligro de su vida mortal. Sean otras Rebecas, por que yo soy su Isaac, pero al mismo tiempo, el carnero sacrificado por ustedes. Yo soy el abogado de su fecundidad, pues sin mí no pueden engendrar a nadie; yo fui escuchado por mi reverencia. Entren a la habitación de mi Madre y reparen las tristezas que su ausencia causó a la tierra. Así como ella fue la mujer embriagada que confundió a Salem, el mundo y la carne. Sean mujeres generosas, abajen la cabeza de esos tres enemigos que asedian hoy en día la mayor parte de las poblaciones. Salgan, por su intrépido valor, victoriosas de la concupiscencia de la carne, de la codicia de los ojos, y de la soberbia de la vida, que imperan en el mundo. Mi Padre fortificará su brazo. Adórnense con los hábitos de sus bodas: Revístanse del Señor Jesucristo crucificado (Rm_13_14). Lleven mi corona de espinas, así como las hijas de Sión, quienes fueron invitadas a salir a verme a mí, el rey pacífico, en el día de mis bodas, llevando la diadema que mi madre me dio al abrazar mi principado, cargándolo sobre mis espaldas: es mi cruz y el júbilo de mi corazón, porque al amor, que es fuego, le parece suave el yugo y [52] ligera la carga. En la cruz encontré el lecho de mi reposo, en el que me adormecí con un sueño amoroso de enamorado, que fue mi muerte de amor, de amor eterno. Después de ser colocado en el sepulcro, y de haber sido sellado con las siete palabras que pronuncié sobre el tálamo de la cruz, fui sometido al lacre de la justicia, mientras me dirigía a liberar a los cautivos. Fue entonces cuando rompí los sellos de los judíos: todos los de la antigua ley y hasta los de los sentidos entorpecidos de mis discípulos.

    En primer lugar, di a leer mi libro a mi querida enamorada, calmando su llanto, y haciendo que se rodara la piedra para permitir que tres damas pudieran ser las primeras en saber mi resurrección. Hice que mis ángeles las consolaran, para que fueran evangelistas de los apóstoles. Yo mismo quise enviar primero a mi fiel Magdalena, para anunciar mi resurrección a mis hermanos y les dijera que iba a mi Padre y al de ustedes; a mi Dios y a su Dios. Jamás pongamos en duda que nuestro Cordero ama tanto como a aquellas mujeres a las que les seguirán en este Instituto. El les [53] revelará sus secretos y las hará evangelistas de las verdades más sublimes. Si ellas son sencillas, humildes de corazón, bondadosas, poseerán este libro y lo devorarán, anunciando a todos la gloria del cordero que resucitó para nunca más morir y para hacer vivir a sus enamoradas en la vida eterna. Amén. El hará que todo coopere a su bien. El ángel las marcará con el sello divino antes de desatar las plagas sobre la tierra. No debe rebasarse el número de cuarenta y cuatro mil anotado en el Apocalipsis. La madre del Cordero, la gloriosa Virgen, valdrá por cien y todos los demás cuarenta y cuatro. 

    Se procederá a la elección de las madres con una santa intención: para gloria de Dios y el progreso de la Orden. Cada tres años se tendrá la elección para cambiar a las cuatro madres. En cuanto a la Superiora, se la podrá reelegir para seis años, si así lo decide la mayoría; pero no podrá continuar durante tres periodos sin la expresa voluntad o permiso del Señor Obispo, al cual pido no se deje llevar por los deseos de las hermanas, a menos que vea razones que le parezcan importantes para la gloria de Dios y el provecho de la Orden. Así como el esposo es escogido entre mil, así deben ser escogidas de entre todas; así como él es blanco y rojo, deberán ser inocentes, es decir, blancas en sí mismas y rojas por la caridad, la cual practicarán hacia el prójimo. El cordero se humilló hasta aceptar el pesebre, revistiéndose de nuestras debilidades para concedernos la vestidura de la gloria, habiendo cifrado él mismo su gloria en las humillaciones; es por ello que cuantas veces se hable de este Cordero, inclinarán la cabeza como signo de reverencia; pero cuando se diga Cordero de Dios en la santa Misa, inclinarán la frente hasta el suelo, sea durante el Gloria a Dios, sea antes de la comunión del sacerdote y antes de recibir la comunión.

    En el día de la octava de Reyes y el día de los Santos Inocentes, durante la epístola, obrarán como verdaderas esposas, imitándolo en la acción que hizo en la Cena y en el Jardín de los Olivos, cuando sudó sangre y agua, comparando su sudor a un río en el que se bañarán en espíritu, por ser él su esposo de sangre. Que también ellas sean esposas ensangrentadas. Estando así marcadas, el ángel exterminador de la justicia divina no las tocará, dejándolas en manos de la misericordiosa dulzura de Dios, la cual las atraerá a la confianza; y como una nueva Esther, obtendrán perdón para el pueblo. No besarán únicamente el cetro, sino que su esposo las besará con el beso de su boca. Esto sucederá cuando el Cordero que procede del seno del Padre celestial domine como verdadero Señor. Ellas lo conservarán en su alma, que es el monte de la Hija de Sión. Entonces se cumplirá la alabanza del soberano maestro del corazón en esta congregación, que debe integrarse de hijas sensatas que desean la leche.

    La manifestación de Dios será grande al ejecutar sus voluntades. Entonces su nombre parecerá santo, y bueno, y espantable a los malvados. A ellas dará un temor filial que es principio de la sabiduría; sabiduría que desea hacer de este Instituto un memorial de las maravillas que obrará por pura misericordia, y que lo convertirá en un compendio de las Escrituras. Si ellas honran debidamente al Cordero, repararán los ultrajes que le hicieron los judíos, e inaugurarán en la tierra los momentos reservados en el poder del Padre eterno: el restablecimiento del reino de Israel y la venida del Señor sobre una blanca nube, en compañía de todos sus santos. En ese día aparecerá una gran luz, y se verificarán las palabras de San Pedro: que el pueblo venido de las tinieblas ha sido llamado a ver una gran luz: linaje escogido, una clase de sacerdotes reyes, gente santa, pueblo de rescate (1Pe_2_9). Que su virtud proclame ante todos que el Cordero es grande, y que él las atrajo por su luz admirable, por la cual esperan contemplar el resplandor de aquel cuya hermosura admiran el sol y la luna. Ellas serán las esposas de este Cordero, a quien sirven los ángeles Ellas entrarán al t lamo de este castísimo esposo, cuyo padre es Dios y la Virgen, su madre. Ellas vivirán en fidelidad a él, guardando la fe. Por ello portarán un anillo de oro, y las coadjutoras de velo blanco uno de plata, con una piedra que ostentará la figura del Cordero. Al verlo dirán: El me ha dado en arras su anillo de la fe. Así como los pastores llevan anillos por estar desposados con la Iglesia, ellas serán esposas de la Iglesia; y como insignia o divisa, llevarán al cuello un relicario que tendrá de un lado al cordero y reliquias del otro, no cesando jamás de subir al altar del sacrificio de ellas mismas. Por el fuego del divino amor, serán holocaustos voluntarios como lo fue por ellas el santo Cordero.     

    Recordarán que este anillo representa el recuerdo de Aquel que las tiene grabadas en la palma de sus manos, y que las ama con una caridad perpetua, atrayéndolas a sí con una gran dulzura. Este anillo será un sello sobre el corazón y las llevará a amar a su esposo con un amor más fuerte que la muerte. El nombre de Jesús que llevarán sobre la frente se referirá a lo que dijo la bienaventurada Inés: Puso sobre mi rostro una señal, para que no reconozca otro enamorado sino a él, a quien me entrego del todo, rechazando todas las cosas creadas. Desde ahora me siento unida a él en espíritu por la gracia, con la que me ha prevenido, esperando morar durante toda la eternidad en la gloria, mediante el vínculo de la caridad perfecta. Con el Padre y el Santo Espíritu, a quien se dé gloria infinita. AMEN.


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ORIGEN DE LA REGLA DE LOS SACERDOTES DEL VERBO ENCARNADO

ORIGEN DE LA REGLA DE LOS SACERDOTES DEL VERBO ENCARNADO

Para la mayor gloria de Dios. Proyecto de los Estatutos y Constituciones de los sacerdotes regulares de la Congregación del Verbo Encarnado y del Santísimo Sacramento, por la Madre Jeanne Chézard de Matel, institutriz y fundadora de las religiosas de dicha Orden.

Capítulo 1 - De las cualidades, forma del hábito y modo de vivir de los sacerdotes que se dispongan y sean recibidos en las casas de la Congregación del Verbo Encarnado, que se rige por la Regla del glorioso Padre San Agustín, sol de doctores de la Iglesia católica, apostólica y romana.

    Para la mayor gloria de Dios. Proyecto de los Estatutos y Constituciones de los sacerdotes regulares de la Congregación del Verbo Encarnado y del Santísimo Sacramento, por la Madre Jeanne Chézard de Matel, institutriz y fundadora de las religiosas de dicha Orden.

      Los religiosos de esta congregación son los sacerdotes y los clérigos regulares, que viven en comunidad, que abrazan la dignidad eclesiástica. Su dedicación y las obligaciones eclesiásticas son las de los cenobitas, por los votos de religión, en la sociedad y en el retiro; se aplican al estudio con deseo de hacerse capaces de trabajar útilmente por la salvación de las almas ejercitándose en la educación, sea por medio de santas y fervientes exhortaciones, públicas o particulares, unidas al ejemplo de una vida buena en las ciudades, en el campo y en el extranjero, para imitar a Jesucristo [6] y a sus apóstoles, cuando sea del agrado de los superiores encomendarles de cumplir esta misión. Dios quiere unir en la persona de los Padres y Hermanos de esta Orden el estado Eclesiástico y el estado Regular que ellos deben estimar, venerar y amar con una caridad sincera. Reconocerán al Verbo Encarnado como Jefe y primer Patrón y a los Apóstoles como copias perfectas de este divino original y tratarán de imitarlos en el celo que ellos mostraron para procurar la gloria de Dios, que fuera conocido, amado y servido en toda la tierra. 

    Con la Regla de nuestro Padre San Agustín, siendo una de las más suaves, se podrán ejercitar en la mortificación por austeridades corporales, con permiso del superior o director cuando sean públicas, pero antes de concederlo, considerará siempre el fin, el motivo, las fuerzas y la gracia en aquellos que desean practicarlas, para no contribuir a que ellos lleven una vida particular, y conociendo la pureza de su intención no oponerse a sus santas aspiraciones, en vista de que los mayores santos se ejercitaron en las penitencias y mortificación para obtener el don de oración. Cada tres meses o dos veces al año, todos los padres y hermanos harán un retiro de ocho o diez días según que el superior lo juzgue a propósito. Los hermanos [7] legos y los sirvientes, solo tres días bajo la dirección del padre maestro, que será uno de los padres mayores, o de un director elegido por ellos entre tres que el superior les propondrá y seguirán fielmente su consejo por su avance espiritual. Dirigirá el retiro tanto en la austeridad como en la suavidad según convenga para dejar obrar la gracia y de acuerdo a las fuerzas corporales. Será necesario dejar solicitar algún tiempo, a los legos que pedirán ser recibidos, para que por esta precaución, se pueda conocerlos mejor y juzgar más acertadamente de su vocación y si ellos están sinceramente dispuestos a tomar el hábito, vivir el espíritu del Instituto en esta congregación y de guardar exactamente las reglas. 

    El hábito será de una gran sencillez sin ostentación. La sotana blanca de tela común en la región, como la de los padres y caerá hasta los pies sin tocar la tierra. El escapulario será de sarga roja no brillante sino color sangre para honrar la que el niño Jesús derramó en la circuncisión y tendrá sobre él, a la altura del estomago, una corona de espinas de seda verde bordada con punto de cadenilla con cuatro ramas entretejidas y dentro una cruz con el nombre de Jesús abajo, encima un corazón traspasado con tres clavos y escrito dentro amor meus, con la misma seda. El escapulario tendrá un [8] cuarto de ancho y dos dedos más corto. El cinturón será de cuero rojo, por la sangre del Salvador que tiñeron las cuerdas cuando fue atado a la columna de la flagelación. Los mantos de coro deben ser también rojos como el escapulario para honrar el que por ignominia le pusieron después de la flagelación. Este manto fue teñido de la sangre adorable de este divino cordero, de sus venas que fueron vaciadas de una manera muy cruel para quitar y borrar los pecados del mundo.

    La sotanilla para el campo a donde los padres y los hermanos están obligados a ir, debe ser blanca y el manto negro y lo mismo en la ciudad, el manto será negro y largo. No saldrán nunca con el manto rojo, él es solamente por las ceremonias en el coro que estará detrás del altar mayor de la iglesia. Los bonetes cuadrados y los sombreros serán también negros y tendrán un cordoncito negro muy sencillo. El hábito de los hermanos conversos será igual que el de los padres pero de tela más corriente y de cuatro dedos más corto. Todos tendrán un pequeño escapulario para la noche. Los hermanos conversos solo tendrán manto negro para salir a la ciudad.

    La tonsura de los padres será más grande que la de los [9] novicios; los cabellos de ambos hasta las orejas; la barba rasurada exceptuándose los que serán destinados a ir a tierras de misión para llevar la antorcha de la fe por sus fervientes predicaciones y oraciones pero particularmente por su vida ejemplar.

    Todos tendrán una singular devoción, amor y confianza, no solamente a la persona adorable del Verbo Encarnado y a la santísima Virgen a la que deben mirar y respetar como la madre general de esta Congregación, porque ella la ama tanto, por los fines que la establecieron, sino también al gran san José, dignísimo esposo de María, la soberana de los ángeles y de los hombres. Las otras principales personas de la familia de nuestro adorable Salvador serán también veneradas con un culto especial: San Juan Bautista y San Juan Evangelista están comprendidos en ese precioso rango. San Miguel Arcángel que por su celo fiel protegió en el cielo la gloria del Verbo contra Lucifer y sus adeptos. San Gabriel, el ilustre embajador del misterio de la Encarnación del Verbo hecho carne. Los santos pastores que fueron los primeros adoradores y los Reyes magos, sus imitadores. Santa María Magdalena que lo amaba y fue tan favorecida. Santa Martha y las otras piadosas mujeres que con el discípulo [10] amado de Jesucristo, representan sus amigos más destacados en el momento de la Pasión e ignominiosa muerte en la cruz, desclavándolo y ofreciendo los últimos servicios de su fiel amor para la sepultura de su preciosísimo cuerpo. Es sabido que todos los cristianos manifiestan de todas las maneras posibles sus sentimientos por las buenas acciones que los bienaventurados rindieron a este amable redentor del género humano. Toda esta Congregación está con doble titulo obligada a honrarlos, agradecerles e imitarlos muy de cerca en las funciones a las que se aplicaron después de la ascensión de su Maestro el Verbo Encarnado, sea en la función de la predicación evangélica, en la de hablar entre los hombres, en la de los hospitalarios y en fin la de los solitarios. El las practicó durante su vida mortal para santificar esos tres estados: el de la hospitalidad que ejerció en favor de su padre nutricio San José que por una enfermedad de los nervios estuvo en cama siete u ocho años durante los cuales tuvo el consuelo de ser servido momento tras momento por su querida esposa la santísima Virgen, mientras Jesucristo trabajaba en el taller para sostenerse con su trabajo, santificar ese oficio de carpintero y el de otros artesanos que ganaban su vida con el sudor de sus frentes, satisfaciendo por esos trabajos a la pena asociada [11] a la falta de nuestros primeros padres que fueron los homicidas de sus hijos, antes de poder ser padre y madre.

    Es bueno advertir que esta congregación debe ser fuerza espiritual de la Iglesia, para ayudar a ser como una especie de consuelo a los señores Curas, tanto de las ciudades como de los pueblos para catequizar e instruir a la juventud que será confiada a los padres de cada casa, ellos tratarán de establecerse más bien en el campo que en las ciudades donde hay bastantes obreros evangélicos para distribuir las palabras divinas ya que más bien faltan en los lugares desiertos donde los pobres son privados de escucharlas. Pero principalmente los de las montañas que por falta de instrucción mueren en su ignorancia y no ocuparán jamás en el cielo el lugar que el Verbo Encarnado les ha obtenido por la ignominia de su cruz y el derramamiento de su sangre en el Calvario.

    Los religiosos de esta Congregación deben, para corresponder con un amor agradecido, desear siempre dar hasta la última gota de la suya por la salvación de las almas que tanto le han costado. Esperando que esta hora bendita llegue sin que ellos busquen la ocasión, al menos deben abrasarla con ardor cuando el cielo se las proponga por medio de los [12] superiores que los envíen a las misiones, ya sea en los pueblos, barrios, montañas e incluso en tierras extranjeras e infieles donde reinan las herejías desde hace mucho tiempo por falta de hombres muy generosos que hubieran estado animados de un verdadero celo par ir a la conquista de las almas que están como sumidas en una ignorancia terrible de la que no pueden salir, no teniendo a nadie que les tienda la mano y les muestre el camino recto de la bienaventurada eternidad. Como hay bastantes clases de trabajo de caridad en las misiones, sobre todo entre los Bárbaros, las fatigas, que vienen en consecuencia, son como los atributos que dan lugar a un martirio ante el Señor, cuando los abrazan generosamente y que los sufren con perseverancia por amor a él.

    Cuando la obediencia los enviará para anunciar la palabra de Dios, deben ir sin alforja, ni provisiones, como hacían los apóstoles a ejemplo de Jesucristo su buen Maestro que no tenia ni bienes, ni pensiones, ni rentas, pero que vivían por la contribución de familias las más holgadas y de buena voluntad para asistirlos con sus bienes, y que se aseguren que la divina providencia no les dejará que falten de lo necesario. 

    [13] Cuando estén instalados en los lugares donde deben trabajar al progreso de las almas por la instrucción, siguiendo la orden del Padre Provincial o General, o del Superior de la misión, a la que pertenecen, traten de erigir la cruz y de implantar un altar para la celebración de los santos misterios, teniendo para esto un piedra consagrada para que los habitantes del lugar tengan el consuelo de asistir y de escuchar los sermones, catecismos y exhortaciones, lo mismo que de acercarse a los sacramentos de la Iglesia, en caso de que no haya otra en ese lugar. Ahí adonde los padre lleguen, tendrán cuidado de primero presentarse al obispo, o al señor Cura y tratarán de no serles una carga, sino ofrecer sus servicios para socorrer a las almas de su rebaño. 

    Cuando los padres de la Congregación serán solicitados para establecerse en alguna ciudad u otra parte y cuando la fundación esté lista para este efecto, no harán nada hasta que hayan obtenido todos los permisos necesarios y el consentimiento de los obispos del lugar. Cuando los obtengan irán como generosos y valientes soldados de Jesucristo a establecerse en la casa que se les haya destinado donde harán [14] primeramente una capillita donde el cuadro principal será el misterio de la Encarnación y en lo alto del borde la figura del Padre eterno del que San Gabriel recibe la misión de anunciar el misterio de la encarnación de son Verbo a la santísima Virgen.     Cantarán el Oficio Romano en el canto gregoriano que ha sido corregido en los dos libros de los graduales y con las antífonas aprobadas por varias personas savias y de autoridad: obispos, arzobispos, cardenales muy capaces de juzgar y que firmaron su aprobación con gran elogio sobre la propiedad y melodía de ese canto que los hombres pueden usar en la iglesia, tanto como las religiosas de la congregación del Verbo Encarnado que lo han adoptado conociendo mis intenciones quitando las notas innecesarias que habrían corrompido el antiguo canto llano de la Iglesia hecho por san Gregorio papa.

    El superior tendrá mucho cuidado de hacer guardar el silencio fuera de las horas de recreación después de comer y de cenar, y que todas las observancias regulares sean también exactamente guardadas en el convento donde será necesario que él designe algunos cuartos en los lugares menos frecuentados para poder hacer retiro con menos distracciones, tanto por [15] los religiosos que por los laicos de afuera que desearían hacerlo en el convento donde no hablarán que con el superior y con el director que hayan pedido. Todos los religiosos tratarán de ser edificantes por su humilde modestia, la mortificación de sus sentidos, el espíritu de recogimiento y el fervor de sus oraciones sean mentales o vocales.

    El maestro de ceremonias debe estar bien informado para instruir a los otros religiosos y tener cuidado que todo se haga con la atención y reverencia necesarias. Que la salmodia sea en un tono grave y devoto, que las pausas y los acentos graves sean observados, que las genuflexiones se hagan con la rodilla en tierra cuando pasen delante de santo Sacramento o cuando digan en medio del coro los versículos, las lecciones de maitines o al leer en el ambón los puntos de la oración que se debe hacer a las cuatro y media de la mañana y termina a las cinco y media cuando suena el encargado para decir el Angelus enseguida se dirá la hora Prima y Tercia. La misa conventual se dirá a las siete y después la hora Sexta y Nona. Los hermanos irán [16] a la que se dirá antes, donde los padres que están en oficio de enfermeros, de porteros o tengan a su cuidado las clases asistirán también con toda la devoción posible. Todos irán a reunirse tan pronto como escuchen la última llamada que los invita a las divinas alabanzas y a ofrecerse con el Verbo Encarnado como víctimas a ser inmoladas por la gloria de la Majestad santa del Padre eterno, satisfacer su justicia por nuestros pecados y atraer de su bondad, las gracias que son necesarias a todas las creaturas. No hay que olvidar en las oraciones que harán, pedir por la conversión de los pecadores, principalmente los herejes, la que los padres de la congregación deben procurar de todas las formas que les sea posible, pero también por la propagación de esta sociedad que debe ser de las más santas por la inocencia y la pureza de vida, el celo y un gran amor de Dios que llevará, a los sujetos que la componen, a adelantar la gloria del Señor por el ardor que mostrarán por ganar las almas sea por sus oraciones o vida sacrificada de sus pasiones y mortificaciones corporales según la inspiración de la gracia y el permiso del superior.

    Cuando habrá cinco casas bien establecidas, los superiores [17] de cada casa procurarán, tanto como puedan, contribuir al establecimiento de las que tendrán ocasión de establecer a fin de aumentar el número de buenos obreros de la casa del Señor y también porque en esta congregación no hay sino un superior y un provincial bajo el consentimiento del general. Después que los superiores hayan reunido su consejo para disponer lo que es necesario para una nueva fundación según los lugares donde será necesario y siempre según las facultades de cada casa, deberán caritativamente inclinarse a aliviar a las más necesitadas y pobres incluso privándose un poco para ayudarles.

    Habrá en la iglesia de las casas, capillas, tantas como se podrán conservar, y según el espacio, pondrán al menos seis: una será dedicada a la santa Familia, la segunda a la santísima Virgen, madre del Verbo Encarnado, la tercera a san Agustín, nuestro Padre, la cuarta a san José la quinta al nacimiento del Hijo de Dios, la sexta a su crucifixión a la que asistieron la Virgen madre de dolor, san Juan el discípulo favorito del Salvador, y santa Magdalena, su fiel amada, representados en el cuadro.

    [18] En los oratorios del jardín podrán estar figurados Jesucristo en el desierto y en la montaña de los olivos; san Juan Bautista y santa Magdalena, en las grutas que serán las celdas de donde verán el cielo a toda hora; Jesucristo comunicando con dulzura los temas de la salvación a la samaritana, serán muy apropiados para promover la práctica de la oración, en los jardines y lugares alejados para hacer pequeños refugios en forma de pabellones rodeados de verdor en los que los hermanos y los padres podrán retirarse con permiso ya sea para meditar o para estudiar. Habrá oratorios en los claustros o en diversos lugares del convento. 

    El superior elegirá cierto numero de religiosos, los más fervorosos para dar el catecismo, sea a los hermanos conversos o a los domésticos y pensionistas a la hora señalada para este acto público de caridad a la que los religiosos se entregarán con alegría y sumisión pues se trata de imitar con su celo de servir al prójimo, celo que el Verbo Encarnado hizo ver [19] en los tres años de su vida publica entre los hombres.

    Cuando los padres sean llamados a servir al público por la predicación o para confesar los enfermos en los lugares donde están, deben siempre tener cuidado de qué manera se comportaría el amable Redentor y médico de las almas, para modelarse sobre su ejemplo acordándose que él dijo a sus queridos discípulos: Exemplum dedit vobis (Jn_13_15); ejemplo les he dado: haced lo mismo que yo he hecho. El no ha mirado sino la gloria de su divino Padre y no la suya, ni su propio interés sino el nuestro, trabajando por nuestra salvación porque su amor lo atraía tanto que no tomaba ningún descanso, sea de día sea de noche, lo que debe animar el de los padres de esta congregación para actuar en el mismo espíritu, liberados de sus propios intereses con intención pura. 

    Nadie saldrá solo del convento ni sin el manto negro, que, como la túnica blanca, no debe tocar la tierra pero si cubrir los pies. El manto rojo que es para honrar el que pusieron a Jesucristo por burla y que significa la sangre que derramó en la flagelación, no debe usarse que en el [20] coro, ya sea para los oficios o para la comunión.

    Desde que los padres, que hayan estado en la ciudad, con el compañero que le haya asignado el superior de quien habrán recibido antes la bendición, hayan terminado lo que se les había pedido hacer, se regresarán inmediatamente al convento, sin detenerse para nada en casa de personas seglares para comer sin permiso del superior, que no lo dará tan fácilmente, al menos que sea durante un viaje. No tolerará el exceso en beber ni en comer, los religiosos deben huir de los banquetes y festines que los amigos les ofrecerán, y amar la vida frugal que observarán en el refectorio.

    La lectura sobre la vida de los santos, o sobre otros temas espirituales se hará a la hora de las comidas de medio día y de la tarde, sea en la primera o en la segunda mesa, y el silencio será religiosamente guardado, acompañándolo en todo momento de la modestia y del espíritu de mortificación tanto interior como exterior. 

    Cuando los predicadores estén obligados a tomar algún refrigerio después de sus sermones o en sus viajes se [21] acordarán de guardar la sobriedad y de dar buen ejemplo a las personas que los hayan invitado y entretenerlos, sea a la mesa o en otras partes, de cosas que tratan de la salvación eterna e inspirándoles el odio hacia el orgullo y hacia todos los vicios que alejan al alma del fin por el que Dios los ha creado a su imagen y semejanza con el destino de hacerlos felices eternamente en su reino.

    Todas las fiestas y los domingos, se cantará un Pange Lingua o un motete al Santísimo Sacramento, una antífona a la Virgen, una en honor de san José y de nuestro Padre san Agustín. Cuando se terminarán las Completas, que se dirán después de Vísperas a las dos de la tarde, el superior o el oficiante de semana dirá las oraciones en voz alta y después en voz baja un Padre nuestro y un Ave María por la conversión de los pecadores y de los herejes. Los días entre semana, las Vísperas comienzan a las dos y la oración de la tarde de las cinco y media a las seis y después irán a la cena. La comida a las once de la mañana. Los hermanos conversos y otros domésticos no irán a la mesa sino después que los padres, los novicios y los postulantes hayan salido. Ellos les ayudarán en la cocina y les servirán para que los encargados descansen. 

    Los hermanos conversos, no estando obligados a decir el Oficio [22] divino, ni de cantar en el coro, los que sepan leer recitarán en particular el oficio de la Virgen marcado en el libro de las horas y dirán también todos los días el rosario de seis decenas en honor de los días que esta reina del cielo pasó sobre la tierra. En las fiestas y domingos tratarán de decir el oficio de difuntos con tres lecciones en sufragio por los hermanos difuntos de esta congregación. Los padres recitarán el oficio como está marcado en el Breviario Romano conformándose a seguir las rúbricas, del mismo modo que las de la Orden, por las misas se hará memoria tanto como se pueda diariamente no solamente del Santísimo Sacramento sino también de la Inmaculada Concepción de la Virgen Madre del Verbo Encarnado y general de esta congregación.

    Cuando el señor Cura o el Vicario del lugar donde estén establecidos los padres, vengan a hacer un retiro de 8 o 15 días, el superior con el debido permiso, enviará al curato uno de los religiosos más capaces acompañado de un hermano converso para tener cuidado y hacer las funciones pastorales para la conservación del rebaño. Nunca entrará una mujer en su cuarto para servirles, ni siquiera la mesa, y no invitarán ellos a nadie de ahí si no a los pobres extranjeros y con precaución y nunca harán visitas sin ser acompañados de un hermano converso.

    Todo el tiempo que el señor Cura esté ausente, el padre que hace sus veces se ocupará de predicar, catequizar a los niños, reconciliar a las familias divididas por diferentes razones, de visitar, consolar y servir a los enfermos en caso de necesidad; administrar los sacramentos con un verdadero celo y caridad sincera hacia los parroquianos de tal manera que los deje edificados en todo.

    Si el retiro del señor Cura durara más de un mes, el supervisor retirará al que haya trabajado por él y enviará otros dos para remplazarlo. El que sale dará cuenta al señor Cura de la situación de su iglesia, sin quedarse con algo, porque él paga los gastos de su alimentación y de habitación, ya que puede subsistir con la remuneración de las misas cuando no son dichas por la parroquia, y por la caridad que le dan las almas piadosas. 

    [24] Después de dar cuenta hasta del cabo de una vela, del cirio y de la hoja de papel, el recién venido se va a su celda y se ocupa de su empleo en el convento. Al recibir la bendición del superior pone todo en sus manos, ya que los religiosos de esta congregación no pueden por los tres votos de religión que hacen, guardar nada en particular, ni tampoco aceptar curatos o canonicatos sino solamente prioratos vacantes o abandonados, sin cambiar por tanto de hábito ni su manera de vivir, según el espíritu de la congregación. 

    Como ella está para abrir la puerta de la salvación a muchos, se debe facilitar a los hombres de buena voluntad que deseen entrar, sobre todo los eclesiásticos que por su carácter sacerdotal son los dueños de Dios mismo, y serán recibidos con respeto, amor y gran honestidad, conduciéndolos al coro para adorar el Santísimo Sacramento y de ahí a sus celdas que están en la parte destinada a los retiros [25] y que son más grandes y cómodas que las de los religiosos. El padre superior deberá advertirles antes de su entrada, que deben pagar por el tiempo que se quedarán. Si sucediera que un prelado u otra persona de calidad y laicos tuvieran devoción de hacer un retiro, sea corto o largo, el superior los llevará con el asistente y otros dos de los mayores de la comunidad a la parte más apropiada y cómoda, donde habrá libros convenientes a su dignidad donde se expone la conducta espiritual sobre el empleo del tiempo de retiro o de ejercicios y los temas de meditación que se hacen.

    El superior encomendará a un religioso el tener cuidado de hacerles servir por los hermanos conversos ya sea que esos señores deseen tomar sus alimentos en su cuarto o en el refectorio con la comunidad y no se exigirá nada de ellos si son fundadores o bienhechores porque se tendrá cuidado de mostrarles de esa manera el agradecimiento que la casa tiene de sus bondades y caridades. Los pobres como los ricos, los eclesiásticos como los seglares, según sus pequeños medios y sus [26] facultades, son los bienvenidos a estos santos retiros cuando deseen hacer una importante revisión de ellos mismos y tomar serias resoluciones de quitar el vicio y de abrazar la virtud para lo cual el padre espiritual de sus almas tratará de ayudarlos con sabios consejos y fervientes oraciones, animándolos tanto como pueda con la ayuda de la gracia y el superior tenga cuidados de darles lo que necesiten corporalmente. Tenga cuidado de no hacer de la casa un cabaret y para prevenir los abusos que se pudieran mezclar insensiblemente, impida que alguno de los padres o hermanos, sirvientes o domésticos, ni los externos, coman y beban con ellos fuera del refectorio, ni con los huéspedes que están en retiro, del rango que ellos sean y hay que hacer que se rijan según el horario de la comunidad. Siendo esto esencial, por consecuencia si el superior o los oficiales cometen esta falta serán removidos de su cargo y lo mismo los inferiores. Esta regla será general y abarca tanto a los visitantes [27] como a los doctores y otros principales de la sociedad, sea por su dignidad o antigüedad en la casa. Si llegara a suceder que algunos de ellos se permiten semejante cosa, los que lo hayan hecho serán sometidos a la misma pena y serán culpables de una grandísima irregularidad, y por algún tiempo se les tendrá como inhábiles para toda clase de cargos y empleos. Igualmente si en el refectorio alguien hace bajar al lector de la tribuna y no guarda el silencio bajo pretexto de hospitalidad sea en las casas que comienzan como en las antiguas en las que la lectura debe ser fija durante las comidas aun cuando solo haya dos o tres hermanos y en ese caso la lectura será hecha por los conversos o domésticos por no merecer la misma penitencia marcada arriba.

    Los huéspedes recibidos para retiros espirituales estando a la mesa, serán servidos por los hermanos conversos o los jóvenes cuando un padre ya les haya ofrecido lavarse las manos, para practicar la humildad, y les hará una pequeña lectura. Cuando todos estén servidos se retirará y también los hermanos para no estorbar a los [28] huéspedes, pero si son distinguidos por su cargo o de nacimiento y deseen que les platiquen y acompañen, entonces el superior o su asistente podrán hablar pero poco y siempre de cosas edificantes con modestia y prudencia invitándolos a comer sin prisa. Al dar gracias irán al coro para adorar a Jesucristo en el Santísimo Sacramento y después los conducirán al lugar de su retiro para descansar dejando en la mesa o en el oratorio algunos libros buenos.

    Los conventos que están en los pueblos o en los lugares apartados tendrán un albergue para los pobres de pasada y los extranjeros. Los hermanos conversos los recibirán con caridad y modestia religiosa, diciéndoles alguna palabra para edificarlos o instruirlos. Asistirán  a los mercaderes u otras personas sencillas, según las posibilidades de la casa, ofreciéndoles la mesa sin más y solo por algunos días, ya sea para descansar o para arreglar algún asunto. Los padres deben acordarse de que las casas nunca se empobrecerán ni se destruirán [29] por la caridad que se haga a los pobres, en los que se debe ver a Jesucristo recibiéndolos con respeto y cortesía. El portero, los catequistas, tanto como el religioso que el superior haya designado, les distribuirá la limosna en la puerta.

    Uno de los más importantes servicios que la congregación puede hacer a la Iglesia es la buena educación que dé a los jóvenes y principalmente a la nobleza. Para esto los padres de esta sociedad deben emplearse de todo corazón con un celo verdadero y sin excepción de personas, sean infieles o herejes, enseñándoles a todos las ciencias con la piedad y la fe católica, pero nunca se comprometerán a enseñar en las escuela públicas ni en las universidades. 

    Como entre la nobleza se encuentran tanto ricos como pobres y otros que son de clase media, serán recibidos unos y otros, ejerciendo su celo en la caridad, tanto como se pueda hacia todos, a ejemplo de Jesucristo y de sus apóstoles. Los niños podrán ser recibidos desde los siete años y permanecer hasta que sean capaces de servir a la Iglesia o al Rey. Esta joven nobleza, para darles [30] una sólida piedad será llamada: Niños de la santa Familia. Habrá un cuadro de la santa familia o una imagen, en su salón; y harán en la capilla de la iglesia de las casas de la congregación, dedicada a esta augusta familia, sus devociones. Para aumentar el número de jóvenes estudiantes, los padres se privarán más bien de otras obras de caridad para sostener a estos, viviendo más frugalmente con el deseo de procurar por la sobriedad y mortificación de su boca y el trabajo de sus manos, que la juventud pobre sea instruida y no le falte nada para sus estudios. Cuando vean niños de buen espíritu y dóciles sin ser nobles, de todos modos los padres los recibirán y tendrán cuidado de educarlos en la piedad y en las letras.

    Si Dios inspira a algunas personas muy piadosas a dar una cantidad de dinero para favorecer a los escolares en su sostenimiento, como a los menos favorecidos de bienes de fortuna, el superior tendrá cuidado de ver con el provincial la manera de hacer fructificar ese fondo en favor de esos niños y los intereses serán empleados solamente para eso y se favorizará a otros en proporción del excedente.

    [31] En cuanto a los pensionistas, se recibirán tantos como se presenten, si hay lugar para alojarlos y suficientes religiosos para instruirlos y servirlos. Si se ve que no son dóciles, sino viciosos e incorregibles, se los devolverán a sus padres, y no los recibirán ni por miedo, aunque sean niños de calidad bajo el titulo que sea. Los religiosos son libres de recibir a los que quieran y de despachar a los que no sean aptos para quedarse en la congregación que debe mantenerse en un espíritu de humildad y sencillez, rehusando los compromisos o ventajas de promesas monetarias y el tratar con espíritus ambiciosos.

    Esos niños serán alojados aparte de los pensionistas. Tendrán su departamento en la casa de los padres maestros de los Niños de la santa Familia, dentro del campo cercado del convento y bajo la guía del superior que tendrá un vicario que dirigirá cada departamento y a los directores de obras de los hermanos, ya sea los que se encargan de la economía o del servicio de la casa en los grandes trabajos. Habrá también en el departamento un mayordomo, y el director comerá con ellos para sostenerlos en sus deberes y para que la regularidad y el buen orden sea observado en todo.

    [32] El superior elegirá para el servicio de las clases internas o externas los hermanos más virtuosos, prudentes y juiciosos para encargarse de los niños, especialmente cuando juegan y cuidar de sus útiles y ver por sus necesidades personales con una gran caridad y paciencia por su edad, sus enfermedades y vivacidad de su temperamento sean los pequeños o los grandes. Cuando los hermanos cumplirán bien su empleo no se les quitará de ahí par darles otro pues eso es importante para ellos. Deben continuar tanto como sean fieles a la santa religión y que su salud se los permita, pero no se les debe dispensar del retiro anual y el del día de su toma de hábito y de profesión ya que son necesarios para tomar nuevas fuerzas para avanzar en su perfección a la que son llamados por el estado que han abrazado.

    En las misiones establecidas en el campo donde no hay ni habrá academias para educar a la juventud en las artes sean militares o de lenguas, ni maestros para enseñar a cada uno según su condición y capacidades, vocación o [33] ingenio natural, ni en las ciencias en lengua latina u otras, ni para las armas, esta juventud, sobre todo los que sean aptos para ser caballeros de Malta, o para sostener los interese de la fe católica, podrá ser instruida por medio de libros o maestros capaces, probados si es necesario, quienes deben ser hombres sabios y de una vida bien ordenada por sus costumbres, pues no se admitirá en las casas sino gente de moralidad reconocida habiendo dado testimonio de ella. Después de esto el superior les confiará el cuidado de enseñar a los estudiantes mayores lo que se enseña en las academias de la nobleza. Por este inocente entretenimiento conveniente a su nacimiento, evitarán de divertirse con juegos peligrosos, ya que a menudo sucede esto en las academias de las ciudades donde están establecidas.

    Los padres les enseñarán las matemáticas, idiomas, geografía y otras ciencias necesarias para hacerlos útiles tanto al publico como a la autoridad.

    Los hermanos laicos o conversos aprenderán un oficio lucrativo siguiendo su inclinación para servirse de él y para su familia y además para socorrer en las ocasiones de [34] peligro o imprevistas. Hay que recomendarles con cariño de no llegar a las armas en los encuentros enfadosos que son contra la ley del Señor y prohibición del Rey. Más bien y con ardor cuando se trate de defender a la autoridad y por la gloria del Monarca soberano del cielo y de la tierra, sobre todo en materia de fe debiendo prometer de dar su sangre y perder su vida por el servicio de la Iglesia.

    Se podrá permitir la entrada a algún particular, como los bienhechores, hombres viudos u hombres ancianos, que por un sentimiento de piedad quisieran permanecer en la casa y vivir como los religiosos sin tomar el hábito. Este favor se les concederá como una prueba de respeto y del reconocimiento que la comunidad tiene de sus beneficios.

    Cuando los escolares se dediquen a las armas, solamente sus parientes y allegados asistirán, si lo desean, a ver el progreso que realizan.

    Cuando el soberano, o el obispo del lugar pedirán religiosos para las armas sea para el mar o para la tierra, en el campo, en la plaza de armas o guarniciones en distintos barrios, los padres, los hermanos conversos así que los laicos, obedecerán [35] a las órdenes de la autoridad como a las del prelado con tanto más fervor y valentía que si se encontraran en las más hermosas ocasiones de mostrar su celo trabajando en la conquista de las almas, enseñando a los soldados lo referente a su salvación, sirviendo y consolando caritativamente a los heridos o enfermos. El superior elegirá para esta misión los sujetos más capaces, más generosos, y más experimentados, por el empleo que estarán obligados de ejercer en los últimos acontecimientos.

    Cuando el celo de los padres los llevara a desear ir a esa misión sin ser llamados, vivirán a expensas de su casa sirviendo a Dios, a la autoridad y los soldados con un corazón franco y desinteresado. La caridad no les faltará yendo de barca en barca para visitar, consolar, servir los enfermos, administrar los sacramentos de la Iglesia, para ejercitar las obras de misericordia espirituales y corporales e imitar en eso a tantos santos que se entregaron primeramente yendo sin otro apoyo que su confianza en la divina Providencia que los proveía de lo necesario en un momento dado, a veces de una manera milagrosa y muy consoladora.

    [36] Los padres deben saber que en la armada no se predica sino con el ejemplo de una vida santa, una gran caridad, modestia y humildad. Por esas virtudes se cautiva los corazones los más endurecidos y los más feroces y se les conduce insensiblemente a Dios, usando una gran dulzura y paciencia en todos los encuentros molestos. En los campos o en los lugares de refrigerio,  se podrá predicar porque ya no hay armas. No hay que obligarse a un regimiento particular sin el expreso permiso del superior pero sí, guardarse la libertad de retirarse al convento al fin de la campaña. Cuando sean muchos los padres y hermanos no irán a comer con los oficiales y los soldados sino siempre en su estancia sea en común o de otra manera según les parecerá y harán una pequeña lectura durante la comida.

    Si se les da el encargo de los hospitales, se comprometerán con cuidado, caridad y fidelidad. Tendrán siempre en vista [37] la salvación de las almas, su consuelo y la curación de los pobres enfermos para asistirlos en todo, por la gloria de Dios y el deseo de agradarlo sirviendo a la autoridad y orando por su conservación y la de su ejército. No tolerarán que se hagan experiencias temerarias con los soldados y tendrán remedios activos, suaves y eficaces que obtendrán de parte de la autoridad principal o del soberano que los haya llamado. El dinero que puedan ahorrar será sin rehusar algo a los soldados enfermos en el hospital.

    Los padres platicarán con los oficiales y los soldados con gran circunspección, dulzura y paciencia, tendrán empeño en hacer que se les administren los sacramentos preparándolos a ello durante su enfermedad, si su vida está en peligro ayudarlos a aceptar hacer el testamento de su ropa, sábanas, equipajes y hacer que se les entierre digna y honorablemente, cumpliendo exactamente su voluntad y al final, entregar todo en buen estado a quien le corresponda, sin desear nada, ni guardarse algo de no ser lo que haya sido dado por caridad o amistad y recen por el descanso de sus almas en los conventos. Los religiosos deben dar [38] a conocer que los han servido no por interés sino para trabajar por su salvación procurando su conversión a Dios.

    Los superiores harán hacer juramento de fidelidad a la autoridad principal, a los padres y hermanos que él le envíe para el servicio de los hospitales y administración del diezmo, sin dar ni perder nada de lo que se les confíe para el servicio de los hospitales y de los soldados, ni guardar nada que no les pertenezca para llevar a los conventos, a no ser, como ya se dijo, lo que se les haya dado por las intenciones marcadas antes, o por otra razón.

    Los padres que tendrán este encargo pondrán por escrito todo lo que reciban y gasten en el hospital, de quién y para qué se recibe o se gasta, para dar cuenta a quien deben, sea del dinero o de otra cosa.

    Todos los artículos anteriores y los siguientes siendo fielmente observados serán un sólido fundamento por la perfección del edificio construido para la gloria del Verbo Encarnado y la salvación de muchos que son los únicos motivos que me hacen concebir este deseo de procurar el establecimiento de esta congregación [39] particularmente entregada a honrar por estado las principales acciones tanto de su vida humilde y oculta el espacio de 30 años como de su vida publica que no fue sino de tres años, pero siempre difícil por los continuos trabajos que su celo por la gloria de su divino Padre y la salvación de de los hombres, le hizo abrazar con tanto amor. Este edificio se afirmará, se extenderá y se mantendrá en proporción de los sujetos que lo habiten, practicando exacta y constantemente las reglas y los estatutos.

    Las casas de esta mística sociedad y congregación debiendo dar sujetos no solamente para las misiones sino también para la educación u otros ministerios marcados en este cuaderno, el número de padres profesos puede ser de sesenta en las ciudades populosas o incluso hasta 80, pero en las pequeñas 33 y donde haya menos, tendrán solo hospicios o casas que comienzan que no serán consideradas completamente formadas. Se necesitarán quince para formar una provincia, doce por las misiones o escuelas, tres para los noviciados para los años de formación y estudios [40] de los padres y hermanos clérigos. Una provincia no tendrá ni más ni menos casas. En todas se dará el catecismo antes de Vísperas los días de fiesta y los domingos.

    Cuando varias provincias estén completas, los padres se comprometerán con los obispos enviando doce padres y hermanos clérigos y conversos, a expensas de la casa, para las misiones a perpetuidad, para que los puedan enviar a reformar las costumbres católicas y fortalecer la fe y doctrina evangélica en la que algunos se relajan por indiferencia de su salvación, que ha costado tanto al Hijo de Dios.

    No es sino por estos santos ejercicios que los superiores deben esperar a que las provincias se completen y sean dispensadas por esto de otros ministerios en cada diócesis donde los conventos estén establecidos y la necesidad lo requiera.

    Pero de la que yo hablo es de una misión a perpetuidad, y hecha por su cuenta y por votos y no de cuando las misiones no son sino de cuatro o de seis, ordenadas por los obispos, sus grandes vicarios o que los superiores los envíen [41] con el permiso del ordinario. Como las casas forman las provincias, las provincias forman las naciones. Toda nación que está bajo una misma lengua y se practica en esa nación, aunque las provincias estén divididas bajo diversos soberanos cada nación tiene su superior particular que manda todas las provincias y casas de la nación sea la que sea o pueda estar bajo la autoridad y vigilancia principal, sea el que sea o pueda ser. Cada nación debe tener por lo menos treinta y seis padres y dieciocho hermanos laicos para el servicio de los conventos y de todos. Deben ser robustos, de gran virtud, muy sumisos e interesados por el bien de las casas donde la obediencia los envíe. Los padres deben ser muy hábiles en las discusiones, conocer varias lenguas para convencer a los herejes del reino cuando la autoridad principal o los obispos les ordenen, bajo sus expensas y por sus votos, sin ninguna interrupción cuando haya cuatro o cinco provincias comenzadas.

    Cuando suceda que nuestro santo Padre o sus sucesores ordenen de ir a los países de herejes, vecinos o lejanos cada uno debe estar pronto para obedecer a su Santidad con un verdadero celo de contribuir a la salvación de esos ciegos espirituales. Los obispos podrán enviar los padres y los hermanos ya sea en Turquía [42] o en otros reinos vecinos con la orden del superior a quien no resistirán sabiendo la voluntad de los obispos y de los superiores que los hayan propuesto. Considerando con qué cuidado y diligencia deben, a imitación de los apóstoles, trabajar por la salvación del prójimo, sea el que sea, se fortalecerán con la ayuda de la gracia, armándose de confianza en la divina bondad y con un verdadero celo de empeñarse lo mejor posible. Educarán a la juventud, formándola en la practica de las virtudes y de la piedad cristianas y al servicio de la autoridad principal y del publico por el estudio de lenguas y letras, sobre todo la nobleza de la santa Familia imprimiendo en sus tiernos corazones el celo por la salvación de las almas por una gran devoción al Verbo Encarnado, por el amor y confianza en la santa Virgen su madre y de san José. Los padres maestros de estos niños de la nobleza los encaminarán no solo a huir el vicio y los viciosos sino sobre todo a tener una aversión siempre viva a todas las sectas contrarias a la pureza de la fe católica, apostólica y romana la que deben sostener generosamente por el ejercicio conveniente de las virtudes.

    Las misiones ordinarias pueden ser llamadas misiones fijas, apostólicas y episcopales, donde los obispos ordenen a los superiores de enviarles un cierto número de misioneros [43] para disponer al pueblo a recibir las visitas pastorales en las que puedan más dignamente recibir la confirmación y los otros sacramentos de la Iglesia. Estos ministros sagrados que ordenen a los padres misioneros de ir a ciertos lugares irán para instruir y pacificar la populación afligida por guerras o enfermedades, pleitos o procesos. Los superiores los enviarán en el tiempo ordenado, y serán alimentados por parte del obispo, lo más frugal que podrán y darán cuenta de todo al obispo.

    La misiones pasajeras se dan cuando los padres y hermanos son enviados para que se dirijan a todos: visitadores, superiores, inferiores, padres y hermanos. Ni unos ni otros irán para catequizar ni predicar solos, irán de dos en dos o más si es necesario y a pié. Pero si el viaje es largo y el camino malo, podrán tener mulas o caballos y recibir la caridad que se les hará sin pedir ni en los caminos ni en las ciudades. Caminarán de una manera tan humilde y modesta, que cada uno, pequeño o grande reciba buen ejemplo, por el ejercicio continuo de su profesión y por este medio lograrán [44] verdaderos frutos espirituales. Vivirán con las pequeñas provisiones que les ofrezcan en el convento o por el camino ya que la mirada de la Providencia estará siempre fija sobre ellos.

    Las misiones fijas son las que los obispos piden a los padres para celebrar una estación de Cuaresma o de Adviento, por una octava, para una ciudad o pueblo para lo que el padre podrá tener un compañero, según la necesidad y la retribución que se de a los religiosos que predican, confiesan o catequizan. Si sucediera que un predicador o su compañero se enfermaran y estuvieran obligados a regresar a su convento de donde salieron, podrán detenerse en el convento más cercano de su camino y se les recibirá con bondad y se les dará alivio como sea posible ya que todo es común en las misiones de la congregación. Se le dará todo al enfermo para que regrese a su convento cuando esté descansado y en grado de regresar.

    En todas las misiones a perpetuidad de las provincias, de naciones y de la Orden, los padres nunca irán sin ser solicitados por el obispo y no harán nada sin [45] el consentimiento del señor cura a no ser que el prelado dijera otra cosa por razones particulares que miraran a la gloria de Dios y el bien público.

    Todos los misioneros tendrán una reserva, modestia, dulzura y paciencia, grandes, serán benévolos con todos, sin contrariar, conversando con humildad, sin violencia en el pulpito por un celo impetuoso por la salvación de las almas. La doctrina que ellos enseñen debe derramar una divina unción que atraiga hacia Jesucristo nuestro Señor, buen maestro que es el modelo perfecto de los predicadores. Quienes están en las misiones deben sobresalir en la pureza del cuerpo y del espíritu como ángeles, no tolerando la entrada a las mujeres ni a las jóvenes en sus habitaciones donde serán albergados ya sea hospedería o casa de seglares. Si están obligados por educación u otra razón de dignidad o de caridad, de ir a verlas en sus casas, pedirán que la puerta de su cuarto se quede abierta hasta que ellas salgan, y acortarán la visita tanto como puedan. Evitarán también de mirarlas de frente y no recibirán de ellas ningún regalo a no ser para el convento. Los misioneros serán fijos, no comerán sino en la casa que se les haya destinado y no darán de comer a sea quien sea por decencia. [46] En fin su conducta será siempre sincera y su doctrina ortodoxa, pura, según el evangelio, los concilios, los Padres y según lo que profesa la Iglesia Romana.

    Cuando una provincia se obligue por voto a mantener a sus expensas misiones a perpetuidad para los obispos y señores curas, por la reforma de las costumbres, serán necesarios doce padres y doce hermanos sin contar los conversos. Estos misioneros pueden ir juntos o dividirse en dos o tres grupos como el obispo o la provincia lo juzguen más a propósito. Si el prelado ordena que se queden uno, dos o tres años podrán quedarse para desarraigar los vicios y establecer la virtud como hacía san Pablo y los otros apóstoles. Los padres y hermanos misioneros subsistirán por el ahorro, de lo que se les dará gratuitamente sin pedir nada por las misas y apoyados en la Providencia del cielo. Darán cuenta de todo, tendrán un mayor a quien obedecerán, un procurador, un ecónomo. Los padres predican y confiesan y los hermanos visitan y cuidan a los pobres enfermos y abandonados. Viviendo en buenas relaciones con los médicos [47] cirujanos y farmacéuticos podrán hacer que sus almas también aprovechen de las misiones. Trabajarán también para que tengan buen fin los procesos que hubiera. Los hermanos clérigos darán el catecismo, arreglarán los altares, e irán a servir a los padres y a los hermanos.

    En las misiones alquilarán una casa o un barrio que sea para ellos, y en donde las jóvenes y las mujeres no entrarán por nada, mientras ellos estén ahí. Los superiores tendrán cuidado de cambiar tanto unos como otros de tres en tres meses para que se recojan y descansen al menos tres meses o para siempre suponiendo que haya algunas quejas.

    En tiempo de guerra los R.P. provinciales de provincias vecinas a los enemigos, podrán dar al soberano unos misioneros para ir por mar o por tierra, a los hospitales y refugios de la armada de la manera ya dicha.

    En cuanto a las misiones por los herejes, vecinos o del reino, que la nación debe hacer por orden del supervisor nacional, pedidas por el nuncio, por el primado de la nación [48] o por el soberano, será formada por 36 padres 12 o 18 hermanos clérigos o conversos, todos personas buenas, de mucha virtud y buenos para discutir. Los hermanos tendrán buen conocimiento de la leyes medicales, farmacéuticas, quirúrgicas, y además conocer otras materias manuales o mecánicas que cada uno puede aprender par poder huir del ocio, ganar su vida y la de su compañero y hacer el bien en su misión. En esas misiones están obligados a vestirse como se acostumbre en el país. Es necesario que ellos vivan y asistan a los pobres para ganarlos para Dios, por su caridad por el provecho sacado de su empleo como hacía san Pablo con su trabajo manual, acordándose al hacer esto, que el Verbo Encarnado habiendo abrazado la pobreza, la practicó siempre para ser por este medio el rey de los pobres y su buen padre. No hay que dudar que amarán tiernamente a todas las personas que les asisten sea en lo temporal como en lo espiritual, por ser una ley evangélica. Pero cuando los misioneros no están obligados a dejar la sotana hay que ver que se sostengan por los ahorros de la nación.

    Hay que notar que esos misioneros que están entre los infieles por orden del Papa, que lo notificó al supervisor nacional o al R.P. General, son elegidos entre los más hábiles y [49] virtuosos de todas las provincias, pero no exposerá a los hermanos clérigos para esas misiones ni para la armada fuera de los refugios, si no son bien capaces, ni a los conversos si nos son de una vida piadosa y perfecta. Podrán ir si se les encomienda, y cuando irán se harán sin cesar oraciones y penitencias para que Dios quiera conservar en ellos el espíritu apostólico y el de la congregación siempre en su vigor, para que él les dé una gran caridad, dulzura, humildad y constante pureza corporal y espiritual, una gran paciencia y un ardiente deseo de dar su vida por la defensa y propagación de la fe y la salvación de las almas, para que Dios quiera darles una feliz cosecha y salud a todos los obreros de la viña.

    Los padres y los hermanos de la congregación harán el día de su profesión los tres votos ordinarios de religión, pobreza, castidad y obediencia y además al Papa y al obispo donde estén establecidos, aun al vicario en ausencia del prelado de manera que el santo Padre y el obispo [50] dispongan de sus bienes, libertad y vida, cuando lo juzguen conveniente por la defensa o propagación de la fe. Prometiendo observar fielmente todas las órdenes sinodales o particulares y nunca apartarse, con la ayuda de la gracia, de la pureza y santidad de su Orden, sea enseñando el catecismo, en los sermones, en las confesiones, exhortaciones, sea dentro o fuera del convento, ni suponer nada más allá del poder que se les haya dado por sus posibilidades o cualidades, o cuando tengan más responsabilidades en virtud de algún privilegio. Los padres y hermanos hacen voto de obedecer a sus superiores ordinarios, provinciales o nacionales y al padre general y para afirmarse más en su entrega, harán un solemne juramento el día de su profesión de ser fieles a sus votos y de no apartarse nunca de la verdadera fe. Todos lo oficiales harán lo mismo en lo que respecta a sus cargos y empleos cuando serán nombrados. Los superiores prometerán observar y hacer que se observen las reglas y constituciones de la Orden aprobadas por el Papa. Por los votos que se hacen en todas las casas, alimentarán y educarán la juventud pobre de la fundación, [51] los catequizarán, y tendrán lugares para recibirlos, ayudarán a sostener los de las naciones y por los de las misiones se regularán con lo que ya se ha marcado en artículos precedentes.

 Capítulo 2 - De la aceptación de novicios, los años de probación. Cuando los padres y hermanos están obligados por sus votos, cómo deben salir de la congregación.

    Todo hombre bautizado verdadero confesor de la fe católica, apostólica y romana puede ser recibido por el provincial en la sociedad desde los quince años; los niños de fundadores o bienhechores y los niños de la santa Familia serán preferidos a los otros y después de ellos los pensionistas.

    Todos harán dos años de noviciado, y tres de probación, pero cuando sean recibidos a los quince años serán suficientes los dos años de noviciado. En la primera profesión que se hace después del noviciado harán solemnemente sus votos de pobreza, castidad y obediencia y el de vivir y morir en [52] la congregación del Verbo Encarnado que es un voto particular de esta Orden. Su aceptación se hará en el capítulo a la mayoría de votos de los religiosos de la comunidad que tengan voz como se marcará después. Se necesita más de la mitad de los votos. Los hermanos conversos no tienen voz en el capítulo y al de culpas van para decir las suyas y no permanecen.

    En cuanto a la segunda profesión que se hace después de los años de noviciado y los tres de probación los hermanos que hayan sido aceptados renuevan sus tres votos y el de estabilidad en la congregación que hicieron en su primera profesión, después de la cual no pueden abandonar la congregación ni la congregación los puede despedir. Será diferente si un novicio quiere abandonar el noviciado por su propia voluntad, o que por una enfermedad considerable sea corporal o del espíritu se le deba invitar a salir. Pero los que están en sus años de probación no pueden irse con toda conciencia, sin una causa legítima, conocida de la comunidad y aceptada en el capítulo provincial. Pero nunca serán despachados por haber contraído alguna enfermedad corporal o del espíritu, al menos que la hayan ocultado durante el noviciado y su probación y que no sea el pretexto de su salida.

    [53] Si sucediera que alguno de los padres fueran nombrados obispos o abades, tuvieran las cualidades y que Dios los llamara a esas dignidades por mandato del Papa, la congregación no se opondrá si están nombrados por causa legítima y bien considerada. En esas salidas no hay que precipitarse ni hacer algo en pro o en contra, siguiendo las necesarias formalidades para esta salida en que va de por medio la salvación de las almas y la persona que acepta esas dignidades para las cuales los padres son nombrados. No dejarán de llevar el hábito de la congregación como tantos santos obispos han hecho.

    En cuanto a la otra salida marcada antes, los padres examinarán seriamente las causas propuestas, llamarán a particulares o nombrarán personas idóneas para decidir el caso con el poder de decir sí o no.

    Si el que quiere irse es culpable de pecado contra la fe será detenido, lo mismo quien siendo ordenado, sea culpable de pecado contra la pureza. Será encerrado en un lugar alejado y se rezará por él, exhortándolo con caridad a arrepentirse y hacer penitencia y oración hasta que supere una u otra de las tentaciones. Se debe lamentar mucho [54] la persona que ha caído y estando verdaderamente arrepentida y habiéndola visto sufrir las penitencias que se le hayan impuesto, se le dará la libertad dándole la absolución y después que haya prometido enmendarse.

    Si alguien está fuera de las normas legítimas, no dejarán de hacer todo por buscarlo y seguirlo por doquiera, y principalmente si ha pecado contra la fe, se empleará la autoridad de la autoridad principal, del obispo y de los seglares para castigarlo severamente. Si él peca contra la fe no referente a la congregación o las costumbres, si él regresa por sí mismo, contrito y arrepentido de lo que hizo, se le recibirá por caridad. No obstante purgando la falta por una saludable penitencia dada por el provincial y el capítulo donde él se encuentre, impuesta según la gravedad de la falta y el arrepentimiento del que dará sinceras muestras.

Capítulo 3 - Los oficiales, su elección, deposición, capítulos, asambleas particulares, provinciales, nacionales y generales.

    Los oficiales de las casas formadas o en vías de formación, son el padre supervisor, los cuatro consejeros con los cuales cuenta toda la comunidad, sea para lo espiritual o para lo temporal. Son nombrados por tres años. El provincial con su [55] consejo nombra el supervisor y el capítulo local lo acepta y confirma si lo encuentra adecuado para la casa. Se necesita para esta aceptación al menos las dos terceras partes de los votos de la comunidad la cual está compuesta de padres que tienen al menos seis años de profesión.

    El supervisor, para ser elegido debe tener cuarenta años de edad y seis años de profesión, y además, las cualidades que se piden para ser un buen superior. Los cuatro padres del consejo son los mayores y de buen juicio entre la comunidad y son nombrados por los que aceptan y confirman el nombramiento del supervisor canónico por la mayor parte de los electores. No deben ser voluntariosos ni preocupados del qué dirán, deben tener un buen juicio para conducir sabiamente con el superior de la casa, y nombrarán a todos los oficiales de la casa principal, es decir el ecónomo, el procurador, los sacristanes, vicarios de los que hacen retiros, de los niños de la nobleza, y por el tiempo que vean serán capaces de esos empleos.

    Los hermanos clérigos y los conversos no se preocupan por saber los asuntos ni lo de las elecciones sino se aplican a saber obedecer bien, y servir fielmente la santa religión. Todos los oficiales, mayores y subalternos, presten juramento de fidelidad a la congregación y a la comunidad y de dedicarse a su cargo fiel y exactamente siguiendo las luces que Dios les dará y según les dictará el conocimiento [56] que tengan de lo espiritual y de lo temporal, porque después de todo, la comunidad se apoya en ellos preocupada solo de obedecer, de estudiar, de dar su catecismo, sus instrucciones y de sus misiones.

    Los oficiales subalternos no hacen nada sin una expresa orden del supervisor y de su consejo, así como el supervisor no hace nada sin su consejo, ni el consejo sin el superior o el supervisor. Velen sin cesar de común acuerdo sobre los actos de unos y de otros para advertirles caritativamente, sobre los que les están sujetos y sobre todo los que están en la casa para corregirlos y castigarlos. Viviendo en una grande concordia y unión, las casas son bien conducidas y la congregación bien servida y edificante. 

    El supervisor no saldrá sino rara vez y por asuntos muy urgentes y esto lo hará con la opinión de moderadores y con la de los padres. También, nadie saldrá sin el expreso permiso del supervisor y pedirá la bendición antes de salir y al regresar a la casa. Si uno de los moderadores está obligado a salir por cualquier asunto no pedirá permiso al supervisor pero tendrá un compañero que él le nombrará. El dejará a otro moderador [57] nombrado por la comunidad, así como el supervisor tiene un vicario que deja en su lugar durante su ausencia. No es necesario, para ser supervisor pertenecer a la misma casa.

    Cada seis meses los que confirman y los que eligen, como también los moderadores, se reunirán para tener conocimiento de la buena o mala conducta tanto del supervisor como de los moderadores y de todos los oficiales y examinarán durante ocho días todos los libros de los archivos dando orden a los expertos de examinarlos. El supervisor no dirá nada al mayor y los dos se retirarán con los moderadores sin hablar con nadie de la casa, sea quien sea, durante ese tiempo de ocho días. Los oficiales durante este tiempo, cumplirán como de ordinario sus empleos.

    La causa del supervisor habiendo sido examinada como también la de los moderadores, sin preocupación ni pasión examinarán la de los oficiales una por una.

    Los libros del oficial de quien examinarán los libros y la causa se retirará y cada uno de los encargados jura decir la verdad al mayor y a sus asistentes y lo que sabe en favor o en contra de quien se examina la causa. Durante eso la persona no sale del convento que por asuntos de gran importancia. El catecismo no tendrá lugar [58] y al ser todo bien examinado confirmarán en sus puestos a los que hayan sido fieles y retirarán de sus puestos a los viciosos y poco observantes de sus deberes, y si los hubiera, nombrarán en su lugar a quienes puedan ser nombrados y pedirán al provincial de cambiar al supervisor si encuentran motivo para cambiarlo y el mayor del capítulo ocupará ese puesto mientras se elige un nuevo supervisor. Si hubiera un subalterno cambiado por el capítulo, el supervisor con sus oficiales nombrará otro. Los cambios hechos serán validos si los dos tercios de los examinadores dan sus votos. Si el cambio se hace no por culpabilidad sino por enfermedad sea de cuerpo o de espíritu, por poco animo de cumplir las observancias, o por mal carácter e impetuosidad, la persona cambiada no es culpable de ninguna falta y no es excluida de otros empleos que pueda cumplir y puede ser nombrado en el mismo cargo pasado un tiempo. Pero si fuera encontrado culpable será castigado severamente y no podrá ejercer ningún cargo por el tiempo que la asamblea provincial, que haya escuchado su defensa, haya determinado. Si fuera probada su inocencia su cambio será valido porque para cambiar a un superior [59] o a un oficial basta que una presunta culpabilidad sea tenida por dos tercios de la comunidad. Los superiores y los oficiales deben ser exactos, inocentes y puros como los ángeles y no dar ninguna sospecha a sus inferiores, pero si es solo una calumnia será reconocido inocente por el capítulo provincial o por el visitador y los calumniadores serán expulsados de la congregación o metidos en prisión por largo tiempo según lo diga el capítulo o los visitadores.

 Capítulo 4 - La elección de superiores y oficiales de las misiones comenzadas. Causas principales de la deposición de unos y otros.

    Las casas comenzadas u hospicios, y cuando son formadas por seis o siete religiosos serán gobernadas por vicarios de buena conducta, con autoridad y vida ejemplar. Serán nombrados por el provincial y su consejo que le darán los padres y hermanos fuertes en palabras y acciones y de buen ejemplo para formar prontamente esas casas comenzadas. Las llevarán hasta la perfección para que puedan llegar a ser provisoras, es decir que puedan alojar y alimentar 15 o 16 religiosos. El vicario mismo [60] puede continuar en calidad de miembro y cuando le encarguen una casa será como una seguridad moral, si no física, de poderla formar en cuatro o cinco años, por dones gratuitos o por fundadores, o contribución de otras casas que den una mano a la obra.

    2° El nombramiento de provisores por el provincial y su consejo se hace el 1° de septiembre, enviando prontamente la elección por escrito, nombrando quién es el elegido o dos o tres para que se determine uno de ellos que sea aceptado por dos tercios de la comunidad. El elegido tomará posesión por tres años el día de san Miguel si no da lugar a que lo destituyan. Después de tres años puede ser confirmado cada tres años si lo desea la comunidad. Lo mismo se hará para el nombramiento de otros superiores, confirmándolos en sus cargos, empleos u oficios si los cumplen dignamente.

    3° Las causas de su destitución son: cuando han intrigado directa o indirectamente para ser nombrados, [61] si desgraciadamente hubieran ofrecido dinero o regalos para tener el cargo. Si ese dinero es de la sociedad serán metidos en la prisión, ellos y quienes lo hayan recibido hasta que sea completamente reembolsado, y por largo tiempo serán excluidos de todo cargo y empleo. Si ese dinero es de sus parientes y debía ser de la congregación, quien lo haya recibido está obligado a devolverlo y será excluido y no será nunca superior. Si se permiten ellos, o a los demás alguna singularidad no estando enfermos, si castigan por venganza o antipatía, si disimulan las faltas por prudencia humana o falta de energía, si son muy violentos o enojones y muy amigos de sí mismos, sin caridad, especialmente hacia los enfermos, o flojos para hacer observar las reglas, estatutos y costumbres, sin fervor ni modestia, buscando los honores por un espíritu de soberbia, son causas de destitución. Pero sobre todo si se conoce cualquier infidelidad en el ejercicio de su cargo y su administración apropiándose de alguna cosa bajo pretexto de ser el superior, oficial, predicador, lector o maestro buscando lo mejor para dormir, comer, vestir y ser servidos por los demás, [62] y sin razón querer ser dispensados de los empleos difíciles o pesados de la casa, entonces serán destituidos y no podrán ser más los superiores ni oficiales. Se les ocupará en los menesteres que sean capaces.

    4° Los que se sepa que forman partidos o división se les despachará de la casa de la congregación o de la provincia. Si son personas que inquietan la Iglesia o la sociedad se les encerrará con toda seguridad haciéndoles ganar su vida en la prisión hasta que se conviertan y si faltando a sus votos han escandalizado, y son culpables, no tendrán ningún cargo por largo tiempo y serán castigados severamente por el capítulo del que dependan o por los visitadores y según la gravedad de la falta y de sus fuerzas.

Capítulo 4a - La elección de provinciales y oficiales de la provincia, nacionales y generales. Las asambleas de la Congregación, la destitución de superiores y oficiales y la confirmación en los cargos.

    1° Los provinciales son nombrados por cuatro años por los proveedores nacionales, y los proveedores por seis años por el general, los procuradores generales, ecónomos y secretarios [63] son elegidos por seis años por la asamblea general que vive en Roma o por su vicario y tres asociados. Todos estos superiores podrán ser confirmados cuando terminen su tiempo y consecuentemente teniendo las cualidades necesarias y según los buenos servicios que habrán ofrecido a la Iglesia, al publico y a la congregación. Se hará lo mismo en vista de los oficiales subalternos. El procurador general es nombrado el ocho de octubre, enseguida el ecónomo, el secretario y su consejo. El nacional, el primero de junio. El provincial y los proveedores toman posesión el día de san Miguel.

    2° Todos los oficiales subalternos, asistentes de superiores o del padre general nombrados y aceptados por las asambleas o por el asistente general serán confirmados por el Papa. El subsecretario, su ecónomo, y subprocurador son nombrados por el procurador y su consejo y por el tiempo que sea si ellos cumplen su cargo con diligencia y edificación.

    3° El ecónomo no hace nada más que recibir y distribuir los diezmos de la Orden ya que ese es su empleo y tiene cuidado de las fundaciones en países extranjeros y siempre de acuerdo con el procurador general y su consejo a quienes corresponde saber [64] todos los asuntos de la Orden pues ese es su empleo y cumplirlo según lo que envíen de las naciones y de las provincias y de todas las misiones que existen por orden del Papa. Este oficial no teniendo el mando ni la dominación sobre ninguna casa solo envía las órdenes recibidas del Papa, del cardenal protector o del general. Debe vigilar y trabajar exactamente por los asuntos y las misiones y hacerlas avanzar, pues toda la congregación confía en su celo que debe ser siempre ardiente por sus intereses.

    4° Las asambleas de las casas como ya se dijo, se harán cada seis meses. Los asuntos provinciales y nacionales se tratan cada año. Se harán así: la primera asamblea al capítulo local inmediatamente después del tiempo Pascual, esta asamblea debe ser como se dijo, para examinar la buena o mala conducta de los superiores u oficiales. Si todo está felizmente reconocido y terminado se reúnen para tratar los asuntos de la casa en lo espiritual y en lo temporal y para nombrar dos religiosos sacerdotes exceptuando al proveedor que tengan al menos 40 años y 6 de profesión para ir a la asamblea provincial de la casa para los asuntos temporales de los que se tratará. En [65] esta asamblea se procede contra el provincial y otros superiores y oficiales de la provincia como se dijo de los proveedores y superiores locales. Se hace la elección de tres colegas y de tres consejeros del provincial. Si los cuatro o seis años han pasado, se le confirma y se eligen dos padres de los mayores de la provincia excluyendo al provincial y los de la asamblea para ir a la asamblea nacional. El provincial no sale nunca de su provincia a no ser por orden y mandato expreso de sus superiores. En la asamblea nacional se hace lo mismo y nombran después cuatro de toda la nación para ir a la asamblea general cada año en el tiempo determinado para la elección del procurador general que debe ser hecha por ellos o confirmada cada año como a los otros superiores. El proveedor nacional no se aleje nunca de la casa o ceda su cargo a no ser que la provincia quiera aceptar su renuncia.

    En los capítulos provinciales nacionales no se elije nunca ninguno del capítulo, sino a los ausentes, personas conocidas por su méritos y virtud. Cuando los que tienen cargo no son confirmados, el mayor del capítulo ocupa el cargo hasta el momento en que el elegido llegue. Los procuradores provinciales asisten a la asamblea nacional y los nacionales a la general, para dar cuenta de lo temporal que se les encomendó. Los subprocuradores y los ecónomos hacen sus veces durante la [66] ausencia del procurador provincial.

    6° En cuanto a los proveedores locales, provinciales y nacionales y sus consejos, son sacerdotes de al menos 40 años y 6 o 7 de profesión. Todos los demás oficiales que ejercen como procuradores, ecónomos y secretarios generales pueden ser hermanos laicos, igual de al menos 40 años y de virtud, buenos y sabiendo las leyes y las lenguas. Su consejo será por lo tanto de seis sacerdotes sin los cuales no podrán hacer nada, ni ellos sin los hermanos quienes tendrán un rango honorable entre los sacerdotes y sean humildes, sumisos, cuidadosos y fieles. Los hermanos conversos profesos harán los oficios bajos u otros negocios necesarios para el bien de las casas del campo, provincias y naciones no haciendo ninguna cosa de importancia sin el permiso expreso de su superior y de su consejo, los administrarán bajo la orden de los ecónomos y procuradores de las casas.

Capítulo 5 - De la buena educación y economía.

     Es una regla inviolable que todos los padres, hermanos y domésticos deben ser educados en una gran reverencia hacia el Papa, el cardenal patrón de nuestra congregación, y todos [67] los otros cardenales y prelados de la Iglesia de Dios y en general hacia todos los eclesiásticos, los religiosos y todas las personas seglares constituidas en dignidad, entre los cuales el Rey, los príncipes y soberanos, tiene el primer rango. Debemos pedir cada día por su conservación y prosperidad.

    2° No habrá nunca ningún enojo entre los padres y los obispos, teniéndoles deferencia en todo lo que no es contra la fe y las buenas costumbres recibiéndolos en sus iglesias con todo el honor y sumisión posibles, llevando la cruz, el agua bendita y los cirios prendidos y como de ordinario, al obispo de la diócesis, entregándole la llave del sagrario y la de la casa, como haciéndolo el mayor. Esta ceremonia no se omitirá nunca cuando sea la primera vez que tendrán el honor de ser visitados. El obispo entrega de nuevo las llaves al superior que se las entregó, como muestra de su agrado por este acto de sumisión y por la satisfacción de no tener ningún reproche ni queja que hacer en publico, ni falta impune contra el superior ni contra alguno de los sujetos a él.

    Los padres darán en sus casas la precedencia [68] a los eclesiásticos y religiosos extranjeros haciéndolos sentar antes que ellos y no caminarán que detrás de ellos aunque no sean tonsurados pero basta que tengan el hábito clerical o de religiosos. Se considerarán siempre los últimos de la Iglesia de Dios, como de hecho no tendrán otros sentimientos, y así serán elevados por encima de todos imitando la humilde modestia del Verbo Encarnado que en todas partes no se distinguía por algún rango de preferencia y de honor. Los padres y los hermanos se aplicarán a ejecutar todos los actos públicos por la Iglesia y el sostenimiento de la fe, y después de un buen éxito darán gloria a Dios y a los otros obreros espirituales prefiriendo para ellos el silencio. No hablarán en publico ni en particular de los desórdenes de los eclesiásticos o de los religiosos sino cuando se trate de la gloria de Dios, del bien publico o de la Iglesia.

    3° Los hermanos conversos que están sometidos a los oficiales subalternos, los obedecerán como a sus superiores, el oficial no tendrá ningún derecho de imponer penitencias, eso pertenece al proveedor con la opinión de su consejo o de maestros de novicios, o de confesores. Los niños del [69] pequeño hábito y los pensionistas no serán castigados por sus faltas de parte de sus maestros, ellos pedirán a un hermano converso de hacerlo y siempre con discreción y según las faltas. Los hermanos clérigos y laicos o conversos que no son ordenados no se cubrirán nunca, ni se sentarán en presencia de personas ordenadas sino en asambleas públicas y por rango. Los diáconos y subdiáconos en presencia de los sacerdotes y los sacerdotes en presencia de sus superiores y cuando se los ordenen.

    4° Los hermanos y los padres que hablen contra sus superior serán constreñidos a quedarse en sus celdas y trabajar en silencio ocho días y cada vez que caigan en esa falta serán privados de la misa y comunión y si no se corrigen se les despedirá. Después de cuarenta años se les encerrará tres meses y si no se corrigen se les castigará más severamente por sus murmuraciones y acusaciones.

    5° Se podrá tener en cada casa un fundador de lo temporal quien podrá entrar y ver toda la casa [70] bajo la orden del padre provincial y proveedor. Los superiores le darán preferencia con agrado en el refectorio y dondequiera. Los superiores darán de parte de la economía lo que se necesite para la alimentación, hábitos, estudios y empleos y principalmente de los enfermos. A todos los padres, hermanos y domésticos, a los niños del pequeño hábito, a los pensionistas y a los de retiro, darán cordialmente y de buena gana, para que no falte a ninguno, libros, papel, plumas, tinta y maestros, ya sea por ellos mismos o por los oficiales, tanto para que estén ocupados en el estudio como en sus empleos.

    El tener algo en propiedad sea desterrado para siempre, es un monstruo en las comunidades religiosas tanto de uno como del otro sexo, si este hecho se diera debe ser expulsado con los propietarios o de su corazón por severas penitencias. Ni los hermanos ni los padres administrarán dinero en particular si no son los oficiales qui tienen la caja común. Los que vienen del campo entregarán inmediatamente al encargado de la casa el dinero que tengan el cual se le entregará, y todo lo que les sea necesario, cuando tengan que salir y siguiendo sus ordenes con [71] obediencia. Si alguien resalta en arte o ciencia, se le promoverá pero que no se enorgullezca o crezca la soberbia en su espíritu, de lo que hay que tener cuidado y advertirlo de no fiarse de si mismo ni de dejar que así parezca en sus gestos, palabras y acciones, dentro o fuera de la casa.

    6° Los procuradores y ecónomos tendrán siempre ocupados a los hermanos conversos, trabajando con ellos una que otra vez para que por su ejemplo los animen en el trabajo no dejando nada que sea útil ni que se pierda lo que puede servir en un lugar o en otro. Tendrán su mirada vigilante en sus hermanos de manera que sirvan exactamente con un espíritu de caridad y de dulzura constante, sea en el refectorio, en la cocina, o en otra parte, sea por la comunidad o por los pobres sirviendo según se acostumbre teniendo buenos alimentos, y no el placer de ellos.

    7° Exceptuando los sacerdotes, todos tendrán un empleo según su inclinación y que sea según su estado [72] en el cual serán instruidos a tiempo por buenos maestros que serán pagados. Si hubiera en la casa hermanos conversos para enseñarles sobre todo a los niños, tanto unos como otros deben orar, estudiar y trabajar, ya sea en la agricultura o en obras de servicio como ya se dijo. Los padres podrán dedicarse a las artes liberales, sea de pintura, medicina u otras según les convenga, y si es necesario se les instruirá. Lo mismo todas las personas de la casa, teniendo un oficio o empleo deben tener sus instrumentos de trabajo en común, como se acostumbra en la Orden, para guardar las reglas de pobreza religiosa.

    8° Los proveedores provinciales teniendo derecho de disponer de lo temporal con el consejo de sus provincias, los proveedores nacionales en la nación, y la asamblea general en toda la Orden por el bien de la Iglesia y de la congregación, tendrán entre ellos una fiel correspondencia; los padres provinciales velarán por todas las casas, las que tienen más y las que tienen menos; los procuradores nacionales tendrán una correspondencia entre ellos y los provinciales, para enviar [73] lo que es barato en una provincia, a otra donde es más caro. Así mutuamente por el caritativo cuidado de sus casas y para el socorro de sus hermanos conversos y domésticos, consérvense en una buena comunicación reembolsándose mutuamente, a lo que los procuradores y visitadores darán la mano en las asambleas generales. No serán veleidosos en el arte y las ciencias y se ocuparán en ello un año o hasta que lo sepan a fondo. Cuando haya un buen maestro en la casa se le enviará la juventud para que les enseñe, sea de la provincia o de la nación o aun de otras naciones si fuera necesario. En los países de infieles, si se encuentra alguno que sobresalga sea extranjero o no, se hará lo posible por aprender de él o enviarlos a países católicos si se convierten.

    9° Todas las casas formadas están obligadas a confirmar o destituir cada tres años a todos los superiores y oficiales y hacer ahorros considerables para las misiones fundadas y otras obras piadosas, todas las ganancias y bienes que se adquieran después no pertenecen a ellos sino a la provincia e igual todas las provincias formadas por la nación y por la Orden. Todos los ahorros deben ser divididos en tres partes; para los asuntos de la provincia, para los de la nación y por ultimo para los de la Orden. Las casas particulares serán siempre pobres, sin faltar de lo necesario, haciendo sus ahorros en el trabajo, para huir de la ociosidad y practicar muchas virtudes por esta pobreza voluntariamente aceptada para imitar al Verbo Encarnado, que trabajó hasta los treinta años en el taller de su padre nutricio San José, haciendo el empleo de carpintero para ganar su vida con el sudor de su frente, siendo el Hijo de David, profeta y rey de Israel y coronado como tal tres veces distintas.

    10° Los padres no los cambien sino raramente, a no ser en caso de enfermedad o de escándalo o por un bien mayor y no lleven con ellos sino sus escritos. Guarden en todas partes su rango de profesión y si tienen alguna dignidad, el rango que les pertenece.

    11° En todas las casas habrá un lugar para guardar [75] los hábitos de los religiosos y otro para la ropa de la casa, y dos hermanos conversos tendrán cuidad de tenerlos limpios, hacerlos o zurcirlos. Los guardan y entregan en el tiempo de la estación y tienen otros hermanos o ayudantes para cumplir este empleo. Dos veces a la semana se da la ropa, camisas, pañuelos, alzacuellos, manguillos, sin doblar, llevándola a las celdas todos los sábados. Las sabanas una vez al mes en invierno y en verano cada quince días. Los hábitos durante las cuatro estaciones estarán al cuidado de los hermanos que tendrán cuidado de cambiarlos si están sucios y blanquearlos después de Pascua y en septiembre. Nadie tendrá en particular ninguna ropa ni hábitos ni nada de lo que se sirvan. Su cama será lo más sencilla que se pueda y sin columnas, compuesta por un colchón de paja, otro colchón suave, una almohada y dos cobertores blancos para el invierno. Para el verano bastará uno. Las cortinas de las camas de la enfermería serán rojas y de tela común en el país sin adornos ni forro. En la casa no se usarán sino cucharas y tenedores de madera exceptuando las de los enfermos en la enfermería que serán de plata. Los platos, algunas tasas, las vajillas, tanto de la cocina como la del refectorio serán de barro barnizado según cada país.

    12° En las iglesias todo será conveniente a la santidad del lugar donde la majestad de Dios es alojada y adorada por los fieles. La decoración será tan propia como se pueda sea en ornamentos, ropa, cuadros, tapices, platería, esculturas, y que no pueda dar lugar a criticas o robos de parte de los enemigos de la fe.

    13° No habrá en las celdas o en los cuartos del noviciado nada de lujo. Todo mostrará la sencillez y pobreza religiosa, pero sí, algunas imágenes en papel y sobre la mesa un crucifijo y algunos libros devotos. Una silla de madera y una jarra de metal o de barro barnizada con agua bendita hecha por los mismos religiosos. En el noviciado y en los claustros habrá oratorios muy cuidados, limpios y adornados, sobre todo en las grandes fiestas.

    14° Habrá en el refectorio algún cuadro de la Pasión. En el lugar del superior no habrá mantel sobre la mesa sino en las fiestas solemnes. Cada uno pondrá su servilleta delante de si dejando una parte sobre la mesa. Cada uno tendrá un cajón para guardar su servilleta y su cuchara, y tendrá un vaso para agua y una copita para el vino en la comida y en la cena. Se tendrán guardadas algunas cucharas y tenedores de plata y cuchillos para servir a los fundadores, bienhechores y otros amigos cuando coman en la casa. Se podrán usar lámparas en las celdas. El aceite de la lámpara de la iglesia será el mejor, que no humee al consumirse delante del Santísimo Sacramento, delante de los altares de la Virgen, madre del Verbo Encarnado y el de la santa Familia. Las lámparas serán de plata, tanto como se pueda y todo siempre muy limpio y adornado. En las casas en tiempo de frío, habrá estufas de cobre o de fierro durante el trabajo en común principalmente en el noviciado. Los padres y los hermanos se recordarán en todo tiempo de no usarlas sino por necesidad, como las otras cosas, por su voto de pobreza que permite lo necesario pero prohíbe lo superfluo. Los oficiales tendrán mucha atención de esto sin pasar sobre la caridad debida a todas las personas de la casa, el bien de los cuales les está confiado.

    15° Antes de terminar este capítulo hay que advertir aquí que la ropa interior de los [78] padres y de los hermanos clérigos serán de tela blanca, común según la estación. Los alzacuellos así que los manguillos serán sin pliegues ni adornos, anchos de tres o cuatro dedos, de tela fina sin ser transparente sino gruesa y que se mantenga mucho tiempo limpia. Se darán calcetas de tela a quienes las necesiten si sudan de los pies o por alguna otra incomodidad.

    16° La ropa interior de los hermanos conversos será de una tela blanca muy corriente a causa de los grandes trabajos que deben hacer, sea en la cocina, lavandería, panadería, en el jardín o con los animales en el campo y para conservar todo lo que es de su oficio y empleo en buen estado.

Capítulo 6 - Referente a la educación, los estudios y ejercicios de la juventud.

    1° La buena educación siendo como el alma de esta congregación, los superiores tendrán gran cuidado de procurarse buenos maestros, para las costumbres, las letras, las artes, los talleres mecánicos, que conviene enseñar a los niños del pequeño hábito que es una túnica roja que llevarán en el coro con un sobrepelliz [79] de tela blanca, sin mangas, excepto el del hermanito sacristán que sirve en las misas del altar mayor de la iglesia y el de los que llevan los dos candeleros en las procesiones y otras ceremonias que se hacen ahí, ya que están destinados a cantar los versículos del oficio divino aprendiendo del maestro de ceremonias y del padre maestro.

    2° En cuanto a los que se encargan de los que hacen retiro o de los pensionistas, deben observar en ellos sus cualidades naturales, sus inclinaciones y temperamento y sobre todo los movimientos de la gracia celestial que pueden recibir desde su temprana edad y así conducirlos en la práctica de la virtud y de la piedad inspirándoles una grande devoción al Verbo Encarnado y a la santa Virgen tomándola por maestra y siguiendo los ejemplos de tantos alumnos que adquirieron la santidad por su fervor desde su primera juventud. Aunque todas las virtudes deben ser comunes a todos, mucho más para los que presiden cada grupo que busca la perfección, de manera que se puede decir que una es la santidad de un novicio, otra la del superior, [80] otra la de los misioneros y otra la de los conversos. De esa manera, los maestros de la juventud no serán negligentes en atender a los que están bajo su conducta y deben buscar la manera de imprimirles en el corazón las virtudes propias al espíritu de la congregación, o sea: una grande y viva fe, un celo siempre ardiente por hacerla crecer; el amor de la salvación de las almas, el deseo del martirio y una constante devoción a la santa Familia. Hay que dar importancia a la educación de los niños y a los otros jóvenes que son atraídos para despreciar la vanidad del siglo corrompido por los vicios, para que sean mortificados y sobrios, para que se odien a sí mismos, medidos en el beber y en el comer, para sufrir pacientemente las injurias y los desprecios, para acostumbrarse al trabajo y toda clase de sufrimientos, acostumbrándose a penitencias corporales con el permiso del superior que les dará los instrumentos, pero no los usarán sin permiso del director o del proveedor. Por medio de todos estos ejercicios la juventud se corregirá más pronto de todos sus vicios y de todo lo que puede desagradar a Dios y al prójimo. No dejarán escapar ninguna palabra indecente, ni de orgullo ni menos ociosa. Sus jóvenes corazones serán siempre fervorosos y puros, sus ojos modestos de manera que reluzca en todas sus acciones el espíritu de recogimiento, el amor y el temor de Dios a quien sirven.

    3° [81] Hay que enseñarles a vivir con toda honestidad, deferencia, circunspección y reserva con sus camaradas y compañeros para que la caridad reine siempre entre ellos. No usarán ningún polvo para su cabello, tampoco tabaco en polvo u otro, y si se les manda usarlo, lo harán en particular y nunca en compañía. No llevarán bastón ni nada que parezca vano o disipado espíritu a las gentes del mundo. Si un padre o hermano no es edificante, se le prohibirá hablar con los jóvenes y se le obligará a quedarse en su celda. Si no se corrige y no quiere guardar en todo las reglas, se le obligará a salir fuera de la congregación. Se tendrá el mismo cuidado de educar en las virtudes a las otras personas que Dios pondrá bajo la conducta de los padres y directores de almas.

    4° Todos hablarán poco a las jóvenes y a las mujeres adultas, les escribirán raramente y las visitarán más raramente todavía. [82] Cuando solamente se trate de cumplimientos y no de asuntos o de administrar los sacramentos, si los llaman o es una orden de la obediencia, todos evitarán verlas de frente sea mujer adulta o joven, tanto como sea posible.

    5° Nadie tendrá permiso de recibir cartas sin mostrarlas al proveedor, exceptuando los confesores que admitirán al confesionario solo las personas que se quieran acusar de sus faltas o pecados y dar cuenta de su interior, suponiendo que sea el director.

    6° La edad que deben tener los padres para confesar a uno y otro sexo es; para los hombres desde los treinta o treinta y tres años si son capaces. Después las mujeres, si los superiores lo juzgan conveniente. No deben enviar al señor cura sino personas muy exactas para el confesionario y de las cuales puedan responder de su capacidad, pureza y sólida piedad.

    Los hermanos clérigos no son ordenados hasta los 25 años y se mantendrán bajo la conducta de los maestros de costumbres como los más exactos en las observancias regulares, como los novicios. Si son mayores o ya sacerdotes cuando entran en la congregación, no dejarán de hacer un año de probación aparte del noviciado para fortalecerse en la práctica [83] de la virtud de los votos, de la observancia de las reglas y constituciones, y aprender a obedecer para saber mandar.

    7° Del estudio. Es conveniente y evidente que los padres deben ser muy capaces en todo. No deben hacer ningún fasto de su ciencia o capacidades sino acordarse de que siendo novicios se les ha enseñado la vida espiritual en su más alto grado sea por conferencias o por la lectura de libros de más interioridad y de la santa Escritura. Y así se sientan obligados a vivir conforme y según sus conocimientos y no atribuirse sino lo que pueden tener de malo y humillarse en toda ocasión.

    El maestro de novicios les hará aprender de memoria los salmos y que se apliquen al conocimiento de otras lenguas, a todo lo que hay que hacer o cantar en el coro cada día y en las ceremonias ordinarias de fiesta en la Iglesia o particulares de la Orden. Deben ejercitarse en la práctica de la humildad y mortificación tanto interior como exterior, en acusar sus faltas no solamente en el capítulo de culpas que el padre maestro debe hacer dos veces a la semana, sino también en el refectorio durante la comida o la cena. [84] Estimúlense a arreglar los altares en silencio, evitando palabras inútiles por respeto al Santísimo Sacramento.

    Entre los niños, se elegirá a los más robustos para que sean conversos cuando tengan la edad y quieran ser religiosos y se le instruirá mientras llegan a la edad de entrar al noviciado, sea en las lenguas en las artes de la medicina y de la farmacia. Si hay personas importantes que deseen retirarse del mundo y hacerse hermanos laicos no siendo capaces del sacerdocio ni teniendo vocación, aunque tengan virtud, se les admite en la congregación.

    Los sirvientes de la casa pueden ser recibidos como conversos si lo piden, concediéndoles esta consolación para reconocer los buenos y grandes servicios que ellos hubieran dado. Su empleo será de trabajar la tierra, podar los árboles, serán carretoneros y harán todos los trabajos que exigen más fuerza en las misiones de la Orden.

    Tan pronto como un hermano sea recibido para ser converso o laico o clérigo, se le ejercitará en el trabajo. Se educará a la juventud de grado en grado, sea para la vida espiritual o para el trabajo y las ciencias. Saliendo del noviciado se les inscribe en los estudios más avanzados y en trabajar con perfección sin considerar que pueden retirarse, eso no importa, es una caridad que se les hace a ellos y al publico que será mejor servido. Los padres serán muy desinteresados y pobres de espíritu no buscarán jamás sino a Dios en la caridad al prójimo y en todas sus acciones. Estudiarán siempre salvo las fiestas y domingos. Los padres, hermanos, clérigos y laicos, dos horas en la mañana y dos horas en la tarde. El resto del tiempo será dividido entre las obras exteriores de piedad, sus empleos o el estudio en particular. Cuando ellos escriban algo no hay que buscar aparecer sino hacerlo por la edificación de la Iglesia y el bien publico. Sus libros serán examinados y aprobados en la asamblea general, sean grandes o pequeños y si hay que hacerlo más pronto, bastará el examen del general con su consejo esperando que la asamblea se pronuncie para aprobarlo o suprimirlo. Pondrán al día sus conocimientos sobre la moral, la escolástica y las materias de predicación por orden del proveedor nacional, a los más hábiles y piadosos los reunirá en un convento de los más desiertos [86] para que cada uno haga su tratado con más tranquilidad y tomando en cuenta las opiniones de la asamblea general. Se pedirá a los obispos la aprobación de esos libros y al Papa de confirmarla. Y luego que los padres de la congregación los tengan, aténganse a ellos y no escriban más sobre la moral ni sobre la escolástica, ríjanse por ellos en su misión y en la defensa de la fe y de las costumbres. Podrán trabajar con los medios necesarios afín de tener en alguna casa, una imprenta para los libros que ellos escriban o traduzcan para la edificación de los herejes, de los infieles y de ellos mismos, siendo libros edificantes en lengua vulgar o en latín.

    8° Los ejercicios espirituales y otros que se practican cada día. 

    La fuerza de los ejercicios está en el reglamento y distribución de las horas. Es necesario hablar aquí para que sepan a qué atenerse.

    Los padres y los hermanos, exceptuando los conversos y los oficiales que tienen cargo de ver por ellos y por los domésticos se acostarán a las nueve en todo tiempo y se levantarán a las cuatro de la mañana. El sacristán tendrá cuidado de despertarlos o de que alguien los despierte. Después toca el Angelus, les lleva la luz si está oscuro y en media hora van a la [87] oración mental guardando silencio y caminando con suavidad. El superior da la bendición cuando todos están acomodados en sus lugares del coro. El oficiante u otro en su ausencia, leerá en voz alta el punto de meditación. A las seis los maestros dirán su misa y los escolares asistirán con modestia y devoción a comulgar cuando hayan recibido el permiso, después irán a hacer sus camas, arreglar sus cuartos barriéndolos una vez por semana. A las siete irán, los que lo necesiten no siendo día de ayuno, a comer un pedazo de pan y beber. A las ocho se aplicarán al estudio hasta las diez que irán a sus empleos o artes o a repasar las lecciones. A las once se tocará para hacer el examen que durará medio cuarto de hora y enseguida la comida, durante la cual se hará la lectura de algún libro que sea fácil de entender. La comida durará media hora porque la primera porción es servida antes de que entren en el comedor. Cuando el reloj de arena haya terminado de marcar la media hora, el superior suena sobre la mesa para terminar la lectura. El proveedor que dijo el Benedicite da gracias o el mayor de los padres en [88] su ausencia. Los mayores tendrán siempre los primeros lugares como superiores. Los hermanos clérigos se acomodan después de los padres sea en el refectorio que en el coro y las asambleas y nadie obligará a su compañero a comer, es el proveedor quien debe saber porqué no comen. Los ancianos y los enfermos estarán en una mesa separada donde comerán a su gusto, nunca en exceso ni en recreo. Todos tendrán recreo después de comer trabajando. Pasada la hora, el silencio se guardará, irán a adorar al Santísimo Sacramento como después de las comidas, terminando la acción de gracias en el coro los domingos y fiestas. El catecismo se dará a los niños de la santa Familia y a los otros pensionistas hasta la una y media y todos, menos los ancianos, los enfermos y los oficiales serán entretenidos juntos por el proveedor sobre temas de doctrina u otras cosas edificantes. A la una y media se retirarán en silencio a sus cuartos hasta las dos. A las dos cada uno va al estudio o a su empleo hasta las tres en que se dicen Vísperas y Completas. A las seis se toca para cenar con la campana de la casa que es para llamar a los ejercicios comunes. Después de las seis y media hasta las siete se hace la recreación como en la mañana. A las siete y media se toca [89] para la oración mental. A las ocho se tocará para Maitines y Laudes, y al terminar se hará el examen de conciencia y la lectura del punto de meditación del día siguiente a lo que asistirán los hermanos conversos y los domésticos. Terminada la oración el superior da el agua bendita y la bendición a todos los padres y hermanos. Golpeando sobre su reclinatorio da señal de retirarse en silencio a sus celdas para el descanso de la noche. El padre encargado de visitar y ver que todos ya se han retirado, lo hará con mucha exactitud al menos que el proveedor se quiera tomar la pena de hacerlo. Los hermanos conversos no teniendo hora fija para la oración mental, se acuestan a veces pronto, a veces tarde a causa de los grandes trabajos de que están encargados. El portero que es uno de los conversos mayores tiene sus asistentes. El procurador, el ecónomo y los otros oficiales que deben cuidar de los temporal y de los otros domésticos, tendrán cuidado de hacerles la oración de la mañana y de la tarde cuando no puedan asistir con los hermanos conversos y que tanto unos como otros asistan a la primera misa y desayunen enseguida antes del trabajo, durante el cual se les debe recordar la presencia de Dios [90] de una manera cordial, que los anime a hacer bien lo que hacen.

    El proveedor tendrá el capítulo de culpas el lunes y el viernes de cada semana, los novicios asisten y habiéndolas dicho se retiran. Por los capítulos del consejo se tendrá tantas veces como sea necesario resolviendo los asuntos que se hayan presentado. El proveedor será acompañado de dos padres mayores y también cuando visite los cuartos de toda la casa sea en la noche o en el día para nunca ir solo.

    El provincial hará la visita cada año por Pascua, y el proveedor nacional en todas las casa de la nación por medio de dos religiosos que él nombre, e irán de dos en dos o de tres en tres sin faltar un año.

    9° Referente a la adoración perpetua del Santísimo Sacramento. En todas las casas formadas o comenzadas habrá la adoración perpetua del Santísimo Sacramento sin que nadie se ausente ni de día ni de noche, es decir, los padres y los hermanos clérigos de dos en dos por turno teniendo un reloj de arena de media hora la pasarán delante del Santísimo Sacramento al pie del altar o en la tribuna que estará abajo, en la iglesia [91] sobre el vestíbulo de la puerta mayor. Tendrán el sobrepelliz durante el día, y en la noche sobre el sobrepelliz un manto, siempre tendrán la cuerda en el cuello durante la media hora o una hora, como lo juzgue a propósito el superior o el proveedor e inclinándose profundamente, interior y exteriormente harán el acto de desagravio con una vela prendida en la mano como se dirá después, pidiendo sobre todo por el restablecimiento de la fe en Inglaterra y por todas la otras intenciones que contiene. Al fin de la media hora o tres cuartos de hora, uno de los dos sea padre o hermano ira a despertar o advertir a los dos que siguen. La señal será de cinco toques de la gran campana para que los que vienen a ocupar el lugar lo hagan con un nuevo fervor y animados de celo ardiente de reparar tanto como les sea posible, con la ayuda de la gracia divina, todas la injurias que la persona adorable del Verbo Encarnado recibió y recibe en el Santísimo Sacramento de una infinidad de creaturas ingratas o ciegas por los errores en que han caído o nacido en tierra de infieles.

    9° Penitencias corporales. Que no se cargue a la comunidad si no es la disciplina general los viernes [92] y en Adviento y Cuaresma también los lunes y la semana Santa el miércoles. Se hará en la tarde después del examen, cada uno de su propia mano. Los lunes el superior recitará el De Profundis y los viernes el Miserere. Si en la semana hay una fiesta solemne, la disciplina y el ayuno serán la víspera de la fiesta. El miércoles Santo el proveedor la hará terminar cuando él lo juzgue a propósito con prudencia, dispensando a los que tengan alguna dificultad. Los enfermos están exceptuados de las austeridades corporales, solo se les pide espíritu de sumisión y mortificación interior.

    Los domingos y fiestas, los hermanos conversos irán a la oración delante del Santísimo Sacramento y a otros ejercicios de piedad y harán alguna lectura espiritual si saben leer. Generalmente todos frecuentan los sacramentos de la confesión y de la comunión a los que podrán acercarse al menos el domingo y el jueves o más seguido si el director lo ve bien.

    Cuando los maestros estarán en ejercicios deben advertir al superior o al proveedor de poner a un padre que los remplace en el colegio para poder disfrutar de la oración y otros ejercicios de devoción con más [93] atención durante su retiro en que se aplican a renovar su interior y exterior.

    Raramente los superiores se encargarán de entierros, de misas de fundación y sobre todo de grandes misas. Quienes mueran en la casa podrán ser enterrados sea en la capilla que hayan fundado en la iglesia, en el cementerio del claustro o en el sótano destinado para esto, pero es necesario que paguen los derechos a su parroquia.

    Los padres y hermanos no asistirán a las procesiones públicas. Sus sufragios deben ser por nuestro santo Padre, los cardenales y los prelados eclesiásticos, los bienhechores y fundadores, por los agonizantes, los difuntos de la congregación, por los misioneros, la conversión de los pecadores, los herejes e infieles, y en fin por todos los hermanos y las hermanas de esta congregación para que Dios quiera conservar su salud, su espíritu y vigor para su servicio.

    Los fundadores pueden hacer que den sepultura a sus esposas e hijos y otros parientes en las casas que hayan fundado pagando los derechos al señor cura de la parroquia. También pueden tener un alojamiento en caso de urgencia y eso en el departamento o parte de los huéspedes que sea el más conveniente a su situación. La mujeres [94] y las jóvenes estarán separadas de tal manera que no tengan ninguna comunicación con los religiosos y se quedarán ahí tanto como dure su urgencia.

El padre general puede disponer de la sexta parte de las misas, comuniones y ejercicios espirituales de la Orden todos los lunes. El procurador general todos los martes, el nacional todos los miércoles por la nación, el provincial los jueves por la provincia, el proveedor los viernes por la casa, el superior los sábados y domingos por lo que él vera. Estas son las más seguras fundaciones que los superiores pueden hacer en esta congregación. Todas las otras misas y sufragios serán por los que ya se ha dicho y a la disposición de los sacristanes quienes tendrán cuidado de tocar o de hacer que toquen todos los días no solamente al Angelus de la mañana para despertar sino también para el de medio día y el de las ocho que es la ultima llamada para maitines y laudes.

    Todos los padres y hermanos serán grandes amantes del retiro y del silencio que debe ser guardado con exactitud y siempre en el refectorio, sacristía, [95] sobre todo después de las nueve y media de la noche hasta las seis de la mañana. Si es necesario hablar, debe ser en voz baja.

    Unos y otros traerán esta regla con ellos cuando sea aprobada y confirmada por el santo Padre para leerla continuamente, pidiendo al Verbo Encarnado poseer el espíritu de esta congregación que le está dedicada por tantos títulos que la llevan a honrarlo por estado. 1° La vida oculta, humilde, trabajadora y hospitalaria en la casa paterna llevada bajo la mirada de San José que estuvo en cama sus últimos años. 2° Su vida solitaria en el desierto. 3° Su vida pública entre los hombres para enseñarles el camino del cielo por sus obras de predicación diciéndoles: exemplum dedit vobis (Jn_13_15), ejemplo os he dado. Si los padres y los hermanos la guardan en todo y por dondequiera como un divino ejemplo del que deben ser fieles imitadores por la observancia de las reglas y estatutos que han abrazado como medios propios para aspirar a la santidad que el Señor pide de ellos deben asegurarse de que van a llegar con felicidad al fin de su vida ayudados con el socorro de la gracia y al mismo tiempo se persuadirse que esta congregación es como una puerta abierta y un camino recto que los conducirá, y con ellos [96] una multitud de almas que sin ellos se perderían en el siglo pervertido más que nunca por la vanidad y los demás vicios que precipitan desgraciadamente a tantos desdichados que se dejan cegar y caer entre las cadenas y la esclavitud del Faraón de los infiernos, cruel enemigo de la gloria del Verbo Encarnado nuestro maestro divino y amabilísimo Redentor. A él sean dadas todas las alabanzas, todo honor y todo amor en el sacramento adorable de la Eucaristía que es el trono de su amorosa dilección por todos los hombres y a la cual perpetuamente todas las casas formadas por tener el numero suficiente de religiosos, deben tener en gran estima y hacerla con mucho celo, procurando también que la hagan las almas dirigidas por ellos en la confesión, aunque sean de fuera, si muestra una palpable devoción, para que vengan a hacer la meditación delante del altar mayor de la iglesia, donde Jesucristo reposa en el sagrario. Se tratará de tener una capilla particular para los devotos de este gran misterio donde se nos dan grandes pruebas del constante tierno amor de Dios por todas sus creaturas.


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LO QUE DIOS ME HA DADO A CONOCER DE LA MADRE DE CHANTAL

LO QUE DIOS ME HA DADO A CONOCER DE LA MADRE DE CHANTAL

Juana Francisca Frémyot baronesa de Chantal (Dijón, 23 de enero de 1572 - Moulins, 13 de diciembre de 1641) fue una santa religiosa y mística francesa, cofundadora de la Orden de la Visitación de Nuestra Señora. También es conocida simplemente como Santa Juana de Chantal o Madame de Chantal.

Lo que Dios me ha dado a conocer de la Madre de Chantal

    M.R.P.

    Puesto que Dios que se muestra admirable en sus santos, quiere que las criaturas den testimonio de la estima que él hace de ellos, cuando su bondad se las da a conocer, ya que él no quiere que se oculte la verdad en la injusticia. La obediencia y vuestro piadoso celo mi R.P. me impulsan a dar el testimonio que debo a los méritos de la digna madre de Chantal; diré con tanto respeto como sinceridad, que el Espíritu divino ha dignado asegurar al mío desde hace 25 años de los dones y virtudes que Él había derramado en esta buena madre, sin que yo nunca lo haya dicho.

    Habiendo conocido al comienzo del mes de agosto del año 1641, que ella había pasado por esta ciudad de Lyon para irse a Moulins, y pidiendo en mi oración de la tarde por ella, como yo le había pedido en nuestra primera entrevista que pidiera por mí, oí que dejaría pronto esta vida y que no volvería a sus monasterios de Lyon ni al de Annecy, pero que su cuerpo pasaría por esta ciudad para ser llevado junto al del Beato Francisco de Sales, digno obispo de Ginebra. 

    Ese mismo día se lo dije a nuestras hermanas reunidas en comunidad y al R.P. Gibalin dándole cuentas.

    Una noche del mes de diciembre de 1641, estando dormida, fui conducida a una iglesia de la Visitación. Siempre he pensado que era la de Moulins. Habiendo entrado en esta iglesia, se me revistió de blanco y se me dio en lugar de cirio todos los instrumentos de la pasión para estar convenientemente en ese lugar de esplendor.     Esta iglesia estaba iluminada como una capilla ardiente, y si yo no veía antorcha iluminada, conocí por este mismo espíritu que se digna enseñarme, que era la muerte gloriosa de la madre de Chantal, por la cual yo había tenido nuevas luces, y que ella rogaría en el cielo por el establecimiento en Francia, de la Orden del Verbo Encarnado.

    El 21 de diciembre e 1641, leyendo las memorias que yo había hecho de diversas gracias recibidas de mi divino amor, especialmente de las promesas del establecimiento de nuestra Orden, sentí a mi lado derecho; cerca de mi, la Bienaventurada madre Chantal con una presencia espiritual que me regocijaba y me confortaba indeciblemente.

    A la misma hora, Sor Françoise Gravier, mi secretaria, entró en mi habitación y me dijo: "Verdaderamente siento un olor muy suave semejante al que sentí en Avignon estando en la capilla donde reposa el cuerpo del Beato César de Bus, y éste me parece todavía más delicioso.

    Esta hija, según su costumbre, me obligó a decirle la gracia que yo recibía, porque ella tiene la orden del Sr. Cardenal y de mi director de escribir las gracias que Dios me hace. Yo le dije: "Es la Bienaventurada madre de Chantal que ha venido aquí para gratificarme". Su bondad os ha hecho participante para haceros devota, ya que no lo sois como deberíais serlo.

    Una noche alrededor de Navidad de este año, durmiendo, vi a las hijas de la Visitación que buscaban un tesoro que no encontraron. Dos o tres días después, el señor Deville, el oficial, me vino a ver y me dijo que el cuerpo de la madre de Chantal había pasado por Lyon en una carroza de una puerta a la otra, sin pararse. Yo le dije que me hacía recordar lo que había visto una de esas noches; que las religiosas de la Visitación de Bellecour buscaron un tesoro que no encontraron y se sintieron muy extrañadas de esta privación.

    Un día en la octava de Navidad, delante del Santísimo Sacramento, mi espíritu fue elevado y llevado junto al cuerpo de la madre de Chantal a Annecy, que todavía no estaba enterrado. Vi una multitud de ángeles que sembraban flores blancas y violetas encima de ese cuerpo con alegría y delicadeza angelical. Oí estas palabras de la sabiduría: Habebit fructum in respectione anima sanctorum (Sg_3_13) Dará frutos palpables a la vista de todos los santos; y depués: ego quasi victis fructificavi suavitatem, et flore mei fructus honoris et honestatis (Si_24_23). Como flores de un agradable olor, como una vid, yo broté y mis flores son frutos de gloria y de abundancia.

    [5] Alrededor de la fiesta de los Reyes en 1642, vi una escalera hecha de nubes, la cual había venido de Oriente hasta el Poniente donde se paró. Esta escalera me representaba a la madre Chantal que estaba en la gloria. Después vi en Oriente navíos hechos de nubes que me representaban también a sus hijas con alas. Volaban con gran diligencia, pero estaban todavía bien alejadas del poniente de esta escalera. Me parece que era necesario mucho para que ellas alcanzaran a su madre.

    Por esta escalera y estos navíos, oí varias otras maravillas que se referían a otra Orden, de la cual no es propio mencionar aquí, ni todos los misterios que ellas significaban. El Espíritu que enseña a las almas es único en sí y es múltiple en las luces que da. Est enim Spiritus intelligentiae, sanctus, unicus, multiples (Sg_7_22).Hay en ella un espíritu inteligente, santo, único, múltiple.

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CITAS BREVES JCHM

CITAS BREVES JCHM

Tomadas de los Escritos de NVM Fundadora Jeanne Chezard de Matel para regalo Encuentro Internacional ASVE en Puebla

1.- Ayúdame, Dios…quiero contigo, superar las inclinaciones de mi propia resistencia.

 Jeanne Chezard de Matel, Borrador de Autobiografía. Cap.1 pág. 1

2.- Tu gracia es más fuerte que la naturaleza.

Jeanne Chezard de Matel Borrador de la Autobiografía.Cap.8 pág. 28

3.- Me abandono a tu misericordia que tendrá piedad de mí, aunque yo sea indignísima.

 Jeanne Chezard de Matel, Borrador de la Autobiografía. Cap.8 pág. 27

4.- ¡Perdón, piadoso Señor mío! Agradezco lo que tu Providencia permitió para mi mayor bien.

Jeanne Chezard de Matel, Borrador de la Autobiografía.Cap.9 pág. 30

5. ¡Oh! Señor, tus designios son admirablemente adorables!

Jeanne Chezard de Matel, Borrador de la Autobiografía.Cap.8 pág. 29

6.-Tú me llevabas de grado en grado.

Jeanne Chezard de Matel, Borrador de la Autobiografía. Cap.13 pág. 37

7.- En esta sagrada academia aprendí de tu amor.

Jeanne Chezard de Matel, Borrador de la Autobiografía. Cap.13 pág. 37

8.- Sí, amado Jesús, tú sabes bien que soy consciente de mis debilidades y de mis fallas en todo momento, y que al ser débil yo misma, me hago fuerte en ti.

 Jeanne Chezard de Matel, Borrador de la Autobiografía. Cap.17 pág. 46

9.- ¡Oh mi Todo!  No te veo y tú me miras.

 Jeanne Chezard de Matel, Borrador de la Autobiografía. Cap.25 pág. 74

10.- Señor, heme aquí para escuchar lo que te plazca decirme.

Jeanne Chezard de Matel, Borrador de la Autobiografía. Cap.19 pág. 49

11.- Tú das la paz a todo mi ser que es tuyo.

Jeanne Chezard de Matel, Borrador de la Autobiografía. Cap.19 pág. 49

12.- Encuentro en ti contemplación a lo único necesario.

Jeanne Chezard de Matel, Borrador de la Autobiografía. Cap.19 pág. 49

13.- Debo toda mi felicidad a tu gracia.

Jeanne Chezard de Matel, Borrador de Autobiografía. Cap.2 pág. 2

14.- Todo lo que no es Dios o para Dios, no es nada.

Jeanne Chezard de Matel, Borrador de la Autobiografía. Cap.26 pág. 77

15.- Todo lo que está bajo el sol no es sino vanidad y aflicción de espíritu, ya que el alma es creada por el Creador del sol, el cual es su principio y quiere ser su fin.

Jeanne Chezard de Matel, Borrador de la Autobiografía. Cap.26 pág. 77

16.-...con frecuencia me has dicho que no vivo más en mí, sino en ti.

Jeanne Chezard de Matel, Borrador de la Autobiografía.  Cap.27 pág. 81

17.- Para obtener la heredad de nuestro rey y Padre celestial, es menester ser bondadoso.

Jeanne Chezard de Matel, Diario Espiritual I. Capítulo 8. pág. 80

18.- La humildad se esconde en el corazón, pero Dios la ve.

Jeanne Chezard de Matel, Diario Espiritual Capítulo 8. pág. 81

19.- También es necesario, que tengamos paz con nuestro prójimo; porque Dios no recibirá nuestras oraciones y ofrendas si no tenemos paz con el prójimo.

Jeanne Chezard de Matel, Diario Espiritual I. Capítulo 8. Pág. 81

20.- Tratemos de tener las tres clases de paz, (con dios, consigo mismo y con los demás) y  procurarla a quien la necesite, pues cada uno está obligado a servir a los demás en lo que pueda.

Jeanne Chezard de Matel, Diario Espiritual I. Capítulo 8. Pág. 81

21.- Seamos mediadores de la paz entre nuestro prójimo y Dios.

Jeanne Chezard de Matel, Diario Espiritual I. Capítulo 8. Pág. 81

22.-  Cuando el alma se inquieta, es incapaz de reconocer al buen espíritu. 

Jeanne Chezard de Matel, Diario Espiritual I. Capítulo 8. Pág. 81

23.- Amemos la paz, de corazón, mis queridas hermanas, y llevémosla bien metida en nuestras almas.

 Jeanne Chezard de Matel, Diario Espiritual I. Capítulo 8. Pág. 81

24.- Tengamos buena voluntad, que es la de Dios, haciendo a un lado la nuestra, que es fuente de turbación.

 Jeanne Chezard de Matel, Diario Espiritual I. Capítulo 8. Pág. 81

25.- Tratemos de tener paz…y procurarla a quien la necesite. 

 Jeanne Chezard de Matel, Diario Espiritual I, Capítulo 8. Pág. 81

26.- Él, vino a encender mi corazón sin mérito alguno mío.

Jeanne Chezard de Matel, Borrador de la Autobiografía, Capítulo 28. Pág.  85

27.- ¡Oh mi amado Señor tus designios son admirablemente adorables!

Jeanne Chezard de Matel, Borrador de la Autobiografía, Capítulo 29. pág. 28

28.- Mi divino amor. ¡Qué bueno es adorarte y poner en ti todas mis esperanzas!

Jeanne Chezard de Matel, Borrador a de la Autobiografía, Capítulo 35 pág. 107

29.- Bendición, claridad y acción de gracias a tu divina Majestad.

Jeanne Chezard de Matel, Borrador a de la Autobiografía, Capítulo 37. Pág. 115

30.- No temas, hija, yo estoy contigo; he puesto mi mano sobre ti. 

Jeanne Chezard de Matel, Borrador de la Autobiografía, Capítulo 39 pág.124

31.- Mi amado Señor me invitó a una amorosa confianza, diciéndome: Abe tu boca y la llenaré con mis dulzuras.

Jeanne Chezard de Matel, Diario espiritual I.  Capítulo 183 pág. 1015

32.- Mi Espíritu te ha dado una lengua, mi Padre unos labios y su mismo Verbo.

Jeanne Chezard de Matel, Borrador de la Autobiografía, Capítulo 39 pág.124

33.- Despojada de mi alma, de todo lo que no era a Dios, me adhiero perfectamente a mi divino amor.

Jeanne Chezard de Matel, Diario Espiritual I, Capítulo 69. Pág. 455

34.- La gloria del Verbo Encarnado consiste en reconciliar, mediante su venida a la tierra.

Jeanne Chezard de Matel, Diario Espiritual I, Capítulo 78 pág. 493

35.- Que toda bendición te sea dada, divino amor mío, por las gracias que me concedes.

Jeanne Chezard de Matel, Diario Espiritual I, Capítulo 85 pág.522

36.- Divino Espíritu, haz que mediante la fuerza del divino amor sea yo eternamente unida al Padre y al Hijo, amor que eres tú mismo.

Jeanne Chezard de Matel, Diario Espiritual I, Capítulo 116 pág. 681

37.- Hija mía, quien tiene a Dios, lo tiene todo."

Jeanne Chezard de Matel, Borrador de la Autobiografía, Cap.31 pág. 97

38.- Amor, no deseo nada. Teniéndote a ti lo tengo todo.

Borrador de la Autobiografía, Cap. 35 pág. 107

39.-  Mi amor Jesús… hazme… morir de gozo y de contento.

Jeanne Chezard de Matel, Diario Espiritual I, Capítulo 133. pág. 779

40.- Jesús, bondad esencialmente comunicativa, me encuentro en ti escuchando estas dulces palabras.

Jeanne Chezard de Matel, Diario Espiritual I, Capítulo 138. pág. 801

41.- Te pedí perdón por mis faltas cometidas durante el año, deseando anonadarme y consumirme con todas las criaturas. Toda consumación llega a su fin, y el fin de todas las cosas es la consumación de ellas mismas.

Jeanne Chezard de Matel, Diario Espiritual I, Capítulo 138.pág. 801

42.- …que yo acepte morir a mí misma y a todo lo creado para vivir en ti.

Jeanne Chezard de Matel, Borrador de la Autobiografía, Cap.27 pág. 81

43.- "Hija, yo soy el centro de todas estas líneas que son mis santos y santas."

Jeanne Chezard de Matel, Borrador de la Autobiografía, Cap.37 pág. 173

44- …hija mía … la primera regla, es la Divina Voluntad.

Jeanne Chezard de Matel, Borrador de la Autobiografía, Cap.37 pág. 173

45.- Hija…yo haré maravillas que se realizan y se realizarán en ti.

Jeanne Chezard de Matel, Borrador de la Autobiografía Cap.33 pág. 102

46.-  Mantén siempre tus alas de paloma; declara con sencillez todas mis palabras, que son claras como el sonido de la plata; sé franca con tus directores.

Jeanne Chezard de Matel, Borrador de la Autobiografía, Cap.33 pág. 102

47.- Conserva junto conmigo este oro de caridad que se esconde entre tú y yo; es un reclinatorio donde me complace quedarme; di a tu confesor que deseo me recibas todos los días.

Jeanne Chezard de Matel, Borrador de la Autobiografía, Cap.33pág. 102     

48.- Oh divino esposo, al contemplarte en el origen y manantial de vida, que es tu divino Padre, ven cómo eres luz y Dios de Dios;

Jeanne Chezard de Matel, Borrador de la Autobiografía, Cap.37 pág. 112

49.- Me dijiste entonces: "Hija, mi Nombre es un bálsamo derramado. Muchas jóvenes serán atraídas a esta Orden por su dulzura.

Jeanne Chezard de Matel, Borrador de la Autobiografía. Cap.37 pág. 167    

50 -…Háganme reposar sobre su pecho"." ¡No se dejen llevar por estos temores!

Jeanne Chezard de Matel, Borrador de la Autobiografía Cap.37 pág. 167

51.- Aunque hiciera falta esperar cuarenta años, nuestro Señor me dará la constancia de esperar esperando contra toda esperanza, tendré confianza en su Providencia.

Jeanne Chezard de Matel, Borrador de la Autobiografía, Cap.37 pág. 167

52.- Jesús me enseñó, que su alegría se cifra en congregarnos en Él, después de que el pecado nos ha separado.

Jeanne Chezard de Matel, Diario espiritual I, Capítulo197  pág. 1119

53.- ¡Ay! La miseria de un alma es verse separada del amor de Dios.

Jeanne Chezard de Matel, Diario espiritual, I Capítulo 197. Pág. 1124

54.- Querido Jesús, haz lo que quieras conmigo en el tiempo y en la eternidad.

Jeanne Chezard de Matel, Diario espiritual I, Capítulo 204. Pág. 1199

55.- Jesús …Soy tuya sin reserva.

Jeanne Chezard de Matel, Diario espiritual I, Capítulo 204. Pág. 1199

56.- La bondad de Dios se complace en transformar a las almas favorecidas por Él.

Jeanne Chezard de Matel, Diario Espiritual, Capítulo 203.  pág. 1216

57.- Mi amado Jesús, en medio de una infinidad de caricias, me dijo que tenía su gloria en sus criaturas, pero que con frecuencia ellas la oscurecían.

Jeanne Chezard de Matel, Diario Espiritual, Capítulo 203.  pág. 1217

58.- Me dijo: Escojo a ciertas almas para hacerlas brillar, son los soles de su gloria.

Jeanne Chezard de Matel, Diario Espiritual, Capítulo 203.  pág. 1217

59.- Él (Dios) es el único objeto de mis alabanzas por ser el autor de mi ser y de la salvación de todos los suyos, preservando a los ángeles buenos y perdonando y conservando a la humanidad.

Jeanne Chezard de Matel, Diario Espiritual, Capítulo 215.  pág. 1257

60.- Su bondad me invitaba a confiarme a Él y a ofrecerle un juramento de perpetua fidelidad.

Jeanne Chezard de Matel, Diario Espiritual, II Capítulo 10.  pág. 69

61.- Jesús me enseñó, que su alegría se cifra en congregarnos en Él después de que el pecado nos ha separado.

Jeanne Chezard de Matel, Diario Espiritual I, Capítulo197  pág. 1119

62.- Que aquellos que te buscan vuelvan y se conviertan a Ti, e ilumínalos por Ti y en Ti, formen un pueblo perfecto. 

Jeanne Chezard de Matel, Autobiografía, Capítulo 135, pág. 970

63.- Bendito seas …Oh Jesús mío, que me has consolado…porque puedo decir que tus consuelos han sobrepasado mis cruces, aunque éstas hayan sido grandes.

Jeanne Chezard de Matel, Borrador de la Autobiografía, Capítulo 63, pág. 290

64. Querido Jesús, eres tan bueno como verdadero. Tengo puesta mi esperanza en ti, como en mi soberano Protector.

Jeanne Chezard de Matel, Borrador de la Autobiografía, Capítulo 67, pág. 305

65. la esperanza en tu poder ha reverdecido siempre en mi alma, y así será, por tu gracia, hasta mi último suspiro. 

Jeanne Chezard de Matel, Borrador de la Autobiografía, Capítulo 74, pág. 350

66.- De ti, oh Padre, por ti, oh Hijo, y en ti. Espíritu Santo, están todas las gracias que he recibido.

Jeanne Chezard de Matel, Borrador de la Autobiografía, Capítulo 90, pág. 454

67.- Ayúdame a escuchar tu voz única; que yo sea tu vergel, tu prado, tu jardín de placer; que permanezca escondida contigo en Dios. Habita en mí. Recréate en mí.

Jeanne Chezard de Matel, Tratado sobre la explicación del Cantar de los Cantares, Cantar 8c,  pág. 111

68. La alegría de tu corazón te da la gracia, la cual tiene su origen en mi amor, que te pone al ritmo de mi voluntad. Se trata de mi Divino Espíritu.

Jeanne Chezard de Matel, Tratado sobre la explicación del Cantar de los Cantares 1619. Cantar 7, pág. 25

69.- El que tiene el amor de Dios, el que tiene a Dios, tiene al todo, al todo adorabilísimo. Sé para mí todo en todo, para siempre. 

Jeanne Chezard de Matel, Diario espiritual II, Capítulo 166 pág. 1202

70.- Que tu diestra me abrace para decirme que viva con paciencia, porque no estoy sin ti, que permaneces conmigo en el divino sacramento.  

Jeanne Chezard de Matel, Tratado sobre la explicación del Cantar de los Cantares 1619. Cantar 8 pág. 79

71.- Pero tú eres mi misericordia, aleja de mi corazón lo que no eres tú. Haz que ame a los que me hacen sufrir, que les sirva de salvación.

Jeanne Chezard de Matel, Autobiografía, Capítulo 175  pág. 1260

72.- Haz divino Salvador, por tu inenarrable bondad, que sea transformada en ti, y que no te vea más que a ti, y que oiga tu divina palabra por orden de tu amado Padre.   

Jeanne Chezard de Matel, Autobiografía,  Capítulo 175 pág. 1261

73.- Redentor de los humanos, que moriste por todos, dame tu vida, que viva y muera por tu amor y para tu amor; es lo único necesario que deseo y desearé siempre.

Jeanne Chezard de Matel, Autobiografía,  Capítulo, 175  pág. 1266

74.- La Palabra de Dios es un fruto perfecto que hace la santidad del alma que la ama.  

Jeanne Chezard de Matel, Autobiografía, Capítulo 142 pág. 1010

75.- Quien escucha atentamente lo que esta palabra les dice, cumple tu voluntad y se santifica. 

Jeanne Chezard de Matel, Autobiografía, Capítulo 142 pág. 1009

76.- El alma se debe despojar de todo para entender el secreto de tu Pasión. 

Jeanne Chezard de Matel, Autobiografía, Capítulo 142. pág. 1009

77.- Amado Jesús, en tus manos pongo mi suerte, en tus ojos mis energías y en tu seno está mi tesoro. Eres mi bien donde quiera que estés.

Jeanne Chezard de Matel, Autobiografía, Capítulo 142 pág. 1009

78.- Tú mismo me alimentas y me haces un festín perpetuo.  

Jeanne Chezard de Matel, Autobiografía, Capítulo 156, pág. 1112

79.- ¡Oh, mi Jesús! Tú fuiste clavado en ella porque así lo quisiste; abandono mi voluntad a la tuya, a pesar de todas mis repugnancias. Que la muerte a mí misma corone todas tus gracias.

Jeanne Chezard de Matel, Carta 22, 8 de abril de 1621

80.- Quien ama, jamás alaba lo suficiente al objeto amado. 

 Jeanne Chezard de Matel, Diario Espiritual I, Capítulo 44,  pág. 324

81.- Como a hermano y redentor nuestro, te hemos despreciado y crucificado nuevamente al reincidir en nuestras faltas. Henos aquí para ser, por tu bondad, redimidos por tus santas gracias.

Jeanne Chezard de Matel,Diario Espiritual I, Capítulo 155  pág. 908

82.- Señor, ¿Qué quieres que hagamos? La misión que nos das de ser portadores de tu nombre en presencia de los ángeles y de los hombres nos llama nuevamente a una fidelidad eterna. 

Jeanne Chezard de Matel, Diario Espiritual I, Capítulo 155, pág. 908

83.-  Me consolarás en mis sufrimientos y serás un bálsamo consolador sobre mi llaga.  

Jeanne Chezard de Matel, Borrador de la Autobiografía, Capítulo 35, pág. 107

84.- Te pido en todo y por todo, tu mayor gloria y la salvación de las almas rescatadas con tu preciosa sangre. Es todo lo que deseo. 

Jeanne Chezard de Matel, Borrador de la Autobiografía, Capítulo 35, pág. 107

85.- ¡Qué bueno es adorarte y poner en ti todas mis esperanzas! 

Jeanne Chezard de Matel, Borrador de la Autobiografía, Capítulo 35 -107

86.-  La oración, la paciencia y la fortaleza con tu gracia me eran necesarias para perseverar en los largos períodos de espera que no me especificaste en manera alguna.

Jeanne Chezard de Matel,  Borrador de la Autobiografía, Capítulo 44 pág. 167

87.- Querido Jesús, en tus manos pongo mi suerte, en tus ojos mis energías y en tu seno está mi tesoro

Jeanne Chezard de Matel, Autobiografía, Capítulo142, pág. 1013

88.- El amor no puede ocultarse ni reprimirse en la mirada y labios de los que se aman. 

Jeanne Chezard de Matel, Diario Espiritual I, Capítulo 199, pág. 114

89.- Jesús y María nos aportan la vid de la gracia y de la gloria. 

Jeanne Chezard de Matel, Diario Espiritual I, Capítulo 199, pág. 1141

90.- ¡Oh Dama ensalzada, Dama radiante, Dama que ilumina! Naces rodeada de sol procedente del centro mismo de la luz, del océano de la divinidad.

Jeanne Chezard de Matel, Diario Espiritual I, Capítulo 199, pág. 1152

91.- El amor iguala a los que se aman. Cuando encuentra desigualdades en ellos, se abaja para levantar al objeto amado. 

Jeanne Chezard de Matel, Diario Espiritual, Capítulo 85 pág. 522

92.- Mi divino Consolador, ¿Qué puedo ofrecerte en reconocimiento de tantas gracias que continuamente me das? 

Jeanne Chezard de Matel, Borrador de la Autobiografía, Capítulo 57 254

93.- Él nos enseña que mientras seamos peregrinos aquí abajo, debemos estar siempre, siempre, hambrientos de justicia.

Jeanne Chezard de Matel, Diario Espiritual I, Capítulo  8  pág. 100

94.- No temamos la mortificación, que nos santifica y que tantos santos han practicado. Seamos generosas y roguemos al Espíritu de Dios que tome posesión de nosotras.

Jeanne Chezard de Matel, Diario Espiritual I, Capítulo  8  pág. 103

95.- El Verbo Encarnado es el Libro de la vida.

Jeanne Chezard de Matel, Borrador de la Autobiografía. Capítulo 70 pág.  327

96.- Te ofrecí mi corazón y te conté mis penas.

Jeanne Chezard de Matel,  Autobiografía, Capítulo 128 pág. 919

97.- Te ofrecí mi corazón y te conté mis penas.

Jeanne Chezard de Matel,  Autobiografía, Capítulo 128 pág. 919

98.- El alma se debe despojar de todo para entender el secreto de tu Pasión.

Jeanne Chezard de Matel, Autobiografía, Capítulo 142, pág. 1010

99.- El alma que posee la paz, es el cielo del Señor.

Jeanne Chezard de Matel,  Autobiografía, Capítulo 142  pág. 1014

100.- Subamos pues, mis queridísimas hermanas, y volemos como aguiluchos en seguimiento de nuestra gran águila… él nos mostrará su rostro y nos dará su bendición, la cual recibiremos si permanecemos fieles a Él.

Jeanne Chezard de Matel, Diario Espiritual, Capítulo 8,  pág. 87


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