LOS DISTURBIOS EN LA FRONDE

Cuando la primera de dos novicias tomó el hábito dijo:    "He aquí a mi hija bien amada en la que tendré mis complacencias, y que tu Espíritu Santo la conduzca por el desierto de la santa religión en donde tu gracia le asiste de manera que triunfe de todos sus enemigos, para que al fin de su vida, cuando salga de este desierto, se encuentre digna de ser acompañada de tus santos ángeles y que ellos te la presenten limpia de toda impureza a fin de que la reciban en calida de tu esposa amada diciéndole: Te desposaré conmigo para siempre (Os. 2,21)" (1)

 Una noticia inesperada conmovió a la todo París, durante la noche del 6 de enero de 1649,  la corte abandonó en secreto la capital, porque era imposible seguir aguantando las exigencias del Parlamento. En cuanto los habitantes de la ciudad se dieron cuenta que el Parlamento incitó a la guerra, sitiaron París.

La Madre de Matel y su comunidad se vieron en la necesidad de abandonar el barrio de Saint-Germain y nos dice: "tu Providencia que gobierna todas la cosas, tuvo cuidado especial para albergar a tus hijas reservándoles cinco cuartos y una capilla doméstica, en la casa del Sr. Laubardment, quien los recibió con gran bondad. Pudieron cumplir con todas sus observancias regulares, y como era Semana Santa, el párroco les permitió tener los oficios como si hubieran estado en el convento.

A pesar de que la M. de Bély decía que se dio cuenta de la carestía de víveres, porque oía que una libra de pan costaba treinta centavos.  La Madre de Matel pidió por todos lados el sustento para sus hijas, procurando el sustento de alma y cuerpo. Ella no permitiría  que les faltara nada a sus hijas.

La caridad de la Madre no se limitó sólo a las necesidades de sus hijas, también distribuyó "copiosas limosnas entre los pobres vergonzantes y hambrientos." (2)

También, en el monasterio de Grenoble, hubo grandes daños, al desbordarse el Isére  y tuvo que enviar dinero para las reparaciones.

Entre los habitantes comenzaron algunas murmuraciones sobre el estado secular de la Madre, que crecieron hasta llegar con majestades y eminencias. Inmediatamente escribió y platicó con sus directores y amigos sacerdotes sobre esto y todos ellos "reconocieron que quienes les habían escrito diciendo que yo no hacía tu voluntad, divino director mío, la desconocían del todo." (3) a este respecto el padre Lingendes comenta: " Si usted hubiera estado ligada por la profesión religiosa, habría sido incapaz de sostener su Monasterio de París durante estos días de escasez, y tanto la Congregación de Lyon como el monasterio de Grenoble, habrían dejado de existir debido a la impotencia de Usted para actuar y socorrerles en sus necesidades." (4)

Por fin llegó la tan deseada paz y pudieron regresar a su convento, no sin antes hacer las reparaciones necesarias. A pesar de su deseo de recluirse en el convento, la fiebre hética (tisis) había invadido el monasterio de Grenoble, causando la muerte de dos religiosas y la M. Lucrecia de Bély contagiada fue trasladada a París para ser atendida. Los médicos de la corte declararon que todo se había complicado, la enfermedad la había invadido, sufría de hidropesía, pulmonía  y habían perdido toda esperanza. Sin embargo la M. de Matel dijo: "Prometí a Él y a sus padres que le concedería el hábito del Verbo Encarnado, me atrevo a prometerme que su amor no me desdecirá y que me la dejará. Lloraré a sus pies hasta que haya curado a mi hija" (5)

Ella cumplió su palabra. Un día cuando la enferma yacía sin conocimiento ni movimiento, la creyeron muerta y cuando iban a amortajarla, súbitamente se recuperó totalmente bajo el asombro de todos ganándose el apodo de la <muerta resucitada>.Ella deseaba tanto reunirse en Saint Germán que la trasladaron lo más pronto posible. Tres semanas después, el 31 de mayo de 1649, Tomó el hábito, cambio su nombre a Jeanne de Jesús.

Pero no todo fue tranquilidad en esos días dos postulantes decidieron salir  argumentando que habían perdido la vocación pero la Madre de Matel sabía que era el demonio quien estaba actuando y después de mucho orar por ellas, suplicaron durante 40 días perdón y tomar el hábito. "¡Parecían impulsadas por su espíritu! Manda soplar su viento, y corren las aguas. Anunció su palabra a Jacob, sus mandatos y decretos a Israel (Sal 147, 18b-19) Que recuerden que tu Santo Espíritu no concede a todos los y las   que se resisten a su vocación el favor que les ha acordado, y que las compromete doblemente a hacer buen uso de esta doble gracia recibida. No hizo así con nación alguna, no les manifestó sus preceptos. ¡Aleluya, aleluya!" (6)

El Verbo Encarnado se sirvió de la M. de Matel para esclarecer y sostener otra vocación. En un arrobamiento el Señor le manifestó que había llegado el tiempo de cumplir sus designios sobre el Sr. de la Piardiere y le dijo: "Elegí a tu hijo para que me sirva en la dignidad del sacerdocio. Lo despojaré de los hábitos mundanos para revestirlo  de los hábitos sacerdotales. Ni Satán ni todas las contradicciones de los hombres podrán impedir mis designios sobre él" (7)

Pocos días después un mensajero comunicó a la Madre que la Sra. de la Piardiere estaba moribunda y deseaba un alma santa cerca de ella para prepararse a morir.  Ella no podía negárselo, así que fue a su lado. El Sr. de la Piardiere esperaba su curación pero no sucedería así.  Nuestro Señor le recordó: "Sabes desde hace mucho, que ella debe morir antes que su marido; de otra manera, el Espíritu Santo no descenderá sobre él. No será sacerdote a menos que ella muera. Dile que morirá de esta enfermedad." (8)

Ella trató de consolar al Sr. de la Piardiere lo mejor que pudo.  En el momento que murió la Sra. la M. de Matel le dijo a la M. Francisca Gravier, " ¡He aquí a una santa! Madre le respondió, Usted hace santas al momento."  (9)  Nuestro Señor concedió que ambas vieran la entrada triunfal de su alma al cielo.  La Madre. Gravier confundida preguntó: ¿Madre, usted vio a la Sra. Perdiere en la gloria? Entonces, se dio cuenta que ella también había presenciado todo. A partir de este momento, se alivió de la incurable enfermedad que causaba desmayos frecuentemente.

agruparon en torno a ella en un doloroso silencio., entonces pedí a todas que hicieran, unidas a mi, reparación digna, en lo general y en lo particular, por todas las injurias que habían sido pronunciadas en contra de ella en nuestra carne y en nuestra iglesia, renovando los votos que habíamos hecho, desde antes de nuestro establecimiento, de confesar aún con riesgo de nuestra vida, el privilegio de su Inmaculada Concepción." (10) El Sr. de la Piardiere quedó consternado y aconsejó poner una queja contra este predicador. Este padre se enojó y se puso del lado de quienes desaprobaban lo que hacía la Madre de Matel. Sin embargo, ella no conservó amargura alguna.  

Algunos trataron de impedir que tomara el hábito el Sr. de la Piardiere. Pero en un arrobamiento ella tuvo en sus manos los hábitos eclesiásticos y El 19 de marzo de 1652 el Sr. de la Piardiere celebró su primera misa en la capilla del monasterio.  Cuenta ella que "Durante esta deliciosa misa, gozó de una paz y de una alegría que sobrepasaban todo sentimiento. Invité a toda la corte celestial a descender en compañía de su Pontífice y Rey, que deseaba presentarse sobre el altar al ser llamado por la voz de su nuevo sacerdote."  (11) Esta misa duró mucho ante el asombro de los asistentes pero para el Sr. Piardiere todo ocurrió con  mucha rapidez.

La gente que no deseaba que el nuevo sacerdote murmuraba que no debía estar al servicio de este monasterio e intrigó en su contra. El 21 de abril de 1652 durante  su oración,  la Madre de Matel escuchó: "La hija de Judá ha sido condenada  ¿Señor quien será mi Daniel? Yo mismo hija." (12) La Madre llamó al Padre Morin para confiarle lo sucedido. Le dijo que efectivamente había ciertas murmuraciones para apartar al padre de la Piardiere pero que ella no creía que esta fuera la causa de este anuncio. Así que el Sr. Olier se apresuró a pedir al Prior de la Abadía de Saint Germain realizara la visita canónica al convento para terminar con todo esto.

Una de sus religiosas, la portera, le había sido infiel a la Madre platicando con el sacerdote que había dicho el sermón tan negativo sobre La Inmaculada, desde ese momento  tuvo hidropesía. 

Esta visita que debía durar un año solo duró dos días porque después de los intensos interrogatorios sobre su vida y estado secular, se desengañaron y pidieron continuar la indagación sólo para tener datos exactos para su informe.

Muy pronto el curso de los acontecimientos cambio, La guerra de la Fronde se reavivó y las tropas reales avanzaron sobre París bajo el mando de Turenne.

La Madre de Matel y sus hijas dejaron nuevamente el monasterio, el 7 de mayo de 1652 y el R.P. de la Piardiere ofreció la casa donde se albergaron durante un tiempo. Las personas de los alrededores acudían a los oficios porque deseaban oírlas cantar las alabanzas al Señor.

Mientras estas simpatías se suscitaban, la corte estaba inquieta tanto que la reina, Ana de Austria le dijo a la Sra. de Beauvais: "Comunique a la buena Madre de Matel, que tome como alojamiento el Palacio Real, para permanecer en él con sus religiosas hasta que las turbulencias de la guerra se hayan apaciguado."(13)

Nuestro Señor también le habló de "los méritos y gloria de Santa Ana, me dijiste que recibiese de tu bondad las gracias que tú habrías dado a la reina si se hubiera encontrado en esta capillita; que la oración que te hacía por esta piadosa Princesa, te agradaba porque ella había ofrecido el Palacio Real para alojar allí a tu adorable Sacramento  y a todas tus hijas. Te rogué  que a cambio de eso, las alojaras a ella y a sus dos hijos, en tu real y divino corazón." (14)

La Madre de Matel humildemente agradeció a la Reina estas muestras de cariño.  Esta actitud sirvió de estímulo a todas las hermanas que pedieron diariamente a Dios por el bienestar de los príncipes y de sus hijos. Durante su estancia en palacio fueron visitadas a diario por sus majestades.

Esa misma tarde fue a casa de los padres Teatinos porque quería adorar al Señor "en su trono de amor y recibir ahí la bendición de la Madre, de aquella que te llevó; me recibiste con tanta dulzura como bondad. Tu providencia me permitió que diesen una silla frente a frente de ti que estabas expuesto, pues me encontraba tan débil que no pude estar arrodillada, oí tu voz decirme: Estás entre dos de mis servidores, tus hijos espirituales que están de rodillas y tu sentada, entre los tres forman la flor de lirio, preséntamela y así como los homenajes que la Reina y dos hijos me darían si estuvieran en esta iglesia, lo hice lo mejor que pude diciéndote: Te los ofrezco mi Señor y mi Dios, no sólo en esta Iglesia, sino  en todas las que oro  y oraré, bendice a la madre, bendice a los hijos, a estos príncipes que me encomendaste desde antes de nacer." (15)

"El día de Pentecostés, escribió parecía ahogarme y abrasarme sin cesar en el agua y el fuego de amor de mis lágrimas. El día de la Santísima Trinidad fui favorecida con gracias                              que le parecieron desproporcionadas a su nada, que al principio quiso sustraerse de ellas; pero volviendo a su humilde abandono, decía: Augustísima Trinidad, obra en tu sierva todo lo que te plazca, favorécela, glorifícala... En las fiestas del Santísimo Sacramento, el divino Salvador le repetía: Hija, he puesto en ti la palabra de reconciliación; como toda la tierra parece estar en guerra, pídeme por los pecadores. ¡Ay, Dios de misericordia, respondía ella, comenzaré pidiendo por mí, que soy la peor entre las pecadoras! Si todos los que te ofenden recibieran las gracias que me concedes, harían el bien que no hago y no el mal que cometo, del que te pido humildemente perdón."(16)

Presionada por tanta misericordia que el Señor le prodigaba, el 2 de julio, fiesta de la Visitación cuando fue sumergida en un abismo de dolor.  "La Santísima Virgen se le apareció saliendo de París y llevando consigo a su divino Hijo. Ante esa visión, se postró rostro en tierra, derramando un diluvio de lágrimas y exhalando súplicas entrecortadas por sollozos: ¡Ah mi augustísima Reina!  ¿A dónde llevas al niño del santo amor, al amor mismo, mi Jesús, mi Dios?... Si sales de París estamos perdidos." (17)

En esos momentos escucharon como "el cañón de la Bastilla disparaba sobre las tropas reales, abriendo a los insurrectos las puertas de la ciudad, a la que llenaron de desorden y terror." (18)

La Madre de Matel llamó a sus hijas invitándolas a orar sin cesar por la paz.  Ella permaneció de rodillas desde la mañana hasta la noche y fue obligada a tomar alimento y a tener reposo.

Nuestro Señor le había prometido la paz, y que el Príncipe de Condé se sometería  a su rey. Ella le participó  a uno de sus amigos obispos lo que sucedería y aunque no era factible, sucedió tal y como ella las había anunciado. Estos disturbios habían detenido momentáneamente el complot en contra de la Madre de Matel. Mientras tanto, Nuestro Señor no dejaba pasar nada, tranquilizaba y consolaba a su amada.

El Cardenal Mazarino había  muerto y hacía su entrada triunfal a París cuando Nuestro Señor "se le apareció coronado de una diadema de espinas  en forma de tiara, y cubierto de una larga túnica roja confeccionada con su preciosa sangre. Le dijo entonces: ¡Yo soy tu Cardenal! Y añadió Hija, no tengas confusión. Cada día cuando me recibes, te vistes de mi mismo." (19) El Verbo Encarnado recompensaba a su amor y al mismo tiempo le hacía ver sus penas.

El obispo de Condom, el Sr. Lestrade, que sentía admiración por la Madre, entrevistó a varios sacerdotes que habían platicado con ella y confirmaron esta estima y resolvió convertirse en su protector y trabajar abrirle los ojos a quienes actuaban en su contra.  Estos esfuerzos no fueron inútiles. Muchas personas cambiaron de opinión, entre ellas el Prior de San Germán quien nombró superior del monasterio del Verbo Encarnado al R. P. de la Priadiere.

Sin embargo el complot no callaba y se decía que, "cómo era posible que teniendo que recibir tantas visitas fuera un alma de oración. ¿Cómo podría escapar a la vanidad con tantas luces que recibía de Dios? Después de casi ocho años, el Abad de Saint-Just, que no veía a la Madre de Matel, se dejó llevar y se ofreció como examinador para la siguiente visita canónica que estaba a punto de empezar." (20) Pero, Dios no lo permitió y le mandó una fiebre, que no cedía, al grado que le advirtieron que moriríaAsediado en el pensamiento, por haber ofendido a Dios al ponerse en contra de la Madre, envió  por ella.  Ella al recibir el mensaje le dijo: "No puedo rehusarme   a cumplir el deseo de mi Padre director, pero no debe temer por su vida." (21)

A su llegada la recibieron diciendo: está a punto de morir pero a pesar de tanto pesimismo, ella dijo: "Ánimo Monseñor, espero que no morirá usted de esta enfermedad, aunque lo haya puesto tan mal. Prometa al Verbo Encarnado que protegerá la Casa de Lyon, y que arrojará de su espíritu lo que disgusta a su divina Majestad." (22)

El enfermo se incorporó, volvió en sí y contestó: Sí, Señora, si Dios me concede el favor de volver allá. Espero verlo ahí como Gran Vivario, afirmó ella nuevamente.  Ella le dio algo de comer, la fiebre desapareció y la admiración y júbilo inundó a quienes estaban en la casa.  Él le confesó su arrepentimiento, la Madre lo consoló asegurándole que nunca tuvo resentimiento contra él y le dijo que recuperara sus fuerzas para ir a trabajar a Lyon para gloria de Dios.

Otro acontecimiento sucedió  el día de la fiesta de la Circuncisión de 1653 cuando a la hermana sacristana se le había olvidado conseguir el vino para la misa, fue a pedirlo por única vez a la cuñada del R. P. Piardiere. Esta dama se molestó y negó el favor. La Madre de Matel procuró el vino de otra manera.

El día de la  Epifanía, esta dama,  quiso alegrar a sus invitados y mandó abrir el tonel de vino y aunque lo desfondaron no encontraron ni gota de vino. La sirvienta que era la responsable de las llaves donde se guardaba el vino fue acusada injustamente.  Ella enfermó, se agravó y después de recibir la comunión, pidió ver a su patrona y le dijo "En el estado a que estoy reducida, y a punto de comparecer ante dios para ser juzgada, puede Ud. creerme: le juro que soy inocente de todo lo que se me acusa." (23) Ante esta confesión la dama sintió remordimientos y pensó que posiblemente había sucedido así por no haber proporcionado el vino para la santa misa y dejó de molestar a la sirvienta quien había sido exhortada a que tuviera confianza en que se recocería su inocencia y le aseguró su curación.

En esos días, Nuestro Señor le hizo saber que el Arzobispo de Lyon agonizaba de hidropesía. Se sentía atormentado por no haber ejecutado las bulas y por no poder erigir el monasterio antes de morir, ya que la Madre no se encontraba ahí. La noche del 24 de marzo, supo que expiraba, y nos dice "el dolor que sentí fue inexpresable,"(24) y cuando Monseñor Lestrade visitó el convento se quedó sorprendido por la noticia que todavía no llegaba a la ciudad y por la tristeza reflejada en su rostro.

Con la muerte del Cardenal se ponía fin a todo lo que le había sido impuesto por él. Ella sentía alegría  porque creía que ya no iba a escribir más pero, todos sus directores se opusieron  y tuvo que hacerlo durante siete años más, trescientas páginas más de este incalculable tesoro.

"No me dispensaré, porque ellos traducen tu voluntad; lo haré a fin de ofrecerte un sacrificio continuo de la mía de mi reconocimiento y acción de gracias por tu infinita y misericordiosa liberalidad hacia mí, tu indignísima esposa. Haz, Señor, que todas las criaturas canten en el cielo y en la tierra: Santo, santo, santo es el Señor fuerte y poderoso." (25)

La paz por fin llegaba a Francia, después de cinco años de disturbios y deseaba comprar la casa que rentaban así como algunos jardines vecinos ya que se habían devaluado por la guerra. Fue hasta "el 29 de agosto de 1653, que el contrato de adquisición" (26) fue aprobado con gran pudiendo al fin ofrecer a su adorado Señor un asilo que le perteneciera." (27)

Después de la muerte del Arzobispo, las hermanas de la comunidad de Lyon insistieron para que fuera allá, pero ella no quería salir de París sin haber dejado todo arreglado.

El día 21 de septiembre de 1653, fiesta de san Mateo, saliendo del coro Nuestro Señor se le apareció como "un cordero, blanco como la nieve, que trotaba con gracia sobre nubes blancas, y que se volvía hacia ella par invitarla a seguirlo. Al tercer día, la Sma. Virgen le reiteró esta invitación. Vio a su lado derecho, resplandeciente de juventud, gracia y belleza. Parecía tener 17 o 18 años; sus ojos, en especial, eran más radiantes que el sol, y su color más brillante que la aurora. Yo soy la Pastora de mi Cordero, le dijo, voy a seguirlo a Lyon, a donde él y yo te llamamos. Augusta mía, se apresuró ella a responder, te seguirá con amor y deleite en mi corazón. Ya no estoy en París. Dejo este país real para ir en compañía de tu Hijo a la santa Montaña. Dispón, par este viaje, las cosas y los corazones que deben ayudarme. "   (28)

La noticia de que la Madre de Matel se iría a Lyon causó tristeza, y desconsuelo en sus muchos admiradores y amigos pero nada comparado con lo que sentían las hermanas de la comunidad de París. "Después de tratar de consolarlas y afirmarlas en el espíritu y virtudes propias de su vocación, designó a la M. Ma. del Espíritu Santo Nallard para gobernar la comunidad, y el 17 de octubre de 1653 se arrancó de su ternura para decirles adiós." (29)

Había mucha gente en esta la despedida y mientras las hermanas trataban de verla hasta el último minuto, Sor Elizabeth de la Natividad Geleé estaba bañada en lágrimas después de haber recibido la bendición de su querida Madre y pensaba que no la volvería a ver. Todas intentaron consolarla pero sin éxito. Alguien le comunicó lo que sucedía a la Madre de Matel que respondió: "Digan a mi hija Nativité que quiero que deje de llorar; asegúrenle que rogaré según sus deseos, y que no morirá sin volverme a ver; que sea muy fervorosa, para poder estar un día en el rango de los serafines." (30)

El Sr. Piardiere decidió que la más pequeña de las hermanas Beauvais debía viajar con ellos y seguir su educación con la Madre de Matel como fue el deseo de su mamá. Todos pensaron que el camino era muy pesado, lluvioso y lleno de peligros para una pequeña, pero la Madre les dijo: "Hagamos oración. Pidió a su invisible y divino Sol se dignara permitir a los rayos de nuestro astro visible brillar y calentar todo su camino. Fue tan bien escuchada, que se le escribió en el mes de noviembre diciendo que el benigno clima del que todos gozaban era llamado en París <el otoño de la Madre de Matel: Podían decir algo mejor, respondió ella, designándolo como el otoño del Verbo Encarnado." (31)

Ya casi llegaban a su destino, cuando el cochero distraídamente cambió la ruta y a pesar de querer obligar a los caballos a proseguir, no lo logró. Cuando sus ocupantes se dieron cuenta de esto, ya estaban rodeados de precipicios. Se escucharon gritos ¡Deténganse! Invocaban fervorosamente al Señor, cuando " un caballero montado sobre un soberbio corcel y vestido de rojo, apareció de  repente, diciéndoles como salir del peligro. Después de haberlos conducido a un lugar llano, donde sus compañeros de ruta los esperaban con ansiedad, desapareció ante sus miradas." (32)

No cabe duda que ningún peligro evitaría que la Madre de Matel cumpliera con su misión. A su llegada fueron recibidos por numerosas personas con alegría. La Madre quería estar más con su Señor que ser aclamada, pero para no contrariar a nadie, accedía. 

Tenía un gran deseo de fundar un monasterio en su ciudad natal, Roanne. Esto fue solicitado sin duda, desde París por la Madre cuando el Duque de Roannais estuvo allá, pero no pudo realizarse.

(1)Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezard de Matel. Cap. 21  pág. 373

(2) Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezard de Matel. Cap. 22  pág. 377

(3)idem

(4) Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezard de Matel. Cap. 22  pág. 379

(5)Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezard de Matel. Cap. 22  pág. 380

(6)Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezard de Matel. Cap. 22  pág. 383

(7) idem

(8)Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezard de Matel. Cap. 22  pág. 384

(9) Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezard de Matel. Cap. 22  pág. 385

(10)Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezard de Matel. Cap. 22  pág. 388

(11)Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezard de Matel. Cap. 22  pág. 390

(12)Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezard de Matel. Cap. 22  pág. 391

(13)Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezard de Matel. Cap. 22  pág. 397

(14) Borrador de la Autobiografí. Jeanne Chezard de Matel. Cap. 121 pág 867

(15)Borrador de la Autobiografía. Jeanne Chezard de Matel. Cap. 121 pág 870

(16)Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezard de Matel. Cap. 22  pág. 398

(17)Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezard de Matel. Cap. 22  pág. 399

(18) idem

(19)Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezard de Matel. Cap. 22  pág. 401

(20)Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezard de Matel. Cap. 22  pág. 404

(21) Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezard de Matel. Cap. 22  pág. 405

(22)idem

(23)Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezard de Matel. Cap. 22  pág. 407

(24)Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezard de Matel. Cap. 22  pág. 408

(25)Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezard de Matel. Cap. 22  pág. 409

(26)Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezard de Matel. Cap. 22  pág. 410

(27)Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezard de Matel. Cap. 22  pág. 411

(28)Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezard de Matel. Cap. 22  pág. 412

(29)Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezard de Matel. Cap. 22  pág. 413

(30)Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezard de Matel. Cap. 22  pág. 414

(31)Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezard de Matel. Cap. 22  pág. 415

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