MONSEÑOR RICHELIEU CONFISCA ESCRITOS DE NVM

"No puedo creer que una mujer sea capaz de escribir con tanta perfección sobre temas tan profundos. Quizá la Madre de Matel sólo copió las obras de alguno de sus directores: semejante manera de escribir sobre los misterios de la fe, excede con mucho la capacidad de su sexo." (1)


En París, la Madre de Matel tenía muy buenos amigos que harían hasta lo imposible por defenderla. Algunos de ellos deseando que el Cardenal-Duque de Richelieu la protegiera, le enviaron algunos escritos que conservaban sus directores. Después de leerlos, escribió a su hermano que estaba encantado y asombrado de que esta alma tan favorecida de Dios, viva bajo tu jurisdicción y lamento que, poseyendo tal tesoro no me lo hayas mencionado y añadió: "Me molesta, haber conocido a la Madre de Matel por otros y no por ti; y como prueba de que estoy bien informado de lo que pasa en el interior de la sierva de Dios, te envío  escritos redactados por ella, que he leído con admiración. Estoy persuadido de que no quedarás menos sorprendido que yo al leerlos y deseo conocer tu opinión al respecto." (2)

El Sr, Deville, vicario general, leyó los escritos de la Madre de Matel y manifestó su asombro diciendo: "No puedo creer, le dijo que uns mujer sea capaz de escribir con tanta perfección sobre temas tan profundos . Quizá sólo copió las obras  de alguno de sus directores: semejante manera de escribir sobre los misterios de la fe, excede con mucho a la capacidad de su sexo. " (3)

 Hizo llamar al R. P. Gibalin, para conocer su opinión, quien declaró que "era un alma de las más iluminadas, y que sus conocimientos los había aprendido de Dios," pero, no convenció al Cardenal y le prohibió ver a la Madre de Matel hasta nueva orden."(4)

El Cardenal, su Vicario y el Ecónomo se presentaron ante la Madre de Matel, a las cuatro de la tarde del día 1° de diciembre de 1641 para expresarle que deseaba leer sus escritos y le pidió que se los entregara, al momento entregó las llaves al Cardenal, se las dio a su Vicario, quien abrió los armarios y junto con el Ecónomo se apresuraron a tomar todos los escritos a pesar de la habilidad de Sor Francisca Gravier que, por querer salvar alguno, rompía y dispersaba por allí como si fuera basura pero, ellos recogían todo mientras el Cardenal le hacía preguntas  a la Madre de Matel para confundirla. Cuando se dio cuenta de que tenían todo en su poder dijo: "Hija, estoy satisfecho en cierto modo; sin embargo, para que lo esté del todo, es necesario que vuelva Usted a escribir el contenido de los cuadernos que llevo conmigo para examinarlos. Se lo mando, y es mi intención que me vaya usted enviando los nuevos cuadernos a medida que los vaya llenando con detalles de su vida. No deseo que anote en ellos sus pecados, resérvelos  para el tribunal de la confesión. Le doy mi palabra de que le devolveré todos estos manuscritos. Le prohibo hablar con su Padre espiritual hasta que y dé una contraorden. Espero que no le moleste seguir bajo mi dirección durante algún tiempo. Monseñor, objetó la Madre de Matel, ¿cómo será posible obedecer esta orden puesto que no me deja ningún apunte? Es verdad, respondió el Cardenal, pero no le quito al Espíritu que la ha inspirado. Le pedirá Ud. que la ilumine por segunda vez, lo cual seguramente no le rehusará, puesto que ya le ha concedido tantas gracias.( 5)

Al pasar frente a todas las hermanas juzgó hacerles también preguntas a ellas. Se marchó contento y edificado porque todo en casa marchaba bien. 

Podemos imaginar la aflicción de las hermanas después de esta insólita incautación de los bienes de la comunidad y se reprocharon no haber desobedecido. La Madre para calmarlas le recordó que serían devueltos por su Eminencia. "Hijas mías, el Verbo Encarnado es el libro de vida; Él mismo podrá instruirlas, o se valdrá de personas más capaces que yo. Obren como Abraham." (6)

Esta tarea, era humanamente imposible pero, tenía que llevarla a cabo en medio de cualquier interrupción. Nuestro Señor quiso que sufriera dolores de cálculos y otras enfermedades, pero ni los sufrimientos, ni los insomnios le impidieron ir realizando su tarea para la que contaba con la asistencia divina. "No se, Señor mío, si atreverme a decir que, entre las gracias que me concedes, la de poder escribir en medio de tan violentos dolores de cabeza no es la menor. Yo misma me sorprendo ante lo que recuerdo y puedo anotar, pues solamente puedo expresarlo en el papel sobre el que me impulsas a hablar por medio de mi pluma, a la que conduces y transformas en la pluma de los vientos, para expresar las maravillas de tu bondad." (7)

Inició estos nuevos escritos con la siguiente oración: "Adorable Trinidad, mi Dios y mi Todo, Verbo Encarnado, mi querido Esposo, amores de mi corazón, suplico a ustedes con toda humildad, me envíen a su divino Espíritu de verdad, el cual no es como el de los hombres, que pasa para no volver. El suyo está presente en todo por su inmensidad, participando sus luces cuando ya quien le place. Prometiste a tus apóstoles que les enviarías el Espíritu de verdad, que les enseñaría todas las cosas, recordándoles y explicándoles lo que tú les habías dicho. Conoces la debilidad de mi cuerpo, los continuos dolores que sufro, y cuánto trabajo me dará recordar lo que escribí hace veintitrés años, si no fortaleces mi memoria y me representas, por una gracia singular, las cosas que me mandaste escribir por orden de los RR. PP. De Villars, Cotton, Jaquinot, de Meaux, etc., las cuales jamás pensé que volvería a escribir. Te pido perdón, mi dulce Amor, por la repugnancia que experimento, y que es tan grande al presente. Sin embargo, como es un mandato de Monseñor, el Eminentísimo Cardenal de Lyon, mi queridísimo y augusto Prelado, quiero obedecer sin réplica; y como él no quiere que me refiera a mis pecados al escribir mi vida, habiéndomelo prohibido expresarme, adoro tu Providencia, suplicándole me cuente en el número de aquellos cuya dicha alabó David: Feliz aquel cuya maldad fue perdonada, cuyo pecado está borrado. (Sal. 31,1) Puedo decir con el profeta Jeremías: Es una misericordia del Señor el que nosotros no hayamos sido consumidos, porque jamás han faltado sus piedades. (Lam. 3,22) Espero cantarlas mientras dure la eternidad: Cantaré eternamente las misericordias del Señor. (Sal. 88)"(8)

Cuando ya había escrito un volumen de más de 100 páginas, divididas en 90 capítulos, envió a la M. Francisca Gravier al Cardenal para que se las entregara quien quedó admirado de la prontitud con que se habían cumplido sus órdenes.  Se dio a la tarea de comparar ambos escritos comprobando que había conformidad entre uno y otro con toda la unción, claridad y sublimidad de las luces recibidas, así que era imposible negar que todo había sido obra del mismo autor.  

Le permitió al R. P. Gibalin hablarle nuevamente a la Madre de Matel pero aún no estaba convencido que debía ejecutar la Bula. 

La Madre de Matel recordó lo que Nuestro Señor le había predicho sobre la conspiración y muerte del Cardenal tiempo atrás: "Hija, el Cardenal no pasará de Narbonne. Volverá victorioso pero enfermo del golpe que viste que un ángel le dio al golpear la muralla, el séptimo día de enero. El Cardenal morirá después de retirarse en su casa."  (9)

Cuando llegó este momento le "confió los escritos a su Vicario General en calidad de depósito sagrado, haciéndole prometer que los entregaría a ella misma cuando volviera a Lyon, lo cual cumplió con toda fidelidad." (10)

 Esta y muchas otras profecías, se cumplirían exactamente, a su tiempo y al pie de la letra, como se le habían dicho.

(1)Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezard de Matel.M. Saint Pierre de Jesús. Cap. 15 pág. 266

(2) idem

(3) idem

(4) idem

(5)Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezard de Matel.M. Saint Pierre de Jesús. Cap. 15 pág. 268

(6)Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezard de Matel.M. Saint Pierre de Jesús. Cap. 15 pág. 271

(7) idem

(8)Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezard de Matel.M. Saint Pierre de Jesús. Cap. 15 pág. 272

(9)Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezard de Matel.M. Saint Pierre de Jesús. Cap. 15 pág. 284 . 285

(10)Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezard de Matel.M. Saint Pierre de Jesús. Cap. 15 pág. 275

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