MARÍA MARGARTA GIBALIN DE VILLARS

"Te agradaría sin duda una orden consagrada a la gloria de María; pero si hubiera una del Verbo Encarnado, ¿no te gustaría más?" (1)

"Durante algún tiempo, el R.P. Gibalin fue un temible adversario de la Madre de Matel y de su obra, porque pensaba que sólo eran imaginaciones y quiméricas esperanzas de la Madre de Matel  para establecer una orden. La hija de su hermano la Srita. Marie Marguerite Gibalin de Villars, era religiosa ursulina de votos simples en Languedoc y visitaba a su tío con frecuencia porque su padre, sólo le permitía conversar con el R.P. Crest." (2)

Margarita Gibalin era un alma favorecida con grandes dones, desde los diez años escuchaba la voz de Dios e hizo voto de castidad. Un día fue súbitamente arrebatada a un lugar con un resplandor inexplicable donde se vio cubierta con "una deslumbrante túnica blanca y los adornos de una real esposa. La Santa Virgen la presentó a la augustísima Trinidad, quien la recibió de sus manos maternales con un gran amor, haciendo ceñir su frente de una espléndida corona, y revistiéndola con una luz de la que se sentía penetrada y transformada." (3) 

Después de esta visión quedó fortalecida y decidió ingresar al convento el 2 de febrero, día de la Purificación del año 1617, cuando tenía 15 años.  El día que tomó el hábito transportada al escuchó: "Hoy se alegra del Cielo por tu causa." (4)

Sus superiores le multiplicaron las pruebas exteriores pero fue recompensada interiormente.  Encontraba dicha en sus padecimientos porque se sentía atraída a sufrir como Jesús a tal grado que tres meses después, se consagró a Dios haciendo los tres votos. Cuatro años más tarde Nuestro Señor le confió el gobierno de esa comunidad y a pesar de tratar de eludir el cargo tuvo que aceptar. El Señor le mostró su cruz y valiente la estrechó contra su corazón. Progresaba sensiblemente en los caminos de perfección, pero el divino Maestro, que esperaba más de ella y le pidió a través del R.P. Crest, su confesor, que ingresara a otro Instituto situado en Lyon,  donde había una persona de un mérito y virtud extraordinarios que trabajaba para llevar a buen fin la misión que el Señor le había encomendado el establecimiento de una orden religiosa bajo el nombre de Verbo Encarnado y dijo: "Si el nombre es grande, el Instituto no lo es menos y exige una alta perfección en las lamas que son llamadas a él,." (5) ella impulsada por la felicidad interrumpió y exclamó: "¡Ah, Padre mío es suficiente! Ha dado usted con lo que Dios me pide. Hace mucho tiempo que me ha inspirado el pensamiento de una Orden del Verbo Encarnado. Si hubiera sabido comprenderlo, me habría ahorrado muchos trabajos." (6)

Un año más tarde relató que al llevar un ramo de flores blancas y rojas a la Virgen sintió el deseo de pertenecer a una orden consagrada a la Santísima Virgen, entonces escuchó que sin duda le gustaría un Instituto consagrado a María; pero que sin duda uno  dedicado al Verbo Encarnado, le gustaría más.  Ella no había oído de una Orden con ese nombre, por lo que no comprendió esa insinuación. El R.P. Crest le propuso celebrar tres misas con la intención de cumplir la voluntad de Dios. Durante la tercera, en un arrobamiento fue transportada en espíritu al aposento de la Madre de Matel en Lyon.  Llevaba puesto el hábito y con mucha ternura se la presentó a la augusta Trinidad como víctima propicia para ser inmolada para gloria suya.  El R. P. Crest también vio lo mismo. Esto fue para ambos, un signo claro de la voluntad de Dios.

La Srita. Gibalin escribió a la Madre de Matel pidiéndole ser aceptada en su Orden, a la que obtuvo un sí, como respuesta. Entre tanto llegaba el momento de partir, una carta dirigida a Catalina Fleurin llegó a manos del R. P. Gibalin, quien asombrado por lo que sucedía, le escribió varias cartas tratándola de inconstante e insensata. A su vez escribió a Monseñor de Marcillac, obispo de Mende y al Sr. de Villars, su hermano a quien le suplicó hicieran valer su autoridad para que su sobrina no se comprometiera con un proyecto que jamás se realizaría, porque el Cardenal de Lyon, donde ella  pretendía establecerse no quería oír hablar de ella. Estas cartas fueron muy efectivas, pero ella permaneció tranquila y confiada en medio de estas tempestades. Tuvo muchos consuelos por parte de nuestro Señor, pero nada igualó a lo que experimentó al saber que su tío el R. P. Gibalin no era más el perseguidor de la Orden.

 La Madre de Matel invitó al R.P. Gibalín a las fiestas de Navidad y le pidió les predicara.  Él llegó muy serio y resuelto a no hacerlo más. Ella lo recibió lo mejor que pudo y después de escucharlo le dijo que quería que fuera su San Pablo convertido. Él continuó luchando para convencerla que no lo haría, pero el Verbo Encarnado deshacía cualquier intento.

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