"¡Ay! La hora de llegar al puerto no había sonado aún para ella: la tempestad que debía hundir a su monasterio estaba a punto de desencadenarse"(1)
La Madre de Bely procuró, ante todo, hacer la voluntad de Dios y agradar a los amigos de la Orden. Todo parecía marchar bien, cuando el barrio de Saint Germain pasó a ser nueva jurisdicción y ahora pertenecía a Monseñor Hardouin de Beaumont de Perefixe, quien no conocía a la M. de Matel.
Muy pronto Monseñor fue a conocer a la M. de Matel y a partir de ese día trabajó en favor de la Casa y trató de convencer a otros prelados de hacer lo mismo para consolidar la Orden. Un día le dijo: "Hija, todas estas cosas no pueden alegrarme, porque Dios no deja ver sino abismos, Ignoro que será de esta Casa, ya que se han obstinado en quebrantar los designios de Dios sobre ella. A pesar de todas las recomendaciones, de todas las promesas, y de la feliz confirmación de parte del Rey, las cartas patentes no acababan de ser legalizadas." (2) Nuestro Señor quiso valerse de él, para convencer a otros prelados y magistrados en favor de la Orden.
Por un tiempo las gestiones se paralizaron todos querían sacar el mejor provecho posible, el Arzobispo se ofreció a redactar las actas y ejecutar el plan previsto de inmediato, pero la M. de Matel al leer los documentos, sospechó de complot y ella misma cambió lo que no le pareció.
Dos días después de la anunciada visita de los comisarios delegados se presentó. Revisaron los títulos y contratos de fundación. Terminada la inspección la Madre entregó al Arzobispo el acta quien aparentando indiferencia la deslizó dentro su manga, algunos se dieron cuenta y le pidieron que la leyera. La M. de Bely con dice: "lo observé mientras leía agitadamente porque sabía que no obtendría de esa lectura la satisfacción que se había prometido, y me fue fácil juzgar los diversos movimientos que agitaban su espíritu al darse cuenta de que nuestra digna Madre había descubierto la celada que se le había tendido." (3) Por el momento él disimuló y lo que había dado a entender a los delegados sobre los abusos que ahí se cometían, se vino abajo. Ellos dijeron: "Pero si no hay en esta casa un mal, que mereciera azotar a un gato."(4)
Después de esta visita fueron ratificadas las cartas de establecimiento bajo la única condición de que: "las religiosas de los conventos cuya supresión fuera decretada irían a terminar sus días, en el del Verbo Encarnado, bajo una superiora escogida por el arzobispo." (5)
Una vez terminada esta visita, Monseñor de Perefixe pensó en la Sra. Cristine Lenet, para que fuera la nueva superiora.
Monseñor de Perefixe había publicado, tiempo atrás, la orden de que toda religiosa extranjera regresara a su convento de origen. Envió a este convento a la superiora de otro convento del barrio de Saint Germain que había sido suprimido. Él se aprovechó de esta orden, para que Madame Lenet saliera cuanto antes del convento ursulino.
El Prior quería convertir el monasterio del Verbo Encarnado en priorato benedictino. Esto no agradó mucho a la M. de Matel, porque no era el fin con el cual se fundó. Así que se asesoraron con los jurisconsultos de mayor renombre. Redactaron los documentos necesarios e iniciaron todos los trámites pertinentes para la defensa de sus derechos. La M. de Matel legitimó su herencia a favor de Francisca Gravier, quien pudo aceptar, porque no había hecho votos.
Monseñor Perefixe se fue a su casa de descanso en Romaine, por algún tiempo, para evitar las audiencias. Se advirtió a la M. de Bely como actuar con Madame Lenet y con el proceso de elecciones para superiora. "Apenas habían comenzado a recogerse los votos, cuando dos carrozas, se detuvieron ante el monasterio, y un violento campanazo resonó a la puerta. Los dejamos tocar tanto como quisieron, dirigiéndonos al locutorio hasta que el notario hubo escrito el acta de la elección y la hubimos firmado todas." (6)
Toda la comunidad reunida y en presencia del Prior visitante se dio lectura al acta donde se nombraba oficialmente a Madame Lenet como la nueva superiora. Después de escuchar en silencio y atentamente la M. de Bely intervino: "Tenemos hacia el Sr. Obispo, todo el respeto posible; pero, sin desear faltar a él, nos vemos obligadas, para mantener nuestros derechos, declarar que no podemos recibir en este Monasterio, y menos aún reconocer en él, a esta dama en calidad de superiora, porque, además de no pertenecer a nuestro Instituto, acabamos de elegir para este cargo a la Reverenda Madre Elie de la Cruz, antigua profesa de esta casa, que por ahora se encuentra en Lyon." (7)
Protestando y muy enojado, el Prior, amenazó con ponerla en prisión y excomulgarla. Sin embargo la M. de Bely no se atemorizó y dijo que si se recurriría a la fuerza, ella iría con el Arzobispo de París, Arzobispo de Lyon, Primado de las Galias. La irritación del Prior fue grande. Las hermanas que oraban ante el Santísimo Sacramento al escuchar golpes con afán de echar abajo la puerta, corrieron a la habitación de la M. de Matel, para protegerla mientras pasaban estos arrebatos de violencia.
El Prior ordenó nuevamente que la comunidad se reuniera en el coro y le mandó a la M. de Bely saludar a Christine Lenet como superiora. Ella respondió: "La saludaré como mi hermana en Jesucristo, pero no como a mi superiora, pues tengo una elegida legítimamente. Cumpliré con este deber en cuanto nuestra legítima supriora haya llegado" (8)
Ella defendió a la Orden contra todo ataque con firmeza. Sin embargo el Prior la expulsó. Ella dijo: "Sólo tengo necesidad de mi crucifijo. Y dominando su emoción para atenuar la de la Madre de Matel, se despidió sin derramar una lágrima dándole a entender que su ausencia sería de corta duración" (9)
La jalonearon y ella se arrodilló para recibir la bendición de su querida Madre, después fue arrastrada lejos de ella. Escribe: "¡Ah,! exclama la pobre exiliada, si hubiera podido prever que no debía volver a ver a nuestra digna Madre, y que aquel triste adiós era para mí el último, ¿quién me hubiera arrancado de sus pies? ¡Hubiera desafiado a todos los hombres juntos!" (10)
Esto no fue todo, Dios permitió que el Arzobispo que las protegía muriera prematuramente, y volvieran a quedar a la deriva. Las gestiones de los documentos del establecimiento llegaron a su fin. Todas las posesiones pasaron a ser patrimonio del hospital general, como lo estipulaba el contrato.
En la casa conventual gobernada por Madame Lenet todo era tristeza, injusticia, desánimo. Fueron enviadas aquí, todas las religiosas de los conventos suprimidos. "Las religiosas ancianas llegaban extenuadas de fatiga y abrumadas de dolor al verse arrancadas de los asilos benditos donde habían esperado terminar sus días." (11)
Su nueva superiora, sin tomarse el trabajo de aliviarlas y proveer a sus necesidades, no dio otra orden para las comidas sino la de disminuir la porción de las hijas de la casa del Verbo Encarnado. Destituyó de sus cargos a las hermanas y asignó algunos de ellos, a las nuevas religiosas. Se reservó para sí el cargo de ecónoma y despensera. No permitió que nadie de fuera hablara con las hermanas.
A todos los amigos de la Orden les pareció que la reclusión de la M. de Bely era muy severa y la Sra. de Carrac, vecina del convento de las ursulinas mandó hacer un orificio en el muro que colindaba con el convento para poder comunicarse con ella. Por este medio pudo saber lo que pasaba en su querido convento.
Los rumores de los malos tratos se extendieron a tal grado que un día llegaron al monasterio, y con violencia entraron un oficial del arzobispado, un comisario y un sargento para atemorizar a las religiosas que volverían dentro de poco a buscar la renuncia que exigían." (12) Muchos otros actos de injusticia y violencia se cometieron y la M. de Matel y sus queridas hijas sufrían profundamente con fe y amor, esta situación.
La visita a París de Monseñor Camille de Neuville de Villeroi fue utilizada para sacar a la M. de Matel de ese convento, en secreto, con el pretexto de que él quería conversar con ella. La acompañaron Sor Francisca Gravier y una muchacha que le servía de apoyo al caminar. Estuvo algunos días ahí, pero por temor a que fuera descubierta por los enemigos, la trasladaron a otro lugar especialmente arreglado para ella. No obstante la M. de Matel sufrió no solo las incomodidades exteriores sino sospechaba que sus queridas hijas estaban sufriendo demasiado.
Cuando Madame Lenet se dio cuenta que la M. de Matel había escapado, fue tal su enojo que mandó llamar al Prior quien acudió de inmediato acompañado de un cerrajero para abrir la puerta de la habitación de la Fundadora. Al no encontrarla se dirigieron al Palacio de Villeroi y no pudiendo encontrarla, se fueron contra la M. de Bely, la cambiaron de monasterio donde había una superiora muy rígida y con la orden de no ver a nadie.
Un extraño acontecimiento hizo que esta persecución se detuviera. En catedral fue asesinado un sacerdote que confundieron con el arzobispo y los habitantes del pueblo tomaron este hecho como un aviso del cielo que desaprobaba los actos realizados en contra de las religiosas suprimidas. Afortunadamente por algún tiempo el Prior se abstuvo de sembrar en el monasterio el temor.
Hasta este momento la salud de la Madre era buena, a pesar de sus limitaciones. Por temor a que les faltara lo necesario, Sor Francisca Gravier trató de convencer a la piadosa Madre que debía sacrificar su comunión cotidiana. La Madre tratando de sobreponerse respondió: " ¡Ah, hija mía!, ¿qué sería de mí si me faltara? Si él me permitiera recibirlo en este sacramento de amor con la frecuencia que respiro, no sabría que hacer para procurarme su posesión" (13) Esta palabras dejaron huella profunda en el corazón de la M. de Bely.
El portador de la carta de apelación a la Primacía, por un accidente, se tardo en llegar provocando que la Madre enfermara de su estómago por la aflicción y no hubo más remedio que trasladarla al Monasterio. El traslado fue un sufrimiento constante, entre desmayos y sollozos.
Al entrar por la puerta del monasterio pidió detenerse un momento en la capilla. Hizo un esfuerzo por arrodillarse y a partir de ese momento quedó totalmente absorta en Dios hasta la mañana siguiente que pidió la santa comunión.
La M. de Bely escribe: " ¿Quién podría expresar todo lo que su corazón dijo y la alegría que sintió al verse tan cerca del lugar donde habitas en persona? Lo que sentía no poder hacer se leía tan visiblemente en el rostro de la venerable Madre, que no sólo sus hijas, sino también las religiosas extrañas a la Casa quedaron muy impresionadas." (14)
Estaba tan débil que temieron que fuera su último día y le llevaron la comunión como viático. Se dirigió a Madame Lenet haciendo un máximo esfuerzo, con profundo respeto y firmeza le dijo: "Señora, usted ha venido a tumbar nuestra Orden al entrar a esta Casa. Si, después de mi muerte, cae en ruina, le pedirán cuenta de ello en el día del juicio. Cargo su conciencia con su pérdida, si llega a ocurrir. Recuerde lo que me prometió en otra ocasión, de rodillas, delante del Santísimo Sacramento. Usted puede engañarme, pero no puede engañar a Dios. Es a él a quien lo hizo; es a él a quien debe cumplirlo. El la encontrará en todas partes. Recuerde que tiene usted una gran cuenta que darle; trate de comportarse mejor en adelante y caminar sinceramente en su presencia." (15)
Ante tales palabras, Madame Lenet pareció estar conmovida y le expresó que era un honor tenerla en casa y servirla. La Madre de Matel le hizo prometer tres cosas: No maltratar más a sus hijas, a conceder la profesión a Sor Becy y a procurar el regreso de M. de Bely. Prometió esto y alunas cosas más, pero no las cumplió.
Cuando terminó con Madame Lenet se dirigió a sus hijas y con humildad, "les pidió perdón por todos los motivos de pena y de desedificación que hubiera dado. Después, cediendo a sus instancias, concedió a todas, presentes y ausentes, su bendición maternal." (16) Enseguida recitaron en voz alta el padre nuestro, el avemaría, el credo, el yo pecador, se arrodilló y el sacerdote le dio la sagrada comunión. Y quedó transportada de felicidad en presencia de su Señor quien le dijo: "He venido y te curaré." (17)
La esperanza de sus hijas se fue incrementando al ver como mejoraba. Sin embargo Madame Lenet le negó esta felicidad y solo le permitió confesar y comulgar cada 8 días, según ella, porque no estaba tan enferma.
Esta nueva herida a su corazón disminuyó la salud de la Madre. Con grandes esfuerzos llegaba a la capilla para poder recibir la Sagrada Comunión, pero muy pronto ya no pudo hacerlo. Confinada a su habitación, sus queridas hermanas suplicaron a Madame Lenet la presencia del Dr. de la Chambre pero, ella dijo que escogería a otro.
El Dr. de Mirabeau, joven inexperto y con mala reputación administró remedios muy violentos que a la Madre le repugnaban pero que sin embargo se sometió a ellos. Mientras que las hermanas la veían cada vez peor, el joven médico afirmaba que estaba mejor.
Madame de Carrac, su vecina envió un médico pero no le negaron la entrada. Al poco tiempo un doctor lyonés, que se encontraba en París, quiso saludar a su amiga, la Madre de Matel y tocó a las puertas del convento, pero se le dijo que guardaba cama desde hacía unos días y que no podía atenderlo. Él replicó: "Si así es, como yo soy médico, haga que me abran las puertas, a fin de que juzgue su estado y pueda ofrecerle mis servicios, que estaré muy contento de prestarle."(18) Madame Lenet contestó: Un médico es más que suficiente.
Todos los ruegos para que el médico la valorara fueron inútiles además ostentaba, que todos los cuidados que se le prodigaban eran porque ella se los daba. La Madre de Matel le contestó: " ¿Cómo se atreve usted, señora, a afirmar que todo lo que se me presenta procede de su peculio, sabiendo como se sabe, que no ha aportado a esta casa sino la desolación que se ve por todas partes? ¿Piensa usted que he olvidado todo a favor de ellas, a fin de que se dediquen a honrar y servir a Dios sin inquietarse por las necesidades de la vida, y para que las demás personas, sabiendo que este convento es, por gracia de Dios, uno de los mejor fundados, puedan con toda seguridad colocar en él a sus hijas, sin temor de exponerlas a la penuria que se observa en tantas otras casas religiosas en la actualidad? "(19)
Estas palabras disminuyeron un poco el orgullo de Madame Lenet quien dijo: "Perdóneme Madre, se bien lo que se le debe, y mi intención no es hacer algo que pueda disgustarla" (20) Es de suponerse que la respuesta no era sincera del todo, y que la hizo sólo para tranquilizar su conciencia.
(1)Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezard de Matel. M. Saint Pierre de Jesús. Cap. 26 pág. 496
(2)Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezard de Matel. M. Saint Pierre de Jesús. Cap. 27 pág. 498 . 499
(3)Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezard de Matel. M. Saint Pierre de Jesús. Cap. 27 pág. 502
(4)idem
(5) idem
(6) Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezard de Matel. M. Saint Pierre de Jesús. Cap. 27 pág. 507
(7)Videm
(8)Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezard de Matel. M. Saint Pierre de Jesús. Cap. 27 pág. 508 .509
(10)idem
(11)Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezard de Matel. M. Saint Pierre de Jesús. Cap. 28 pág. 512
(12)Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezard de Matel. M. Saint Pierre de Jesús. Cap. 28 pág. 514
(13)idem
(14)Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezard de Matel. M. Saint Pierre de Jesús. Cap. 28 pág. 518
(15)Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezard de Matel. M. Saint Pierre de Jesús. Cap. 28 pág. 518
(16)Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezard de Matel. M. Saint Pierre de Jesús. Cap. 28 pág. 519
(17)Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezard de Matel. M. Saint Pierre de Jesús. Cap. 28 pág. 520
(18)idem
(19)Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezard de Matel. M. Saint Pierre de Jesús. Cap. 28 pág. 523
(20)Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezard de Matel. M. Saint Pierre de Jesús. Cap. 28 pág. 524
(21) idem
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