1 Que Nuestro Señor perdone sus faltas pasadas
2 Que tal persona perseverará en la religión con sus males; está en un gran temor de haber salido de ellos después de haber estado tanto tiempo así, como yo la vi.
3 Que se la ejercite en obras humildes y repugnantes y así en todo lo que sea de humildad.
4 Que Dios retire de ella todo afecto y le de el suyo. Para esto yo respondí si no sería bueno aficionarse a otra cosa, sí, pero en general y me acordé de lo que dice san Basilio. Ese santo y san Gregorio tenían entre sí un afecto muy grande y era célebre en toda Grecia, entonces, se puede amar más a unos que a otros en la medida de sus virtudes. Eso es verdad, dicen, pero yo digo que eso de los afectos fundados sobre la gentileza y maneras exteriores o también por simpatía del humor, no es por el amor de Dios porque yo, soy por mi natural, afectiva.
5 Que Dios quiera borrarme de la memoria lo que se oye en confesión. Cuando yo responda "me gusta que se acuerden de mis confesiones para que reconozcan la inclinación que me lleva a fallar y así me corrijan" Sí, pero de algunas cosas no, ya que no es necesario porque turban el pensamiento.
6 Que lo pida a la Virgen, a quien nada se le niega como dice San Bernardo y entretenerme con su madre santa Ana de la que tomó la vida. Yo muestro una alegría cuando me hablan de esta santa y digo que la debo amar mucho por haberme concedido tantos beneficios antes de que yo naciera. Mi madre se dirigió a ella para tener un hijo que viviera.
7 Que antes se me había pedido una cosa, que viera si la puedo conceder. Yo decía cuando se me pidió: la puedo conceder, lo hubiera hecho. ¿Qué te dije yo, te acuerdas? Sí, pero si tú temías perder, eso sería desdecirte. Y diciéndole que ya lo pensaría y pediría lo que deseaba de Nuestro Señor, está bien, me dijeron, que lo escribiría de su mano. Entonces ya no dije nada, puede escribir y yo seguir pensando. Luego que vi la pena que tenía de irse esa persona y que me dijera que nos veríamos en el pensamiento, le dije, sí en el espejo divino donde todo se ve y donde haremos nuestra permanencia en el costado de Jesús.
[3] La mañana del día de la Concepción de Nuestra Señora, estaba triste, incluso saliendo del confesionario todavía lo estaba. Me fue necesario dejar tantas lágrimas. Mientras tanto la Madre de la santa Esperanza y verdadera consolación me parecía consolar.
¡Oh Madre! le decía, puesto que la divina gracia te eleva tan alto, ten piedad de la que el pecado asalta. Perdóname que en esta solemnidad tan alegre para todos yo esté triste, aunque estoy inmensamente contenta de tu honor y bien. Le oí: Hija mía, ahora yo estoy con gran honor en el cielo y en la tierra, porque cuando estaba en el mundo no lo fui en nada. Mi luz estaba escondida, e incluso, yo escondía la de mi Hijo cuando El la quería mostrar, pareció retirarse de mí cuando fue al templo admirado entre los doctores.
Cuando quiso alegrar las bodas con el cambio de agua en vino, me dijo: "mujer, ¿Qué tengo que ver contigo? Pero sobretodo. El se oculta u obscurece en sus luces de cada día.
[4] Cuando me acerqué a Él en el Calvario, la tierra pasiva de su santo cuerpo, que estaba compuesta de luz todavía no glorificada, se interpuso entre El vuestro Sol, y yo la Luna, haciendo este eclipse.
Pero en el momento en el que El y yo fuimos corporalmente glorificados, yo di y doy una gran luz, pues mi cuerpo es ahora un cristal que os produce la divina luz, sirviéndoos de medio para poderla contemplar.
Sin embargo en medio de este consuelo, yo estaba triste, llorando, y oí: Veruntamen en el diluvio de varias aguas ad eum non approximabunt (Ps_31_6). Si las grandes aguas se desbordan, ellas no la sumergirán. Entonces yo dije: Tu eres mi refugio, ¡Oh Madre, en mi tribulación¡
Mi espíritu fue abierto al sentido de ese versículo y oí: "Hija mía, el pecado original ocasionó un diluvio universal en la naturaleza humana. Dios en su grandeza me había exceptuado como su única paloma en sí mismo. El fue esta arca, el cielo empíreo y permaneció ahí alrededor de cinco mil años con su familia angélica confirmada en gracia. Lucifer el cuervo salió de allí por rebelión. Estuvo abierta la ventana de su libertinaje, se quedo en la carroña de su amor y presunción propia.
Dios, viendo el diluvio de sus compañeros, les cerró el arca del cielo empíreo y los dejó caer en esos cenagales y hediondos infiernos; El pecado inventado por él, [5] entró por su persuasión en la naturaleza humana en la persona de Adán y ahogó a todos sus hijos. Sin embargo, Dios que ya me poseía, abriendo la ventana de su voluntad y providencia, me envió en contra y de sí mismo y del cielo (el arca mencionada) vine al mundo volando por encima del agua del pecado original que cubría toda la tierra de la naturaleza humana. El Espíritu del Señor, mi Hijo, caminó sobre esta agua, por el privilegio de su naturaleza. Yo volé sobre ellas por el privilegio de la gracia preventiva, que es la misericordia previniéndome solamente a mí. Este es el honor en el cual fui colocada. En seguida tomé un ramo de este olivo de la divina misericordia y emprendiendo el vuelo de mi oración por el exceso de celo por las almas hasta el arca del cielo empíreo, presentando esta misericordia hecha en mi para todo el género humano, pedí a la divina bondad que retirara el diluvio del pecado que abisma a las almas en su océano, invitando a este divino Noé a salir del arca del cielo, primero del seno de su Padre Eterno sin dejarlo, puesto que está siempre con El, para venir a la tierra. Y cuando salió, et Verbum caro factum est et habitabit in nobis (Jn_1_14). Y el Verbo se hizo carne y hábito entre nosotros. Y haciéndose carne, hizo que la carne fuera [6] pura y espiritual. Como la familia de Noé, salió con él los Ángeles salieron con el Verbo, el divino Noé para su salida en Belén. Como la compañera de Noé su mujer, salió también, de la misma manera, el Espíritu Santo salió con el Verbo, verdadera compañía de este entendimiento divino, ya que es el acto de la divina voluntad. En el tiempo de la pasión este Verbo y divino Noé, hizo el sacrificio de su carne pura para borrar la corrupción de toda carne humana y posar su santo cuerpo en arco extendido en la Cruz, y fue señal de la paz hecha entre el Padre y nosotros quien prometiendo que ya no juzgaría ni condenaría a los hombre, dijo que jamás juzgaría ni condenaría a los humanos entregando este juicio al divino arco y celestial Noé que vendrá al final, como arco de paz para los buenos, y como arco de guerra y maldición para los malos, quienes como Cham se burlan o al menos no alaban su desnudez, que la embriaguez de su amor le hizo parecer así.
¡Oh Virgen! Bendita seas por el soberano Noé, verdadero sacrificador, puesto que tu nos has obtenido la paz. ¡Oh Madre de misericordia y nuestra vida después de Dios! Haz que seamos benditos por El, puesto que queremos alabar su desnudez. Esta es la vestidura que quiere de nosotros.