"Entre con una alegría indecible, acordándome que tu Santa Madre y su querido esposo San José, estuvieron más mal alojados la noche de tu nacimiento, lo que trajo a los ángeles a venir a cantar tus triunfos sobre la gloria del mundo y las vanas riquezas de la tierra, alabando la verdadera gloria del Padre, admirando la paz que habías traído a tu Santa Madre a San José y a todos los hombres de buena voluntad." (1)
El 7 de agosto, después de la llegada de las Madres Concepción y del Espíritu Santo a Lyon, La Madre de Matel acompañada del R. P. Bernardos, Sor Isabel Grasseteau y Francisca Gravier, salieron rumbo a París. Sabemos que cada viaje, era un martirio no sólo por la incomodidad del transporte en sí, sino por la débil salud que le aquejaba.
Nuestro Señor recompensó el sacrificio de la Madre quien tuvo una protección especial durante el viaje: "Queridísimo Amor, esta repugnancia a salir de Lyon no bastó para detenerme en el camino. Con mis deseos urgí al cielo, a la tierra y a las aguas pidiendo a tus ángeles que nos condujeran con diligencia y salud a fin de que llegáramos a París el día de la triunfante Asunción de tu gloriosa Madre, para dedicarle nuestra entrada y todo lo que la seguiría. Mi deseo se cumplió contrariamente a la opinión de los barqueros. El Loira estaba tan bajo, que había temor de encallar en la arena; pero, ¡OH maravilla! Tus santos ángeles hicieron subir el agua con tal abundancia, que los boteros se admiraron al ver esta crecida, sin que hubiera caído lluvia alguna en nuestro trayecto y sin ver señales de que hubiera llovido en otra parte." (2)
Después de dos días en Orleáns llegaron a París al medio día, de la fiesta de la Asunción, El cochero les dio la vuelta por casi todo París y por fin entraron por la puerta de Saint-Honoré.
Contactaron a sus amigos para ir a donde se iban a alojar, pero se ignora la causa por la cuál no había alojamiento adecuado para ellas. La Madre de Matel nos dice al respecto: "Porque no tenían sitio en el alojamiento para tus hijas, tu prudencia quiso que la noche que llegamos a París no encontrásemos ninguna, a fin de que con alguna razón pudiéramos decir: Porque no tenían sitio en el alojamiento y por una dichosa necesidad, nos acostamos en un pequeño cuarto más bajo que el primer piso de la calle, y si no hubiese tenido chimenea, habría estado más apropiado para establo, ya que estaba destinado para varios animales domésticos." (3)
Al día siguiente las llevaron al barrio de Saint Germán donde se improvisó una pequeña capillita para que el Abad de Céricy celebrara misa. Después de comulgar, la Madre de Matel tuvo una visión: "Te vi en brazos de tu augusta Madre y teniendo en las manos dos llaves de oro que me presentaste de una manera tan agradable que abrieron mi corazón, diciéndome: Hija, he aquí las llaves para abrir los corazones, así como San Jacinto nos llevó a mi y a mi Madre, salvándonos de nuestros enemigos por un milagro de amorosa confianza, sálvame de aquellos que me persiguen por su mala voluntad y sus desórdenes." (4)
El R.P. Carré dijo a la Madre que la Duquesa de la Roucheguyon había ofrecido su casa para que se hospedaran ahí mientras se hacían las reparaciones a la casa que habían alquilado.
Pero el R.P. Carré quiso establecer las cláusulas del contrato de fundación con la Duquesa, pero no se podían aceptar porque eran muy peligrosas para la Orden. Ella aportaría 14,000 libras de capital, es decir, por el cambio se reducen a 1,000 libras, deseaba que se recibieran a perpetuidad a dos jóvenes sin dote. El padre le dijo que esto era poco pero confiaba en que haría lo que Dios le inspirara.
La duquesa también exigió que estas jóvenes llevaran un relicario, un rosario y el título de hijas fundadoras a perpetuidad. La Madre se dio cuenta que esto provocaría envidias y pensó que eran preferibles las incomodidades de la casita que disfrutar de los privilegios que tenían, así que dio las gracias a la Duquesa y pidió para ella que, "le devolvieran el céntuplo y le concediera la vida eterna" (5) y a fines de octubre casi terminada la remodelación se trasladaron ahí en la fiesta de Todos los Santos. Al día siguiente el Abad Dom Brachet, bendijo la capillita y celebró misa.
La Madre de Matel pensó que por fin tomaría el hábito, pero al preguntarle al Señor ¿cuál era su voluntad? Él le contestó: "Hija, no precipites nada. Puedes decir a los que te presionan que Saúl, por no haber escuchado a mi profeta Samuel, hizo una cosa que me disgustó y al pretender inclinarme a él mediante su holocausto, el profeta le dijo: Has obrado neciamente (1Sam. 13,13); tu reino será entregado a otro más fiel y puntual en la obediencia a la divina voluntad . Hija, espera mis órdenes y no hagas nada por respeto humano. El hombre no ve más que el exterior; pero el Señor ve el corazón Sam. 14,7) ¿Oh Salvador, querido Amor, sólo deseo tu gloria? Todo lo que no eres tú, es nada para mí. Tu apóstol dijo: Si busco complacer a los hombres, ya no soy servidor de Jesucristo. Haré lo que me ordenará mi director, según tu voluntad." (6)
Tiempo después Nuestro Señor se dirigió a ella: "Hija, te dije hace algunos años que eras mi milagro de amor. Ahora te digo que eres el libro cerrado con siete sellos, el cual sólo puede ser abierto y conocido por el Cordero que murió por ti. El contenido de este libro fue escrito por mi sabiduría, y sólo encierra misterios: En ti y contigo escribo un misterioso Apocalipsis; está escrito por fuera con tus acciones exteriores, que los humanos no pueden leer ni interpretar; hace falta para ello un Daniel que tenga el espíritu del Padre y del Hijo. Yo mismo, hija mía amadísima, soy el intérprete de nuestros misterios. No te aflijas, queridísima mía, estás revestida de mi sangre, como te lo he dicho otras veces; estás revestida interiormente de tu Jesús crucificado. Sólo vestí la túnica blanca durante el tiempo que fui enviado por Herodes a Pilatos, y el manto de púrpura para aparecer como carón de dolores que se ofrecía a su Padre Eterno por la salvación de los hombres, mientras que el pueblo gritaba ¡Crucifícalo!" (7)
Días después durante un arrobamiento Nuestro Señor alabó delante de sus ángeles el privarse del hábito. Vio a San Martín revestido de luz, que me aseguraba las mil libras, la renta del local, el mobiliario y que los Superiores reconocieran el título de fundadora.
"Al día siguiente 1° de enero de 1944, Dom Brachet llegó en compañía del procurador de la abadía para proceder a la erección canónica del nuevo monasterio. Celebró el santo sacrificio, bendiciendo los lugares para la observancia regular, plantando una cruz y declarando la obligatoriedad de la clausura a partir de ese momento y dirigiéndose a la Fundadora, le rogó tomara el gobierno espiritual y temporal de la casa, a lo cual ella se sometió. " (8)
Después de la ceremonia el Abad de Céricy y el R.P. Carré bendijeron la túnica y el escapulario que usaría abajo de sus ropas de seglar hasta que lo pudiera usar oficialmente.
Pasados unos días, el 25 de enero para ser exacto, la Madre cayó del coro fracturándose la cabeza. Forzada a guardar reposo Nuestro Señor aprovechó la oportunidad para renovar en ella su voluntad de que permaneciera en el estado que estaba y con la seguridad de que él mismo la revestiría, no sólo religiosa, sino divinamente, diciéndole: "Hija, para hacerte reposar y conservarte en la paz, te ofrezco el lecho de mi propia sangre y le mostró un lecho ricamente adornado de cortinas y coberturas de terciopelo carmesí, añadiendo: Este lecho es, además el gabinete en el que comprenderás mis secretos y recibirás mis mandatos, que son, por ahora, que no tomes el estado de profesión. Ella contestó: Queridísimo Amor, que amas mi alma, no permitas que me desvíe, y que al procurar el progreso de los demás, retroceda; porque en este camino, no avanzar es retroceder; no deseo a ti en todo, por todo y para todo." (9)
Durante su estancia en París de 1644 a 1648 muchas personas que la visitaron expresaron que deseaban mucho hablar con ella de cosas divinas. Con gran bondad trató de orientarlos y darles consejos. Nos cuenta la M. de Bély que "la inclinación que tenía esta piadosa Madre a hablar de Dios, hacía que la materia más ordinaria de sus conversaciones fueran las cosas del cielo, sobre las que era tan elocuente, que no se cansaba uno de escucharla, particularmente cuando explicaba la Sagrada Escritura. Tenía no sólo el don de expresarse bien, sino de mover los corazones e insinuar en ellos el amor a dios y el desprecio de todo lo que no es él, en especial de sí mismos. Se esforzaba por inculcar en quienes la visitaban, el acercarse con frecuencia a la santa mesa y recibir con regularidad el sacramento de la penitencia, que purifica el alma y la hace más capaz de tratar con su Dios. También los encauzaba, tanto como podía, a la práctica de la oración mental, mañana y tarde, diciendo afablemente que ella suscita en el corazón el apetito hacia las cosas celestiales y el disgusto hacia las terrenales." (10)
Ella influyó en grandes personalidades de la época. Sería muy largo describir a todas. Casi todos expresaron que sentían cómo el Señor colocaba en sus labios, las palabras de misericordia que necesitaba cada uno. También nos menciona que aprendió mucho de ellos y los admiró.
En el vaivén entre tristezas y alegrías, una noticia terrible le provocó taquicardia por lo menos dos años que, la tubo en ocasiones, al borde la muerte. He aquí la razón: La Madre al aceptar la toma de hábito de Elena Gibalin, envió a Elizabeth Grasseteau a reemplazarla. Después de un año en Lyon, ella murió. Leamos lo que escribió: "¡El día de San Bernabé, que significa hijo de la consolación, fue para mí un día de extrema desolación, porque tu justicia se llevó a mi hija muy querida, Isabel Grasseteau! Cuya muerte fue muy amarga a mi alma, que se veía separada. Desde que dejó su tierra, sus padres y a ella misma para seguirte, practicó eficazmente todas las virtudes, OH mi divino Verbo Encarnado, me causaba gran confusión, al verme tan alejada de esta perfección, Te imitaba en todo aquello que sabía era tu voluntad por la que se desvivía continuamente. Era humilde de corazón, y si se la veía seria, alejada de la dulzura y afabilidad que se hubiera deseado, fue porque temió que la dulzura la volviese amable, sociable o complaciente y que estas cualidades agradables a las criaturas, la volviesen o apartase de la conversación continua que tenía y tendrá ahora para siempre con nuestro Creador y Salvador. Querido Amor, nunca pensé que esta hija fuese tan amada de mi corazón, si no hubiese sentido su pérdida, como la más grande que podía sufrir en esta vida, exceptuando la de tu gracia. La tristeza fue tan extrema, que pareció ponía fin a mi vida. Por dos años continuos, tuve una palpitación del corazón que hizo temer a mis hijas que pronto llegaría el fin de mis días y las dejaría huérfanas. Decía y redecía varias veces al día y en la noche bañada en lágrima: ¿Fue necesario que te mandase ir a Lyon para hacerme ver que me amabas más que a ti misma ti misma, pues para mantener allí mi autoridad, has dejado la vida? Oh querida hija, bien mereces el amor que tu madre tiene por ti; acuérdate de mella, tu que ya estás en el Reino con nuestro divino Rey, por cuyo amor te has privado de todo lo que te podía consolar en la tierra. La tristeza y el sentimiento de haber permitido se alejara de mí, fue tan fuerte a mi alma, que parecía tener suspendidas todas sus potencias. Con frecuencia decía con el profeta doliente: Querido Amor, ¡mi Señor y mi Dios, dígnate mirar mi aflicción! (Lam. 1,9)" (11)
La enfermedad en su cuerpo provocaba el Consuelo de su Amado y le concedía casi todo lo que pedía para los demás.
El Sr. Bosques sentía gran estima hacia la Madre de Matel y algunas veces con sencillez y humildad le abría su conciencia. El día de la Exaltación de la Santa Cruz, recibió una carta, tan extraña, que se hubiera pensado que era algún enemigo y no de él., pero Nuestro Señor, se encargó de él y para desengañarlo, le hizo ver " que nuestro amor era una maravillosa unión de tu corazón y el mío al que diste alas y mandaste a tus ángeles que lo elevaran hasta tu seno para ahí descansar, haciéndose ver en los esplendores de tu gloria."(12)
Desde entonces, adoró los juicios de Dios. Se presentó ante la Madre de Matel y le confesó todo lo que le había sido revelado. Ella expresó: ¡Tú eres el Dios que hace maravillas!
A fines del año 1648, las palpitaciones cesaron y vio en sueños a su querida hija Isabel, con una cara muy alegre, pero no le habló. Ella comprendió que no debía preocuparse por su estado. La difunta hermana obtuvo gracias especiales para ella desde el cielo.
"La antevíspera de la fiesta de San Miguel, la buena Madre vio a todas sus hijas enfermas a la vez: La M. del Espíritu Santo iba a ser operada de una excrescencia en una rodilla, que su excesiva mortificación la llevó a ocultar durante catorce años y que en ese momento le ocasionaba fiebres tan ardientes y una hinchazón tan exagerada, que los médicos no respondían por su vida. La hermana encargada de la cocina tenía en el ojo un tumor de tal manera inflamado que tuvo que guardar cama. La que hubiera podido reemplazarla también estaba enferma. La ocasión era demasiado buena para dar servicio, y la santa Madre no lo dejó pasar. Comenzó por protestar contra los temores del cirujano, el Sr. Prioult, asegurándole que su hija La M. del Espíritu Santo, no moriría y que la otra no perdería el ojo. Después trató de tranquilizar a su pobre cocinera, impaciente por volver a su tarea, prometiéndole que ella misma se ocuparía de su oficio. La cosa era increíble. Los malestares de la Madre de Matel le hacían el calor de tal manera insoportable, que no podía entrar a la cocina sin sofocarse." (13)
Todo sucedió como se lo había predicho Nuestro Señor. Los médicos dieron su testimonio de la intervención milagrosa en los dos primeros casos descritos. La. M. de Matel le atribuyó esta intercesión a Elizabeth Grasseteau. Su divino Amor permitió saber que el abad de Bosquet, sería promovido al Episcopado. Él le dijo: "puedes ver hija mía, que doy cumplimiento a todo lo que mi Espíritu te inspira decir, aunque no lo anuncies como una predicción, sino como una muestra de confianza que tienes en mí, porque te amo y no quiero confundirte cuando has hecho esperar algo bueno." (14)
(1)Borrador de la Autobiografia de Jeanne Chezad de Matel. Cap. 94 pág. 692
(2)Vida de la Venerable Madre Jeanne Chezard de Matel Cap..20 pág.346
(3)Vida de la Venerable Madre Jeanne Chezard de Matel ,Cap..20 pág.347
(4)Vida de la Venerable Madre Jeanne Chezard de Matel ,Cap..20 pág.348
(5)Vida de la Venerable Madre Jeanne Chezard de Matel ,Cap..20 pág.350
(6)Vida de la Venerable Madre Jeanne Chezard de Matel ,Cap..20 pág.351
(7)Vida de la Venerable Madre Jeanne Chezard de Matel ,Cap..20 pág.353 . 354
(8)Vida de la Venerable Madre Jeanne Chezard de Matel ,Cap..20 pág.358
(9)Vida de la Venerable Madre Jeanne Chezard de Matel ,Cap..20 pág.359
(10)Vida de la Venerable Madre Jeanne Chezard de Matel ,Cap..20 pág.362
(11)Vida de la Venerable Madre Jeanne Chezard de Matel ,Cap..20 pág.368
(12)Borrador de la Autobiografia de Jeanne Chezad de Matel. Cap. 101 pág. 725
(13)Vida de la Venerable Madre Jeanne Chezard de Matel Cap..20 pág.373
(14)Vida de la Venerable Madre Jeanne Chezard de Matel Cap..20 pág.374
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