ISABEL GRASSETEAU

"Valor hija mía, no es este el lugar donde te quiero. Te he destinado para mi Orden, cuya aprobación se está gestionando en Roma.: muy pronto te daré a conocer a la persona a la que he confiado la ejecución de este gran designio de mi amor." (1)

Algunos días después de su llegada el R.P. Poiré la visitó ofreciéndole toda su ayuda y ella le pidió fuera el director de la congregación. La Hna. Catalina le advirtió que había dos personas que se disputaban el gobierno de la congregación, esto la hizo resolverse para rogar nuevamente al R.P. Poiré le asistiera con sus consejos. Los dos trataron que ella sintiera aversión hacia el R.P. Poiré, pero no lo lograron, sin embargo uno de ellos, "resolvió quitarle a las pensionistas y a aquellas de mis hijas que, según él, yo amaba más. A lo que el Señor le dijo: Nadie las arrebatará de mi mano. El, Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre, (Jn. 10, 28-29)" (2) y escribió que sólo quedaron a su lado a quienes el Señor había querido retener dentro de su Orden.

La comunidad se esforzaba en trabajar sin descanso en esta obra del Señor.  La Hna. Isabel Grasseteau había ingresado con las hermanas de Port-Royal pero tuvo que salir de ahí por no soportar las austeridades. Su pena fue tan grande que en ese momento escuchó la voz de nuestro Señor que le dijo que tuviera valor porque ese no era el lugar donde la había destinadouna Orden, cuya aprobación se gestionaba en Roma.  El Señor le dijo que muy pronto le daría a conocer a quien le  había confiado la misión de ejecutar este gran designio de su amor.  Cuando ellas dos se encontraron por primera vez en París, el Señor les inspiró una adhesión recíproca para siempre. Ella continuó siendo un gran ejemplo para la comunidad y practicó las virtudes en grado heroico. Se entregó a los trabajos más fatigosos, e hizo ayunos y  penitencias, a pesar de que, la Madre de Matel le pedía que los dejara porque era físicamente débil y a lo que ella le contestaba: "Madre mía, si conociera usted ka ducha que experimento al hacer este trabajo, me pediría que no lo dejara. Por un poco de pena que sufre mi cuerpo, mi Amado llena mi alma con todas las alegrías del paraíso. Mientras más sufro, más deseo sufrir y parecerme a  él. Usted sabe , por experiencia, que no puede uno hacerse la desentendida cuando contempla a este adorable Esposo muriendo sobre la cruz." (3) 

Nuestro Señor correspondió a esta gran alma con el don de la oración, a la que ella dedicaba por las noches, más de tres horas inmóvil, de rodillas y sin apoyo. Su vida entera fue una oración ininterrrumpida.  El R.P. Gibalin, conociendo los favores sensibles de la presencia del Verbo Encarnado en ella, valoró como un tesoro que debía conservare en la Orden y lo escribió todo, le pidió a la Hna. Francisca Gravier que se lo guardara, pero desgraciadamente, "la humilde Madre Grasseteau, habiéndose enterado, se las arregló para encontrarlos y entregarlos inmediatamente a las llamas.""(4) a pesar de esto, no se pudo mantener en secreto tantas gracias.

Un día durante el sermón en la fiesta de Santo Tomás, "su corazón fue traspasado por una herida divina que la hizo caer desfallecida, arrancándole un grito que fue escuchado por toda la comunidad.  A partir de ese momento todos los viernes, sufría dolores extremos causados por esta herida" (5) a la que la Madre de Matel intentó aliviar con remedios humanos pero los médicos declararon que "el mal provenía de una causa sobrenatural, y que su ciencia era impotente. Hasta su muerte conservó en su costado izquierdo, el estigma de esta amorosa llaga." (6)

Nuestro Señor la invitó a hacer sus votos. Ella temía distinguirse de las demás y en su aflicción Dios Padre le dijo: "Te juro por mi Hijo Encarnado por la salvación de los hombres, que jamás  te arrepentirás de haberle ofrecido los tres votos de pobreza, castidad y obediencia. Mi Espíritu Santo será tu luz a en tus dudas y tu fuerza en tus debilidades. Nuestra augusta Trinidad te asistirá con tantas gracias, y te rodeará de tal protección, que no la ofenderás en ninguno de tus votos." (7) Tranquila, dio parte a su director y a su venerada Madre. Pronunció sus votos en la fiesta de la Santísima Trinidad del año de 1634. Tiempo después fue nombrada superiora y murió en 1645.


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