"El sacrificio de una persona que abandona el techo paterno, a fin de seguir al Esposo celestial, es siempre doloroso para ella y para aquellos de quienes se separa" (1)
Había llegado el momento de para unirse a su Esposo. "No se trataba sólo de dejar una familia según la naturaleza para encontrar una familia según la gracia; de salir del mundo para arribar a una soledad bendita." (2) sino de la ejecución del plan de Dios sin otros recursos que su confianza en
Él. El Señor de Matel que se encontraba en París debido al cargo de gentilhombre que tenía en la Cámara del rey no podía ir a casa con la frecuencia que hubiera querido, por lo que Jeanne le envió una carta anunciándole su decisión. Era de suponerse que el Sr. de Matel, se opondría a la ejecución de los proyectos de su hija.
Los RR.PP. Dupont y Bonvalot sugirieron a Jeanne que su salida de la casa paterna fuera antes de que su padre tuviera tiempo de responder al aviso que ella le había mandado, por temor a los impedimentos que tendría. Sus tres hermanas tampoco compartieron su decisión y trataron de convencerla de que eso sería un fracaso pero, ella con firmeza les contestó que tenía toda su confianza puesta en Dios.
Únicamente su madre la ayudaría, ella más que nadie sufriría el alejamiento de su amadísima hija, pero supo aceptarlo, diciéndole: "Hija mía, mi inclinación natural se opone a que me dejes, sin embargo, para seguir la inspiración divina, quiero sobreponerme. Mi vida ya no durará mucho; mi deseo sería que me asistieras en lo poco que me queda por pasar en este valle de miserias, pero no deseo retardar los designios que Dios tiene sobre ti"(3)
Sus lágrimas abundantes mostraban la violencia que había en ella por esta separación. Jeanne dominó su emoción a fin de no mezclar las lágrimas de su madre con las suyas, pero en cuanto estuvo sola, estalló en llanto diciéndole a su querido Esposo," yo no dudo de tus promesas, pero los rechazos de mi padre y la separación de mi madre afligen mi espíritu," (4) pero su Salvador la consoló con dulzura.
Urgía terminar con esta situación tan penosa para todos. Jeanne tomó la decisión de salir de casa el día de la fiesta de la Visitación. Con los escudos que le dio su madre y los de Catalina iniciarían este proyecto. La noche anterior a esta fiesta, Dios permitió a los demonios y a todo ser que provoca terror y pánico, asaltaran el corazón de Jeanne. Cuenta ella, que su cuerpo no pudo soportar esta tempestad que se agitaba en su espíritu, tuvo una fiebre que la quemaba hasta las dos de la madrugada, que el Señor por dos horas le envió un "dulce sueño" calmando su espíritu y devolviéndole la salud a su cuerpo. Nos dice que: "Al despertar, vio dos claridades, una era la luz del día para el cuerpo, y otra tu propia luz para el espíritu; todos mis enemigos habían sido dispersados, y mis tinieblas disipadas (5) Asistió a misa en la iglesia del Colegio, antes de dirigirse a París e ingresar a la casa que habían abandonado las ursulinas, y que actualmente ocupaban las religiosas de Santa Isabel
Ella sentía, como si, todas las penas y obstáculos contra los que tendría que luchar estuvieran presentes. Pero al recurrir a su Dios, para calmarla, le dio a entender que tenía que trabajar con una mano y combatir con la otra ando a entender que la paciencia y la fuerza junto con su gracia, serían muy necesarias para perseverar a pesar de las dificultades y tardanzas que se le presentaran. Al día siguiente, 29 de junio, una visión la fortaleció dándole nuevo ánimo a su alma. "Vio hombres armados que intentaban herirla y destruir un sol que le parecía estar en un pozo muy profundo, como en su fuente. 'Hija mía, le dijo Nuestro Señor, ¿qué pueden estas armas contra este sol? Así sucederá con todas las oposiciones que se harán contra mi Orden" y en presencia de la Sama. Virgen, bajo la advocación de Nuestra Señora de Puy, escuchó estas palabras: 'Confíate a ella; ella te ayudará y yo no te abandonaré'." (6)
Al otro día después de misa tuve que salir con mis dos compañeras: Catalina Fleurin y María Figent precisamente cuando Su Majestad comenzaba un agradable diálogo. Al llegar a la casa Catalina y María "arrodilladas prometieron obediencia ciega y juraron seguirla a todas partes." (7) Fue una manera de reconocer a Jeanne como su superiora, las abrazó con ternura y emocionadas cantaron el salmo "Ved cuan bueno" (8)
Ya en el interior la Madre Jeanne se dirigió a la cocina en la que no había mucho que hacer, cuando tuve un arrebato "haciéndome ver una santa montaña sobre la cual vi al Padre Eterno que llevaba en su seno a todas las hijas de tu Orden, diciéndome que las engendraría él y no la carne, ni la sangre, ni la voluntad humana, sino la divina, y que en este establecimiento, yo que soy el Verbo Encarnado, haré una extensión de mi Encarnación. Habitaré con ustedes y verán mi gloria igual a la del Padre que me engendró entre divinos resplandores antes del día de la creación. Me verán lleno de gracia y de verdad, para cumplir en ti y en mi Orden todas las promesas que te he hecho, que te hago y que te haré." (9)
Le dijo a su Señor: "veo a todas las hijas que tu Padre llevaba en el seno, engendradas y producidas en forma augusta, las cuales subían esta santa montaña acompañadas de muchas personas de uno y otro sexo, que me eran desconocidas" (10) salmodiando al subir ¡Oh qué alegría cuando me dijeron: Vamos a la casa de Yahveh! (Sal. 122 1 2-4)
Jeanne desconocía que esa montaña del Gourguillon sería donde establecería su casa porque sabía que ahí habitaban las hijas de Santa Clara, pero ellas inspiradas por el Espíritu Santo, se mudaron a otra casa cercana. El Sr. Chenevoux, propietario de ésta, aceptó que la desocuparan "dejándola a disposición de Catalina Fleurin, a quien conocía y estaba de acuerdo con la fundación." (11)
El 12 de agosto, fiesta de Santa Clara, Jeanne recordó que, el 3 de enero de 1619, Santa Clara y Santa Teresa en una visión la habían exhortado a tener valor y que "Santa Clara prometió ayudarle en algo importante."(12)
Jeanne se estaba cuestionando acerca de que clase de ayuda le daría Santa Clara cuando Nuestro Señor le dijo: "Querida hija, no dudes que Santa Clara y todos mis santos no tengan sino el gran deseo de contribuir a la Orden que yo deseo establecer. No te sorprenda el no haber sido admitida por las carmelitas Santa Teresa te considera no como hija sino como hermana suya; ella se conforma a mis mandatos, y desea que te vistas del blanco del Líbano y del rojo del Carmelo; y yo te digo que he destinado a mi Orden, por toda la eternidad, a portar la glorias del Líbano y la belleza del Carmelo. Hija la mayor parte de las promesas hechas a Isaías se cumplirán en esta Orden. Al leerlas, verás realizadas con tanta claridad que cualquier duda tuya desaparecerá", (13)
Su padre el Sr. de Matel le escribió encolerizado y amenazador para quebrantar su resolución y furioso por no poder conseguirlo, escribió a su esposa cartas aún más terribles acusándola de debilidad y complicidad prohibiéndole dar toda clase de ayuda para obligar a su hija a volver a la casa paterna. Para esta aflicción Nuestro Señor le dijo: "Escucha hija, mira, y presta oído: olvida a tu pueblo y la casa de tu padre, y el Rey se prendará de tu hermosura (Sal 44, 11) No temas, aunque te veas abandonada de tu propio padre, que te priva de los que te debe. Yo te daré con qué construir mi templo y llevar a término la obra de tu Señor y Dios. Los ángeles te harán regalos y proveerán a todo. Tu me llevarás una compañía de vírgenes."(14)
Además del dolor que sentía por la separación física de sus padres, sufrió una angustia mayor cuando Nuestro Señor durante tres meses no le prodigó las pruebas de ternura a que la tenía acostumbrada. "Catalina dándose cuenta de que reía sin reír, comía sin gusto, dormitaba sin reposo, velando o durmiendo exhalaba suspiros llamando a su Amado" (15) suplicó al Señor cesara esta prueba.
Por fin volvió a escuchar la voz de su Amado y le sorprendió poder gozar nuevamente de los favores celestiales, sintiéndose aliviada de las penas que había sufrido durante su ausencia. El Señor en su gran sabiduría sólo quería hacerla fuerte para el doloroso acontecimiento que sucedería en breve.
El 29 de septiembre de 1625, enfermó gravemente la Sra. de Matel, pero a pesar de ello, edificó con su piedad y espíritu de mortificación a todas las personas que la visitaban.
Seis meses después, el 6 de enero, fiesta de la Epifanía, Nuestro Señor le mostró "su cruz sellada de rojo y le dijo: Hija mía, he aquí mis riquezas colocadas en inventario y selladas con mi sangre: son mis tesoros y te los entrego" (16)
También le reveló "las maravillas del estado religioso y en particular las de su orden, le predijo que sería objeto de contradicciones y desprecios casi universales, en conformidad con los que San José, su Santa Madre y Él mismo tuvieron que sufrir en el pesebre, en Egipto, en Judea y en el Calvario pero que después de estas tribulaciones iría a participar de la gloria a la que subió el día de la Ascensión."(17) La cruz sellada que le mostró Nuestro Señor, no tardó Jeanne en cargarla.
Desde que supo que su madre estaba enferma, la visitaba todas las mañanas y sabiendo que estaba bien atendida se retiraba a sus ocupaciones. El 9 de marzo, parecía estar mejor, no llamaron al médico, ni a la religiosa que la cuidaba de noche así que ella tuvo la inspiración de quedarse a su lado y con toda humildad y ternura la atendió.
La Sra. de Matel le preguntó a su hija: "¿Estoy sola? A lo que Jeanne contestó: mi buena madre, mi tío, mis tres hermanas y la persona que sirve están siempre contigo. ¡Ah, hija mía, pero me faltas tú." (18) Jeanne le dijo a su madre que si le hubiera dicho antes que quería que estuviera a su lado durante su enfermedad, el Señor se lo hubiera concedido porque ella le había demostrado que lo amaba aceptando que ingrese a un convento. Después se alejó un poco con el fin de que su madre descansara, pero casi de inmediato, comenzó a sofocarse, llamando a Jeanne a su lado, le pidió que rezaran las letanías de la gran Madre de Dios a cuyas invocaciones respondía fervorosamente. "El puso fallaba rápidamente, por lo que Jeanne comenzó las oraciones de la recomendación del alma. Mientras las recitaba, esa cristiana admirable expiró haciendo la señal de la cruz." (19)
Sus ojos llenos de lágrimas le mostraban a Su Majestad lo que sentía por su madre, ella la amó más que a sus demás hijas. Su corazón decía: "Ella te amó más que a mí, más que a su vida y todo lo creado. Te la encomiendo como tú recomendaste la tuya a San Juan. Pongo a mi madre en tus manos; ponme a mí en las de la tuya, que es tan poderosa; ¡dámela por Madre." (20)
Todavía estando sobre el lecho de su madre percibió un olor a perfume que fue para ella un signo de que su madre fue "coronada de rodas y azucenas sembradas por ti, después de tantas espinas, que encontró, sin exageración, desde los doce años." (21)
Después se desvaneció sin perder el sentido. Ella quería desempeñar con valor los últimos deberes para con su madre, aunque deseaba ardientemente el consuelo del alimento eucarístico, que recibió durante la misa de sufragio luctuoso. "Tu providencia se sirvió del tiempo para sanar esta llaga, lo cual me confundía y mostraba bien que carecía de virtud como jamás me había dado cuenta, y de la obligación que tengo de adquirirla después de haber recibido unas gracias de tan pura bondad," (22) esto lo decía porque todas las veces que visitaba la tumba de su madre, sus ojos se convertían en torrentes de agua.
El Sr. de Matel continuo viviendo en París resistiéndose a que Jeanne continuara con su misión y aunque le pidió que regresara a su casa y se hiciera cargo de ella, a falta de su madre, pero, ella no accedió: "yo no deseaba dejar a tus hijas, mis hermanas espirituales, por las de él, mis hermanas carnales (23)
"Esta familia según la gracia a la que no deseaba abandonar, había admitido, el 17 de julio de 1625, a un nuevo miembro. Se trataba de una viuda llamada Mme. Claude Bernard., piados, virtuosa y hábil para educar bien a la juventud. " (24)
Se recibieron algunas pensionistas a quienes se les educó en todas las obligaciones de la vida cristiana y en todo lo que las jóvenes de esta época debían saber. Comenzaron a vivir según un plan de constituciones que Jeanne había elaborado. El demonio, al darse cuenta de estos buenos comienzos, se empeñó en detenerlos enviando una señorita muy rica que quería ingresar y legar sus bienes a esta comunidad, pero su familia se opuso tanto que lejos de ayudar propició problemas. Esto llegó a oídos del Sr. Chenevoux, propietario de la casa donde vivían quien enojado reclamó su casa. Ellas dejaron esta casa y buscar otra, teniendo que pagar por ella, por lo que aumentaron sus privaciones.
(1) Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezar de Matel. M. Saint Pierre de Jesús. Cap VI p.83
(2) idem
(3) Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezar de Matel. M. Saint Pierre de Jesús. Cap VI p.84
(4)
(5) Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezar de Matel. M. Saint Pierre de Jesús. Cap VI p.85
(6) idem
(7) idem
(8) Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezar de Matel. M. Saint Pierre de Jesús. Cap VI p.87
(9) Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezar de Matel. M. Saint Pierre de Jesús. Cap VI p.88
(10) Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezar de Matel. M. Saint Pierre de Jesús. Cap VI p.88.89
(11) Autoviografía. Jeanne Chezard de Matel. Cap. 45 p. 171-172
(12) idem
(13) idem
(14) Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezar de Matel. M. Saint Pierre de Jesús. Cap VI p.89
(15)Autoviografía. Jeanne Chezard de Matel. Cap. 45 p. 173
(16) Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezar de Matel. M. Saint Pierre de Jesús. Cap VI p.90
(17) Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezar de Matel. M. Saint Pierre de Jesús. Cap VI p.91
(18) Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezar de Matel. M. Saint Pierre de Jesús. Cap VI p.92
(19) Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezar de Matel. M. Saint Pierre de Jesús. Cap VI p.71
(20)Autoviografía. Jeanne Chezard de Matel. Cap. 45 p. 185
(21) idem
(22) Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezar de Matel. M. Saint Pierre de Jesús. Cap VI p.93
(23) Vida de la Reverenda Madre Jeanne Chezar de Matel. M. Saint Pierre de Jesús. Cap VI p.94
(24) Autoviografía. Jeanne Chezard de Matel. Cap. 45 p. 187
(25)idem
(26) idem
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