AUTOBIOGRAFÍA Capítulos del  151 al 178

Capítulo 151 - El fervor de los apóstoles. Los diez días después de la Ascensión. Milagro no oído y las profusiones divinas del Santísimo Sacramento, y como pasé y permanecí en disposición de recibir como órdenes de Dios, los diversos acontecimientos.

            [1068] El día de tu triunfal Ascensión deseé sin cesar mi cautividad cautiva, y tu humana benignidad me hizo dones por compasión a las penas que mi alma sufría al verse todavía con los habitantes de Cedar. Heu Mihi, quia incolatus: (Sal_119_5). ¡Qué desgracia todavía para mí!

            Levanté mis ojos al cielo, a las montañas, de donde me puede venir el auxilio, a ti, mi Señor y mi Dios, que eres el [1069] creador de cielo y tierra, que tienes por mérito y por esencia, todo poder en uno y en todo lugar. Rogué a todos tus santos intercedieran por mí, para seguirte con el pensamiento los diez días en que tus apóstoles pidieron fervientemente tu Espíritu consolador y su admirable consuelo que los debía volver fuego y llama para abrasar sus corazones en tu amor. No niegas este Espíritu de bondad a los que te lo piden. Es bueno y comunicativo como tú y tu Padre, desea y quiere nuestra santificación.

            ¿Qué deseo te mueve a bautizarnos con el bautismo de fuego? Para dárnoslo has esparcido toda tu [1070] preciosa sangre, te nos has dado en comida, bebida, en gracia y en gloria. Nos has abierto por amor un camino nuevo por tu carne sagrada; milagro que suspende todo entendimiento, milagro nunca oído hasta estos tiempos en que has hecho ver las invenciones de tu amor, que te ha puesto en un continuo éxtasis ofreciéndote tú mismo para nuestra santificación.

            Una enim oblatione, consummavit in sempiternum sanctificatos, quam initiavit nobis viam novam, et viventem per velamen, id est, carnem suam. Habentes itaque fratres fiduciam in introitu sanctorum in sanguine Christi (Hb_10_14),(Hb_20_19). Mediante una sola oblación ha llevado a la perfección para siempre a los santificados, por este camino nuevo y vivo, inaugurado por él para nosotros, a través del velo, es decir, de su propia carne. Teniendo, pues, hermanos, plena seguridad para entrar en el santuario en virtud de la sangre de Jesús.

            Por este Sacramento del que has hecho un memorial y resumen de tus maravillas entras en nosotros para cambiarnos en ti y permaneces con nosotros hasta el fin de los siglos.

            Durante esta octava de tus profusiones, permaneciste, aunque cubierto, a la puerta de nuestro tabernáculo para recibir allí a las [1071] almas peregrinas que tienen los dones angélicos de vivir y adorar sin intermisión este pan sacrosanto que tiene en si todo bien y toda belleza, el trigo de los elegidos y el pan que engendra vírgenes; quid enim bonum ejus est, et quid pulchrum ejus, nisi frumentum electorum, et vinum germinans virgines (Za_9_17). ¡Qué espléndido será, que hermoso! El trigo hará florecer a los mancebos y el mosto a las doncellas.

            Por este pan sagrado, pan de los fuertes, por esta mesa, puedo vivir sobre el mar y no obstante mis debilidades puedo subsistir y resistir a mis enemigos y decirte con David: Nam, et si ambulavero in medio umbrae mortis, non timebo mala, quoniam tu mecum est. Parasti in conspectu meo mensam, adversus eos qui tribulant me; impinguasti in oleo caput meum; et calix meus inebrians quam praeclarus est (Sal_22_4s). Aunque pase por valle tenebroso, ningún mal temeré, porque tú vas conmigo. Tú preparas ante mí una mesa frente a mis adversarios; unges con óleo mi cabeza, rebosante está mi copa.

            Elías, por la fuerza del pan que un ángel le dio, subió la montaña del Horeb, hasta ti, mi Dios. Si este pan que no era más que figura le produjo tanta fuerza, tanto valor, en el momento que se había dormido [1072] por la tristeza y las persecuciones, lo habían hecho desear la muerte; petivit animae suae ut moreretur et ait: sufficit mihi Domine tolle animam meam (1R_19_4). Se deseó la muerte y dijo ¡Basta ya, Yahveh! ¡Toma mi vida! Así quisiste verter sobre mí cabeza tus sagradas unciones que alumbraron mi entendimiento y afirmaron mi voluntad por medio de este cáliz que embellece y que no atonta los sentidos ni los humilla, sino que por el contrario los eleva.

            El 24, el gran Bautista asaltó al cielo, haciéndole sufrir violencia desde que nació y del que tu bondad nos aseguró la grandeza de su persona, su magnánimo valor y la firmeza de sus virtudes. Esta firmeza de espíritu en sus resoluciones me hizo esperar la victoria contra mis enemigos cantando con el cantor real: Mihi autem nimis honorificati sunt amici tui, Deus; nimis confortatus est principatus eorum (Sal_138_17). Según yo, tus amigos son elevados a gran honor, su poder está sólidamente confirmado.

            [1073] Me vi asistida el día 29, de aquél que estableciste Príncipe y cabeza de los apóstoles, el que debía desafiar las puertas del infierno junto con san Pablo, el apóstol de los gentiles, el cual, asegurado de tu poder no temió a ninguna creatura, ¿Qué me hubiese podido hacer temer a los que se armaban para perjudicarme? Teniendo a estos dos Príncipes de mi parte, mi divino Monarca, me atreví a pronunciar estas palabras: Quis me separabit, (Rm_8_35). ¿Quién me separará...?

            El 2 de julio tu divina Madre llevándote en su seno, me fortificó con sus visitas haciéndome saltar de alegría cuando pensaban acabar conmigo por la tristeza, confesando que estos favores me venían de tu benevolencia, exclamé: Confitebor tibi (Rm_15_9). Te alabaré.

            El 8 de julio me confié a san Rafael, esperando que la intercesión de este ángel me preservara de los males que por este tiempo de calor, atacan a los débiles, y que guiara mis deseos que tienden siempre a tu gloria.

            [1074] El doctor que se caracteriza por lo ardiente de su amor me abrasó de sus llamas y me dio a conocer que mi destino era muy alto cuando escuché estas palabras: Si dormites inter medios cleros penae columbae deargentatae et posteriora dorsi ejus in pallore auri (Sal_67_14. Si dormís en medio de la suerte, las plumas de la paloma serán de plata y las partes posteriores de su dorso, brillarán como el oro.

            Te conocí mi bien amado, como Elías, en el suave céfiro; cuando el carro me transportó te dije con santa Margarita: Tú eres mi perla preciosa de incomparable precio, dándote mi Corazón para poseerte, me veía rica y opulenta, deseé volver a darte todo esto que tenía de ti por la dicha de tu gracia. Mi corazón, roto como alabastro y mis [1075] ojos siendo dos arroyos, me hacían semejante a Magdalena que dejó de hablar para llorar. Tus ojos, al ver estas dos fuentes y en ellas tus rasgos, las amaste como a ti mismo. Olvidándote de mis pecados admiré en mí tus gracias, y no permití a los fariseos me juzgaran como culpable, porque tú te confesaste deudor de aquella que es insolvente.

            Entrevisté al suplantador, uno de los hijos del Zebedeo, conoció el fuego de mi corazón y que te era amada; la gracia, que habló por mi, le hizo entender grandes maravillas. Santa Ana, oh mi Rey, concibió a la sin igual y la más pura de todas las creaturas, la Inmaculada, y toda [1076] bella, día en que el humilde san Francisco, la llama su Señora, su dama, lo mismo que de todo lo creado, ese día le concediste un jubileo nunca oído hasta entonces, en su presencia y la de todos los espíritus bienaventurados que tuvieron un gozo indecible por este favor concedido a los hombres, los que procuran su salvación con un cuidado para mí inefable, lo mismo que los favores que ella y tú, mi Dios, me hacen.

            El 5 de agosto me hiciste admirar a esta virgen en la Iglesia que se hizo construir sobre el monte Esquilino, señalando su pureza por la nieve que cubrió el lugar, el cual lleva el nombre también de su excelente grandeza, santa María la Mayor. [1077] Fue en esta Iglesia en donde tú quisiste conceder la primera Bula de tu Orden, por boca de tu oráculo el Papa Urbano VIII, de feliz memoria, al que prolongaste la vida 15 años por haber accedido a la humildísima petición que te hice el año mil seiscientos veintinueve en que enviamos nuestra petición a Roma, recomendada por María de Médicis, Reina Madre del difunto Rey, a su Santidad, al que concediste muchas bendiciones, así como a sus sobrinos por haber favorecido tus designios. Te rogué los bendijeras con tus eternas bendiciones, especialmente a la hora de su muerte después de una larga vida.

            He hecho sin [1078] querer, una digresión. Tú sabes la gloria que debes recibir. No deseo nada para mí sino la gracia de seguir en todo y siempre tus órdenes y hacer tu voluntad. Sabiendo que no desprecias las oraciones de los corazones humillados, quise ir a la Iglesia de la Visitación a cumplir el voto que hice para obtener la salud de nuestra pequeña Piardière, al corazón del Beato Francisco de Sales. Me causó alegría el que llegara el Abad de san Justo a celebrar la santa Misa, después de la cual nos dio a besar ese Corazón amable y amante. Al besarlo entre sus manos le dije: Monseñor, ruego a Dios que su Corazón tenga para mí la dulzura y la bondad que este Corazón tuvo para la digna madre de Chantal. A la que me respondió, que él no tenía la caridad de este santo corazón. Señor, le dije, su modestia le hace hablar así. Mi deseo no quita ni disminuye nada al digno corazón de este Beato.

            Después de esto fui a saludar a la Reverenda Madre Superiora, en la que no vi nada de la dulzura de este bendito Corazón, al contrario, me pareció áspera, sus palabras fueron para mi como flechas, por lo que le dije: Madre, parece que el Espíritu Santo le ha inspirado decirme como a san Simeón, por sus palabras duras que mi alma sería traspasada por una espada, lo que sería así, si el Verbo Encarnado que he recibido en la santa Comunión no invirtiese la punta y no moderase el dolor. Entiendo que lo que me anuncia es muy duro, pero deseo aún más por amor al Verbo Encarnado.

Capítulo 152 - La fuerza que el Verbo Encarnado da en los sufrimientos. Por su muerte san Lorenzo vivifica a los hijos de la Iglesia. Varias víctimas de amor en la santísima Trinidad, en La santísima Virgen, en los ángeles y en los santos. Deseos de alabar y de imitar a la santa Virgen, a san Bartolomé y a mi patrono san Juan Bautista.

            Jesús, esplendor de la gloria del Padre, figura de su sustancia, te me apareciste glorioso sobre el Tabor, consolándome con tus bondades y suavizando con tu unción, las rigurosas palabras que me habían sido anunciadas el día precedente, me dijiste que en mí se manifestaría tu gloria y me dijiste varias veces que tu bondad era mi Tabor en donde querías aparecer glorioso. Las almas valientes no se espantan cuando se les habla de combates; seguras de tu asistencia soportan con amor todos los golpes que les envían el [1081] cielo, la tierra y los infiernos, porque fortificándolas el amor soportan con alegría todo lo que las almas tímidas temen, omnis vincit amor. Todo lo vence el amor.

            El día del invencible levita, san Lorenzo, acostado sobre la parrilla de hierro encendida y presentándose para el holocausto en el que debía ser consumido, me pareció un serafín. Su corazón ardiente repetía sin cesar que estaba ansioso de dos deseos que lo aguijoneaban como los del gran Apóstol san Pablo: estar contigo en el cielo y permanecer aún en la tierra para la salvación de todo el mundo si pudiera rescatarlo con sus propias entrañas. Su sangre que bañaba la parrilla y los carbones, me hicieron recordar al pelícano que se hiere el corazón para verter la suya sobre sus hijos cuando son mordidos por una serpiente, y pierde amorosamente su vida para darla a los suyos. Lorenzo, dándote la suya, vivifica muchos hijos de la Iglesia que son tuyos, mi divino Salvador.

            Cuando Salomón quiso colocar el arca milagrosa en el [1082] templo de tu complacencia en la tierra, imitando a su padre David, te ofreció tantos sacrificios y tantas víctimas, que los caminos por los que eran llevadas podían ser considerados como altares consagrados por estas dichosas y benditas víctimas. Pero todos los antiguos sacrificios y todas las víctimas no fueron más que figuras y sombras de la misteriosa de la maravillosa de la divina y solemne que tu deseabas elevar en los días en que tu digna Madre, verdadera Arca de la alianza de lo eterno con lo temporal, de tu divinidad con nuestra humanidad, que fue hecha en sus castas entrañas, apoyando esta humanidad adorable sobre tu divina hipóstasis, inseparable, aunque distinta de la del Padre y del Espíritu Santo, apoyo que no dejó jamás la visión hipostática que durará tanto como tú seas Dios.

            La santísima Trinidad, los ángeles, y los santos alaban a esta Madre y como víctimas celestiales, se inflaman, se ofrecen y se regocijan con gran alegría y suprema elevación, que no puede ser comprendida más que por las tres augustas Personas, las que realzan la divina Asunción de la Hija del Padre, la Madre del Hijo y [1083] la Esposa del Espíritu Santo. Tú, divino Pontífice la elevaste hasta tu soberana grandeza. Siendo tú, el cielo supremo, la colocas a tu derecha coronada de ti mismo, adornada de toda la belleza que tu sabiduría ha querido producir por el exceso continuo de tu amor que es tan ardiente, como luminoso o brillante. Su entrada en ti que eres en el cielo la casa de sus delicias, como ella fue la tuya en la tierra fue admirable e indecible.

            El 17, octava del santo diácono que entró en el cielo en un lecho de fuego más abrasador que el carro flameante que llevó a Elías al paraíso terrestre, fui llevada con suspiros inflamados, según mis inclinaciones y peticiones, a ti, mi Amor y mi todo, rogándote te acordaras de esta pobre a la que tantas veces le has dado tus caritativos tesoros para enriquecerla con tus múltiples dones que le han hecho reconocer que eres el donador infinitamente liberal, dándote tú mismo con tu divina plenitud llena de amor. Y exclamé: Omnia excelsa tua, et fluctus tui super me transierunt (Sal_41_8). Todas tus olas y tus crestas, han pasado sobre mí.

            [1084] El 22 de agosto de este año 1655, me acordé que el año de 1620 tu augusta Madre me había obtenido de tu divino Padre, la bendición que se puede llamar de todos los bienes, haciéndote mi porción y mi herencia en la tierra de los que mueren, queriendo ser mi viático. Te ofrecí como acción de gracias todos los bienes que me habías dado y los sacrificios en que te ofreces sobre nuestros altares. Deseé con el Apóstol san Bartolomé, cubierto de su sangre y despojado de su piel, ser un perpetuo sacrificio alabándote y adorándote incesantemente con los serafines que vio el profeta Isaías que decían sin intermisión: Santo, Santo, Santo, estando el cielo y la tierra llenos de tu gloria.

            El día de la degollación de tu precursor, mi admirable patrono, que siempre deseó cumplir como tú le dijiste, toda justicia lavado con la sangre que corría de su cuerpo después que la bailarina se llevó su preciosa cabeza de la prisión, más honrada que el altar de los holocaustos del templo que fue una maravilla del mundo; ese día me hiciste [1085] comprender y probar que los potentados de este mundo pueden hacer morir el cuerpo de tus elegidos, pero no tienen poder sobre sus almas: Justorum animae; (Sb_3_1), las almas de los justos...

            En la natividad de tu admirable e incomparable Madre, no puedo decir el número de veces que invité en general a todos los pueblos de la tierra y a los cristianos en particular, a decir: ¡Adora a la bella Aurora, que tu desgracia cambia en dicha!

            El día de la exaltación de tu triunfante Cruz, te admiré lleno de gloria, alegría del cielo y de la tierra, y dije a todas las naciones que tú, el nuevo Adán, habías vencido sobre el Calvario con el madero de la Cruz en compañía de la nueva Eva, a aquél que había dado muerte en el paraíso terrenal al viejo Adán, seduciendo a la antigua Eva.

Capítulo 153 - La gracia que Dios me hizo de libertar a un prisionero. El verdadero pobre san Francisco detuvo al sol de justicia. Sus días son una claridad continua, su cuerpo fue una expresión del Verbo Encarnado sobre el Calvario. El día de san Dionisio.

            La víspera del príncipe de los ángeles, el gran san Miguel, quisiste que bajase a la prisión llamada Roanne y que pagase cinco mil seiscientos sesenta y cinco libras, para que pudiera salir [1086] un prisionero y suprimir el decreto que tenía sobre sus bienes. Todos sus parientes lo habían abandonado, padres, hermano y aquellos que lo podían haber ayudado. Sentí que tú me movías, divino Amor, a liberarlo, lo que me dio tanta alegría que no lo puedo expresar.

            La tarde y el día de la fiesta del gran santo cuyo nombre es interpretado, Quis sicut Deus ¿Quién como Dios?, me acariciaste divinamente y me dijiste varias veces, pequeña libertadora, ven con san Miguel y los ángeles a oír las alabanzas que me gusta dar a la generosidad que he puesto en tu corazón. Toda confundida por tus bondades, me despojé de todo lo que no eras tú, volviéndote tu gloria divina. Pude entonces comprender, pero en su debida proporción lo que el Apóstol dijo de ti: Cum autem subjecta fuerint illi omnia: tunc et ipse Filius subjectus erit ei, qui subjecit sibi omnia, ut sit Deus omnia in ómnibus (1Co_15_28). Cuando hayan sido sometidas todas las cosas en él, entonces también el Hijo se someterá a Aquél que ha sometido a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos.

            El abismo de confusión que veía en este hombre librado de las amenazas y poder de sus acreedores, me produjo diversos pensamientos que me humillaron en tu presencia. Consideré la obligación infinita que tengo con tu divina caridad y amorosa benignidad y te dije con el Apóstol: in fide vivo Filii Dei, qui dilexit me, et tradidit semetipsum pro me (Ga_2_20). Vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó por mí.

            [1087] La noche siguiente al día de san Francisco, me hiciste oír que este santo era un milagroso Josué, por el que habías hecho maravillas para mí inexplicables, que te había detenido a ti, Sol de justicia para castigar a tus enemigos pero para convertirlos y perdonarlos.

            El día de san Francisco es de una claridad continua, sin intermisión, en la Iglesia triunfante; su alma brilla allí con gran esplendor, y su cuerpo es una copia cotejada al original del tuyo, con el que es honrada la Iglesia militante, milagro continuo porque no está permitido a los hombres mortales ver a Dios sin morir. Puede decirse a aquellos que desearen verle lo que en otro tiempo fue dicho a Moisés: el hombre en su vida mortal, no puede ver a Dios inmortal sin morir. Ni el cuerpo de san Francisco, sin arriesgar su vida. La experiencia así lo manifiesta.

            Este santo cuerpo estigmatizado con tus propias llagas por el amor seráfico, incluso deífico, es una expresión del tuyo sobre el Calvario. Sus manos traspasadas, sus pies agujerados y el costado abierto, nos hacen ver que tú nos has dejado el retrato [1088] de ti mismo. Saliste glorioso del sepulcro para ir cielo haciéndote el cielo supremo, dejándonos la muestra gloriosa de tu divino amor.

            Has querido que el cuerpo de san Francisco permaneciera de pie en una cueva, para muestra dolorosa de tu mismo amor, señalado con los signos de nuestra redención. Es un misterio que tú escondes, ¡Ay quién se atrevería a preguntarte hasta cuando! ¿el mismo tiempo que dure tu Sacrificio perpetuo? No me atrevo a preguntarte, al recordar lo que respondiste a tus apóstoles y discípulos cuando te preguntaron cuándo restablecerías el reino de Israel: Non est vestrum nosse tempora vel momenta quae Pater posuit in sua potestate (Hch_1_7). A vosotros no os toca conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre por su autoridad.

            Te ruego que yo permanezca con el tuyo, que por tu gran misericordia te reciba todos los días hasta fin de mi vida mortal, que él sea mi viático cuando tu me hagas la gran misericordia de llamarme a la inmortal, que viva de la vida de la gracia por la recepción de este sagrado cuerpo, que me sea las arras de la vida gloriosa. Te pido un doble favor; si yo me atreviera te pediría el tercero: verte elevado; y esos tres favores no serían más que una bienaventuranza comenzada, [1089] continuada y consumada, puesto que la gracia en esta vida es la gloria comenzada, y la gloria en la otra, es la gracia consumada. Te pido esta gracia por tu gran misericordia y te ruego que no me estimes temeraria porque si te pido como Eliseo, tú me concedes como Elías. ¿Por qué me has dicho tantas maravillas en este día de tu milagroso Francisco, sino por una franqueza de bondad que es de suyo comunicativa?

            Si presumo de esta bondad, es que ella se muestra excesiva hacia mí aunque soy la más pequeña y la más indigna de todas tus creaturas, viéndome colocada en lo último de la tierra, te veo a ti elevado por encima de todos los cielos. Mi memoria no me sirve ahora para escribir los favores que me hiciste la víspera y el día del gran san Dionisio, puesto que su nombre es una divina destilación, me contentaré con poner aquí que mi alma fue fundida cuando la visitaste la víspera y el día de su fiesta, hablándome al corazón, escuchándome con dulzura. Dame la forma y la figura que te agrade. Soy tuya, mi Dios y mi todo.

Capítulo 154 - Monseñor nuestro Ilmo. Arzobispo, me honró con reiteradas visitas para conocer la Congregación y mi manera de conducirla y cómo aprobó todo, comprometiéndose con su palabra al perfecto establecimiento de ella. Dios me aseguró que éste amable arzobispo, era el que me hizo ver hacía muchos años.

            [1090] El 20 de octubre de 1655, inspiraste a nuestro dignísimo Arzobispo. Mons. Camilo de Neuville, de anunciarme su bendición de dulzura subiendo a la santa montaña para venir a decirme de viva voz, que había celebrado tres Misas para saber y conocer tu voluntad y que tú le habías inspirado que estableciera tu monasterio de Lyon. Quería preguntarme si yo aportaría el dinero para la fundación y qué suma podría dar. Agradecida por tus favores y por los favores pastorales de él, le respondí que daría seis mil escudos para la fundación. Se fue contento y yo me quedé igual al ver tu perseverante veracidad y tus promesas casi verificadas por la inspiración que le habías dado a nuestro muy querido pastor, al cual sólo había visto en visión en el año 1627, cuando me predijiste la muerte de [1091] Monseñor Miron diciéndome en latín: Heriré al Pastor y se dispersarán las ovejas.

            El día siguiente, dedicado a la solemnidad de santa Úrsula y sus compañeras, las once mil vírgenes esta santa, coronada de blanco y rojo y acompañada de todas sus santas vírgenes y mártires, me manifestó mucho agrado por la visita que les hacía en las Iglesias en donde estaban sus imágenes como ahora en la de san Justo, me dijo que fuese fuerte y valiente, que esperara todo bien de tu providencia que es bondadosa en exceso con las almas que destinabas a grandes empresas, que ella era por disposición de tu sabiduría, no solamente la maestra de sus compañeras sino también su madre al darlas a luz por su celo, Que ellas al morir entre lágrimas renacían con palmas, que su sangre virginal engendraba vírgenes de las cuales verdaderamente era llamada madre y las miraba a todas como a sus hijas, aunque antes de su martirio no hubiesen tomado el hábito [1092] de religión claustrada; que yo era su hermana por el voto de virginidad y mis muchos sufrimientos para el establecimiento de la Orden que tu sabiduría me había encomendado haciéndome también madre y maestra: Os enim Dominus locutum est: Benedictus Dominus Deus Israel (Is_58_14). Porque la boca de Yahveh ha hablado. Bendito el Señor Dios de Israel.

            Mons. nuestro muy digno Arzobispo, quiso el día de Todos santos, por segunda vez, honrarme con su visita en la santa montaña. Al entrar en tu casa y la suya, divino Verbo hecho carne, me dio su bendición y dijo haber celebrado la santa misa a fin de conocer más tu voluntad, y que por cuarta vez le habías inspirado, todavía con más fuerza, hacer este establecimiento, por tanto venía para efectuar tu voluntad y ver cómo quería yo dar la fundación. Le enseñé los contratos por más de 50.000 libras en rentas, en casas y tierras, viendo por lo que le mostraba que la fundación de este Monasterio estaba asegurada, su bondad le hizo decir a Monseñor de san Justo: Esta casa está establecida; apruebo todo esto que han hecho los Señores Miron y de Marquemont. No habló nada del difunto Cardenal de Lyon.

            Me exhortó con bondad pastoral a [1093] dar el velo a las jóvenes, para lo que me dio todo poder. Ya solo era necesario hacer inmediatamente el contrato. Su celo le hizo promover tu gloria y testimoniarme bondades tan grandes y comprometedoras que al mismo tiempo me daban confusión y alegría. La modestia no me permite enumerarlos aquí, pero sí exaltar tu sabiduría que llenó de sus gracias y bondad heroica al Arzobispo por las grandes acciones que él hace y hará para la gloria de Dios y el bien de todos.

            Yo le dije: Monseñor, entre todos los sufrimientos que una esperanza diferida me habían causado, los más aflictivos fueron las frialdades de Monseñor el Abad de san Justo. Ese virtuoso Abad me dijo, que dudando que Monseñor hiciera el establecimiento que tanto había rechazado el difunto Cardenal, temía le insistiese sobre este asunto que él no hubiera podido obtener, por esto se hacía indiferente, frío.

            Al ver una bondad inexplicable en la actitud y palabras de mi dignísimo Prelado, estaba sumamente extrañada y consideré cómo este Pastor me favorecía en todo, más por bondad que por mérito de mi parte, por lo que pude decir con David: [1094Thabor et Hermon in nomine tuo exultabunt; tuum brachium cum potentia (Sal_88_13s). El Tabor y el Hermón exultan en tu nombre. Tuyo es el brazo y su bravura.

Capítulo 155 - Visita con que me quiso honrar Mons. el Arzobispo y contrato de fundación de éste monasterio de Lyon.

            Satisfecho el Señor Arzobispo de todas las cuentas que le había rendido desde el comienzo de la Congregación y de la visita de una parte de la casa, bendijo conmigo a todas mis hijas. Al salir dijo que se redactara la Minuta y el Contrato según mis deseos y que él la firmaría.

            Quién tomó esto con gran empeño y al que estoy muy obligada, pues además hizo adelantar mi regreso de París, hizo la redacción, pero con sentimientos que no eran los míos, pues los encontré ásperos, sin unción, lo que mi sencillez no pudo disimular, por lo que le rogué al Señor de Chausse, a quien Monseñor estimaba mucho, le llevara a Vimy una carta que tu bondad me inspiró escribirle y en donde con respeto de su humilde hija le decías por Baruc: Ne tradas alteri gloriam tuam, et dignitatem tuam genti alienae (Ba_4_3). No des tu gloria a otro, ni tus privilegios a nación extranjera. Suplicándole no firmara el contrato que le habían mandado; que no tuve la oportunidad de verme a [1095] sus pies para decirle esto que no podía yo ordenar.

            Este buenísimo Pastor dijo a la persona que le llevó mi carta, que no lo firmaría hasta que no me hubiese escuchado porque yo era la que debía hacerlo, que volvería a Lyon la víspera de Navidad y que él me daría toda clase de facilidades para este establecimiento.

            Ante esta respuesta quedé llena de confusión y de agradecimiento, admirando como otras muchas veces tus verdades sobre mí, ya que no olvido las palabras que dijo al día siguiente en que tuvo el breve del Rey, a los que le presentaron mis respetos en París: Deseo que esta nueva calidad de Obispo me dé ocasión de servirla; ella será la maestra. A estas palabras te dije: ¿Señor, estos son cumplimientos de educación en la corte? No, Hija mía, es mi Espíritu que ha hablado por él; es tu Obispo y tu Pastor, os enim Domini locutum est (Is_58_14). Porque la boca de Yahveh ha hablado.

            ¿Quién hubiera creído que yo era la más dichosa de todas las hijas, con la promesa de mi Prelado, y tantos favores a su indigna hija, y que debería gustar todas las dulzuras del cielo y la tierra [1096] esperando la dicha de verme a sus pies, bendecida de su corazón benigno? Pero Dios, todo sabiduría, que me había hecho gozar de una deliciosa transfiguración, sabía que después de dos veces seis inviernos, estaba destinada al calvario y a la muerte de espíritu. Lo sabes mi amor, aquellos que después lo han sabido, me han dicho: Cui comparabo te vel cui assimilabo te? (Lm_2_13). ¿A quién te compararé? ¿A quien te asemejaré? Es necesario levantar la cortina, nadie puede describir mi tristeza y mi dolor viendo que Dios era tan indignamente ofendido con voluntad deliberada, por aquellas que cerraban los ojos a sus luces y tapaban sus oídos a sus divinas amonestaciones.

            Era una espada cortante la que hacía una división más dolorosa que aquella del alma y del espíritu, que yo no comparo en nada a aquella de la que habla tu Apóstol, pero es necesario tome sus palabras para mi consuelo: Habentes ergo Pontificem magnum, qui penetravit caelos, Jesum Filium Dei, teneamus confessionem. Non enim habemus Pontificem, qui non possit compati infirmitatibus nostris: [1097] Adeamus ergo cum fiducia ad thronum gratiae; ut misericordiam consequamur, et gratiam inveniamus (Hb_4_14s). Teniendo, pues, tal Sumo Sacerdote que penetró los cielos, Jesús, el Hijo de Dios, mantengámonos firmes en la fe que confesamos. Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas. Acerquémonos por tanto, confiadamente al trono de gracia, a fin de alcanzar misericordia y hallar gracia para una ayuda oportuna.

            Pasé varios días en angustia y soledad rogándote me levantaras por encima de todas estas aguas de amargura para que no me anegasen porque un abismo llama a otro abismo. santo Tomás, que estuvo en un abismo de tristeza por tu muerte, fue mi consolación. La víspera y el día de su fiesta, fui divinamente consolada, lo que te agradecí, mi abismo de amor, mi Señor y mi Dios. Sé mi todo en todo tiempo y lugar.

            La víspera de tu natividad, en la que tu Humanidad apareció sobre la tierra, llegó el Pastor que te representa. Mi secretaria Gravier a quien siempre recibe [1098] con suavidad fue a su casa episcopal en donde supo que estaba en la catedral, en las primeras vísperas que comienzan: Rex Pacificus magnificatus est cujus vultum desiderat universa terra (Ant 1as visp. Of. Nav. Sma. Virgen). El Rey de la paz ha sido exaltado, toda la tierra anhela ver su rostro.

            Habiéndole presentado mis respetos, recibí estas palabras: Aquí estoy para firmar el contrato según mi promesa. Decidlo a la Madre. Indicó a su gran Vicario que le parecía como si los días fuesen años y queriendo terminar cuanto antes este asunto, le pidió viniera con la minuta para verla con él, lo cual hizo. Hablándole en la reja de nuestra Iglesia aproveché la ocasión para presentarle mis filiales quejas por la indiferencia que me había mostrado tanto tiempo en que fui privada de ver a mi Pastor.

            Me confesó que había querido prepararme por estas mortificaciones a tus bendiciones y estima de Monseñor nuestro Arzobispo. Mi secretaria, a la que muestra mucha bondad, tomó la libertad de decirle en confianza; Quién hubiese creído Padre que tan ardientemente haya ocultado la [1099] caridad y benevolencia para nuestra buena Madre, con una aparente indiferencia y haciéndonos creer con su ausencia, que no tenía parte en el afecto que le había testimoniado por más de 20 años seguidos. Qué habilidad tan prudente, para mortificar a aquella a quién honráis con amistad y benevolencia.

            Dejándome la minuta, me dijo que Mons. el Arzobispo esperaba que el Notario le llevase el contrato para firmarlo, y que después lo regresaría para que lo firmara yo. Mons. el Prior de Denicé, fue con él al Arzobispado y se dio cuenta que había unas personas que no me tenían la buena voluntad de mi Prelado y creyó sería más conveniente que yo bajase al arzobispado y no me dijo que Mons. le había dicho su deseo de no ocasionarme la molestia de bajar la montaña y que lo viera en su casa episcopal. Al verme Monseñor me dijo que él [1100] no hubiera querido ocasionarme esta molestia, que con el Prior de Denicé, me lo había mandado decir, pero este salió de la oficina a la sala para evitarse una caritativa reprimenda. Le dije que no quise privarme del honor de presentarle en su casa, mis humildes respetos, y recibir en persona su bendición. No pude entretenerme más a causa del gran número de personas que esperaban para hablarle; él llamó a dos personas, que creyó serme íntimas, pero yo no pensaba así y no me equivocaba, por lo que no pudiendo disimular, pronto hice conocer a estas personas no estar contenta de sus sentimientos.

            Monseñor volvió a repetirme que él era el Arzobispo y padre de mis hijas y que enteramente yo sería el ama, que deseaba tenerme contenta y que esas personas que pensaba me eran contrarias, le habían hablado ventajosamente de mí. En fin, ganada por sus dulzuras firmé después que él lo que hizo, y con tanto agrado que se veía [1101] satisfecho y que no dudaba de que yo no hiciese más que bien a mis hijas, que prometía ser allí la verdadera Madre, por lo que le dije: Mons. Ud. conoce mi natural que se gana por las bondades a las cuales Ud. me obliga. El Abad de san Justo dijo: Sus hijas son felices de tener un buen padre y una buena madre. En este momento me arrodillé para recibir la bendición de mi muy querido Pastor, pero él paso hasta la tercera puerta, o sea desde su despacho hasta la sala donde nuevamente me postré para que me bendijera, bendición que no quitó todo el descontento que tuve de la severidad de las dos personas a las que perdoné desde hace tiempo, sabiendo que los hombres abundan en sus sentidos. Uno ya murió, por lo que te ruego lo alojes en tu gloria y multipliques en el otro tus gracias.

            En la tarde, cuando entré a nuestra capilla, para agradecerte y adorar tu divina Eucaristía, te inclinaste a mi, Verbo Encarnado, por tu bondadosa benignidad y me dijiste: [1102] ¿Por qué estás triste mi esposa después de haber visto mis promesas y predicciones cumplidas?. Regocíjate con la idea de que tu querido Prelado tiene dulzura y bondad para ti. Considéralo bien y ve que es el pastor que te mostré en visión el año 1627, cuando decía Misa y se elevó en el altar por un divino favor, y del que te aseguré entonces, que a su tiempo establecería el monasterio de Lyon. Te previne anunciándote la muerte del pastor que te quería y que tú también, estimabas diciéndote: Percutiam pastorem, et dispergentur oves gregis (Mt_26_31). Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas. Me dijiste que lamentabas por adelantado esta dispersión, temiendo la entera destrucción del rebaño de nuestro aprisco. Te aseguré mis cuidados pastorales y que podías decir con el pastor coronado: Dominus regit me, et nihil mihi deerit: in loco pascuae ibi me collocavit; super aquam refectionis, etc. (Sal_22_1s). Yahveh es mi pastor, nada me falta, por prados de fresca hierba me apacienta, hacia las aguas de reposo, etc.

            Cuántas gracias has probado confiándote y convirtiéndote a mí, caminando con seguridad entre sombras de muerte sin temer sus horrores, porque te he acompañado. Los sufrimientos que han abatido pueblos enteros, las varas de mi indignación, la peste, la guerra y [1103] el hambre, han sido ocasión en las que has probado mi protección conduciéndote según mis voluntades que no todos conocen, alimentándote de mí mismo, de mi mesa, la que ha asombrado a todos aquellos que te han querido turbar, vertiendo la unción abundante y deliciosa de mis dulzuras, embriagándote de mi propio cáliz, que hace que la esposa, así apoyada en su divino Esposo, se encuentre llena de delicias, y que mis ángeles se han extrañado varias veces diciendo: Quae est ista quae ascendit de deserto, deliciis affluens, innixa super dilectum suum? Pone me ut signaculum super cor tuum, ut signaculum super brachium fortis est ut mors dilectio dura sicut infernus aemulatio (Ct_8_5s). ¿Quién es ésta que sube del desierto, apoyada en su amado? Ponme cual sello sobre tu corazón, como un sello en tu brazo. Porque es fuerte el amor como la muerte, implacable como el sol la pasión.

            Después de una repetición de tus divinos favores, ¿Qué melancolía no se hubiese cambiado en alegría inenarrable? Lo mismo que en otras ocasiones, lo puedo expresar, con estas gracias maravillosas se acabó el año mil seiscientos cincuenta y cinco.

Capítulo 156 - Oraciones y transportes de amor durante las divinas y amorosas solemnidades del Verbo Encarnado, de sus santos y santas hasta Pentecostés y lo que pasó en mi alma durante este tiempo solemne.

            [1104] A principios del año de 1656, te adoré, admirándote en el establo como en un trono de amor y de misericordia, marcado por mis miserias hecho semejante a la carne de pecado, no habiéndolo cometido nunca. Vi los ardientes serafines con seis alas, dos cubrían sus pies, otras dos la cabeza, las que tenían extendidas volando en tu eternidad, invitándose el uno al otro a cantar el trisagio, proclamándote por tres veces: Santo, Santo, Santo el Dios de los ejércitos acostado en la paja. Yo exclamé con el Profeta Evangélico: omnis caro foenum, et omnis gloria ejus qua si flos agri, Verbum autem Domini nostri manet in aeternum (Is_40_6s). Toda carne es hierba y todo su esplendor como flor del campo, mas la palabra de nuestro Dios permanece para siempre.

            [1105] Mi espíritu arrobado, entendió las maravillas que están enunciadas en todo el resto de este capitulo que es el 40 de este Profeta de la raza real del Rey tres veces sagrado, en la ciudad en donde tú quisiste nacer y recibir la circuncisión y el nombre de Salvador, lavándonos con tu preciosa sangre que se convirtió en una fuente abierta profetizada por Zacarías: In die illa erit fons patens Domui David in ablutionem peccatoris; (Za_13_1). Aquel día habrá una fuente abierta para la Casa de David, para lavar el pecado.

            El día de Reyes, te adoré con ellos, ofreciéndote todo lo que ha sido, es y será en el tiempo y en la eternidad. Atrayéndome amorosamente me hiciste oír: Surge, illuminare, Jerusalem (Is_60_1). Arriba, resplandece, que ha llegado tu luz. Soy tu luz que resplandece delante de ti, sobre ti y en ti, alrededor y detrás de ti; los reyes y los pueblos marcharán a la luz que dejarás en tus escritos, luz que procede de mi. Recibo tus presentes y me doy a ti, yo que soy el paraíso. ¡Oh Rey de amor inefable, estas pocas lágrimas que [1106] he vertido, tienen su recompensa con una mirada de tus ojos amorosos Monarca de los hombres y los ángeles!

            Cumplida la cuarentena, fuiste llevado al templo como fuego sagrado, escondido entre pañales, presentado en forma de esclavo como los otros niños primogénitos. Simeón te conoció Dios resplandeciente de luz, presentado por la nube blanca de pureza y roja caridad, y sobre su seno brillaste como Sol de justicia. Diste a conocer a tu digna Madre y amable nodriza, la espada despiadada que recibió en su corazón y que puso de manifiesto los pensamientos de muchos corazones. El mío no se cerró ni fue insensible a este amoroso dolor que hizo la división entre el alma y el espíritu, dolor que vuelve al alma feliz de sufrir por el amor y para el mismo amor: Virus est enim sermo Dei, et efficax et penetrabilior omni gladio ancipiti; et pertinges usque ad divisiones animae ac spiritus: compagnum quoque ac medullarum, et discretor cogitationun et intentionum cordis (Hb_4_12). Ciertamente, es viva la Palabra de Dios y eficaz y más penetrante que aguda espada de dos filos. Penetra hasta las fronteras entre el alma y el espíritu hasta las junturas y médulas; y escruta los sentimientos y pensamientos del corazón.

            [1107] Las vírgenes adornadas de blanco y rojo, santa Águeda y santa Dorotea, me han parecido muy amables al atraerme cerca de ellas para alabarte con su canto y siguiéndote a todas partes a ti que eres su camino de leche trazado por la Virgen tu Madre. Deseé ser de su número y darte mi sangre como ellas, ya que eres nuestro Esposo blanco y rojo, vi a santa Apolonia el día 19, ella misma se puso en el fuego, ardiendo en llamas divinas, la gracia la impulsó a consumar su holocausto para entrar en tu casa de gloria.

            Al día siguiente rogué a santa Escolástica pidiera para mí, a ti que eres bendecido de los hombres, de los ángeles y de tu Padre divino, permanecer conmigo toda la noche de esta vida, para estar contigo durante una eternidad, el día infinito de la otra. Ella no rechazó mi oración.

            [1108] Admiré la gracia de san Guillermo convertido por san Bernardo, a vivir tu gran misterio; lo derribaste por tierra para elevarlo a los cielos por su conversión y severa penitencia, dando a la Iglesia lo que le había quitado: Crescens mirabiliter in consummatione. Creciendo admirablemente en la consumación. Su espíritu crecía delante de ti, mi divino Amor, consumiendo su cuerpo por el ayuno.

            El día de la Cátedra de san Pedro en Antioquía, deseé ser verdaderamente cristiana; nombre que fue dado por primera vez a los fieles en este lugar, nombre con el que fueron gloriosamente honrados. El día de san Matías te pedí con sencillez la suerte de los santos en el cielo y que recibiese con fidelidad la gracia de aquél que es el testigo fiel. Tú miras el corazón de san Matías para hacerlo tu apóstol reemplazando el lugar del pérfido Judas. Al ver a personas hipócritas, sufría por todas y de todo, porque te traicionaban y se volvían culpables de tu preciosa sangre.

            [1109] El día primero del mes, dedicado a nuestros fieles guardianes que tienen gran cuidado para hacernos llevar laureles y palmas por toda la eternidad, deseé para su alegría, la conversión de los pecadores y el aumento de gracias de lo justos. Quo justus est justificetur adhuc (Ap_22_11). Que el justo siga practicando la justicia. Tienen una perfecta caridad para que todos seamos santos como Dios es santo. ¿De qué manera podríamos agradecerles sus celestiales bondades si tú mismo amor no fueses su eterna y alegre recompensa?

            Quisiste recompensar al Doctor lo bien que ha escrito de ti y le pediste que te dijera el premio que quería, te respondió: ninguna otra que a ti mismo, Señor. Tú eres un abismo que llama otro; Abyssus abyssum invocat (Sal_41_8). Un abismo llama al abismo. Pregunta según su nombre y tú le respondes: Fiat ut petitur. Hágase como se pide. [1110] Te suplico, mi divino Salvador, me des por bondad según mi nombre; gratiam pro gratiam, (Jn-1_16) gracia por gracia. De tu plenitud recibimos tantos favores y gracias; por medio de aquella que es tu tesorera desde que tomaste un cuerpo en sus entrañas virginales por la venida de tu Espíritu Santo, cuando la virtud del Altísimo la protegió con su sombra para hacerla subsistir llevando en su seno a un Dios todo luz y fuego, quien había dicho a Moisés: el hombre durante su vida natural no me puede ver. De la misma manera le hablaste en la nube, cubierto de la obscuridad que modificó tu claridad.

            ¿Qué es esto, Señor de los abismos? estoy en el abismo; estoy aquí en el mar contigo que eres un abismo de gracia, un abismo que ha hecho oír su voz diciendo: Secundum verbum tuum (Lc_1_38). Según tu palabra. Pero maravilla sobre maravilla, te veo en el seno de tu Madre, virgen adorable: Manhu ¿qué es esto?

            Los hebreos se extrañan de ver en el desierto el maná que los debía alimentar solamente cuarenta años. Tengo un motivo mayor para extrañarme y para ser arrobada, fuera de mí, admirando el maná que está en este seno virginal que es desierto adorable. Te veo y adoro Verbo Increado y Encarnado y te recibo porque es de tu agrado que yo sea una misma cosa contigo. Lo que agrada se toma y nutre. Revísteme de púrpura y de lino.

            Tú mismo me alimentas y me haces un festín perpetuo. Llévame a la Cena, repósame sobre tu pecho, entraré con todo gusto en este paraíso con el discípulo amado para servir de medicina a tu corazón agonizante y palpitante, viendo entrar al demonio contigo en el infierno del corazón del traidor que te vendió y [1112] te entregó a los pérfidos judíos. No te dejaré nunca. Mihi enim vivere Christus est, et mori lucrum (Flp_1_21). Pues para mí la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia.

            Este jardín regado por el torrente de tus heridas, me es más agradable que el cielo con su río admirable. Estas gotas que caen en grumos, no tienen comparación con las doce perlas que hacen las doce puertas de esta ciudad maravillosa. Et civitas in quadro posita est (Ap_21_16). La ciudad es un cuadrado.

            Todas estas piedras preciosas, las murallas y fundamento del empíreo que brillan de luz, no tienen precio al lado de estas gracias de la noche que son inapreciables, ya que emanan de un hombre-Dios, inclinadas y humilladas sobre su cara, Manhu, ¿Qué es esto? La primera mirra que corre de sí mismo por el ardor del amor, amortaja al amado y a mí, amabilísimo Señor, viviendo y muriendo por el amor que causa lo uno y lo otro, dos contrarios en un mismo sujeto, actuando y padeciendo al mismo tiempo.

            [1113] Levántate mi adorable corazón, atráeme cerca de ti por el olor de tu ungüento, perfumando todas las calles por donde pasarás y los lugares donde entrarás y te detendrás. Que lleve tu cruz y muera contigo puesto que en ella llevas mis pecados y los has clavado pagando por mí, rescatándome tú mismo, dando todo para librarme de mis enemigos y los tuyos según dice el Apóstol a los Colosenses: Et vos cum mortui essetis in delictis convivificavit cum illo, donans vobis omnia delicta; delens quod adversus nos erat contrarium nobis, et ipsum tulit de medio, affigens illud cruci: et expolians principatus, et potestates traduxit confidenter, palam triumphans illos in semetipso (Col_2_13s). Y a vosotros que estabais muertos en vuestros delitos, os vivificó juntamente con él y os perdonó todos vuestros delitos, canceló la nota de cargo que había contra nosotros y la suprimió clavándola en la cruz. Y una vez despojados los Principados, y las Potestades, los exhibió públicamente incorporándolos a su cortejo triunfal.

            Al resucitar tu cuerpo glorioso dotado de cuatro dones admirables [1114] claridad, sutilidad, agilidad e impasibilidad, decía: Ero mors tua, o mors morsus tuus ero, inferne (Os_13_14). Oh muerte soy tu muerte, ho infierno soy tu destrucción. Querido Amor, tú fuiste la muerte de la muerte y la mordedura de mi infierno, para aquellos que me habían dicho que moriría del descontento que todo el infierno había suscitado. Todavía poseen la rabia y continúan sus malicias. Tú, por tu poderosa bondad, me hiciste victoriosa de todas sus invenciones y picardías y todavía lo harás, si quieres, mi Monarca triunfante. Todo poder se te ha dado en el cielo y en la tierra y eres la delicia de las almas que son fieles a tus pruebas, Isaías dice a cada una: Ego Dominus Deus tuus, docens te utilia, gubernans te in via qua ambulas, utinam attendisses mandata mea; facta fuisset sicut flumen pax tua, et justitia tua sicut gurgites maris (Is_48_17s). Yo, Yahveh, tu Dios, te instruyo en lo que es provechoso y te marco el camino por donde debes ir. ¡Si hubieras atendido a mis mandatos, tu dicha habría sido como un río y tu victoria como las olas del mar!

            El día de la Ascensión, me quisiste fortificar para soportar esta ausencia que me hacía morir y volver a morir dejándome en esta tierra donde me sentía extranjera aunque en mi casa, con las hijas de mi corazón. Hería la tierra como el pelícano para verter por mis ojos la sangre que el amor hacia brotar pues las lágrimas son llamadas, sangre del corazón. Hubiese perdido voluntariamente mi propia vida temporal para procurarles la eterna, librándolas del veneno de la serpiente, como esta Madre traspasada de amor por su hijo, aceptando que él hiciese abrir su seno y viese sus entrañas en donde había sido concebido y llevado con un amor más que maternal, aceptando esta crueldad para desearle la realeza. Quiero sufrir todo esto que me anuncias y que ellas tengan la corona en el cielo.

 Capítulo 157.-El santísimo Sacramento es la hoguera de la divina caridad. Visión de un cordero. Dios prueba a las almas por los sufrimientos. Sostiene a la mía en sus reiteradas angustias. El viaje de dos religiosas que envié a París.

          El día de la venida de tu Espíritu de fuego, que es el consolador por excelencia, le rogué vivificara tus promesas permaneciendo conmigo para consolarme en mis sufrimientos, que no son pocos para describirlos y expresarlos con palabras, tú los conoces mi Dios, y los has previsto: Intellexisti cogitationes meas de longe; semitam meam et funiculum meum investigasti; et omnes vias meas previdisti, quia non est sermo in lingua mea (Sal_138_3s). Mi pensamiento calas desde lejos; esté yo en camino o acostado tú lo adviertes, familiares te son todas mis sendas, que no está aún en mi lengua la palabra...

            [1117] En la fiesta en que el amor te hace estar expuesto sobre nuestros altares, a la puerta de nuestros tabernáculos, para las almas peregrinas a las que apresuras a recibir el consuelo que tu bondad les ha preparado, el pan sagrado cocido no bajo la ceniza sino en el horno preparado de tu caridad; la grasa, la leche y el becerro cebado, eres tú, mi bien amado nuestro elemento y nuestro alimento, nuestro amador y nuestro amado. Rogué a todos los bienaventurados descendieran del cielo para adorarte en la tierra en el verdadero prodigio y milagro de amor, y que suplieran todas las alabanzas que yo no puedo ni sé rendirte.

            El nacimiento del gran Bautista, que fue anunciado por un ángel a su padre Zacarías mientras ofrecía el incienso, asombró a todos los que en aquél tiempo se encontraban en el templo, viendo a aquél que había oído sin palabras al oráculo. No sé si a mí me pasó lo mismo cuando te vi, mi divino Salvador en forma de un cordero que se escondía debajo de una pequeña silla de paja, en la octava de esta alegre solemnidad; [1118] pero sé bien que sufrí mucho al verte en tan bajo y estrecho lugar.

            Me dijiste que te protegiese y me opusiese a los males que se te hacían. No podía soportar que estuvieras ahí sin tener el alma llena de gran dolor y no sabía cómo sacarte, no me atrevía a levantarme de la silla donde estaba yo sentada en la que parecía te escondías y tus enemigos no se me presentaban con claridad, tú los veías y no decías las ofensas que te hacían, si no me decías que te cuidase de sus intentos y convenios que eran malignos. Si tales personas hubiesen sido dóciles para hacer tu voluntad como san Pablo, dada tu bondad, y viéndolas en el camino de sus maliciosas ignorancias, les habrías dicho como a él: ¿Por qué perseguís a vuestro Salvador? Ustedes son crueles como lobos y yo soy la misma dulzura, no temáis que os castigue y entregue a los leones rugientes que os rondan para devoraros.

            Muy divina Emperatriz, el día de santa Tecla me dijiste en París, que tú eras la Pastora de tu cordero, ¿Dónde lo dejaste ahora? Lo viniste a seguir a Lyon cuando él galopaba y saltaba entre las nubes?, te recomiendo su gloria. Te dije que estaba en espíritu y voluntad en Lyon y que no tenía más que el cuerpo en París, pero que era para mí demasiado honor seguirte a todos los lugares en donde tú me harías la gracia de indicar los sufrimientos que me fuesen preparados. Los pensaba grandes y numerosos, [1119] pero no sabía los que serían, ignoraba la calidad y la cantidad.

            Mientras que la Iglesia cantaba el triunfo de todos los santos, el día de su fiesta en 1656 yo lloraba por mis combates, lo que me anonadaba de confusión pensé no desagradarte, mi benigno Salvador, porque no podía superar las resistencias o antipatías que aparecían a la vista de aquellos que no me querían.

            Me resolví a decir mis angustias al Prior de Denicé, mi fiel monitor y caritativo confesor, al que tengo entera confianza desde hace muchos años. Lo noté asombrado pero como tiene el espíritu resuelto a todo la que tú permites, habló poco y no me dio a conocer toda la compasión que tenía de mi desolación, antes juzgó que era necesario con paciencia beber este cáliz tanto tiempo como tú lo permitieras, mi Señor y mi Dios.

            Satán, a quien tú permitiste probar a Job, el más sencillo y fiel de todos los que vivían en su tiempo, no olvidó nada que le hiciese perder la paciencia, de la que es el espejo y el milagro. Tú te reservaste su alma constante a pesar del juicio contrario que de él hacían sus amigos. [1120] Tu Espíritu Santo nos asegura por la Sagrada Escritura que este paciente por excelencia, Job, no pecó en sus palabras: In omnibus his non peccavit Job labiis suis (Jb_1_22). En todo esto no pecó Job con sus labios.

            Cordero de Dios, haz que no peque ni de pensamiento ni de obra, asísteme con tu gracia sin la cual no puedo nada. Estando afligida por las personas que debían procurar toda satisfacción para tu gloria y la perfección de mi Orden, mi espíritu se puso en tus manos. Perdona la ignorancia de aquella que me causa angustias que no se pueden decir; tu sabia providencia puede poner el orden que juzgue conveniente.

            La persona que parecía ser más yo que ella misma, simuló alejarse de mí pues deseaba desagradarme, pero pronto cambió de parecer pensando que acercándose a mí, sería amada de los que la vieran. Gran Salvador, tú conoces nuestros corazones y que yo deseo consagrártelos enteramente y que no puedo disimular cuando no te aman perfectamente. Siempre he tenido gran antipatía al disimulo, te quiero agradar en todo para tu gloria. En tus manos está mi suerte, en tus ojos mi fuerza, y en tu seno mi tesoro: Da mihi sedium tuarum assistricem sapientiam et noli me reprobare a pueris tuis (Sb_9_4). Dame la Sabiduría, que se sienta junto a tu trono y no me excluyas del número de tus hijos.

            Gran Papa san Clemente, que enviaste a Francia a san Dionisio, ruega por mí a fin de que envíe a las personas a donde fue este gran santo y que esto sea para la gloria de mi Dios. [1121] Puedo decir con toda seguridad que escuchaste mi oración, porque el día de santa Catalina virgen y mártir, un virtuoso sacerdote de Provenza me vino a ver ofreciéndoseme para asistir y conducir a París, a donde él iba, a mis hijas, para celebrarles la santa Misa y administrarles los sacramentos.

            Me alegré de este ofrecimiento y le tomé la palabra, aunque él tenía mucha prisa por la compañía con la que iría; sacerdotes y religiosas que viajarían con él. No tenía para preparar todo más que de las cinco de la tarde, a las cinco de la mañana y ayudar a mis hijas a este viaje, dos religiosas y mi Secretaria Gravier para acompañarlas, la que, como a las seis de la tarde acudía con nuestro digno Arzobispo para obtener el permiso y el honor de recibir su bendición.

            A la mañana siguiente, día de san Pedro, Patriarca de Alejandría, le encomendé a mis hijas quienes partieron para reunirse a esa buena compañía sin considerar el frío que hacía entonces, esperando en tu divina bondad y en aquél que había sido fiel en combatir tu divina igualdad y consustancialidad con tu divino Padre.

            El día del Apóstol san Andrés de 1656, supe por el hombre que condujo la litera donde iban mis dos religiosas, que mi secretaria había caído del caballo en un río medio congelado, que sus hábitos quedaron todos mojados. Ella había subido a un caballo siguiendo la litera, pero muy incómoda porque estaba mojada y por el gran frío que había congelado su hábito que [1122] brillaba como si la rodearan diamantes, y no podía hacer correr su caballo como lo deseaba por no llevar ni espuelas ni látigo. El arriero, sin considerar que esta hija no conocía el camino para correr cerca de la litera, la detuvo para consolar a su caballo dándole a comer una lechuga como él había hecho con los suyos, dejándola allí le dijo se pasara al camino real, el cual estaba todo congelado y era de piedra, con lo que se detenía más de lo que hubiera querido, de manera que se encontró más de un cuarto de legua detrás de la litera a la que él hacía correr siempre sin considerar a la que iba detrás de él. Esta hija se vio sola en el camino en medio del campo y llena de pena, me ha asegurado que en su miedo tan grande, se acordó que la habían encomendado a san Rafael al cual ella recurrió en esta extrema necesidad, pronto se acercó a ella un caballero muy extrañado de encontrarla sola y después de algunas palabras que intercambiaron, la consoló en su aflicción haciéndola galopar siempre a través de tierra, y la condujo hasta la litera. Una vez llegados dio una buena reprimenda al arriero con caritativas y obligadas palabras para que en adelante tuviese más cuidado, esta hija mía se quedó llena de alegría como si hubiese recibido este favor de un ángel del cielo, tanto que pensé si sería san Rafael, por la semejanza que tenía este caballero con el gentil hombre que nos ayudó en el viaje que hicimos en 1653.

            Cuando a su regreso el arriero me contó todo esto, me apené tanto que sufrí un mal de costado que me duró mucho tiempo, lo que me impidió anotar lo que me sucedió en los meses de diciembre, enero, febrero y marzo de 1657, [1123] aunque tu bondad como de ordinario, me hizo favores por pura caridad, por la que te suplico no solamente cubrir la multitud de mis pecados, sine destruirlos enteramente y conducirme siempre por tu gracia que sin cesar me es necesaria.

            Experimenté bien el poder de tu caridad en los grandes sufrimientos por los que permitiste pasara, viéndome perseguida no sólo por personas de importancia, demasiado fáciles para creer los cuentos o acusaciones de aquellos o aquellas que debían estar obligados a reconocer los beneficios que tu bondad me hace de poderlos ayudar. Con tanta ingratitud y arrogancia se me ha tratado, que esto me ha hecho pensar que sería un crimen el no amarte y reconocer tus bondades y divinas misericordias, por lo que te suplico me favorezcas siempre y me des fuerza y consistencia para sufrir hasta el fin, todo lo que quieras darme.

            El día de san Benito de 1657, personas de profesión religiosa dijeron palabras contra mí para complacer a quienes a eso las invitaron. Te ruego las perdones por la difamación hecha a su superior con tal de despreciarme.


 Capítulo 157 (Bis). - Las maravillas que vio el profeta Ezequiel nos están divinamente expresadas en la donación y acción de gracias que hizo nuestro Señor en la Cena.

            [1124] El Jueves Santo, viéndome en estado de impotencia para amar el bien, lloré mucho, pero mis lágrimas me parecían inútiles para obtener tu amor y por consiguiente el amor del prójimo. Esta impotencia, me afligía mucho porque este día era aquél en el que hiciste ver el amor infinito, para los tuyos. Estando todo en tus manos, te dabas todo dándote a ti mismo. Sabías todas las cosas, que dejabas este mundo para volver al Padre, y quisiste darnos la señal más grande de tu excesivo amor.

            Sumergida en un abismo de penas y tristeza, pusiste en mi espíritu lo que el Profeta Ezequiel vio cuando estuvo con los prisioneros al lado del río Kebar, las visiones de Dios y el carro de su gloria.

            Me elevaste en el pensamiento y te dije: ¡Oh Señor! tus hermosos ojos que elevas hoy son más admirables que toda la gloria que vio este santo Profeta. Son dignos de admiración, siendo los ojos de Dios y lo que ven son visiones divinas. Tú eres sus elevaciones divinamente humanas y humanamente divinas; son teándricas. El cuerpo sagrado que nos das en esta Cena es la carne de la gloria de tu divinidad.

            Tú eres todo lo que estas visiones figuran: eres la verdad de todas estas figuras y sus formas, eres hombre, eres león, eres buey, eres águila. Eres Dios en el oriente y occidente, en el septentrión y en el sur; estás donde te place en esta adorable reproducción, te reproduces donde quiera que tu amor te lleve y tus deseos serán cumplidos. Tú te llevas a ti mismo, te recibes tú mismo, te reúnes en ti mismo si me es [1125] permitido hablar así.

            Tu Padre y tu Espíritu Santo, inseparables de tu Persona divina, Verbo Increado y Verbo Encarnado, están por concomitancia en esta reproducción, veo ahí la divina circumincesión por penetración inexplicable. Su distinción de soporte no divide la unidad de esencia, ni la simplicidad de naturaleza. El cuerpo y la sangre que tomaste de tu Virgen Madre, es divinamente llevado sobre tu divina hipóstasis tan adorable, como la del Padre y el Espíritu Santo.

            Tus ojos brillantes y radiantes arroban a los ángeles y extasían a san Juan, son soles que la transportan, la ciegan y la iluminan al mismo tiempo cuando duermen sus ojos corporales sobre tu seno. El te ve con los ojos espirituales en el seno del Padre, en donde conoce y contempla tu generación inenarrable, de la cual él hablará y escribirá cuando anuncie a los hombres lo que estos ignoraron hasta entonces.

            Divino Amante, ¡que arrobamiento el de esta prisionera adherida a tu pecho sagrado! Tus entrañas eran los vínculos, es la hija de amor adherida a este seno de llamas que es una hoguera de caridad. No digo que sus pies son rectos, [1126] pero sí aseguro que están limpios al ser lavados con el agua santa que pusiste en la vasija para santificarla y a todos los demás, lavados con tus manos sagradas que abajaste a los pies de todos, aún del mismo Judas al que nada le aprovechó.

            Veo divinamente las visiones maravillosas de este Profeta Ezequiel en la donación de tu cuerpo en esta institución de tu Eucaristía, en esta divina unión; en este divino resumen y compendio de tus maravillas, y si me atrevo a decir de tus milagros, el milagro de amor, el amor mismo, veo el fuego, veo círculos concéntricos que llevan al espíritu de vida a todo lugar llenando el cielo y la tierra. Uno de estos círculos ha llegado a cada hombre es tu benigna humanidad, tu gracia y tu bondad.

            El viernes santo yo puede decir: Mihi enim vivere Christus est, et mori lucrum (Flp_1_21). Para mí la vida es Cristo y la muerte, una ganancia. Porque todo lo que no eras tú, no podía contentarme.

            Si después de tu resurrección me visitaste, fue para animarme viéndome aún triste el Sábado Santo. Me empeñaba en sacar fuerzas de mi debilidad considerando a san Pedro y a san [1127] Juan tomar el camino para ver lo que María Magdalena les decía que te habían quitado del sepulcro, siguiéndolos con el amor y el deseo de mi corazón.

            Me hiciste el favor de invitarme a entrar al sepulcro después de ellos diciéndome: Amada mía, consuélate, piensa en lo que dijo el profeta Isaías: que mi sepulcro está glorioso, goza las delicias de mi resurrección con mi amada compañía. Este día y la mañana siguiente del domingo y toda la octava, después de haberme dado tu paz, desapareciste y podía decir que te habías extralimitado, que no te veía, que mi alegría se había desvanecido contigo.

 Capítulo 158 - Es necesario amar a nuestros enemigos haciéndoles el bien con Jesucristo, a fin de subir con él al Padre. Una persona infiel me causó tristeza. Con lágrimas y oraciones pedí a los santos y a los ángeles que rogasen al Verbo Encarnado para que sostuviera su Orden y le concediera sus dones.

            El día de los santos Santiago y Felipe de 1657, te adoré en tu divino Padre, rogándote me pusieras en las moradas destinadas para alojar a las almas peregrinas que van detrás de ti por los caminos que les has señalado, dándoles confianza y atrevimiento para pretender llegar un día a donde tú subiste haciendo el cielo supremo, y elevándonos en espíritu aunque débiles en nuestros cuerpos terrestres: Audientes igitur semper, scientes quoniam dum sumus in corpore, peregrinamur a Domino; (per fidem enim ambulamus, et non per speciem). Audemus autem, et bonam voluntatem habemus magis peregrinari a corpore, et praesentes esse ad Dominum, et ideo contendimus sive absentes, sive praesentes, placere illi (2Co_5_6s). Así pues, siempre llenos de buen ánimo, sabiendo que, mientras habitamos en el cuerpo, vivimos lejos del Señor, pues caminamos en la fe y no en la visión. Estamos pues llenos de buen ánimo y preferimos salir de este cuerpo, para vivir con el Señor. Por eso, bien en nuestro cuerpo, bien fuera de él, nos afanamos por agradarle.

            [1129] La mañana siguiente, día de san Atanasio, un sacerdote vino a la reja de nuestra Iglesia con una persona de dignidad para hablarme y decirme todo lo que había pasado en Grenoble donde se había tenido un pequeño consejo que tú, mi Pontífice eterno, no confirmaste. Tú estabas a favor de aquella que le querían quitar su lugar, Verbo Increado y Encarnado. Rogué a san Atanasio te presentara tu elección que se contradecía.

            El día de la santa Cruz, tales personas, fingieron querer lo que en realidad temían, para engañarme; pero tú me hiciste la gracia de tratarlas con tanta bondad y sencillez en vez de la severidad que debía tener, y continué por caridad lo que hubiese podido rehusar por justicia. Concédeme la gracia de imitarte dando bien por mal, perdonándome a mí y a ellas nuestras faltas, por tu infinita misericordia.

            Tú ascensión al cielo elevó mi espíritu rogando a tu corazón amoroso te acordaras en tu reino de aquella que había estado en cruz cerca de ti, aunque con la gran diferencia que tú siempre eres inocente y yo sin cesar criminal ante [1130] tu Padre, bebiendo la muerte: Ut vitae aeterne heredes efficemur (1P_3_22). Para que nos hagamos herederos de la vida eterna.

            A fines de octubre, preparándome para la fiesta de tus santos apóstoles Simón y Judas, encargados de tu Majestad para alojarme con todos tus santos, aprendí que unas personas pensando quizá no desagradarte, habían hecho quitar lo que ya estaba atribuido para un señor cura y canónigo. Conociendo la buena intención del canónigo a quién querían turbar por esto que había hecho, y a donde la caridad lo había llevado a excederse por compasión y por otra parte, yo conocía su piedad y su celo pues con frecuencia nos celebraba la santa Misa, mi corazón fue tocado de un sensible y justo sentimiento que me hizo rogar y hacer rogar a tu Majestad hasta que él viera claro todo, asegurando a su señora madre que el cielo estaba por ellos y que tu bondad no me negaría lo que le pidiese continuamente y con confianza; y como Santiago dice que la oración hecha con asiduidad obtiene de tu bondad lo que no puede obtenerse por mérito; digo con el real profeta: Qui confidunt in Domino, sicut mons Sion; non commovebitur in aeternum (Sal_124_1). Los que confían en Yahveh son como el Monte Sión, que es inconmovible, estable para siempre, [1131] te presenté a la madre de este hijo único, la Sra. Mabire, que es tan generosa como piadosa, poseyendo las virtudes cristianos y morales con perfección, buen sentido y un buen espíritu en todo conforme a tu voluntad.

            Me representaba la confianza del Profeta Eliseo viendo a su discípulo espantado por el gran número de perseguidores; le dije que mirara la gran multitud de los santos ángeles o de amigos que venían para protegerlo y confundir a sus enemigos.

Capítulo 159 - Rogué con confianza a todos los santos amar y sufrir a fin de expiar mis pecados y llevar los lirios, las rosas y los laureles. Fui elevada a considerar la grandeza de san Joaquín, príncipe de todos los santos en Jesucristo. Él y santa Ana participaron del beso del Señor y de ellos nació la aurora que dio a luz al sol, la noche de Navidad

            El primero de noviembre consideraba a todos tus santos y santas y al Santo de los santos por esencia y por excelencia, que venía en nuestra ayuda y yo te decía con toda la devoción que podía: Exultabunt sancti in gloria, et laetabuntur in cubilibus suis (Sal_149_5). Exalten de gloria sus amigos, desde su lecho griten de alegría. La gloria de los santos es amarte en el cielo y protegernos en la tierra por tu amor, obteniéndonos gracias y virtudes para serle semejantes.

            El día de san Martín, el bienaventurado Pontífice que te amaba con todo [1132] su ser y todas sus fuerzas como canta la Iglesia, habiéndote revestido en el pobre al que dio la mitad de su manto, apareciste glorioso en presencia de tus santos ángeles alabando a este santo que no era entonces mas que un catecúmeno.

            Por él y su ardiente amor, y por el globo de fuego que fue visto sobre su cabeza, te ofrezco el sacrificio de amor para tu gloria y mi perfección.

            Al celebrar la presentación de tu santa Madre la virgen, rogué con ella, con san Joaquín y santa Ana, que sus incomparables méritos y la correspondencia que ella tuvo a tus inspiraciones, supliesen mis faltas deteniéndome en este versículo: sacrificate sacrificium justitiae, et sperate in Domino (Sal_4_6). Ofreced sacrificios de justicia y confiad en Yahvé.

            ¿Podía pasar estos días sin dirigirme a estas vírgenes adornadas de blanco y rojo, santa Cecilia y santa Catalina, sin invitarlas a decirte mis penas y llevar mi tristeza a Aquél que ellas aman y que querría amar tanto como ellas al grado que mi alma languidece de amor siendo hija de Jerusalén? ¿Podían rehusarme las flores y los frutos para confortar mis debilidades de amor por mi Esposo adorable?

            [1133] No me olvidé del gran san Clemente, ni del cordero que le mostró la fuente. Debo gran veneración al patriarca de Alejandría, al que hiciste ver el mal que Arrio te hacía al querer desconocer la igualdad y consubstancialidad que tienes con tu Padre y que toda la Iglesia católica reconoce adorándote un Dios en tres Personas distintas. Yo dije con san Juan: Tres sunt, qui testimonium dant in caelo, Pater, Verbum et Spiritus Sanctus: et hi tres unum sunt (1Jn_5_7). Tres son los que dan testimonio en el Cielo, el Padre, el Verbo y el Espiritu Santo y los tres son uno.

            Te dije: Verbo Increado y Verbo Encarnado, haz que esta hijita por la que has querido establecer una Orden en tu Iglesia, quien te adora llevando el nombre de Verbo Encarnado y del Santísimo Sacramento sea fiel en todo para tu gloria y tu servicio, buscando en todo tu gloria, ¡Oh mi Amor!

            Tuve necesidad el día de san Andrés, de fuerza y de amor para interpelar la cruz y saludarla coma portadora de bien ya que por ella la divina Bondad nos hizo donación de gracias, vertiendo hasta la última gota de su sangre preciosa, aún después de su muerte [1134] abriéndonos allí una fuente para lavarnos y purificarnos; su muerte hizo gemir a toda la naturaleza que pareció estar a punto de acabarse. El autor de ella, muriendo en un patíbulo ¿no debió temer así como sus ángeles de paz que lloraban amargamente mientras los demonios en el infierno temblaban espantados?

            El día de san Francisco Javier, mi poco valor me llenó de confusión; postrándome bajo la cruz, casi me atreví a decir: Amor mío, es mucho sufrir; pero vi que esta cobardía debía hacerme enrojecer de vergüenza y confusión. Sacando fuerzas de mi debilidad o más bien de las fuentes de tus bondades pedí socorro porque ellas son tan inteligentes como condescendientes, tan fuertes y vivas como que proceden de ti mi Dios fuerte y vivo. Te dije con David: Quemadmodum desiderat cervus ad fontes aquarum: ita desiderat anima mea ad te, Deus. Sitivit anima mea ad Deum fortem, virum; quando veniam, et apparebo ante faciem Dei? (Sal_41_2s). Como jadea la cierva tras las corrientes de agua, así jadea mi alma, en pos de ti, mi Dios. Tiene mi alma sed de Dios, del Dios vivo; ¿cuándo podré ir a ver la faz de Dios?

            [1135] El día de la fiesta de santa Bárbara, virgen y mártir, que fue degollada por la rabia de su padre, tu enemigo jurado que era más cruel que las bestias feroces, mi amor propio que me hace cometer pecados, me pareció más cruel que su padre porque ha causado la muerte de mi Señor. Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, quita los míos de mí para que te siga por todas partes con las santas vírgenes, y que esté en gracia al fin de mi vida mortal. Sé mi sagrado viático. Muriendo por ti, puesto que tú has muerto por mí, haz que viva para ti y por ti.

            Desde mi infancia tuve devoción e inclinación para honrar a los Pontífices, prelados, arzobispos y obispos. San Nicolás y san Ambrosio me han parecido resplandecientes de santidad, en milagros y en amor; la providencia de uno alimentando a los indigentes, haciendo liberalidades con su derecha que no quería las supiese su izquierda para impedir a los jóvenes cometer faltas, etc.

            Grandísimo Prelado, la dulzura ambrosiana que tuviste desde tu infancia atrae a todo el mundo; las [1136] vírgenes te alaban con admiración y tienen la gloria, por su valor, de llevar los lirios, las rosas y los laureles triunfando del mundo, del demonio y de la carne, cantando el cántico que sólo las vírgenes pueden cantar. Siguiéndote divino Cordero, a cualquier parte que quieras ir, llevarte y robarte hasta en el seno mismo de tu divino Padre: Haec nubes aera, angelos, sidera quae transgrediens Verbum Dei in ipso sinu Patris invenit et toto hausit pectore (Común de Vírgenes V lec.). La virginidad se eleva sobre los ángeles y los astros; va al encuentro del Verbo de Dios en el seno mismo del Padre, la atrae llenando su corazón.

Capítulo 159 (Bis). La Generación temporal de la santísima Virgen María, dignísima Madre del Verbo Encarnado. Gracias que recibí de su excesiva bondad, yo, su pequeña hija e indigna sierva.

            [1137] El día de la Inmaculada Concepción de tu purísima Madre, 1657, pensando en tu generación temporal desde Abraham hasta san José, esposo de esta Virgen Madre, de la cual tú naciste, divino Salvador, llamado el Cristo; te plugo elevar mi espíritu a la admiración de la grandeza de san Joaquín diciéndome en latín: Princeps sanctorum omnium. Príncipe o el primero de todos los santos, y así lo llamo yo.

            Me dijiste que no me extrañara de que así como habías escogido a santa Teresa, para hacer admirar en estos últimos siglos la gloria de san José, me llamabas a mí, que soy nada, para anunciar las grandezas de san Joaquín, padre de tu admirable Madre, a la que engendró por deseo de la santísima Trinidad. En este dichoso momento san Joaquín y santa Ana participaron del beso que, por un especial amor, dio el Señor a esta Hija del Padre, a esta Madre del Hijo y Esposa del Espíritu Santo, que fue declarada: tierra santa, tierra de promesa, tierra sublime, tierra sacerdotal, templo, morada y tabernáculo del Señor, recibiendo milagrosamente el ser de [1138] naturaleza y gracia; el trono revelado al profeta Isaías, que vio lleno de la Majestad de Dios, cerca del cual los serafines volaban cantando sanctus, sanctus ,sanctus, etc.

            En san Joaquín y en santa Ana concurren tanta gracia y tanta santidad, como convenía al padre y a la madre de la Madre de Dios y a los abuelos del Verbo Encarnado. Para honrar a san Joaquín, tú te nombrabas ordinariamente Hijo del hombre, mostrando y ocultando en estas palabras por un misterio indecible la santidad de san Joaquín, por eso me dijiste Hija mía, exclama con el profeta Isaías: Generationem ejus quis enarravit (Is_53_8). Y de sus contemporáneos ¿quién se preocupa? Todos los ángeles y todos los hombres no pueden expresar dignamente esta generación temporal ni la santidad de la Inmaculada Concepción. Joaquín es mi padre y mi santo, reservado y retirado en mi que soy el Señor, el cual fue preparado desde antes de la creación del mundo. Esto que digo de Joaquín, lo digo de Ana mi abuela, de Abraham, Isaac y Jacob y los otros [1139] patriarcas que, aunque sus padres, han sido sus figuras.

            San Mateo ha podido escribir esto, hasta san José el esposo de mi Madre de la que he nacido. El Espíritu Santo no le ordenó escribir la generación de Joaquín, y él mismo cubrió con una nube la Inmaculada Concepción de mi Madre mientras estuve visible. En estos últimos tiempos ha iluminado a almas que ha escogido elevándolas de claridad en claridad hasta transformarlas en él, porque ella [la inmaculada] es la aureola de un Esposo apasionado que la ha convertido en una obra maestra de la creación para su deleite y para hacer en su pura creatura la extensión de la Encarnación del Creador, y creatura del Dios Hombre que soy Yo.

            A ti, pequeña hija, que te reconoces la más indigna de todas las creaturas, se te ha dado el encargo de anunciar este misterio escondido a los siglos en Dios. Mi querido san Juan dijo estando aún en el mundo, que nadie había visto todavía a Dios; y el apóstol que fue arrebatado hasta el tercer cielo dijo que Dios habita en una [1140] luz inaccesible que nadie puede ver, sólo yo, el Verbo Increado y Encarnado, he visto y veo a mi Padre haciendo lo que él hace.

            Ahora te hago el favor de instruirte, por bondad de las excelencias de mi padre san Joaquín pidiéndote invocarlo con estas palabras: Princeps sanctorum omnium. Príncipe o primero de todos las santos. Mi santa Madre lo honra como a su padre aunque sea la Reina de los ángeles y de los hombres, a la que he querido estar sujeto y por ella a san José su esposo al que llamé mi padre.

            Todas estas grandezas no disminuyen en nada la gloria de san José, ¿Pensarías que fuesen degradadas al exaltar a san Joaquín, esposo de santa Ana? Soy su corona, y la carne de mi Madre es su carne; ella es sustancia de su sustancia, por la que han honrado al Dios oculto y Salvador pagando el rescate de todos las hombres con la carne y sangre que tomé de mi santa Madre y que es la suya, carne y sangre que no vieron la corrupción del pecado en la concepción [1141] de mi Madre. Su alma inocente conoció siempre los caminos de la vida y fue exceptuada del pecado por mi amor poderoso más fuerte que la muerte, más celoso de su gloria eterna que la dureza del infierno obstinada contra mí. Las lámparas son todas de fuego y llama.

            Pasé el Adviento en los deseos de los santos Padres: Utinam dirumperes caelos, et descenderes (Is_64_1). !Ah si rompieses los cielos y descendieses! Rorate caeli desuper et nubes pluant justum. Aperiatur terra et germinet Salvatorem (Ant. Adv. Of. Sma. V.). ¡Cielos destilad rocío, lluevan las nubes, al Justo; ábrase la tierra y germine al Salvador!

            El día de santo Tomás, en mi oración le rogué me preparara para ser la morada de tu benigna humanidad y a san José con su esposa que yo permaneciera en la casa de David que pertenece al Verbo Encarnado, nuestro pequeño Emmanuel que tenía todo bien, la grasa y la miel, la divinidad y la humanidad unidas hipostáticamente en el seno virginal de la esposa virginal, que dentro de tres días por un nuevo nacimiento daría a luz. Esperé por la fe amorosa, ser [1142] invitada caritativamente, para ver este espiritual nacimiento. Mi esperanza no fue frustrada, porque en esta noche, clara como el día y en esta fría estación, vi como un sol ardiente y luciente en las mantillas, que esta divina Madre había llevado los nueve meses en su seno, sin ser afectada por sus ardores ni ser cegada por sus resplandores.

            En la aurora maravillosa de esta mañana, al elevarse el sol, destilaba un rocío como no había habido otro igual, y de los párpados de la Madre rodaban lágrimas sobre este divino Niño que de nuevo encendían las llamas, por una amorosa antiperístasis, de cuyo ardor nadie se podía ocultar. Entendí estos tres versículos de inteligencia sublime: In sole posuit tabernaculum suum; et ipse tanquam sponsus procedens de thalamo suo; exultavit ut gigas ad currendam viam; a summo caelo egressio ejus; et occursus ejus usque ad summum ejus, nec est qui se abscondat a calore ejus (Sal_18_7). En el mar levantó para el sol una tienda, y él, como un esposo que sale de su tálamo, se recrea, cual atleta, corriendo su carrera. A un extremo del cielo es su salida, y su órbita llega al otro extremo, sin que haya nada que a su ardor escape.

            En un mismo instante vi á este divino sol brillar [1143] en el seno de su divino Padre y temblar, como Niño, en el seno de su virginal Madre. Este Niño que veía al Padre y era hombre peregrino a la vez, arrobaba al cielo y a la tierra. Los ángeles extasiados llevaban ahí los pastores: Et pastores erant in regione eadem vigilantes, et custodientes vigilias noctis super gregem suum. Et ecce angelus Domini stetit juxta illos, et claritas Dei circumfulsit illos, et timuerunt timore magno. Et dixit illis Angelus: Nolite timere: ecce enim evangelizo vobis gaudium magnum, quod erit omni populo: quia natus est vobis hodie Salvator, qui est Christus Dominus, in civitate David. Et hoc vobis signum: Invenietis infantem. Et subito facta est cum angelo multitude militiae caelestis laudantium Deum, et dicentium: Gloria in altissimo Deo, et in terra pax hominibus bonae voluntatis (Lc_2_8s). Había en la misma comarca unes pastores, que cuidaban durante la noche su rebaño. Se les presentó el Ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz; y se llenaron de temor. El Ángel les dijo: No temáis pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es el Cristo Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y recostado sobre un pesebre. Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios diciendo: Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad.

Capítulo 160 - El Verbo Encarnado en el establo enarboló el estandarte del amor. Su amada se encuentra ahí afligida, confundida y desfallecida de amor y es admitida a las bodas místicas. La benigna humanidad nos aparece afable y permite a san Simeón ir a consolar a los santos Padres pero movido por el Espíritu Santo, hunde en el corazón de la santísima Virgen la espada despiadada. Ella como esposa permanece fiel a la cruz de Jesús.

            [1144] Viéndome afligida y abrumada por la herida el día de tu dulce y amarga circuncisión de 1658, me dijiste que la unción sagrada de tu nombre consolaba este dolor y que por este nombre yo recibía nuevas fuerzas, porque este nombre era como un aceite esparcido: Oleum effusum nomen tuum; ideo adolescentulae dilexerunt te. Trahe me, post te curremus in odorem unguentorum tuorum. Introduxit me rex in celaria sua (Ct_1_2s). Ungüento derramado es tu nombre, por eso te aman las doncellas. Llévame en pos de ti: corramos al olor de tus perfumes. El rey me ha introducido en sus mansiones.

            Este día y el de la Epifanía, me introdujiste en tu bodega donde me hiciste beber tú mismo, un buen vino real [1145] y divino embriagándome divinamente. Los ángeles del cielo, con los bienaventurados, fueron invitados a estas bodas místicas, diciendo: Exultabimus et laetabimur in te, memores uberum tuorum super vinum, recti diligunt te (Ct_1_4). Por ti exultaremos y nos alegraremos. Evocaremos tus amores más que el vino; ¡con qué razón eres amado! Después de haber experimentado las delicias inenarrables que hacen que el alma no esté más en ella; si en su éxtasis habla transportada de amor por tus excelentes y eminentes perfecciones y bondades, por la impetuosidad de tu Espíritu, solo pocas personas de la tierra pueden comprender estas maravillas. Es necesario que el divino Esposo les explique él mismo y haga entender los excesos de su amor: Introduxit me in cellam vinariam; ordinavit in me charitatem. Fulcite me floribus, stipate me malis, quia amore langueo (Ct_2_4s). Me ha llevado a la bodega y el pendón que enarbola sobre mi es Amor, confortadme con pasteles de pasas, con manzanas reanimadme que enferma estoy de amor. [1146] Entendí mi querido Esposo, que habías enarbolado sabia y fuertemente en mi corazón el estandarte de tu amor y permanecí en el establo la cuarentena amorosa. Herida, abismada, desfallecida de amor, no hubiera deseado dejar esta agradable morada si tu divina Madre con san José, no hubiesen salido para llevarte al templo al cumplirse según la Ley de Moisés, los días de su purificación, aunque la purísima Virgen no estaba obligada a ella. A los ángeles, como a las hijas de Jerusalén, se les prohibió despertar a la amada de estas divinas y místicas bodas. El divino Esposo, el Espíritu Santo, la llamó y la invitó contigo con estas palabras: Vox dilecti mei (Ct_2_8). La voz de mi amado. Ella se levantó de sus profundas adoraciones y salió del establo para acompañarte a Jerusalén, en donde el Espíritu Santo movió a Simeón y a Ana la profetisa a acudir al templo llenos sus corazones de amor y de gozo. Me invitaste, divino amador, a entrar después de ellos y oí tu voz: vox dilecti mei (Ct_2_8). La voz de mi amado. Tú que sobrepasas [1147] las colinas y las montañas, no invitas a los patriarcas, a los profetas ni a los Reyes que tienen tan gran deseo de verte. Tu amigo Moisés, que deseó ver tu cara como una señal del amor que le tenías, no obtuvo ningún otro favor durante cien veintes años, o mejor dicho; seis veintes años (120), sino ver como de paso tus hombros, y hoy san Simeón te tiene en sus brazos. Como soberano mandaste a Moisés morir permitiendo solamente que contemplara desde lo alto de una montaña, la tierra prometida, pero negándole la entrada. Es que tú hablabas como Dios a Moisés y ahora ríes como niño a Simeón, porque te has encarnado y hecho semejante a nosotros.

            Tu gracia y benigna Humanidad se nos presenta muy durable; san Simeón pide permiso de ir a consolar a aquellos que están detenidos en sombras de muerte para decirles que dentro de pocos años gozarán [1148] del esplendor de tu faz, de la luz de los gentiles y de la gloria de su nación de todo el pueblo de Israel; santo anciano, transportado de alegría bendijiste al Niño y a sus padres que están admirando todo lo que se dice de él en esta fiesta de alegría, y dirigiéndose a la Madre después de una elocuente bendición, le dijiste: Ecce positus est hic in ruinam, et in resurrectionem multorum in Israel, et in signum cui contradicetur: et tuam ipsius animam pertransibit gladius ut revelentur ex multis cordibus cogitationes. Et erat Anna prophetissa, filia Phanuel (Lc_2_3s). Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción; y a ti misma una espada te atravesará el alma, a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones. Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel. Después de estas dolorosas palabras no tuviste nada que decir para fortificarla. Por estas severas predicciones hundiste la espada despiadada en su corazón y la heriste de temor hasta su propia muerte. No se le retirará nunca del pensamiento la muerte de su Hijo, verá la ruina de los malvados antes que la resurrección de los buenos.

            [1149] El Espíritu Santo le presenta por tu lengua la dulzura y la amargura que permanece en su pecho en donde su querido Niño se prepara para comenzar su combate. Permanece en silencio y no dice: Padre mío, si es posible que este cáliz pase sin que esta paloma sin hiel lo beba. El Espíritu Santo le dijo en el establo a su Madre: Surge, propera, amica mea, columba mea, formosa mea, et veni (Ct_2_10). Levántate, amada mía, hermosa mía y ven. Espíritu Santo, me dijiste hace cerca de 20 años, las mismas palabras y he sentido sus efectos y todavía ahora me las repites, confieso que por mis crímenes merezco los tormentos del infierno y que soy indigna de consuelo y de gracia y que no hay ninguna comparación entre esta purísima, inmaculada e inocente virgen Madre y yo.

            Virgen Madre, como te dignas anunciarme sufrimientos que bendices y que mi Salvador recién nacido te dirá cuando sea mayor; que él nos dispone para los que él nos destina a sufrir [1150] para tener un lugar en su reino, así como su Padre lo ha destinado a sufrir a él, inocente. Los siento y resiento, pero como culpable te digo: Quoniam die ac nocte gravata est super me manus tua, conversus sum in aerumna mea, dum configitur spina. Delictum meum cognitum tibi feci, et injustitiam meam non abscondi. Dixi: confitebor adversum me injustitiam meam Domino; et tu remisisti impietatem peccati mei (Sal_31_4s). Mientras pesaba día y noche, tu mano sobre mí; mi corazón se alteraba como un campo en los ardores del estío. Mi pecado lo reconocí, y no oculté mi culpa; dije: Me confesaré a Yahveh de mis rebeldías, y tú absolviste mi culpa, perdonaste mi pecado.

            Por este tiempo supe que una joven de Roanne a la que al presente estoy muy obligada por la perseverante fidelidad que tiene desde hace varios años de ayudar a tu Orden, estaba atacada de una enfermedad de la que se temía su muerte; prontamente dije que no moriría. Arrepintiéndome como ordinariamente por esta rapidez en responder, fui confirmada en mi confianza en ti de que la curarías después de haber rogado por ella a ti, mi piadoso y misericordioso médico.

            [1151] Pasé la cuaresma triste como los otros años sin poder guardar la abstinencia, ni observar enteramente el ayuno y esta tristeza se aumentaba cuando oía leer el prefacio de la Misa los días de san Matías, san José, san Joaquín, san Benito, y el de tu Encarnación, mi adorable Verbo Encarnado. Me hiciste multiplicadas gracias, pero por haber escrito gracias similares y luces de este último día en otra parte, ya no diré nada aquí. Amor mío, sé bendito con toda bendición.

Capítulo 161 - El signo de la paz ha librado la guerra al todopoderoso. Ante mis ojos la Madre de misericordia cubría a su Hijo con un manto misterioso y me invitó a adorar sus llagas resplandecientes que irradiaban sus rayos sobre mí. Viaje que hice a Roanne. Ternura para mis paisanos. Mis devociones. Remedios que tomé y mi regreso a Lyon.

            [1152] Viendo los preparativos que se hacían en todas las Iglesias el miércoles santo de 1658, para preparar los paraísos, nombre que se da a los lugares en que reposas desde el Jueves Santo al medio día hasta el Viernes a la misma hora, en que el sacerdote te recibe pues ese día no hay consagración, deseé que el cielo y la tierra me adornasen para alojarte en mí y contemplar tus misterios amorosamente dolorosos y dolorosamente amorosos. Escuchaste los deseos de esta pobre y recibiste la preparación de mi corazón dispensándome esta mañana de atender la cocina y los demás cuidados temporales, retirando de allí mis pensamientos y deteniendo mi espíritu en la consideración de la traición de Judas y la venta que hizo a tan vil precio, de aquél que dio todos sus bienes y que contiene en si todos los tesoros de ciencia, prudencia y sabiduría divinos: Quia in ipso inhabitat omnis plenitudo divinitatis corporaliter, (Col_2_9). Porque en él reside toda la plenitud de la divinidad corporalmente.

            Te hizo la guerra con un beso símbolo de la paz, entregándote así a tus enemigos mortales que habían hecho pacto con el infierno y tú les dijiste, divino Profeta: Haec est hora vestra et potestas tenebrarum (Lc_22_53). Pero esta es vuestra hora y el poder de las tinieblas. [1153] Perdida en estas tinieblas espantosas del pecado de Judas, me hiciste encontrarte iluminándome con tus luces y mostrándoteme todo cubierto de heridas.

            No me atrevería a decir que sentí lo que dice san Pablo, porque no tengo bastante amor como él para así sentirlo. Viéndote hombre de dolores, humillado hasta el anonadamiento, pudiendo sin hacer rapiña, igualarte a tu divino Padre como Dios, preferiste tomar la forma de siervo, de esclavo vendido por tu discípulo traidor. Mi alma, confundida y abismada de dolor se deshacía y de mi corazón y de mis ojos, salía sangre en abundancia, sufriendo lo que no puedo explicar.

            Tu santísima Madre no pudo dejarme en estas angustias dolorosas; con maravillosa gracia colocó un manto admirable sobre ti haciéndome oír que esta representación de tus dolores me ponía en estado de morir de compasión, estaba desvanecida y casi sin sentido. Me dijo benignamente que [1154] tú no morirías más y que yo, mejor te contemplara glorioso. Todos los santos que habían venido después de ella, estaban como a cinco o seis pasos del altar y ella elevándome con una bondad inefable, me condujo al pie del altar levantando el milagroso manto con que te había cubierto y me invitó a adorar tus llagas después de ella, llagas que se habían vuelto resplandecientes como soles enviando sobre mí sus rayos adorables. Me pareciste la misma belleza. Esta Madre Virgen te miraba con una mirada amorosa que me es imposible describir así como a los pintores poder pintarla.

            Me hizo oír que eras para ella una posesión admirable que nadie mas podría pretender, porque lo que una vez Dios había puesto en ella, no se lo quitaría jamás, y que poseía para siempre todo lo que tú eras. El Jueves, el Viernes y el Sábado Santos, seguí ocupándome de estas bondades que la Iglesia nos presenta en estos días con admirable profusión. Así el Jueves, el Sacramento del Amor, [1155] el Viernes muriendo por todos los hombres, vertiendo toda tu sangre preciosa y rogando por los pérfidos judíos. El Sábado preparándonos para tu santa Resurrección agradeciendo que la Iglesia haga elogio de la feliz culpa de Adán, que ha tenido un Redentor tan santo como magnifico, que nos ha rescatado con una abundante redención. El día de Pascua, gozoso, victorioso y triunfante de todos nuestros enemigos, haciéndote nuestra Pascua o nuestro paso de la muerte a la vida, pero una vida nueva, siendo la muerte de nuestra muerte y la mordedura del infierno. El lunes, alentando nuestra esperanza, el martes, dándonos tu paz en la que permaneces.

            La semana después de Pascua recibí cartas de Roanne que me urgían a ir para negocios de la Orden y el arreglo con los parientes a causa de la muerte de mi cuñado. París por su parte me instaba con urgencia extraordinaria a ir. Te consulté, mi divino Oráculo y me hiciste oír: Adhuc unum modicum est, et ego commovebo caelum, et terram, et movebo omnes gentes, et veniet. Desideratus cunctis gentibus (Ag_2_7s). Dentro de muy poco tiempo, sacudiré yo los cielos y la tierra; sacudiré todas las naciones y llenaré de gloria esta casa. [1156] Esto lo dije al Sr. Prior de Denicé y a otras personas después de haberlo dicho al R.P. Gibalin, personas que nombraré cuando se requiera.

            Escribí al Sr. Abad de Verneuil, quien mandó de París a mi Secretaria Gravier para que me acompañara a Roanne y vino hasta Lyon donde mi sobrina Dumas, envió su litera para hacer el tan deseado viaje a Roanne y tan esperado por mis parientes y paisanos. El primer día me puse bastante enferma en la litera, me puse tan débil y agotada que casi me desvanecí y cuando llegué fue necesario me llevaran al barco hasta que se detuvo cerca de la casa La Galera. Me volví a ti y te dije: Señor, la galera y la patria son incompatibles; sin embargo, a mi llegada encuentro dulzura. ¿Qué será verse en la patria celestial, cuando en la terrena se olvidan los males? !Oh Dios, eres admirable.

            Mi alegría fue muy grande al ver acrecentada la devoción en el lugar de mi nacimiento. Tuve un gozo indecible cuando te adoré en la Iglesia parroquial donde había recibido la vida de la gracia por el sacramento de la regeneración; redoblé mis oraciones al [1157] ferviente y santo levita san Esteban, el primero de tus mártires que me hizo tantos favores, habiéndoseme abierto el cielo en su Iglesia; varias veces recordé la multitud de gracias que recibí por espacio de veintinueve años. Al estar recordando los favores pasados me hiciste otros nuevos mi divino Bienhechor. Recordé como había comulgado ahí casi todos los días con un gozo muy grande y oyendo varias Misas en diversos altares; la gran Misa cantada todos los días, elevaban mi espíritu y los días de fiestas solemnes no podía salir de la Iglesia sino haciendo violencia a mi espíritu.

            Este pueblo devoto me recordaba las ternuras que san Juan Crisóstomo tenía por su pueblo de Antioquía, del que era el buen Pastor y no tenía nada que igualase esta dignidad. Tenía el amor de pastora para tus ovejas y corderos en una piadosa sociedad natural, siéndolo de una manera mística y divina, en la que todo me encantaba.

            Mis enfermedades no me fueron tan sensibles y tú bendecías los remedios que por orden de los médicos tomaba. Bebía las aguas de san Herbam sin observar las reglas que ordinariamente me eran prescritas como a las personas que las [1158] toman en esta estación. Me fortificaron el estómago y me pusieron en tan buena disposición corporal que me parecía haber recibido una nueva constitución y salud para continuar trabajando por tu Orden y tu gloria. El celo que mostraba el Sr. Cura y todos los eclesiásticos de Roanne así como las personas de alta condición social, los pobres, los pequeños y los grandes, daba a mi espíritu una gran satisfacción, rogándote a ti, inspirador de todos los buenos consejos, aumentaras en nosotros tus gracias y nos fortificaras en tus deseos, bendiciéndolas con toda clase de bendiciones temporales y eternas.

            El día de tu abuela santa Ana no se me dieron los remedios, sino una hora después de haber oído la santa Misa y comulgado, lo que hacía siempre sin omitir la comunión desde hace 39 años que la recibo todos los días, aunque indigna. Después me vi obligada a permanecer en mi cuarto.

            Esta caritativa princesa, Madre de tu augusta Madre, se me apareció con gran dulzura testimoniándome que me ayudaría en el deseo que tenía para la gloria del Verbo Encarnado, al que podía decir: Eres carne de mi carne, lo mismo san Joaquín, ya que eres el Hijo de su única hija. [1159] Esto me alegró y en mi sencillez le dije: Señora, si el Sr. Cura viene hoy, veré que tú quieres que le cuente esta aparición y lo que me has dicho.

            No es mi costumbre pedir señales, temería faltar a la sencillez y confianza que ordinariamente tengo, pero que Dios no permita que el espíritu maligno me venga a engañar con visiones sin tenerlas, procurarlas, ni desearlas. Desde mi juventud le he rogado me conduzca por la fe que acerca a él las almas que no quieren más que su gloria y no la propia. Me convencí de que me habías movido a pedir esta señal, cuando vi entrar a mi cuarto al Sr. Cura, quien el día anterior me había ido a ver, sin acostumbrar él hacerlo tan frecuentemente.

            Admiré tu providencia que había permitido que el Señor de la Salle, el menor, eclesiástico muy devoto y noble por virtud y por familia, viniese a despedirse de mí para ir a Lyon yendo al encuentro de una litera en la que no pudo [1160] irse porque el conductor no quiso llevarlo, lo que supe hasta el día siguiente. Mi divino consejero, tú habías juzgado aquello a propósito para hacer saber al Sr. Cura tu voluntad. Mi secretaria le llevó los cuadernos de mis escritos que ya había hecho ver al Sr. de la Salle, con el permiso y voluntad del R.P. Gibalin.

            El día de san Ignacio fundador de tu Compañía comulgué en la Iglesia del colegio y rogué también al gran san Miguel, quien tantas veces me ha favorecido, que no fuese rechazada por este Príncipe de los ángeles. No pude volver a oír vísperas y el sermón, porque me encontré fuertemente indispuesta, fui a la que ordinariamente voy, a la Iglesia de san Esteban que está más cerca de la casa de mi hermana, en la que permanecí un poco más de tres meses, dándole a san Ignacio una excusa por no poder volver a la Iglesia del colegio. Tu bondad excusándome me dijo: Veni electa mea et ponam in te thronum meum (Ant, del Común de Vírg.). Ven, mi elegida, y pondré en ti mi trono; que él me amaba igual en esta Iglesia donde estaba sola con él y sus santos, los que tenían su placer y su gozo haciendo su voluntad.

            Elevando mi espíritu recibí favores que se pueden sentir pero no explicar. Varias veces que he asistido a esta Iglesia en días de fiestas solemnes o feriales, durante los tres meses, [1161] o sea desde del 25 de mayo hasta el día de la Natividad de tu santísima Madre, he dicho o escrito ya la mismo, por lo que ya no lo hago ahora.

            Después de haber comulgado en la capilla del Rosario, deshecha en lágrimas de ternura, recibí la bendición del Sr. Cura, al que consideraba en este lugar como mi querido Pastor. Al despedirme de todos estos sabios y piadosos eclesiásticos, tuve que hacerme violencia para separarme de todos, lo que me confundía indeciblemente. Hasta después de haber pasado la ribera del río Loire, detuviste mis lágrimas diciéndome que habías permitido estas ternuras para hacer ver que era hija espiritual de esta santa sociedad, y querida ciudadana de todos mis conciudadanos, que los habías bendecido y los bendecirías más hasta el fin, cumpliendo las promesas que me habías hecho para tu gloria y su santificación, deteniéndome en estas palabras del profeta Isaías: Ecce ego mittam in fundamentis Sion lapidem, probatum, angularem, pretiosum, in fundamento fundatum; qui crediderit, non festinet (Is_28_16). He aquí que yo pongo por fundamento en Sión una piedra elegida, angular, preciosa y fundamental: quien tuviere fe en ella no vacilará.

            La litera que me llevó me fue más favorable que la de mi sobrina, la que rehusé aunque estuviese más hermosa y sus [1162] caballos buenos y de gran precio, pero tenía más apariencia de lo que me era necesario para mi comodidad. El Señor Dumas, mi sobrino, quiso acompañarme con el Sr. Paradis, sobrino suyo, quien se quedó en Avignon para tomar el hábito de tu Compañía, mi Jesús y mi todo.

            El Sr. Dumas con el conductor volvieron a Roanne a la mañana siguiente, contento de que no me hubiera puesto mal. Te adoré al llegar en tu Sacramento de amor, encontrándote lleno de dulzura en tu santa montaña, haciéndome oír que aunque indigna de tus favores era la bienvenida, diciendo: Transivi per te, et vidi te; ecce tempus tuum, tempus amantium; et expandi amictum meum super te. Juravi tibi, et ingressus sum pactum tecum, ait Dominus Deus, et facta est mihi: Et lavi te aqua et emundavi sanguinem tuum ex te (Ez_16_8s). Entonces pasé yo junto a ti y te vi. Era tu tiempo, el tiempo de los amores. Extendí sobre ti el borde de mi manto; me comprometí con juramento, hice alianza contigo, oráculo de Yahveh, y tú fuiste mía. Te bañé con agua, lavé la sangre que te cubría. Haciéndome conocer que te habían agradado las aguas, las sangrías y todos los remedios que había tomado en Roanne, los que tú habías bendecido como ya dije antes; y la alegría con que recibía las visitas de los pobres más que las de los ricos, aunque hubiese tenido algunas incomodidades al tomar los alimentos y los remedios con horario muy variado, lo mismo cenaba a las 7, 8, 9 o 10 de la noche y algunos veces no lo hacía para no perder la comunión del día siguiente y [1163] oír la homilía. Tomaba los baños a las 7, 8 o 9 y algunas veces no podía salir de la iglesia sin hacerme violencia y no podía dejar los atractivos de tu bondad; y los días de fiesta solemne dejaba de beber y laxarme, extrañando a los médicos que estas interrupciones no me hiciesen ningún daño.

            Encontrándome en mejores disposiciones volví a tomar con empeño mis ocupaciones, necesitaba mi salud para consolar y asistir a casi todas mis hijas que encontré enfermas a mi regreso de Roanne, aunque tuvieron lo suficiente para los gastos de alimentos y medicinas. Continué en mi oficio de cocinera y en casi todos los oficios de la casa que son mi entretenimiento aunque sin omitir mi aplicación a los ejercicios espirituales, durmiendo el sueño místico en medio de fogones y calderos. Perseverando en mi franca y sincera sencillez, reprendía las faltas que veía te desagradaban porque eran contrarias a tu Espíritu, el cual no habita en los corazones [1164] dobles sabiendo lo que dice el Sirácide: Vae duplici corde, et labiis scelestis, et manibus malefacientibus, et peccatori terram ingredienti duabus viis (Si_2_14). Ay de los corazones flacos y las manos caídas, del pecador que va por senda doble.

            No me extraña que san Pedro no haya podido sufrir la mentira de Ananías y Safira, porque mentían al Espíritu Santo por la autoridad que tenía de ti, Verbo Encarnado que eres la verdad, los privó de la vida y los hizo enterrar por las personas que habían presenciado la mentira dicha por ellos. Que esto haga temer a todos aquellos que oyeron que mentir al Espíritu Santo, es difícil de perdonar: Et factus est timor magnus in universa ecclesia, et in omnes qui audierunt haec (Hch_5_11). Y un gran temor se apoderó de toda la Iglesia y de todos cuantos oyeron esto.

            No podría poner aquí el castigo justo que por muerte repentina o por accidente sufrieron 10 ó 12 personas que inventaron maliciosamente calumnias contra aquella que tú te dignas proteger por tu bondad y no por sus méritos, siendo toda para ti, de ti, y por ti. Te ruego les perdones la culpa eterna misericordioso Salvador, como te lo pido también para aquellas que todavía me ofenden y lo mismo para mi, que quieras perdonar mis pecados.

            [1165] San Gabriel, ruega al Verbo Encarnado nuestro amor, abrevie las semanas de prevaricación y que el pecado tenga fin y quiera aplicarnos los méritos de su muerte santificándonos por la unción de su Espíritu Santo y que la paz se haga en esta hija de deseos. Que el gran príncipe san Miguel venga en nuestra ayuda para vencer contigo a todos aquellos que resisten al divino querer. Que los príncipes celestes alaben a aquél que Daniel vio en una visión: Fluvius igneus rapidusque egrediebatur a facie ejus; millia millium ministrabant ei, et decies millies centena millia assistebant ei (Dn_7_10). Un río de fuego corría y manaba delante de él. Miles de millares le servían, miríadas de miríadas estaban de pie delante de él.

            Santo profeta, sé mi protector contra todos los enemigos de la verdad, la cual, para gloria del Anciano de días vencerá y triunfara de todo. Haz que experimentemos los oráculos del apóstol Pablo: Qui Sancti per fidem vicerunt regno operati sunt justitiam, adepti sunt repromissiones (Hb_11_33). Estos santos por la fe, sometieron reinos, hicieron justicia, alcanzaron las promesas. Sancti Dei omnes intercedere dignemini pro nostra omniumque salute (Oración para terminar el oficio). Santos todos de Dios, dignaos interceder por nosotros y nuestra salvación. Laetamini in Domino, et exultate, justi; et gloriamini, omnes recti corde (Sal_31_11). Alegraos en Yahveh, oh justos, exultad, gritad de gozo, todos los de recto corazón

Capítulo 162 - Mis devociones a san Martín, a la Presentación de la santísima Virgen, a santa Cecilia, a santa Catalina, a san Andrés y san Francisco Javier, quien te abrazaba tendido sobre tu cruz. Un cangrejo le sirvió de paje de honor, y como un fénix renació sobre el lecho de tu corazón que le apareció abierto.

            [1166] Encontrándome en la fiesta de todos los santos, en los que eres admirable: Exultabunt sancti in gloria, laetabuntur in cubilibus suis (Sal_149_5). Exalten de alegría sus amigos, desde su lecho griten de alegría. Quise saltar de alegría por su gloria, y alegrarme de su descanso, rogándoles alabaran tu grandeza con alabanzas, divinas que sus gargantas hiciesen resonar con júbilo tu gloria y que tomasen la espada de tu poder absoluto, para hacer justicia a todos aquellos que no siguen tus deseos. Escuché estas palabras dichas con toda justicia: Ut faciant in eis judicium conscriptum; gloria haec est omnibus sanctis ejus (Sal_149_9). Para aplicarles la sentencia escrita ¡será un honor, para todos sus amigos!

            [1167] En su día rogué a san Martín resistir a aquél que le dijo cuando estaba en esta vida, que le sería siempre contrario, y le supliqué continuara las bondades que durante años seguidos, había mostrado a la que tiene gran confianza en sus méritos. Este corazón inflamado que apareció llevando una espada de fuego sobre su cabeza, no despreció la debilidad de una hija favoreciéndola con su caridad, y preparándola a la venida y entrada del Rey del que recibió bendiciones indecibles. Señor, mi magnífico bienhechor, me concediste grandes favores el día de la presentación de tu amadísima Madre, haciéndome oír que la santísima Trinidad había recibido más por esta ofrenda, que todo lo que el cielo y la tierra le hubiesen podido ofrecer, y que el Espíritu Santo lleno de alegría te había querido formar un cuerpo de su purísima sustancia, al que tu alma se uniría [1168] por unión hipostática, a tu Persona divina, la que sería el soporte del uno y de la otra. Por él, esta maravillosa Madre pronunció su cántico: Magnificat anima mea Dominum; et exultavit spiritus meus in Deo salutari meo, etc. (Lc_1_46s). Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador.

            La mañana siguiente, día de santa Cecilia, quien te alaba según los anhelos del real profeta: in psalterio et cithara, in tympano et choro, in chordis et organo, in cimbalis jubilationis, (Sal_150_3s). Con arpa y con cítara, con tamboril y danza, con laúd y flauta, con címbalos sonoros, con címbalos de aclamación, acabando este Salmo, Omnis Spiritus laudet Dominum (Sal_150_6). Todo lo que respira alabe al Señor.

            Quisiste muy de mañana elevar a ti mi espíritu, concediéndome gracias que no puedo explicar; según tu magnificencia, fueron excesivamente grandes, favoreciéndome por una extensión inenarrable de tu amorosa Encarnación. Tu Espíritu Santo, en forma de paloma, con las alas extendidas permaneció largo tiempo sobre mi cabeza y mi pecho. Tu providencia me previno en la cama, eran como las tres de la mañana cuando me hiciste [1169] oír por varias veces: Fundabo te in saphiris (Is_54_11). Te fundaré sobre un zafiro. Esta repetición era para mí una música que alegraba mi alma. No pude sostener tantas delicias fuera de la cama, sin pasmarme como Esther. Al día siguiente, fiesta de san Clemente Papa, deseé tener mi conversación en el cielo, para admirar y adorar ahí la dulzura de tu clemencia haciéndonos esperar la maravillosa resurrección que volverá a nuestros cuerpos impasibles, comunicándoles por tu bondad, las cualidades de tu cuerpo glorioso.

            Con la docta santa Catalina, quería confundir la sabiduría mundana con tu doctrina que nos pone miel y leche sobre la lengua, y que esta boca que prometiste a tus apóstoles, convierta a los filósofos de la tierra [1170] en niños deseosos de esta leche de la que habla san Pedro, y que todos aquellos que están en las tinieblas del error sean favorecidos con esta grande y admirable luz que comunicaste al santo Patriarca de Alejandría que te confesó igual a tu divino Padre: Deum de Deo, lumen de lumine, Deum verum de Deo vero (Credo de la Misa), Dios de Dios, Luz de luz, Dios verdadero del verdadero Dios. Engendrado y no hecho, naciendo en el esplendor de santidad eterna antes de todos los siglos que fueron hechos por ti.

            El día del gran san Andrés que te amó fuerte y suavemente, cuando oyó a tu divino Precursor decir que eras el Cordero que quita los pecados del mundo, te siguió hasta la cruz donde tuvo el privilegio de presentar tus maravillas y de ser sacrificado por ti; después de haberte ofrecido en el altar, dándote al fiel en este sacramento de amor y de muerte.

            El día de aquél del cual todo el mar no puede amortiguar las llamas de su ardiente amor, san Francisco Javier, que pudo decir al morir que tus lámparas son todas de fuego, abrazándote [1171] acostado y tendido sobre tu cruz. El cangrejo te llevó a él entre sus manos; le sirvió de paje de honor, por no decir de navío que llevó su pan de lejos, del que estaba divinamente saciado, diciendo: Satis est Domine, satis est. Basta, Señor, basta. Acabó su vida mortal en tus sagrados abrazos y divinas iluminaciones, renaciendo como un fénix sobre el lecho amoroso de tu divino corazón que le apareció abierto, como cuando él se abría el pecho porque tus llamas lo urgían a expirar, buscando aire para respirar, diciendo que el mundo era demasiado pequeño para servir a un Dios tan grande, el que le dio la voz y la palabra; así que se puede decir de él: In omnem terram exivit sonus eorum et in fines orbis terrae verba eorum. In sole posuit tabernaculum suum; et ipse tanquam sponsus procedens de thalamo suo exultavit ut gigas ad currendam viam. [1172] (Sal_18_5s). Mas por toda la tierra se adivinan los rasgos, y sus giros hasta el confín del mundo. En el mar levantó para el sol una tienda, y él, como un esposo que sale de su tálamo, se recrea, cual atleta, corriendo su carrera.

            Nec est qui se abscondat a calore ejus (Sal_18_7). Sin que haya nada que a su ardor escape. Su carrera fue prodigiosa, su cela apostólico lo hizo un gran apóstol y un gran santo.

Capítulo 163 - Que santa Ana es el manantial de la fuente y vena de vida. San Joaquín y santa Ana han sido unidos en su hija, y por ella a Jesucristo.

            El día de la Inmaculada Concepción de tu purísima Madre, fui tratada con gran benignidad por tu Espíritu, el cual me hizo ver la fecundidad inexplicable y maravillosa de tu abuela santa Ana. La vi en forma de paloma, y me enseñó que había sido hecha semejante a la que amaba y era las [1173] delicias de la santísima Trinidad. El Padre eterno recibió de ella a la Hija por excelencia. El Hijo la respetaba como aquella que le cuidaba y nutría a una Madre que era y sería el milagro de los milagros. El Espíritu Santo la iluminaba y protegía como al manantial de la fuente y vena de vida, de la que él quiso formar un cuerpo al Verbo Increado, que debía ser el Verbo Encarnado, la gloria y bienaventuranza de los hombres y de los ángeles, dándome entonces el gusto anticipado y las arras, elevándome en espíritu a una sublime y arrebatadora contemplación.

            Me vinieron a la memoria estos versos que hice y dije en mis primeras años estando en la casa de mi padre, y en un santo entusiasmo y transporte de amor los escribí: Cierra tu boca a la queja, madre de la Virgen santa, que bastante has suspirado porque tu seno, por mucho tiempo permaneció estéril [1174] pero ahora tu tristeza se ha borrado totalmente, pues nunca se encontrará en el mundo otra mujer tan fecunda, que en esta gracia te iguale. Abuela del Omnipotente tu única Hija, por todos sus privilegios, vale más que el universo, y la voz mejor dotada, nunca llegará a alabarla lo suficiente. Si a esta doncella, árbol de vida llamamos, con toda seguridad afirmo que la tierra que le dio el ser, es otro paraíso: y desde luego la prefiero a las más hermosas estrellas que en el firmamento brillan, pues si la comparo con ellas: el sol me parece menos brillante y la luna menos bella. J. de Matel

            [1175] Si al comienzo del Génesis, la Palabra santa dice hablando de Adán y de Eva: Erunt duo in carne una (Gn_2_24). Y se hacen una sola carne; san Joaquín, esposo de santa Ana, fueron dos unidos en uno por antonomasia, en María su hija, y por ella, a ti, divino Verbo hecho carne de su carne, pero carne que es la vida del mundo, llevada por la divina hipóstasis sobre la que el Espíritu Santo descansa y hace su morada cambiando las palabras pronunciadas contra las gentes criminales que pervirtieron por sus vicios y su espíritu a su carne, en el tiempo del diluvio. Non permanebit Spiritus meus in homine in aeternum quia caro est (Gn_6_3). No permanecerá para siempre mi Espíritu en el hombre porque no es más que carne. Pero el profeta Isaías, de la raza real dice que cambió su justicia en arrepentimiento, viniendo a nosotros por la inclinación de su bondad, asegurándonos que este espíritu de pureza reposará sobre el humilde Joaquín y la agradable santa Ana, cuyo nombre significa gracia.

            Te suplico, mi divino Salvador, que por san Joaquín, te prepares en mí tu morada y que quieras por la gracia de santa Ana adornarla: Verbo Domini caeli firmati sunt; et spiritus oris ejus omnis virtus eorum (Sal_32_6). Por la palabra de Yahveh fueron hechos los cielos, por el soplo de su boca todo su ejército.

Capítulo 164 - No se debe juzgar por las apariencias, sino dejarle el juicio a Dios que ve el corazón y los ojos. Solo él puede enjugar las lágrimas de su amada a quien fortifica en las angustiosas aflicciones de la noche del milagro. El día que Dios se hizo hombre apareció nuestro Amor.

            [1176] Así como no se encuentran en esta tierra las rosas sin espinas, así mientras los humildes y bienaventurados del cielo me favorecían, los envidiosos en la tierra ávidos de su propia gloria no olvidaron nada para perseguirme. Los demonios que no duermen, les suscitan bajo apariencia de celo por tu gloria, censurar y blasfemar contra lo que ellos no pueden comprender, y con un espíritu precipitado como torbellino condenan la paciente perseverancia, para ellos cobardía o frialdad, sin considerar que tu espíritu, mi Salvador, no está en el torbellino de su empresa e impetuosidad natural, ni en el fuego de su presunción. David nos advierte no levantarnos antes del [1177] día mientras comamos el pan de dolor y bebamos el agua de las tribulaciones y angustias. Esto ha sido, es, y será el alimento ordinario de mi espíritu sostenido en el abatimiento de mi cuerpo, las aflicciones que sufro desde hace varios años, habrían hecho morir a muchos, pero a mí me sostienes con el pan de los fuertes, por lo que te digo: Parasti in conspectu meo mensam, adversus eos qui tribulant me (Sal_22_5). Tú preparas ante mí una mesa frente a mis adversarios.

            Es tu paternal bondad la que permite que sufra tantas persecuciones; y de mis queridas hijas, por las que desearía descansar con dulzura de los negocios de mis casas. Dame tanto espíritu y bendiciones como tu amor dio al rey profeta en esta dolorosa vida, cuando su hijo Absalón lo quitó por un tiempo de su trono, obligándolo con sus violencias no controladas a salir de Jerusalén con un pequeño número de sus más fieles [1178] amigos y pasar el torrente Cedrón, llevando con ellos el Arca de la Alianza y de tus maravillas, la que él hizo regresar a la ciudad confiándose en tu voluntad y renunciando a la suya: Et dixit Rex ad Sadoc: reporta arcam Dei in urbem. Si invenero gratiam in oculis Domini, reducet me et ostendet mihi eam, et tabernaculum suum. Si autem dixerit mihi: non places: praesto sum, faciat quod bonum est coram se (2S_15_25s). Dijo el Rey a Sadoc: Haz volver el arca de Dios a la ciudad. Si he hallado gracia a los ojos de Yahveh me hará volver y me permitirá ver el arca y su morada. Y si él dice: No me has agradado, estoy listo, que me haga lo que mejor le parezca.

            También dijo David al sacerdote Sadoc: Videns, revertere in civitatem in pace (2S_15s). Mirad, volveos en paz a la ciudad. Porro David ascendebat clivum Olivarum scandens et flens, nudis pedibus, incedens, et operto capite, sed et omnis populus, qui erat cum eo, operto capite ascendebat plorans, (2S_15_30). David subía la cuesta de los olivos, subía llorando con la cabeza cubierta y los pies desnudos; y toda la gente que estaba con él había cubierto su cabeza y subía la cuesta llorando. Cuando supo que Ajitofel estaba en la conjuración con Absalón te dijo, Señor; infatua, quaeso, Domine, consilium Achitophel (2S_15_31). Vuelve necios Yahvéh, los consejos de Ajitófel.

            Es lo que hiciste, mi Señor y mi Dios, por tu providencia, hiciste que el consejo de Jusay, amigo de David, fuese preferido al de Ajitofél quien se vio obligado a volver a su casa y después de haber [1179] puesto en orden los negocios de su casa él mismo se ahorcó, olvidando los intereses eternos y la salvación de su alma. David por su confianza en ti fue escuchado pero siguió amando tanto al rebelde Absalón que le había hecho salir de Jerusalén por su soberbia presunción. Quedó suspendido en un árbol por sus cabellos señal de su vanidad y ahí fue atravesado por tres lanzas y puesto enseguida en una gran fosa donde su cuerpo fue cubierto de piedras. Su corazón fue más duro que el mármol hacia el de su padre David que era como cera fundida dentro de su pecho, haciéndole decir y repetir: Fili mi Absalom, Absalom fili mi: quis mhi tribuat ut ego moriar pro te, fili mi, fili mi Absalom (2S_19_1). Absalón, hijo mío, hijo mío Absalón! Quién me diera haber muerto en tu lugar, Absalón, hijo mío, hijo mío.

            Absalón fingió rendirte votos y ofrecerte sacrificios en reconocimiento de la libertad que había obtenido de la bondad de su padre David, diciéndole: Vade in pace. Et surrexit et abiit in Hebron. Misit autem Absalom exploratores in universas tribus Israel dicens: Statim ut audieritis clangorem [1180] buccinae, dicite: regnavit Absalom in Hebrón (2S_15_9s). Vete en paz. El se levantó y se fue a Hebrón. Envió Absalón mensajeros a todas las tribus de Israel diciendo: cuando oigan sonar el cuerno decid: Absalón se ha proclamado Rey en Hebrón. Los 200 hombres que había escogido para ir a Jerusalén; euntes simplici corde, et causam penitus ignorantes, accersivit quoque Absalom Achitofel, Gilonitem consiliarium David de civitate sua Gilo. Cumque inmolaret victimas, facta est conjuratio valida, populusque concurrens augebatur cum Absalom. Venit igitur nuntius ad David, dicens: toto corde univers Israel sequitur Absalom (2S_15_11s). Eran inocentes y ni sabían absolutamente nada. Absalón mandó a buscar a su ciudad de Guiló a Ajitófel el guilonita, consejero de David, y lo tuvo consigo cuando ofrecía los sacrificios. Así la conjuración se fortalecía y los partidarios de Absalón iban aumentando. Vino uno que avisó a David: El corazón de los hombres de Israel va tras Absalón.

            Para conservar su vida y a su pueblo fiel, David salió de Jerusalén, pero sin dejar de amar a su hijo Absalón, el cual se portó como ya se dijo. Ordenó a Joab y a todo su ejército no matar a su hijo Absalón que reinaba en su corazón, puesto que el alma del amado está más en lo que ama que en la que anima.

            Todas estas bondades paternales, despreciadas por este hijo pérfido y rebelde, cambió por tu justa indignación el género de muerte que mereció su soberbia. ¡Ay, Ay! mi Juez soberano, temo que sólo veamos hasta el fin, las invenciones de aquellos espíritus que desean y buscan con pasión reinar en este mundo de confusión y nos asombraremos de ello.

            [1181] Algunos dicen que aquellos que han sido sorprendidos por su simplicidad y buscan los honores y el reino temporal, merecen reinar pero algún día cambiaran de modo de pensar. Hazme conocer tus divinas voluntades, mi Oráculo sagrado, por medio de la clave que me has enseñado y dado para conocerlas, o por inspiración. Hija mía, tú sabes bien que aquellos que ignoran mis deseos juzgan sólo las apariencias, y yo miro el corazón y el tuyo que por mi bondad he hecho igual al mío. Te he manifestado como un Samuel: Positus a Deo. Puesto por Dios.

            Tú sabes, Señor, que no he recibido paga de todas aquellas que gobierno como madre, a las que solo he procurado orientar e instruir en tus voluntades, y se les desprecia más que a mí que no deseo otra cosa que tu amor. Hija mía, soy yo mismo quien resiente las impertinencias e injusticias de aquellos y aquellas que resisten mi voluntad, que por el contrario [1182] deberían buscar. Por mucho tiempo he tenido paciencia, pero por mi te juro en mi ira que no entrarán en mi descanso eterno. No daré mi gloria a ningún otro, porque soy el Señor Todopoderoso.

            A estas palabras, tú sabes mi Señor, que mi corazón se deshacía en dos fuentes de lágrimas que corrían de mis ojos, y que no despreciabas sino que me decías que fuese inquebrantable como el monte Sión, que era Débora, madre en Israel y que juzgase bajo la palma de tus victorias a tu pueblo. Me dijiste que edificase un templo y que con una mano hiciese la obra y con la otra sostuviese la espada, como se hizo en el tiempo de aquellos dos grandes capitanes cuando Jerusalén fue reedificada y tu templo purificado.

            La gran santa Lucía acrecentó los días, si bien no me iluminaban completamente. Aproximándose el Sol entré en tus potencias a pesar de no haber estudiado letras ni las máximas de la política. [1183] Al ver tu grandeza sentada sobre los querubines, la cual miraba y penetraba los abismos, fui confirmada en mis esperanzas. santo Tomás me hizo grandes favores; él es un abismo de gracia y de gloria, desde que te dijo: Dominus meus, et Deus meus (Jn_20_28). Señor mío y Dios mío. En un abismo de confusión la invoqué animada por la compasión que tenías de mis penas las que consolaste de una manera para mí inexplicable.

            Me veías verter lágrimas por la ceguera de una persona exaltada por tus bondades pero apegada a las grandezas que pasan. Tu indigna sierva había orado por esta persona y tú no habías rechazado sus plegarias. Nuestro caritativo médico, el Sr. Guillemin, que no es indiferente a lo que me hace sufrir, se conmovió de mis lágrimas porque es generoso. No quería hacerme ver sus penas y me dejó sola en el locutorio en medio de mis sufrimientos, ya eran como las 5 de la tarde.

            Atravesé mi cuarto para ir a verter mi corazón [1184] por mis ojos cerca de tu tabernáculo, en donde haces cuando te place, tu gran milagro, tus antitesis y tus antiperístasis por esta poca agua vertida sobre el corazón que tú iluminas, tu lo haces ardiente y a nuestras lámparas todas en llamas, que los ríos y aún los torrentes no pueden amortiguar, menos detener. Si el más rico de los hombres diese toda su sustancia, a la que él está fuertemente ligado como a su gloria; el alma que está unida a ti, mi divino amador, no estimaría todas sus grandezas sino como una insignificante paja una nada. Tú enjugaste mis lágrimas en la puerta de tu paraíso, en la capilla cerca de tu altar.

            La noche de Navidad me hiciste oír: Veni in hortum meum, soror mea, sponsa; messui myrrham meam cum aromatibus meis, comedi favum cum melle meo: bibi vinum meum cum lacte meo (Ct_5_1). Ya he entrado en mi huerto, hermana mía, novia mía; he tomado mi mirra con mi bálsamo, he comido mi miel con mi panal, he bebido mi vino con mi leche. Fuiste para mi toda flor y todo fruto, no solamente la noche del [1185] milagro, sino toda la octava de tu milagrosa Natividad y me dijiste: Hija mía, se te censura que me llames tu Amor y des en este nombre tus saludos, esto es demasiado favor para los grandes de la tierra. El apóstol que fue llevado al paraíso y vio los excesos de este amor, saludó en el nombre del Señor a los Corintios: Salutant vos in Domino multum. Salutam vos omnes fratres. Salutatio mea manu Pauli. Si quis non amat Dominum Nostrum Jesum Christum, sit anathema, Maran Atha, y después agrega: Gratia Domini nostri Jesum Christi vobiscum. Charitas mea cum omnibus vobis in Christo Jesu. Amen (1Co_16_19s). Os saludan en el Señor. Os saludan todos los hermanos. El saludo va de mi mano, Pablo. El que no ama al Señor, ¡sea anatema! Maran Atha. !Que la gracia del Señor Jesús sea con vosotros! Os amo a todos en Cristo Jesús. Amen.

Capítulo 165 - Año 1659. Los regalos que el divino amor da a su esposa. Es el esposo floreciendo y el campo bendecido. La esposa es como las ovejas que entran y salen limpias al lavarlas, unidas y como palomas que anidan en el agujero de la peña escondida, donde ella tiene su comida y su descanso, contemplando los ríos de gracias y la unidad de la esencia y la distinción de personas.

            [1186] Fuiste todo bondad, divino Niño, el día de tu circuncisión de 1659. Me diste por regalo o aguinaldo, tu sangre y tu esperanza, habiendo arrebatado la mía por el exceso de tu amor y el resplandor de tus bondades, tu unción que hizo brillar más en esplendor tus benignas gracias reproduciéndote maravillosamente. Adoré la continuidad de tu sacrificio sobre nuestros altares, es necesario cegarse en esas luces y decir con David: Dominus, illuminatio mea et salus mea (Sal_26_1). Et nox dies illuminabitur. Et nox illuminatio mea in deliciis meis (Sal_138_11s). Yahveh es mi luz y mi salvación. Y la noche es luminosa como el día. Y la noche sea en torno a mí un ceñidor.

            El día de reyes y toda la octava, fueron días en que quisiste se orara por la paz y porque tus profetas fuesen reconocidos como verdaderos. Quisiste confirmar en la Jerusalén celestial, lo que se había oído en la tierra cuando tus profetas dijeron las palabras del Apocalipsis: Nunc facta est salus et virtus; et regnum Dei nostri. Propterea laetamini caeli, et qui habitatis in eis (Ap_12_10s). Ahora ya ha llegado la salvación, el poder y el reinado de nuestro Dios. Por eso, regocijaos cielos y los que en ellos habitáis.

            Me concediste muchas gracias el día de [1187] san Hilario y de san Pablo, primer ermitaño, pero sería muy largo ponerlas aquí, sobre todo ahora en que tengo un fuerte dolor de cabeza; las dejaré para otro lugar, al fin que ya las dije al R.P. Gibalin, mi director El 17 rogué a ese gran anacoreta, padre de tantos monjes santos, que quisiese visitarnos y que el cielo multiplicara sus gracias por sus visitas que nos harán agradables a aquél que es la flor de los campos y el lirio de los valles, y que dijo: Pulchritudo agri mecum est (Sal_49_11). Mías son las bestias de los campos. Esposo florido, eres tú el campo bendecido por tu divino Padre. La esposa que sale de ella misma, para entrar en tu gozo de bellezas inmensas, sale de la nada y entra en el todo.

            Magníficamente me trataste el día de la cátedra de san Pedro. Vi una procesión en la que iba una de mis hijas, que con todo el mundo cantaba: Laetatus sum in his quae dicta sum mihi: in domum Domini ibimus, etc. (Sal_121_1). ¡Oh qué alegría cuando me dijeron: Vamos a la casa de Yahvéh! etc. [1188] La corte de la tierra había dejado Lyon y la del cielo vino para hacerme favores celestes y divinos, alojándote por una real benevolencia, en la casa que te pertenece, haciéndome oír que era tu morada, tu amable Sión, pronunciando el Salmo: Fundamenta ejus in montibus sanctis, diligit, Dominus portas Sion super omnia tabernacula Jacob gloriosa dicta sunt de te, civitas Dei! etc.(Sal_86_13). Su fundación sobre los altos montes ama Yahvéh: las puertas de Sión más que todas las moradas de Jacob. Glorias se dicen de ti, ciudad de Dios, etc.

            Me dijiste que amabas más las puertas de esta Sión, que todos los tabernáculos de Jacob, que te había agradado mi retiro porque no había salido para ver la que atrae los corazones por los ojos, y la insinúa por los oídos volviéndolos esclavos de los placeres aparentes del mundo que está fundado en malicia, según dice tu discípulo amado que prohibió a sus hijos espirituales amar el mundo y todo lo que está en él: Nolite diligere mundum, neque ea quae in mundo sunt (Jn_2_15). No améis al mundo ni lo que hay en el mundo. El alma que permanece [1189] en retiro y en soledad, experimenta esto que dijo el profeta Jeremías: Sedebit solitarius, et tacebit, quia levavit super se (Lm_3_28). Que se siente solitario y silencioso, cuando el Señor se lo impone. Y sus otras palabras: En la esperanza y el silencio estará mi fuerza. Pars mea Dominus, dixit anima mea; propterea expectabo eum (Lm_3_24). Mi porción en Yahveh dice mi alma, por eso en él espero.

            Si él tarda, es necesario tener paciencia. Vendrá sin duda porque con deseo quiere ser deseado. Qui crediderit in eum, non confundetur (1P_2_6). Y el que crea en ella, la piedra angular no será confundido. Te deseaba, mi Salvador, como deseo las colinas eternas y te decía como san Pedro que no podía ir a otros, porque tú tienes la palabra eminente de vida; aquél a quien tres veces le preguntaste si te amaba más que los que estaban allí presentes y más que todo le encomendabas, toda la Iglesia, todos los corderos y ovejas a quienes le mandabas repartir el alimento espiritual del pan de vida y del entendimiento.

            El día 20 consideré las flechas del noble y maravilloso mártir san Sebastián, las que estaban tan brillantes que alegraron [1190] al cielo y a la tierra que admiraron su constante generosidad. Podía decir gloriosamente: Tetendit arcum suum, et posuit me quasi signum ad sagittam; misit in renibus meis filias pharetrae, suae (Lm_3_12s). Ha tensado su arco y me ha fijado como blanco de sus flechas, ha clavado en mis lomos las flechas de su aljaba. Su cuerpo estaba casi todo traspasado, pero su espíritu emprendió el vuelo, volando a tu costado abierto no sólo por la lanza de Longinos, sino por el amor de tu corazón afligido por el mismo amor, que ama más sus angustias que todo consuelo. Estas son las puertas de justicia por las que entran los justos, son también las puertas de caridad por las que entran las almas amorosas y de ahí salen con abundancia de gracias y bienes que distribuyen a su prójimo.

            El día siguiente, admiré la gracia de tu incomparable Inés, con las mejillas adornadas con sangre preciosa, fuente de belleza; ella y sus santas compañeras me parecieron como las ovejas que entran y salen puras de este lavadero sagrado y [1191] palomas en estos agujeros de las peñas donde descansan viendo allí todo bien mucho mejor que Moisés, que te suplicó ver tu cara, pues lo amabas y lo conocías, bendiciéndolo según su propio nombre al retirarlo de las aguas por la hija del Faraón y confiándole el paso del Mar Rojo. Por el amor que le tenías marchabas delante de él y de todo tu pueblo y hablabas con él. Loquebatur autem Dominus ad Moysem facie ad faciem, sicut solet loqui homo ad amicum suum (Ex_3_3s). Yahveh hablaba con Moisés cara a cara, como habla un hombre con su amigo.

            Después le diste muchas señales de amistad: Non poteris videre faciem meam; non enim videbit me homo et vivet (Ex_33_20). Pero mi rostro no podrás verlo, porque no puede el hombre verme y seguir viviendo. Toda la gracia que te puedo hacer es: Ecce, inquit, est locus apud me, et stabis supra petram, cumque transibit gloria mea, ponam te in foramine petrae et protegam: tollamque manum meam, et videbis posteriora mea; faciem autem meam videre non poteris (Ex_33_21s). Mira, hay un lugar junto a mí: tú te colocarás sobre la peña y al pasar mi gloria, te pondré en una hendidura de la peña y te cubriré con mi mano hasta que yo haya pasado; luego apartaré mi mano, para que veas mis espaldas; pero mi rostro no se puede ver.

            [1192] Querido Amor, la ley escrita sobre papeles no era la ley de gracia impresa en los corazones o esparcida en los cielos por tu propio corazón, al que invitas a tus virginales esposas a tomar su delicioso alimento y amoroso descanso. No viven por su vida humana sino por la tuya divina. Han sufrido par ti martirios y muertes crueles, y así han vencido a los tiranos; las fieras y los tormentos no las han espantado ni aún a las de muy poca edad. Las palomas anidan en ti y observan el agua y la sangre, como san Juan, sus ojos bañados de leche fijan su vista sobre tus ríos de gracias: Super rivulos aquarum quae lacte sunt lotae, et resident juxta fluenta plenissima (Ct_5_12). Junto arroyos de agua, bañándose en leche, posadas junto a un estanque.

            Ellas contemplan la unidad en la esencia y la distinción de los soportes que son los ríos tan abundantes como su fuente. Toda la naturaleza está en el Hijo y en el Espíritu Santo con la misma plenitud [1193] que en el Padre, que es la fuente de toda la divina Trinidad.

            Me hiciste grandes favores, mi Salvador, el día de la conversión de tu apóstol, al que llamaste tú, Señor de la gloria, a la hora de mediodía. Atrajiste a san Pablo por tu luz a pesar de su fuerza. Jericó fue abatida al son de trompetas y el arca fue llevada por los levitas que la rodearon siete veces. San Pablo fue abatido y vencido por tu luz y tu voz, más fuerte que el son de trompetas.

            ¡Oh querido Amor! si te agradara cambiar a tus enemigos que te persiguen y hacer de ellos vasos de elección y de amor, qué alegría habría en el cielo al oír que estos perseguidores se habían vuelto tus predicadores a su imitación, sometiéndose a todas tus voluntades. Tú la puedes, Verbo Encarnado, porque eres todopoderoso, [1194] sabio y bueno: Quia non erit impossibili apud Deum omne Verbum (Lc_1_37). Porque ninguna cosa es imposible para Dios. Dijo san Gabriel a tu Virgen Madre.

            El 26 contemplé la ardiente llama que ardía en el corazón de san Policarpo, la que me hizo ver que la gracia triunfa donde la naturaleza es débil, como en la ancianidad que es toda de hielo. David, tan belicoso en su adolescencia, y todo fuego en su edad viril, se vuelve como hielo en su ancianidad. Las puertas del cielo no estaban abiertas en la ley escrita para ser a la hora de la muerte inflamado el deseo de entrar al cielo. Fue necesario que san Juan Bautista descendiese al limbo inflamado de amor, lo mismo que san José, san Joaquín y santa Ana. Era a propósito, hasta conveniente y necesario, que Cristo padeciese, muriese y fuese sepultado, para que descendiese a las partes inferiores de la tierra, para ahí dar fuerza y valor a las almas santas que estaban prisioneras y llevarlas después de él, antes de subir sobre todos los cielos para hacerse el cielo supremo, esto es lo que con espíritu [1195] profético había dicho David: Christus ascendens in altum captivam duxit captivitatem: dedit dona hominibus (Ef_4_8). Subiendo a la altura, llevó cautivos y dio dones a los hombres. San Policarpo recibió estos dones, inflamado por los ardores del amor de su soberano Pontífice; penetró en los cielos abrasado, después de haber puesto fuego en la tierra deseaba quemar los corazones, haciendo en ellos una hoguera cuya llama se elevara al que es Hombre-Dios, todo fuego y llamas, las que todas las aguas del pecado no han podido apagar, ni toda la envidia del infierno disminuir su caridad hacia los hombres; conociendo a aquellos que son suyos, los ha probado en esta hoguera y los recibe como holocaustos.

            El 27 admiré la elocuencia de san Juan Crisóstomo, la cual procedía del amor depurado que tenía en su corazón, de la abundancia del cual esta Boca de Oro hablaba. Es el río del paraíso que es más claro que el cristal. Es este río de fuego que [1196] procede de la fuerza de Dios, con el que este gran santo se había identificado pero sobre todo durante la celebración de los grandes misterios, en donde las potencias sobre-elevadas temblaban, y las dominaciones celestes adoraban con un santo temor, y los serafines velaban los pies y la cara cantando sin cesar: Santo, Santo, Santo.

            El 28 me extasié viendo a una virgen que llevaba un cordero acompañada de un numeroso grupo de vírgenes resplandecientes que cantaban con una admirable armonía, volando y danzando con una cadencia maravillosa, la cual no puede ser imitada ni cantada más que por la integridad de esas nubes aladas que el profeta Isaías admira sin saber quiénes son, exclamando: Qui sunt isti qui ut nubes volant, et quasi columbae ad fenestras suas? (Is_60_8). Quiénes son éstos que como nube vuelan, como palomas a sus palomares?

            Santo profeta, son vírgenes adornadas de blanco y rojo, en las cuales como en las nubes el sol se refleja, son palomas que tienen derecho de entrar en sus ventanas, que son las llagas sagradas del Salvador, donde ellas habitan [1197] como esposas puras el día de sus grandezas que el Cardenal de Bérulle ha reconocido haciendo que su Congregación la solemnice con octava. En esta fiesta los ojos del amor hacen maravillosas ascensiones: Et sublevatis oculis in caelum, dixit: Pater, venit hora (Jn_17_1). Y alzando los ojos al cielo, dijo: Padre, ha llegado la hora.

            Esta águila imperial desafió a su aguilucho, san Juan virgen, a sus elevaciones y a contemplar sus claridades adorables, rayos muy resplandecientes del Sol de justicia, desde que dejó el mundo para ir a su Padre. Le pagó rigurosamente para cedernos sus dulces claridades que tenía como propias antes que el mundo fuese creado, poseyéndolas en su gloria como esplendor y figura de su sustancia, llevando toda la palabra de su virtud, siendo la imagen de su bondad y el espejo sin mancha de la Majestad.

            [1198] No puedo expresar las gracias que con alegría recibí el primero de febrero de 1659, este gran santo, Porta-Dios, el cual llenando el cielo y la tierra no dejó vacía el alma que no desea más que a él, su amor crucificado, que atándolo a la cruz, le hizo comprender que su justicia había pagado lo que ella debía por sus pecados del cuerpo y del espíritu: Donans vobis omnia delicta, delens quod adversus nos erat chirographum decreti, quod erat contrarium nobis, et ipsum tulit de medio, affigens illud cruci: et expolians principatus, et potestades, traduxit confidenter, palam triumphans illos in semetipso (Col_2_13s). Nos perdonó todos nuestros delitos. Canceló la nota de cargo que había contra nosotros, la de las prescripciones con sus cláusulas desfavorables, y la suprimió clavándola en la cruz. Y una vez despojados los Principados y las Potestades, los exhibió públicamente, incorporándolos a su cortejo triunfal.

Capítulo 166 - Fui librada por la Providencia de una caída peligrosa. En mi oración pedí tener la suerte de los santos. Una noche fui visitada por santa Magdalena que se inclinó sobre mi cara,

            [1199] El día de la purificación, del año 1659, de aquella que tú has transfigurado momento a momento de claridad en claridad, de pureza en pureza, hasta que ha sido transformada por tu Espíritu, revestida de ti, Sol de justicia y del esplendor que ilumina cielo y tierra, medité que siendo tu Virgen Madre, y tú su hijo divino, te ofrece al Padre como el cordero de Dios que quita los pecados del mundo, que alumbra por su propia virtud sin que tengan necesidad de sol las almas en donde esta divina Madre hace su amorosa morada.

            A san Blas en su día, le pedí varias veces nos librara enteramente de una persona, que detiene en el camino el curso de tus gracias para la alimentación espiritual de tus esposas y que nos hace sufrir mucho. [1200] Los días de las santas Verónica, Águeda, Dorotea, Apolonia y Escolástica, las puse como intercesoras muy especialmente en la Misa pero también en muchos otros momentos del día y puesta mi confianza en ellas recibí insignes favores, a las que tú recompensaste y, recompensarás con acrecentamiento de su gloria. El día de san Simeón, 1659, Obispo de Jerusalén, tu primo según la carne, y tu fiel imitador que tuvo la gracia de morir en cruz por ti, a la edad de ciento veinte años, yendo de la Iglesia militante a la triunfante me concediste una gran alegría.

            El 20 de febrero de este mismo año, jueves de Sexagésima, medité en lo que dice la epístola, de este día o del domingo, no recuerdo. San Pablo describe los diversos peligros en que ha estado, causados por diversas personas y en diversos lugares, tanto en el espíritu como en el cuerpo, los que [1201] por la gracia que haces a las almas que se confían en tu bondad, ellas son libradas.

            En la mañana subí al coro de san José, en donde se nos da la comunión, que hice agrandar para tener más espacio si se quería decir ahí el Oficio divino y dar el santo hábito. Los carpinteros habían dejado sobrepuestas las dos puertas de la ventana del centro que da al patio como vi unas virutas que podían servir muy bien para el fuego y preparar la comida, y como de ordinario era yo la cocinera, las recogí para arrojarlas por la ventana, que creí que estaba sujeta con pedazos de madera clavado como las otras que formaban la clausura de este coro, pero no lo estaba. Miré abajo para no interrumpir a los obreros que trabajaban en la construcción de la barda de la calle Epies, pensando que la ventana no se abriría y estuve a punto de caer al patio adoquinado de una altura de dos pisos, caída de la que sería casi imposible no morir.

            Como no tuve un punto para detenerme en este evidente [1202] peligro, ni tiempo para retirarme, con el cuerpo pesado e inclinado, tu divina providencia o tus ángeles asistentes me retiraron hacia atrás, y no se el nombre de estos seres caritativos que me libraron de este golpe.

            Al verme así librada de este tan gran peligro, no podía reponerme de mi asombro. El pensamiento de esta caída con frecuencia me ha espantado obligándome a sentarme para admirar y agradecer tu bondad, mi Señor, y sentirme nuevamente obligada a darte gracias por esta protección divina y angélica y de enmendarme de mis faltas. Ruego a todos tus santos y santas y a mis ángeles guardianes a los que estoy tan obligada, te agradezcan y rueguen que evite las caídas del pecado y de todo lo que no es de tu agrado.

            El día de san Matías te pedí por su intercesión, como acostumbro, la suerte de [1203] los santos en la luz de tus bendiciones, y que mi corazón te sea fiel, ya que tú miras los corazones, como te dijo san Pedro y todos los que se habían reunido para constituir y elegir a aquél que tu Espíritu Santo quisiera poner en lugar de Judas el traidor.

            Al principio de la cuaresma oré especialmente por dos de mis hijas a quienes tú habías inspirado tomar el santo hábito. Pedí por intercesión de santa Magdalena en honor de la cual hice celebrar 9 misas para doblegar los corazones de algunos que se oponían a este hecho; les testimonié que continuaría rezando a esta poderosa abogada de aquellos y aquellas que se confían en tu amor, de la que él toma la causa para defenderla y sostenerla. Protege, divino Amor, a estas buenas hijas y su piadoso deseo que es para tu gloria.

            Frecuentemente despierto, [1204] alrededor de las tres a cuatro de la mañana y no puedo dormir un sueño largo, lo que me debilita e indispone; a veces no he dormido hasta la medía noche y una de la mañana, pero no siempre me levanto para rezar, sino que confiándome en tu amorosa bondad, te hablo o te escucho acostada, como se pinta a santa Magdalena. Una de estas noches la vi venir a mi cama de una manera y porte majestuoso, revestida de azul celeste realzada con bordados de diversos colores, su cara radiante de hermosura, sus ojos llenos de bondad atraían mi corazón por su dulzura; sus cabellos hermosos y dorados esparcidos graciosamente sobre sus espaldas y una parte sobre sus mejillas, las que parecían un pedazo de jardín: Sicut areolae aromatum, consitae a pigmentariis (Ct_5_13). Eran de balsameras, macizos de perfumes. Las flores extasiaban los ojos; sus cabellos admirables servían de velo delicado y claro para hacerla ver la misma belleza, pudiéndola todavía decir: Sicut fragmen mali punici, ita genae tuae, absque eo quod intrinsecus late; sicut turris David collum tuum quae aedificata est cum propugnaculis, mille clypei penden ex ea, omnis armatura fortium (Ct_4_2s). Tus mejillas como cortes de granada a través de tu velo. Tu cuello, la torre de David, erigida para trofeos: mil escudos penden de ella, todos paveses de valientes.

            Parecía la fuerza y la dulzura, como ejército y adornada, bella y pacífica como Jerusalén. Se aproximó a mí como un cuerpo glorioso sin levantar ni correr las cortinas, inclinándose sobre mi cara, asegurándome su protección. Sin hablar me hizo oír maravillas que no puedo expresar, pero sí admirar.

Capítulo 167 - El Salvador se me apareció en forma de león haciéndome tomar parte de sus alegrías y tristezas. De una visión en la que la belleza sin igual, se me mostró acompañado de una multitud de pueblos. Los caminos que Dios tiene para atraer a las almas les son desconocidos a los hombres

            [1206] El primer domingo de Cuaresma, 1659 rogué a tu divino Padre con la oración del profeta evangélico: Emitte agnum, Domine, dominatorem terrae de petra deserti ad montem filiae Sion (Is_16_1). Enviad corderos al señor del país desde la roca del desierto al monte de la hija de Sión. Te me apareciste no en figura o forma de cordero, sino de león haciéndome oír que eras el León de la tribu de Judá, que en tu sueño tenías las ojos abiertos para dar a la fuga a mis numerosos enemigos, que tenías más ángeles para asistirme, que yo tenía enemigos para perseguirme.

            Que me veían sola, perseguida, como en un desierto, [1207] abandonada de todos aquellos que me deberían proteger, y que si ellos te amaban en espíritu y en verdad, les harías ver tu bondad y dulzura de cordero para mí y confundirías a mis enemigos, ya que tenías la eternidad para juzgar las justicias, cum accepero tempus, (Sal_74_3). En el momento en que decida.

            Que abajarías las colinas del mundo en el camino de tu eternidad, a las personas que se elevan por presunción, que hacen su morada en su propia gloria. Et erit: sicut avis fugiens, et pulli de nido avolantes. Audivimus superbiam Moab; superbus est valde; superbia ejus, et arrogantia ejus, et indignatio ejus plus quam fortitudo ejus. Et praeparabitur in misericordia solium, et sedebit super illud in veritate in tabernaculo David, judicans et quaerens judicium, et velociter reddens quod justum est (Is_16_2s). Como aves espantadas, nidada dispersa. Hemos oído la arrogancia de Moab: ¡una gran arrogancia! su altanería, su arrogancia y su furor y sus bravatas sin fuerza. Será establecido sobre la piedad el trono, y se sentará en él con lealtad en la tienda de David, un juez que busque el derecho, y sea presto a la justicia.

            Me has hecho muchos favores todo el mes de marzo los días de los santos y santas que en otros lugares he señalado, y los domingos de cuaresma continuaste tu caridad hacia mí, aunque haya habido también algunas contradicciones, siempre has sido mi [1208] bienhechor y remunerador de tus propias gracias que coronas con tu benignidad, diciéndome en un exceso de amor lo que dijiste a los que vinieron a ti de parte del Precursor: Beatus est quicumque non fuerit scandalizatus in me (Lc_7_23). caeci vident, claudi ambulant, leprosi mundantur, surdi adiunt, mortui resurgunt, pauperes evangelizantur (Lc_7_22). Dichoso aquél que no halle escándalo en mi. Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, se anuncia a los pobres la Buena Nueva.

            El día de Ramos me hiciste participar de tus alegrías y de tus tristezas: de tus alegrías viniendo a la hija de Sión con gran dulzura, y de tus tristezas, viendo el desprecio y resistencia que varios hacían a tu gloria por prudencia política, enfadados porque la inocente sencillez te alababa como al que por bondad había venido a salvarnos, censurando las acciones en las que no comprendían ni tus designios ni tu providencia.

            El lunes Santo me detuve en el Evangelio del día, [1209] contemplando las grandezas de tu amada Magdalena, las que ya escribí en otros cuadernos y no los repetiré aquí, sobre todo porque tengo un dolor de cabeza muy grande, que alivias porque eres bueno, para poder asistir todos estos días a los oficios que nos representan tus sufrimientos, en los cuales nos honras al poder participar, seguirte, e imitarte amorosamente como dice san Pedro: Sed si bene facientes patienter sustinetis, haec est gratia apud Deum. In hoc enim vocati estis: quia et Christus passus est pro nobis, vobis relinquens exemplum ut sequamini vestigia ejus, etc. (lPe_2_20s). Pero si obrando el bien soportáis el sufrimiento, esto es cosa bella ante Dios. Pues para esto habéis sido llamados, ya que también Cristo sufrió por vosotros, dejándoos ejemplo para que sigáis sus huellas, etc. San Pablo, que ha sentido en sí tus dolores, nos dice que los sufrimientos momentáneos producen un precio de gloria eterna. Tu amorosa y dolorosa pasión nos ha adquirido la gracia y la gloria; por adelantado estamos resucitados si somos observadores fieles de todas tus voluntades, [1210] las cuales son nuestra santificación: Si consurrexistis cum Christo: quae sursum sunt quaerite, ubi Christus est in dextera Dei, sedens: quae sursum sunt sapite, non quae super terram (Col_3_1s). Si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Aspirad a las cosas de arriba, no a las de la tierra.

            La noche del viernes de la octava de Pascua, me detuve en espíritu en el Evangelio donde haces magníficas promesas a tus discípulos: Undecim autem discipuli abierunt in Galilaeam in montem, ubi constituerat illis Jesus (Mt_28_16). Por su parte, los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Tú les quisiste enseñar, antes de subir al cielo desde esta montaña, en la que viéndote, te adoraron. Aunque, quidam autem dubitaverunt (Mt_28_17). Algunos sin embargo dudaron.

            El amor y el temor subsistían en estos pobres espantados al ver vivo y glorioso a aquel que habían visto morir sobre un monte lleno de ignominias y de confusión, el Evangelio dice que tu te acercaste a estos pobres asustados para confirmarlos en la fe: Et accedens Jesus locutus est eis dicens: Data est mihi omnis potestas in caelo et in terra: Euntes [1211] ergo docete omnes gentes; baptizantes eos in nomine Patris, et Filii, et Spiritus Sancti: docentes eos servare omnia quaecumque mandavi vobis: et ecce ego vobiscum sum omnibus diebus, usque, ad consummationem saeculi (Mt_28_18s). Jesús se acercó a ellos y les habló así: Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.

            Elevado mi espíritu por tus luces, te me apareciste en una montaña donde me hiciste ver la belleza sin igual, revestida de blancura siendo el candor de la luz eterna. Atrás de ti, vi una multitud de gente de todas las naciones que subían esta montaña para acercarse a ti. Las hacías caminar con una ligereza tan maravillosa que parecía caminaban sobre las nubes y en subiéndola todos se ocupaban en sus oficios y menesteres. Entre estas personas de diversas regiones me hiciste ver varias personas de Roanne, de uno y otro sexo, de las cuales te agradaba su contemplación y su acción. Llevabas un estandarte o gallardete blanco, conduciéndolas, divino Verbo Encarnado, como jefe amoroso de ellos.

            [1212] Me di cuenta que una de esas personas subió hacia ti, divino Amor, no sabía su nombre, oportunamente, dos días después recibí una carta del Rev. Padre Trilliard, de tu compañía y que me trajo el R.P. Gibalin, en la que me decía que había asistido en la enfermedad y en la muerte a la Srta. Defétière, mi prima, y que le había rogado me testimoniara la confianza y amistad que me tenía, agregando que su vida y su muerte fueron un testimonio de santidad en Roanne, la que yo conocí en mi estancia ahí, en donde siempre nos entreteníamos conversando de tu reino y de tu gloria, mi divino Salvador.

            Esta querida prima aunque casada con un hombre mortal por obediencia, ha cantado victoria después de todos sus combates. Habiéndote dado el corazón desde su infancia, no lo dio a ningún otro, teniendo al señor su marido y a sus hijos en ti y para tu amor porque habías ordenado en ella [1213] la caridad. En su enfermedad, por tu amor tomaba los remedios que le ordenaban aunque con ellos tuviese mas sufrimiento que alivio, así me lo dijo ella, estando más contenta de sufrir para ir pronto a verte. Su corazón y el mío permanecieron unidos en ti y no nos separamos más que los cuerpos, partiendo de Roanne el 8 de septiembre de 1658, como ya dije antes; nuestros corazones permanecieron en su centro que eres tú, nuestro amor y nuestro tesoro, divino Verbo Encarnado.

            Después de esta demostración de tus bondades por el lugar de mi nacimiento, mi alma no se admiró de que el día de la Natividad de tu Divina Madre sintiese tanta resistencia de salir de la Iglesia donde había recibido la primera gracia, el bautismo y los otros sacramentos, con tanta profusión de dulzura y de luces, me hiciste recordar lo que me habías hecho oír el día de santa Lucía, estando aún en la casa de mi padre, que así como santa Lucía y santa Águeda, habían hecho ilustres las ciudades de Siracusa y de [1214] Catania, que Roanne recibía grandes favores de tu bondad, por ser el lugar en que yo había recibido tantas gracias y así la querías porque eras bueno y recompensabas a aquellos y aquellas que tienen inclinación a amarse, a querer el bien, por el amor exuberante que tienes para mí

            El sábado in Albis fuiste para mí el candor de la luz eterna y la imagen de su bondad. Viéndote, veía al Padre, el cual me ama por bondad, me atrae a ti y tú me conduces a él por tu amor que es tu Espíritu Santo, el cual sopla donde quiere, como quiere, sobre todo cuando ruegas al Padre nos la envié por tus méritos para consolarnos de tu ausencia, la que es más dura que el infierno, porque el alma que te ama sufre un infierno distinto al de los condenados, porque sufre, amándote, mientras que estos desgraciados están allí odiándote, diciendo a las montañas y a las colinas que caigan sobre ellos, y les escondes tu cara lleno de justa indignación.

            [1215] Pero el alma amorosa, en tinieblas por razones que tú sabes, pero que ella ignora, desea verte diciendo: Emitte lucem tuam et veritatem tuam (Sal_43_3). Envía tu luz y tu verdad. Envíame tu mano todo poderosa y tómame bajo tu protección. Escóndeme, querido Amor, por misericordia, en tu costado sagrado y haz si te agrada, que te diga con el apóstol santo Tomás: Dominus meus et Deus meus (Jn_20_28). Señor mío y Dios mío. Tú me has llamado del abismo de pena al abismo de alegría, de las tinieblas a la luz.

            Que goce, sin tentarte ni ser temeraria, de tus favores, de tus benignas y divinas visitas y que me honres haciéndome subir con todos tus fieles al Monte de las Olivos, cuando por tu propia virtud subirás sobre todos los cielos atrayendo mi corazón después de ti, asegurándole que permanecerás en él hasta la consumación de todo esto que es mortal, haciéndome vivir de tu vida divina; y si es necesario bajar, que permanezca en el Cenáculo con esta santa compañía en continua oración, para recibir allí al Paráclito que has prometido darnos para siempre.

            [1216] Espero todo de ti mi gran bienhechor, tengo estos sentimientos por tu bondad, te busco sin cesar por mis deseos, teniéndote siempre por la fe, rogándote que me eleves a ti por la esperanza, y que me transformes en ti por la caridad. Qui manet in charitatem, in Deo manet, et Deus in eo (Jn_4_16). Quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él. Quien tiene a Dios tiene todo. Quiero perderme en ti y morir a mí.

            Después de la venida del Espíritu de amor, me dijiste que me querías escondida en la humildad como el grano de trigo, y que muriese a todo lo que no fueras tú; que no tuviese miedo al desprecio ni al rechazo que se hacía y hará de mí, ya que no se conocía ni al Padre, ni a ti, en las operaciones interiores que haces y harás en las creaturas que quieres santificar; que habitas en las alturas y que tus caminos no son conocidos por todas las almas aunque ellos sean de misericordia y de verdad, que a pocas personas de la tierra manifiestas tus secretos y designios misteriosos.

            Tú envías a personas así como enviaste al profeta evangélico, para cegar a aquellos que ven con sus ojos y volver sordos a aquellos que [1217] oyen con sus oídos y piensan con su corazón. Deseas corazones fieles como el de David, según el tuyo, que siempre hacía tu voluntad, y fue perseguido, pero pronto mereció ser alabado después de su consagración por las hijas de Israel; fue perseguido desde el rey Saúl hasta Simeí que lo ofendió e injurió obstinadamente, lo que encontró suave en comparación de lo que le hizo sufrir su hijo Absalón, y así dijo a los que lo acompañaban en su huída: Filius. Sarviae: quid mihi et vobis est filii Sarviae? Dimittite eum, ut malediceret: Dominus enim praecepit ei ut malediceret David: et quis est qui audiat dicere, quare sic fecerit? (2Sm_16_10). Hijos de Sarvia, ¿que tengo yo con vosotros? Dejad que maldiga, pues si Yahveh le ha dicho: Maldice a David, ¿quien le puede decir: Por qué haces esto? Y como dijo Ana, Madre de Samuel, el Señor mortifica y vivifica. El lleva a los infiernos y saca de allí a las almas que él quiso hacer pasar por caminos que previó para conducirlas a él. Hace decir con el Rey Profeta: In terra deserta, et invia, et in aquosa sic in sancto apparui tibi, ut viderent virtutem tuam et gloriam tuam (Sal_62_2s). Cual tierra seca, agostada, sin agua, como cuando en el santuario te veía, al contemplar tu poder y tu gloria.

Capítulo 168 - La alegre fiesta de san Juan Bautista que nos da leche. El día de la visitación, hace 34 años que salí de la casa de mi padre; el carbón del altar es puro, luciente y ardiente. Santa Teresa ha hecho tantos paraísos de delicias como monasterios ha establecido. Los días de santa Magdalena, santo Santiago, santa Ana y san Ignacio de Loyola en 1659.

            [1218] Adorándote en el Santísimo Sacramento de tu amor el día de tu fiesta y toda la octava, te decía: Dominus regit me, et nihil mihi deerit: in loco pascuae ibi me collocavit (Sal_22_1s). Yahveh es mi pastor, nada me falta. Por prados de fresca hierba me apacienta. Allí permaneceré contigo en tu trono y mesa de gracia y de bondad donde me haces ver tus grandezas alimentándome espléndidamente con tus dulzuras y tus luces en el medio día de tu amor.

            El día del nacimiento de tu precursor y mi patrono, me dijiste lo llamara, fiesta de alegría para muchos, según la declaración que hizo san Gabriel a su padre Zacarías. Haciéndome gozar, [1219] me regocijaba de tu alegría porque Juan fue el más agradable a tu Padre que te mira como el Sol al que esta aurora prevenía por sus celestes claridades, para perderse y retirarse al limbo el día de su degollación.

            El día del apóstol que no encontró nada en el mundo que le gustase según sus deseos y que le hablase según sus inclinaciones, te dije con sus propias palabras, en nombre de todas tus hijas: Domine, ad quem ibimus? verba vitae aeternae habes (Jn_6_69). Señor, ¿donde y a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna. Lo que no eres tú, es nada, y no nos puede contentar; creemos y esperamos en ti, divino amor. Aquellos y aquellas que te hablan, nos confirman en la resolución de confesarte el Hijo único de Dios vivo, Verbo Encarnado, nuestro amor y nuestra paz. Querríamos ser crucificadas con la cabeza hacia abajo, a fin de elevar nuestros ojos al cielo como aquél que te dijo que, sabiéndolo todo, [1220] no ignorabas que él te amaba con un amor indecible tal, que te lo pedía diciéndote: Manda lo que te agrada y danos lo que te contenta.

            Vi el espíritu de aquél que es tu pariente, volar al cielo una vez liberado de la mortalidad de su cuerpo, y que su cabeza vertió arroyos de leche sobre la tierra para alimentar a todas las hijas que había engendrado por la palabra de tu poderosa verdad. Deseaba esta leche sagrada a fin de vivir de la vida que él había recibido de ti que eras su vida pudiendo también ser la mía, por su intercesión te pedí dulcemente; Mihi enim vivere Christus est, et mori lucrum (Flp_1_21). Pues para mí la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia. Mientras tanto, espero de tu misericordiosa bondad el momento que tienes en tu poder, aunque movida de dos deseos: Coarctor autem e duobus: desiderium habens dissolvi, et esse cum Christo, multo magis melius, permanere autem in carne (Flp_1_23s). Me siento apremiado por las dos partes, por una parte, deseo partir y estar con Cristo, cual, ciertamente, es con mucho la mejor, mas, por otra parte, quedarme en la carne para las almas que me has encomendado.

            [1221] Me acordé, el día de la visitación de tu incomparable Madre, que hacía 34 años había salido de la casa de mi padre, para comenzar la misión que tú y tu santa Madre me habían ordenado para tu gloria y la salvación de muchos, te dije: Querido Amor, tú terminaste tu carrera en poco más de 33 años. Heu mihi, quia incolatus meus prolongatus est! (Sal_119_5). Qué desgracia para mi vivir con habitantes de Meses. ¿Quieres, Señor, que viva más tiempo con los habitantes de Quedar que significa tristeza? ¿Cómo poder estar contenta, viéndome tan imperfecta, que yo misma no me puedo sufrir, me atrevería a decir que esta carga es dura?

            El 14 de julio, el doctor seráfico me regocijó por sus ardores, le rogué pusiera sobre los labios de todos los corazones, el carbón del altar que lo volvió puro, luciente y ardiente, que le hizo conocer su amor y su peso, pues quiso fuera llevado a su boca, si no, él mismo se la hubiera llevado a ella. Al Ángel del Gran Consejo, el Dios de vivos y muertos ha hecho que este celoso doctor sea el apoyo y consuelo de [1222] unos y de otros, defendiendo y apoyando su Orden contra sus perseguidores y componiendo esa admirable poesía que da gran consuelo a los fieles difuntos y mueve a los vivientes a rogar con devoción por estas almas que desean verte, mi Dios, y ser libradas de los lazos que les impiden volar a ti como palomas a los agujeros de tus sagradas llagas, divino salvador. Sus ojos, lavados en esa preciosa leche podrán permanecer cerca de esos arroyos de inmortalidad, como esposas muy queridas. Oculi ejus sicut columbae super rivulos aquarum, quae lacte sunt lotae, et resident juxta fluenta plenissima (Ct_5_12). Sus ojos como palomas junto a los arroyos de agua, bañándose en leche, reposadas junto a un estanque. Viéndose en ti, por tu bondad, se hacen semejantes a lo que ellas aman.

            Después de haber sufrido una parte de la noche un gran dolor de cabeza, el 20 de julio, mi espíritu también en sufrimiento, [1223] consideró las palabras del apóstol Santiago cuando se refiere a la oración de Rebeca, que la oración constante es poderosa para obtener todo, de tu bondad misericordiosa: Elias homo erat similis nobis passibilis: et oratione oravit ut non plueret super terram, et non pluit annos tres, et menses sex. Et rursum oravit, et caelum dedi pluviam, et terra dedit fructum suum (St_5_17s). Elías era un hombre de igual condición que nosotros oró insistentemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra durante tres años y seis meses. Después oró de nuevo y el cielo dio lluvia y la tierra produjo fruto.

            Acordándome que la Iglesia lo colocó en el martirologio y que los religiosos y religiosas de su Orden le celebran la fiesta como de su padre y santo fundador, rogué a mi buen ángel y a todos los otros, lo saludaran de mi parte en el lugar que estuviera siguiendo la opinión común. De mi parte lo saludé en espíritu en el paraíso terrestre, rogándote mi divino Amor, le inspiraras rogara por mí y me abriera el cielo que me parecía cerrado y de bronce. De pronto mi corazón se encontró en tal ternura de amor que por mis ojos destilaron dos fuentes de lágrimas, más de dos horas enteras.

            Recibiste de este hombre de fuego el sacrificio [1224] que te ofrecí haciendo de mis ojos canales o dos arroyos, para hacer por una milagrosa antiperístasis, redoblar tus llamas sobre el altar de mi corazón para consumar allí el holocausto: la madera y las piedras, todo era para servirte, haciendo una espiritual consunción para hacer ver que tú eres mi verdadero Dios.

            Me veía afligida de esta vida por mis propias imperfecciones y las persecuciones que se me hacían, pero me despertaste de mi adormecimiento por dos excitaciones del espíritu: la fuerza del pan sagrado, el pan de los fuertes, cocido no bajo las cenizas, sino en la divina y humana hornaza, del que tomo valor para subir por la oración hasta ti, y después, diversos caminos a donde tú has enviado mi espíritu; me has hecho pasar el Jordán como otro Eliseo, como Elías al que tus ángeles en figura de carro [1225] inflamado han elevado de esta tierra por tu agrado, haciéndome comprender que este carro había entrado al paraíso terrestre por el oriente, sin que el querubín hiciese resistencia, que su espada flameante no era para resistir a este carro de fuego y llama ni a aquellos que condujeron a este hombre que vivía del ayuno y oración. Este lugar se debía volver felicidad en este mundo.

            Desde el tiempo de Juan Bautista, el reino de los cielos había sufrido violencia, los ángeles la consideraron digno de su gloria celestial desde los días de Elías; los que eran guardianes del paraíso terrestre, el primer reino de la tierra, donde Adán y Eva fueron rey y reina antes del pecado de gula y presunción de ser semejantes a ti mi Dios, fueron desterrados de allí por estos dos crímenes, fuente de todos los males. Tu santo Profeta Elías [1226] fue alojado ahí después de haber ayunado y dicho con un verdadero sentimiento de su nada, que no era mejor que los otros hombres, incluso se consideraba mas débil, viéndose abatido por las persecuciones de una mujer la que poco tiempo después fue comida por los perros y lamida su sangre en el campo de Jezrael donde estaba la viña de Nabot.

            Me dijiste maravillas de este gran hombre Elías en este paraíso del Edén, y en proporción, estas maravillas se realizan en una joven que conocí que ha sido elevada y ha oído hablar de los secretos qui non licet homini loqui (2Co_12_4). que el hombre no puede pronunciar. Ella trata con los ángeles a los que ruega visiten con frecuencia a Elías, rogándole te pida, mi divino Amor, por ella y la gran santa Teresa, digna hija de este gran santo, que ha hecho en la tierra tantos paraísos de delicias, como monasterios que su Reforma ha establecido; donde no fui recibida, a pesar de haberlo tanto deseado. [1227] Siendo demasiado débil e indigna, fui rechazada antes de pensar en tus designios. Tu sabiduría lo ordenó así: seas bendito por todo, mi divino Amor.

            El día de tu enamorada Magdalena, me hiciste comprender maravillas de su gran amor, que la puso en éxtasis en la casa de Simón, cuando la invitaste a ver cómo esta maravillosa mujer parecía el amor mismo, porque se transformaba en lo que ella amaba. Me dijiste que debía llamar a la fiesta de santa María Magdalena, el día o la fiesta del amor, porque había sido transformada en ti mismo y que así como tú eras el espejo de la Majestad, ella era un espejo que arrobaba a los ángeles, los cuales, en proporción desearían mirarla sin cesar, mientras escuchaban que decías a Simón, que contemplara lo que hacía a tus pies, a los que se había abrazado con sus cabellos sin dejar de lavarlos, besarlos y enjugarlos, porque el amor no puede decir: [1228] es bastante, porque nunquam satis, nunca se sacia.

            Parecía que tu alma estaba más en ella a la que amabas, que en tu cuerpo que animaba, y que la unción que derramó sobre tu cabeza en Betania, endulzó tus crueles y amargos dolores que dentro de pocos días por tu voluntad sufrirías en el Calvario. Censuraste a los que no aprobaban el derramamiento del maravilloso ungüento ni que se rompiera el precioso frasco. Saliste en su defensa diciendo que ella había hecho una buena acción que sería anunciada y predicada por todo el mundo.

            El día de Santiago Apóstol deseé que los que llevaban su nombre fuesen dominadores del mundo, del demonio y de la carne y al apóstol le rogué que combatiera por la Iglesia para que sus enemigos fueran vencidos y te reconocieran a ti, Verbo Encarnado, nuestro amor.

            El día de la muy amada santa Ana, que concibió, llevó y dio a luz a la Reina de los hombres y de los ángeles, Emperatriz del Universo, quien ha dado una Hija incomparable a tu divino Padre, y a ti, mi divino Salvador, una Madre sin igual y al [1229] Espíritu Santo una Esposa sin semejante; le pedí me participara de los dones de gracia según su nombre y me presentara a ti, como lo había hecho el año 1619, que tuve el bautismo de amor que vuelve al alma una misma cosa contigo, mi benigno Redentor.

            El día de aquél que en todo profesó tu mayor gloria, el prudente fundador de tu Compañía, mi divino Jesús, recibí de él muchos favores. Me hiciste oír que su fiesta debía ser llamada la fiesta de gloria, que si David estuviera todavía en la tierra, sería saciado de alegría viendo a Ignacio, porta fuego, llevarlo por todas partes, de manera que podemos decir con alegría: Dominus regnavit; exultet terra; laetentur insulae multae. Ignis ante ipsum praecedet et inflamabit in circuitu inimicos ejus illuxerunt fulgura ejus orbi terrae; vidit, et commota est terra (Sal_96_3s). Reina Yahvéh, la tierra exulte, alégrense las islas numerosas. Delante de él avanza fuego y a sus adversarios en derredor abrasa, ilumina el orbe con sus relámpagos, lo ve la tierra y se estremece.

            Con frecuencia le digo: Ignacio de Loyola, tú tienes el poder, obtenme si lo quieres, de la divina esencia, que vencido y vencedor estén juntos y a nuestros corazones ríndelos, e ilumínalos como hogueras.

 Capítulo 169 - Las cadenas de san Pedro. Nuestra señora de los ángeles. La esplendorosa transfiguración del Señor. Martirio de san Lorenzo. Vi una vara de madera aromática. Las comuniones de cuarenta años. El día de san Bartolomé. Degollación del gran Bautista y bautismo del Salvador, el cordero figurado por Isaac.

            [1230] El día de la fiesta de las cadenas del Príncipe de los apóstoles 1659, atado más por el amor espiritual que por las ligaduras para su cuerpo, mi alma languidecía en esta vida de tristeza y deseaba ser desligada de todo lo que la pudiese detener en la tierra. Si un ángel me hubiese favorecido liberándome, hiriendo mi corazón con la herida de gracia, hubiese cantado el triunfo de la amorosa libertad.

            Siguiendo la multitud de ángeles que fueron vistos en la Iglesia de la Porciúncula acompañando a su Señor y Señora, cuando le fue concedida al gran san Francisco, la maravillosa indulgencia para la salvación del que visitara dicha Iglesia, recibí de tu bondad y de tu santa Madre, muchas gracias.

            El día de tu esplendorosa Transfiguración, de la hermosura por excelencia que los ángeles desean contemplar sin cesar, y que san Pedro también quería permanecer viendo en tus tabernáculos con la ley y los profetas, sin saber lo que decía, olvidando la multitud que más tarde tenía que conducir y subirla más alto cuando tuviera las llaves del cielo. Mi alma te adoró y te dijo que no tenía otro querer que el tuyo, que tu divino Padre le ordenaba escucharte hablar de los excesos de amor y de sufrimientos que se debían cumplir en Jerusalén.

            Estuve muy contenta de venir contigo solo, y me hiciste el favor de decirme que me hacías el Tabor donde manifestabas tu gloria, así como me habías dicho antes de salir de París: que eras fiel a las [1232] almas que no buscaban más que tu agrado, consolándome de las aflicciones que recibo de una persona que en otro tiempo me consolaba con el entretenimiento espiritual de tus admirables maravillas.

            La víspera y el día en que fue quemado san Lorenzo Mártir, mis ojos como de ordinario vertieron lágrimas casi continuas que le presenté diciendo: que las pupilas de mis ojos le hablaban para mostrarle mi pena, y que así como el bienaventurado Estanislao le había rogado llevara una carta a tu Sma. Madre, en la que le expresaba sus deseos, los que ella aceptó, así esperaba de él, que pidiese sus favores y gracias al Hijo y a la Madre.

            Como tú sabes, recibí muy grandes favores el día de la triunfante Asunción de tu Augusta y Divina Madre que no puedo nombrar, por considerarme demasiado indigna. Después del sermón el Rev. P. Gibalin, me dijo que [1233] tenía prisa de regresar, para encontrarse en el colegio con los padres, a las oraciones que ellos hacen por la felicidad del Rey.

            Saliendo del confesionario en donde había oído el sermón, entré a un pequeño cuarto a un lado, para allí poder tomar aire. Tu bondad me dijo: In me sunt, Deus, vota tua (Sal_55_13). Sobre mí, oh Dios los votos que te hice. Hazlos hija mía, yo los recibiré con mi Madre y todas las santas. Admirando tu bondad, vi subir una vara de madera aromática, acordándome de: Quae est ista quae ascendit per desertum sicut virgula fumi ex aromatius myrrhae, et thuris, et universi pulveris pigmentarii? (Ct_3_6). ¿Quién es la que sube del desierto, cual columna de humo sahumado de mirra y de incienso, de todo polvo de aromas exóticos? Mi espíritu permaneció largo tiempo elevado diciendo: mi divina diosa; no te puedo seguir, sol ardiente, o bien dejar de vivir si te pierdo.

            [1234] El día de san Bernardo deseé llevar en mi corazón este haz de mirra que amaba apasionadamente, diciendo que tu muerte era la muerte de su muerte, que para hacerlo vivir; tú habías querido morir.

            El día de la octava de la Asunción de tu Augusta Madre, traté de agradecerte la gracia inestimable que me hiciste el año 1620, de comulgar todos los días; de esto hace 39 años contando año por año. Imploré a la corte celestial te presentara todas estas sagradas hostias recibidas todos los días por obediencia y por amor, para darle gracias de tu liberalidad hacia mí, diciéndote: Tú me has alimentado con este maná cotidiano durante 40 años menos uno, aunque ya está comenzado, puedo tomar mi parte por el todo. Me has hecho más favores que al [1235] pueblo hebreo, porque el maná que le diste no era más que figura del que me has dado y das todavía por pura bondad, te suplico que todas estas comuniones sean para tu gloria y mi salvación. Acordándome de las palabras que me mandaste decir al Rev. Padre Juan de Villard y al Rev. P. Pinol, Rector entonces del colegio de Roanne. Hija mía, di a estos padres que así como hice llover el maná todos los días para mi pueblo, estas son sus propias palabras, quiero que tú comulgues todos los días. Este bueno y santo Rector vio en esto, según su razonamiento, grandes dificultades.

            Por este tiempo vino a Roanne el Rev. Padre Bartolomé Jacquinot, Provincial de la Provincia de Roanne y habiéndome oído en confesión general y dándole cuenta de tus bondades para mí, me dijo que se sentía inspirado a darme la sagrada comunión todos los días, [1236] como ya lo escribí antes, y que él escribiría su sentimiento al Rev. Padre General; lo que hizo en el mismo año de 1620, el día de la octava de la Asunción de tu santa Madre, la que me hizo favores que no se pueden expresar en este mundo.

            El día de san Bartolomé me hiciste favores según tus magnificencias ordinarias. Te adoré en tu inmensidad y en tu simplicidad; te consideré como el más grande y el más pequeño según el decir del Apóstol. Le rogué te adorara despojado de todo, aún de su propia piel por tu amor, agradeciéndote la gracia que te habías dignado hacerme en el día en que la Iglesia nos propone la vocación de los apóstoles, ya que tú querías te trajese un gran número de almas y de jóvenes, que serían tuyas en un nuevo Instituto bajo tu estandarte venerando tu nombre, tu persona y todos tus misterios.

            [1237] Divino amador, qué contento estuvo mi corazón el día de nuestro amoroso padre san Agustín, al que has amado por tu propio corazón y él perdió por ti el suyo, o tú mismo por amor lo robaste y arrebataste con gracia en este combate apasionado, donde sin embargo él encontró en ti, la vida eterna, mi divino Amor.

            La siguiente noche el día del anonadamiento del gran Bautista, quisiste entretenerme varias horas en los misterios de su vida y de su muerte. Me dijiste: Hija mía, en mi bautismo, Juan me dio un verdadero ejemplo de humildad: Ego a te debeo baptizare, et tu venis ad me (Mt_3_14). Soy yo el que necesita ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí? Y le respondí: Sine modo: sic enim decet nos implere omnem justitiam (Mt_3_15). Déjame ahora, pues conviene que así cumplamos toda justicia. [1238] Habiendo oído con respeto la divina ordenanza, me bautizó. Después que salí del río, subiendo con diligencia, los cielos se abrieron, el Espíritu Santo en forma de paloma descendió a mí y se posó sobre mi cabeza y mi Padre Eterno dijo desde el cielo: Hic est filius meus dilectus, in quo mihi complacui (Mt_3_17). Este es mi Hijo amado, en quien me complazco. Llevándome al desierto para allí ser tentado del diablo. Las tres tentaciones que me puso, las vencí y salí triunfante de la carne, del mundo y de él. Los ángeles fueron enviados para servirme y cuando supe que Juan había sido apresado, me detuve dejando Nazaret en Galilea para habitar in Capharnaum maritima, in minibus Zabulon et Neptalí: ut adimpleretur quod dictum est per Isaiam prophetam (Mt_4_13s). en Cafarnaún junto al mar, en el término de Zabulón y Neftalí; para que se cumpliera el oráculo del Profeta Isaías. Y comencé a predicar y a hacer ver que era la verdadera luz de los pueblos que estaban sentados en tinieblas.

            [1239] Hija mía, el encarcelamiento de Juan y su degollación, fueron a propósito para que se verificara lo que él había dicho de mí: Es necesario y que él crezca, que sea suprimido y que él sea engrandecido; no solamente en la manera de morir, como la explica el águila de los doctores, Juan, siendo degollado y Jesús crucificado para detener el error del pueblo, et cogitantibus omnibus in cordibus suis de Joanne, ne forte ipse esset Christus (Lc_3_15). y andaban todos pensando en sus corazones acerca de Juan, si no sería el Cristo. Este pueblo incrédulo llevado por la idolatría, lo hubiese adorado si me hubiese visto crucificado y Juan hubiese vivido más tiempo que yo.

            La disputa de san Miguel con el demonio por el cuerpo de Moisés, hizo ver que la divina sabiduría lo había escondido, a fin de impedir que fuese adorado como Dios. Hubiesen tenido a Juan par Mesías, a pesar de la razón que les dio para desengañarlos, la confesión auténtica [1240] que les hizo de mi divinidad, su negación, la hubiesen atribuido a su humildad, y aunque no hizo milagros, su manera austera de predicar, les persuadía a juzgarlo más santo que aquél que el Padre había santificado y enviado al mundo como Salvador y Redentor. Sus propios discípulos le dijeran como extrañados: Rabbi, qui erat tecum transjordanem, cui tu testimonium perhibuisti, ecce hic baptizat, et omnes veniunt ad eum (Jn_3_26). Rabí el que estaba contigo al otro lado del Jordán, aquél de quién diste testimonio, mira, está bautizando y todos se van con él.

            Ningún hombre puede hacer lo que él hace ni decir lo que dice, si no lo recibe del cielo. Seréis mis testigos de esto que he dicho que no soy el Cristo, sino que he sido enviado antes que él. El que tiene una esposa es esposo. Qui habet sponsam, sponsus est: amicus autem sponsi, qui stat, et audit eum gaudio gaudet propter vocem sponsi. Hoc ergo gaudium meum impletum est. Ilium oportet crescere, me autem minui (Jn_3_29s). El que tiene la novia es el novio; pero el amigo del novio, el que asiste y le oye se alegra mucho con la voz del novio. Esta es, pues, mi alegría, que ha alcanzado su plenitud.

            [1241] Juan estuvo muy contento de morir antes que yo, yendo todavía como mi precursor a los limbos. Grande fue su alegría de anunciar a los santos padres de que en el tiempo, yo había nacido 6 meses después que él, pero que él había confesado que yo existía desde la eternidad en el esplendor de los santos, no mereciendo ni aún desatar la correa de mis sandalias ni servir a mi humanidad divina.

            Abraham recibió de nuevo una gran alegría al saber que el único que estaba y está en el seno del Padre por toda la eternidad, sobre la tierra era el cordero figurado por aquel que el ofreció por Isaac. Mi alegría divina fue grande en mi humanidad, la cual ama a la divinidad sin medida, más que todos los hombres y todos los ángeles la han amado, la aman y la amarán.

            Como Verbo Encarnado soy con el Padre y el Espíritu Santo, igualmente celoso [1242] de la gloria esencial que nos es debida. El soporte de esta santísima humanidad siendo inmensa, infinita y Dios mismo, dio a mi humanidad una alegría inmensa, infinita y divina, tanto que ella ha sido capaz de ser ungida con el aceite de júbilo, por encima de todas las puras creaturas, siendo pequeño en mi humanidad, no teniendo subsistencia humana, pero apoyado por la segunda hipóstasis de la santísima Trinidad, como Verbo de Dios, y Verbo Dios, era y soy más grande que Juan Bautista.

            Hija mía, todos las ángeles sufrieron grandes asaltos y violencias extremas, desde los días de Juan Bautista, viéndolo elevarse tan alto y volver tan grande en el espíritu de los hombres, porque comprendían los elogios y las alabanzas que decía de él, me [1243] conocían como la verdad que no puede mentir y que hago lo que digo, llamo a las casas que no son y les doy el ser para que estén en continua admiración. El día en que descendió a los limbos fue recibido como precursor y como amigo del esposo y no como el mismo esposo, el cual debía llegar allí como Redentor de nombre y de mérito.

Capítulo 170 - Del día de san Gil. El nacimiento de la santísima Virgen. Gracias que recibí y conocimiento que tuve del M.R.P. Cotton. Año 1659.

            Este día medité con admiración en la regia resolución de san Gil, que supo que, servir a tu Majestad, es reinar, y salió de su patria y de lo que conocía, para vivir en la soledad la vida eremítica. Sedebit solitarius, et tacebit, quia levabit super se (Lm_3_28). Que se siente solitario y silencioso, cuando el Señor se la impone. [1244] Tu providencia le envió una cierva, como en otro tiempo al profeta de fuego un cuervo, pues tú cuidabas de sus cuerpos mientras sus almas sólo pensaban en amarte. Me hiciste oír: Hija mía, si pones tu pensamiento en mi, te alimentaré de mis propias delicias. Soy tu pan y tu leche todos los días de tu vida mortal. Si tú no me hicieses este favor, divino Amor, me atrevería a pedirte me sacaras de esta prisión para estar con tus santos, y como ellos, bendecir por siempre tu santo nombre.

            El nacimiento de aquella que encantó a los hombres y a los ángeles y que es la Madre de su Creador produjo mucha alegría a todas las creaturas, ya que es la maravilla del mismo Dios. ¿Me atreveré a decir? Si Dios no fuese como Sadoc, suficiente a si mismo, hubiera tenido una divina impaciencia que le hubiera apresurado a darle la existencia a María antes de crear a las ángeles y a las hombres. El Padre eterno deleitándose en el poder que le preparaba, el Hijo en la sabiduría que le comunicaría y el Espíritu Santo en la bondad y amor de que la colmaría, en fin, toda la santísima Trinidad mirándola, realizaría su divina complacencia.

            David, divinamente iluminado pidió reiteradamente habitar en la casa del Señor y visitar su templo para ver ahí su divina complacencia todos los días de su vida. Yo lo deseo mi amado Maestro, por toda la eternidad. Mi augusta diosa, si me es permitido hablar así, ¿puedo desear la misma vista y el mismo favor de tu magnifica benevolencia? ¿Por qué no? puesto que cuando me exhortaste a ofrecerme para el establecimiento de la Orden de tu Hijo nuestro Verbo Encarnado, me dijiste: Hija mía, no temas, aquél que hace maravillas, lo hará todo el sólo. Escríbele al padre Cotton.

            [1245] Este buen padre me contestó, que hablaría a Monseñor de Marquemont, Arzobispo de Lyon, que fue hecho cardenal aquel año en Roma, de donde fue al cielo a recibir la corona de gloria debida a las buenas obras que él perseverantemente había hecho en la tierra. Las religiosas de la Visitación le están muy obligadas; después de su fundador, san Francisco de Sales, el cual, siguiendo el consejo del muy sabio, piadoso y esclarecido Arzobispo y Eminente Cardenal, pidió que fueran religiosas y su Orden se ha afirmado y multiplicado de maravilla. El R.P. Cotton murió santamente el día de san José de 1626.

            Varias veces hablé con él cuando iba a Roanne, admiraba su gran dulzura, la cual parecía innata en él; por ella daba valor a las almas tímidas para abrirse con él aunque no lo hubiesen premeditado. Confieso que éste ha sido el primer padre al que declaré las grandezas que la divina Majestad me había hecho y fue por la providencia de Dios que entré a su confesionario, y le dije sin haberlo pensado, lo que pasaba en mi alma. Su dulzura era un buen anzuelo.

            Un día, el 13 de enero de 1625, como ya lo dije el R.P. llegó a Roanne; yo estaba en oración y dejó a otras personas lo vieran primero. Yo estaba fundida en lágrimas de dulzura íntima de tu amor, fundida en lágrimas, cuando me hiciste ver en visión imaginaria una ciudad sobre una alta montaña, provista de torres, bastiones, y avenidas. Vi también grandes redes de seda cuyos hilos venían del cielo.

            La mañana siguiente, estando en la misa del [1046] R.P. Cotton, escuché: el padre es esta ciudad fuerte provista de buenas fortalezas para su defensa y para la conservación de la Iglesia de Dios y destrucción de sus enemigos. Las redes representaban sus palabras llenas de dulzura, por las que toma a los hombres sacándolos del mar del pecado y poniéndolos en el puerto de la gracia; una persona que había ido con él con sutileza y doblez, no obtuvo ningún provecho.

            Tenía una palabra tan suave y ardiente, que inflamaba los corazones de sus oyentes de tal suerte, que puedo asegurar que las palabras del P. Cotton, eran como cañones cuyos golpes abrían brechas.

            Varias veces, hablando con él o estando en sus sermones, me llegaban asaltos tan impetuosos, que me daba pena retirarme por temor a que se diera cuenta, lo que no siempre podía impedir, y me obligaba a pedir a Dios la fuerza de penetrar y sufrir sus luces sin ser incomodada. Al padre le rogué me obtuviera de Dios esta gracia, lo que con liberalidad me obtuvo de la divina bondad.

            Su gran devoción al Santísimo Sacramento se manifestaba cuando celebraba la santa Misa y cuando exhortaba al pueblo. También le infundía la devoción a la santa Virgen, digna Madre de Dios, atrayendo los corazones de sus penitentes y oyentes por estos caminos y devociones tan necesarias. Movía a las almas a la piedad por su caridad y las animaba a pertenecer a asociaciones caritativas. Me asoció a él, diciéndome que la hermana María de Valence, y la Srta. de Conche, estarían muy contentas de que perteneciera a su grupo y él, rogaría todos las días seis veces por mí en particular. Si lo hacía por mí que no lo merecía, con mayor razón por las otras: su caridad se extendía a todas las necesidades del prójimo.

            [1247] Su humildad era tan grande que me confundía; por otra parte aumentaba la estima que le tenía, su manera humilde de hablar, como se ve en las cartas que se dignó escribirme, enseñándome con frecuencia la devoción a san José y a la Sagrada Familia de Jesús y de María, devoción que deseo y anhelo recomendar muy particularmente a todas las hijas de nuestra Orden, haciendo según nuestra intención particular profesión de honrar y de imitar a Jesús, María y José, san Joaquín, santa Ana, santa Isabel, san Zacarías, san Juan Bautista y el Evangelista, y todos los otros miembros de la Sagrada Familia de Jesús.

 Capítulo 171 - Gracias y luces que recibí los días de la exaltación de tu santa cruz, de tus apóstoles y santos, maestros y protectores particulares, hasta la fiesta de todos los santos, Año 1659.

            El día de la exaltación de tu preciosa Cruz, me elevaste a ti y me hiciste oír que si te estimaba y amaba únicamente a ti, serías en mi parte superior todas las cosas y que todas las potencias de mi alma probarían la dicha de esta divina [1248] atracción que es superior a todo, mientras el alma está, en ti y tú en ella. Posee todo bien que se puede incluso nombrar tu gloria: per modum transeúnte, de manera transitoria. Et ego exaltatus fuero a terra, omnia traham ad me ipsum (Jn_12_32). Y yo cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí.

            El alma en estos afortunados momentos goza delicias inexplicables; querría muy bien ser librada de la prisión de su cuerpo mortal para habitar en esta dichosa región de los vivos para agradarte allí y contemplarte eternamente.

            El día de santa Tecla, quien pudo decir como el Apóstol dice de la caridad, que no podía ser separada de su cuerpo por los tormentos; la vi triunfante y fuerte por tu asistencia soberana. Si me permites divino Amor, apropiarle las palabras del profeta Oseas: ¡Yo seré tu muerte, oh muerte, y tu mordedura, oh infierno, para matar la vida por el martirio! No temo tus rabias. Viviré aún varios años para enseñar en la tierra la vida angélica y celestial a muchos y seré invocada por los agonizantes, los asistiré en este paso y los presentaré para entrar a la vida eterna. Virgen milagrosa, obtenme este favor en el último día de mi vida temporal.

            La caridad y unión de san Cosme y Damián, para curar como médicos las enfermedades corporales, me hizo rogar a estos dos santos para obtener de su caritativa bondad, la perfecta salud y santidad espiritual, que es pasar de las cosas visibles a las invisibles, y por esto que es natural a lo sobrenatural, lo que varias veces ellos me lo han concedido.

            El gran Doctor san Jerónimo, quien durante su vida mortal se humilló para enseñar a una pequeña hija de santa Paula, quiere abajarse de lo alto de su vida inmortal para instruir e interpretar la Sagrada Escritura, a la más imperfecta de todas [1249] sus criaturas. Qui autem docti fuerint, fulgerunt quasi splendor firmamenti; et qui, quasi stellae ad justitiam erudiunt multos in perpetuas aeternitates (Dn_12_3). Los doctos brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a la multitud la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad.

            El generalísimo de los ejércitos de Dios, que es su fiel por excelencia, abatió a sus enemigos hasta lo profundo de los abismos con la lanza de su divina palabra, por no decir la espada de fuego que sale de su boca: de ore ejus gladius utraque parte scutus exibat (Ap_1_16). de su boca salía una espada aguda de dos filos suprimiendo la gloria a los espíritus soberbios, distribuyendo la gracia a los humildes, pesando sus méritos, elevándolos por estas divinas irradiaciones hasta llenar las sedes de los cielos, haciéndome gozar de sus celestes favores, y haciendo que la estéril viva algunas veces en la casa de los hijos de la alegría. Es esto lo que me obligó a ordenar a nuestra Orden, decir el día de la fiesta de este gran Arcángel san Miguel, su Oficio, la que se ha observado desde el año 1626, al 1631 y que exijo se continúe para rogarle sostenga en la tierra tu Orden, divino Verbo Encarnado, como ha sostenido tu querella en el cielo contra los espíritus rebeldes a tus voluntades.

            Este día de san Francisco, copia cotejada al original crucificado, me hizo volver a sentir sus amorosas expresiones, configurándome a los deliciosos dolores del Rey de los amadores que es el amor mismo. ¡Oh mi Dios y mi todo!, repetí estas fervientes y divinas palabras de mi padre san Francisco y continúo diciendo: Oh mi Dios, mi Dios, tú me eres todas las cosas, sé para mi, Dios mío, mi todo, en el tiempo y en la eternidad y elévame a ti en el último momento de mi vida.

            [1250] Dionisius, divinitus stillatus. Dionisio, divinamente destilado. El día de este santo me uní y me llené de gracias de aquel en el cual habita toda la plenitud de la divinidad corporalmente, pues en él el ser de la Majestad es mejor expresado por negación que por afirmación, y del que la alta inmensidad no es conocida ni penetrada mas que por él mismo. Me puse en éxtasis, salí de mi misma, me alojé en él, y me enseñó esta divina teología, porque las almas divinizadas resienten y ven en la feliz densidad en donde Moisés oyó las divinas ordenanzas: Lex Domini immaculata, canvertens animas; testimonium Domini fideli, sapientiam praestans parvulis (Sal_18_8). La ley de Yahveh es perfecta, consolación del alma, el dictamen de Yahvéh, veraz, sabiduría del sencillo.

            El día del Evangelista san Lucas, quien tuvo la dicha de pintar con una maravillosa perfección y confianza a la Madre del Altísimo, la que le enseñó y confió todo lo que pasó en la angélica y celeste embajada en donde Dios se hizo Hombre y el hombre se hizo Dios. Fui elevada por una dispensación divina para oír esta inefabilísima Encarnación, pero como ya en varios cuadernos he dicho lo que podría narrar aquí, siempre tartamudeando, después de hacer la legítima excusa del profeta santificado desde las entrañas de su madre. A, a, a. Domine Deus ecce nescio loqui, quia puer ego sum (Jr_1_6). ¡Ah, Señor Yahveh! Mira que no sé expresarme, que soy un muchacho. No me extenderé en este discurso, diré únicamente las palabras de la Virgen Madre: Ecce ancilla Domini, fiat mihi secundum Verbum (Lc_1_38). He aquí la esclava del Señor; hágase en mi según tu palabra Y retirándome con el ángel: Et dicessit ab illa Angelus (Lc_1_38). Y el ángel dejándola se fue. El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra en el misterio adorable de esta maravillosa encarnación: quod enim incarnatum est mihi de Spiritu Sancto est (Mt_1_20). Lo encarnado en ella, del Espíritu Santo es.

            [1251] El día de los santos apóstoles san Simón y san Judas, parientes del Verbo hecho carne y provisores de todos los santos, tu divina bondad me hizo decir con gran asombro, lo que Judas no el Iscariote, te dijo en la cena: ¿Domine, quid factum est, quia manifestaturus es nobis teipsum, et non mundo? (Jn_14_22). Señor, ¿qué pasa porque te vayas a manifestar en nosotros y no al mundo? ¿Por qué me haces tantos favores y te me manifiestas con tanto amor y profusión tan perfectamente?

            Inefable bondad, fueron tantas las gracias que recibí de tu divino amor, el día de todos los santos, que me hicieron decir y repetir con admiración que no puedo expresar: O quam gloriosum est regnum in quo cum Christo gaudent omnes Sancti! Amicti stolis albis, sequuntur Agnum quocumque ierit (Ant, la Visp. de todos los santos). Oh cuán glorioso es el reino, en donde todos los santos se alegran con Cristo. Revestidos de blancas vestiduras, siguen al Cordero por donde quiera que vaya.

            Si en la transfiguración, san Pedro quiso permanecer en una montaña toda una eternidad, contemplando una muestra de la gloria que tu Majestad hizo aparecer a cinco personas, cuando tu cuerpo era aún pasible y que a los pocos días iba a ser desfigurado, qué alegría y excitación transportará a todos los bienaventurados que gozan de la amplitud de la inmensa felicidad, tanto cuanto esta divina bondad los vuelve capaces. En tu luz, ellos ven toda luz, del divino esplendor y del torrente de tus complacencias son embriagados.

Capítulo 172 - Arrobamiento que tuve el día de san Andrés. El amor de san Javier. Día de la Inmaculada Concepción. Resplandeciente noche de la natividad de nuestro divino amante.

            [1252] El día del gran san Andrés, uno de los dos primeros discípulos de tu divina y amorosa sabiduría: erat autem Andreas, frater Simonis Petri, unus ex duobus qui audierant a Joanne, et secuti fuerant eum (Jn_1_40). Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús. Probé las inefables delicias de esta adorable felicidad pues la sabiduría encarnada festejó estos dichosos y primeros favoritos.

            No sé si mi arrobamiento fue semejante a aquél de la Reina de Sabá al ver y oír la maravillosa sabiduría del Rey Salomón, que no fue más que figura de nuestro divino y amoroso Salvador: in quo sunt omnes thesauri sapientiae et scientiae absconditi quia in ipso inhabitat omnes plenitudo divinitatis corporaliter (Col_2_3s). Porque en él están ocultos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia. Porque en él reside toda la plenitud de la divinidad corporalmente.

            Fui invitada a participar del gozo que recibieron estos dos afortunados discípulos y no pude menos que admirar y alabar a aquél que es más que Salomón, que hablaba no a siervos, sino a amigos, comunicándoles sus humanas y divinas grandezas.

            Yo exclamé el día del apóstol del Japón y las Indias: Satis est Domine. Basta, Señor, al contemplarlo extasiado, teniendo en su cara el ardor de los serafines, abriendo su sotana para abrasar a todos los habitantes de la tierra del amor que lo llenaba, estimando que su cuerpo no podía contener el ardor de su gran corazón, el cual, hecho por ti, no podía estar lleno más que de ti, mi Dios y mi todo.

            Estaría satisfecha cuando tu gloria se me apareciera y llenara de tu inmensa caridad, la cual me mueve a decirte que este mundo es demasiado pequeño para poder darte un servicio condigno. Tú lo creaste y lo has amado tanto hasta darle a tu Hijo único para salvarlo por medio de él, Verbo Eterno, imagen de tu bondad, figura de tu sustancia y el esplendor de tu gloria. Portansque omnia Verbo virtutis (Hb_1_3). El que sostiene todo con su Palabra poderosa.

            [1253] El día de la Inmaculada Concepción, a la que todas las generaciones declaran bienaventurada, la saludé como a Hija del Padre, Madre del Hijo Esposa del Espíritu Santo y Templo de la santísima Trinidad. ¡O si en un exceso de fervor me arrebataras, tres divinas hipóstasis, por tres éxtasis, para contemplar a mi Reina, augusta, justa y divina, bella de cuerpo y de espíritu con un amor perfecto y más fuerte que la muerte!

            La víspera de tu maravillosa y excelente natividad, nos previenes con bendiciones de divina y humana dulzura por las palabras más elevadas de todos los hombres, diciendo: Hodie scietis quia veniet Dominus et salvabit nos: et mane videbitis gloriam ejus (Ant ad Benedic, Vig. Nativit.). Hoy sabréis que vendrá el Señor a salvarnos; al amanecer veréis su gloria. Gloria que rodeó a los pastores por su magnífica claridad: Et ecce Angelus Domini stetit juxta illos, et claritas Dei circumfulsit illos (Lc_2_9). Se les presentó el ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz; y se llenaron de temor.

            Luz que los revistió al uso de los cortesanos celestiales, llevando las libreas del único que nace siempre del seno del Padre, en la luz que es más clara que el día y penetró del seno de su Madre a mi seno, con dulzura inefable y me hizo experimentar las delicias de la diestra del Padre estando aún sobre la tierra, por la benignidad del Verbo. Este corazón maternal me hacía decir: Apparuit benignitas et humanitas. Apareció la benignidad y Humanidad.

Capítulo 173 - Dolor de la circuncisión y cómo el divino amor permitió que experimentase la pena que algunas personas me causan alejando de mí a aquélla que me era muy necesaria.

            El día de la Circuncisión de 1660, no teniendo a mi secretaria, sentí esta privación más dura que la de Abraham cuando tuvo que enviar a [1254] Agar e Ismael por orden tuya y de Sara, porque estas dos personas no eran tan necesarias ni útiles al padre de multitudes: Abraham pater excelsus, Abraham pater multitudinis. Abraham, padre excelso, Abraham, padre de multitudes. Tu Sabiduría muy fuerte y muy suave, dispuso suave y fuertemente el espíritu de este padre de los creyentes a obedecer a Sara, a quien él puede llamar su señora, así como él lo llamaba su señor, siendo su compañera, puesto que tu prudente sabiduría la hizo dueña de Abraham y de todo la que era de él. El profeta evangélico, altamente iluminado con tus luces, vio la fidelidad del uno y de la otra y comprueba sus perfecciones, como hijos suyos, debemos semejarnos a ellos.

            Diré que en el año 1633, viendo esta secretaria que yo padecía una gran inflamación en los ojos que me impedía escribir y poner en limpio lo que escribía, pidió a san José que por su gran caridad y piedad, le concediese que escribiese fácilmente con mi letra para poder escribir después de mí, pues ella escribía con la letra redonda de los escribanos, la que se le concedió. En pocos días escribió tan perfectamente, que imitaba en todo mi escritura y también pronto pudo leerla con facilidad, lo que antes hacía con mucha dificultad y ninguna otra pudo prestarme con asiduidad este servicio más que ella desde el año 1633.

            Como no podía dictar sin escribir de mi mano, la que con dificultad seguía la luz que me instruía e iluminaba, y cada vez me incomodaba más y más mi mal de ojos, [1255] mi escritura se hacía a la vez más difícil de , y no se hubiera podido leer si mi secretaria no hubiese pasado en limpio lo que yo escribía.

            Los que la alejaron de mí, verán delante de ti que no se te debe tentar a hacer milagros sin necesidad y que lo que tú habías unido para reproducirte de una manera espiritual y divina, no debió ser separado. Úneme a ti mi divino amador tan perfectamente que siempre sea toda tuya y tú seas eternamente mío.

Capítulo 174 - La corte de Belén. El Templo de la Divinidad en donde ésta es adorada perfectamente. La purificación de la Virgen. Aparición del alma del difunto monseñor el Duque de Orleans. 1660

            La magnificencia de la corte de Belén es mayor que la de la corte del cielo, ya que este divino Delfín tiene cortesanos que son príncipes de sangre y que Zacarías, la Virgen y san José allí están admirando todas estas maravillas. La divinidad ahí está visible y adorada por tres jerarquías, los nueve coros de ángeles, espíritus que asisten y sirven en el establo; la Humanidad sagrada es adorada por el cielo y la tierra y este Delfín adora a su Padre que hasta la Encarnación había sido adorado únicamente por los ángeles y los [1256] hombres. En el establo un Dios adora a un Dios y este pequeño Niño puede igualarse sin hacer rapiña a su Padre.

            El día de la Purificación, la corte de Belén fue al templo, la Virgen, templo viviente del Seño, el Hijo, templo sagrado, divino y humano, templo de la divinidad y Dios mismo, en donde el Padre fue adorado en espíritu y en verdad por el verdadero adorador, deseado de los collados eternos, tres divinas hipóstasis esperando sus adoraciones y deseándolas, si puedo hablar en estos términos y decir que son las colinas eternas, que son divinas, que son Dios.

            El 12 de febrero, víspera del primer domingo de cuaresma bajé de la capilla a la cocina para el cuidado de mis hijas, quienes me aseguraron que había estado en oración más de dos horas; elevaste mi espíritu a ti, en presencia de dos hermanas que estaban conmigo, la hermana Catalina Fleurin y la hermana María Chaut, las que esperaron hasta cerca de las 9 ó 10 de la noche, interrogándome e informándose sobre lo que me había pasado y de lo que había oído en este arrobamiento. Creí que tu sabiduría me ordenaba decirlo, y lo hice. Que un hijo del Rey había venido a agradecerme las oraciones que había hecho a Dios en el año en que había estado muy afligido y acusado a su Majestad para desheredarlo de la corona y lo que yo había dicho al difunto Monseñor el Cardenal de Lyon, en su residencia de París, que entonces estaba cerca de la puerta de Bussy, cuando su Eminencia me dijo: que qué sería del Cardenal Duque su hermano, y si tú, mi divino Oráculo, no hablabas nada. Le dije que Monseñor su hermano no fue Joab. Me pidió que le explicase, porque esto era un enigma. Monseñor, le dije, es que Joab tiró tres lanzas en el [1257] corazón de Absalón, lo que afligió a David como Ud. lo sabe mejor que yo, ya que David le había recomendado conservase la vida de Absalón su hijo, aunque rebelde. Joab, al saber que estaba suspendido de un árbol, detenido por los cabellos, dijo al que lo había visto por qué no lo había atravesado e hizo él mismo lo que su soldado no quiso hacer por obedecer al Rey, padre de este hijo rebelde.

            Si Monseñor el Cardenal hacía morir al Señor Duque de Orleáns, en el estado en que estaba, esta muerte sería lanzar la tercera lanza y condenarlo, que él se convertiría porque amaba al Rey y que yo le aseguraba que Dios lo amaba más que David amó a Absalón. Desde entonces el Cardenal Duque oyó a su hermano, pidiendo que el Señor de Orleans viniese, y se casase con una princesa que era según el corazón de Dios y que tuviese en su casa una persona que lo llevara a la piedad, cuando comprendió el prefacio que el sacerdote leyó en la Misa después del domingo de Pasión, que dice que el pecado ha causado la muerte a los hombres por un árbol, que tú has querido morir sobre el leño de la cruz para salvarlos cambiando así la maldición en bendición, la muerte del pecado, en vida de la gracia, este príncipe se sintió atraído a amar lo que era tu ley, lo movió a observarla y hacer que su corte se llamara la corte de la santa Cruz. Su alma bienaventurada, después de haberme testimoniado su agradecimiento y su alegría, debía estar en camino de salvación, pues me había dicho que la vida de este mundo no era más que un soplo: Esta vida es poca cosa [1258] y no hay que apegarse a ella. Se fue y me dejó en gran paz pero sin darme a conocer si estaba en el purgatorio o ya había salido de él.

            No pensé preguntárselo. Mi alma suspendida admira tu sabiduría y bondad por la obligación que inspiraste de pedir por la salvación de este afortunado príncipe. El señor de Boissac, que en paz descanse, tuvo una alegría muy grande cuando le platiqué y aseguré lo anterior, diciéndome: No me lamentaré más del poco bien que dejaré ni de mi pequeña fortuna, pero alabo a Dios que mi maestro Gastón sea del número de los elegidos. La señora Charrin, de Lyon, estuvo presente en este último día del año de 1660, y bendijeron conmigo tu misericordiosa bondad y benignidad.

Capítulo 175 - Agradecí a Dios la elección de san Matías. Entretenimientos sobre los evangelios los días de la cuaresma.

            El día de san Matías, que siempre me ha sido favorable, admiré en él, la suerte de los santos a la luz divina y humana del Hombre-Dios traicionado y vendido por uno de sus apóstoles. Agradecí la sabiduría encarnada de esta elección en la que pesó la oración de la primitiva Iglesia, la primera asamblea que después del [1259] éxodo de san Pedro me pareció maravillosa: Et statuerunt duos. Joseph, qui vocatur Barsabás, qui cognominatus est justus, et Mathiam. Et orantes dixerunt: Tu Domine, qui corda nosti omnium, ostende quem elegeris ex his duobus unum, accipere locum ministerii hujus, et apostolatus, de quo praevaricatus est Judas ut abiret in locum suum. Et dederunt sortes eis, et cecidit sors super Mathiam, et annumeratus est cum undecim Apostolis (Hch_1_23s). presentaron a dos: a José, llamado Barsabas, por sobrenombre Justo, y a Matías. Entonces oraron así: Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muéstranos a cuál de estos dos has elegido, para ocupar el ministerio del apostolado, el puesto de que Judas desertó para irse a donde le correspondía. Echaron suertes y la suerte cayó sobre Matías, que fue agregado al número de los doce Apóstoles.

            Matías fiel, con tanta humildad como amor, recibió esta feliz suerte recompensando todas las infidelidades del prevaricador. Fue el decimosegundo apóstol que coronó de alegría el corazón de la augusta Virgen María con la corona de alegría que verán en la gloria todos los elegidos. ¿Quién de los mortales ha podido comprender la aflicción de esta Madre dolorosa? Fue la espada despiadada la que atravesó su alma. Su Hijo, el varón de dolores, dijo que Judas y los Pontífices eran más culpables de su muerte que Pilatos que lo condenó al suplicio de la cruz.

            Miércoles, [Ceniza, 1er. día] 1660. Me vi obligada a romper el ayuno de este santo tiempo de cuaresma, y estaba ordinariamente triste, porque oí en el prefacio de la santa Misa que este es un tiempo que eleva al alma, le atrae dones del cielo y la enriquece de virtudes, y me veo vacía de todas, colmada de faltas y de imperfecciones que me hacen gemir sin descanso, veo mi pobreza espiritual.

            Jueves 2. Después, esperando contra toda esperanza, te dije: Señor, no soy digna de tus bondadosas visitas, pero di una [1260] palabra y mi alma será consolada.

            Si no es consolada del peso que la detiene en su propia miseria, no merezco que pienses en mí.

            Viernes 3. Pero tú eres mi misericordia, aleja de mi corazón lo que no eres tú. Haz que ame a los que me hacen sufrir, que les sirva de salvación.

            Sábado 4. Líbrame de las olas y diversas agitaciones que nos turban en el mar de la vida de este mundo. Di, mi querido Salvador, a todas las potencias de mi alma y de mi corazón: Confidere, ego sum, nolite timere (Mc_6_50). Animo, yo soy, no temáis.  Mi dulce Jesús, ven a mí y haz cesar los vientos y las tempestades.

            Domingo 5. Condúceme al desierto por medio de tu Espíritu y hazme vencer todas las tentaciones y a todos mis enemigos.

            Lunes 6. Que practique por caridad, todas las obras de misericordia espirituales y corporales y que tu benignidad me diga como a todos los elegidos: Venite benedicti Patris mei (Mt_25_34). Venid, benditos de mi Padre.

            Martes 7. Entra en tu templo y arroja a todos los vendedores y compradores, y conságralo de nuevo por tu morada, tus oraciones y tus méritos y que todos mis inocentes deseos te digan: Hosanna filio David (Mt_21_9). Hosanna al Hijo de David.

            Miércoles 8. Deseé oír a aquél que es más fuerte que Salomón y hacer la voluntad de su Padre celestial. Me vi obligada a ti divino Salvador con una triple alianza de hija, de hermana y de madre.

            Jueves 9. [1261] Salí de los confines del amor propio para rogarte como a Hijo de David, tuvieras piedad de esta perrita, dejándole caer por tu natural piedad las migajas de aquellos que me turban, fortificándome en la fe, aproximándome a ti por la confianza.

            Viernes 10. Lávame gratis en la piscina de tu caridad misericordiosa, oh Salvador, librándome de todos los males de culpa y de pena. Mándame que lleve mi camilla y que no peque más.

            Sábado 11. Levántame y sepárame de las cosas terrestres que obstaculizan mi oración. Intret in conspectu tuo oratio mea. Inclina aurem tuam ad precem meam (Sal_87_3). Llegue hasta ti mi súplica, presta oído a mi clamor.

            Domingo 12. Haz divino Salvador, por tu inenarrable bondad, que sea transformada en ti, y que no te vea más que a ti, y que oiga tu divina palabra por orden de tu amado Padre.

            Lúnes 13. In corde meo abscondi eloquia tua, ut non peccem tibi (Sal_118_11). Dentro del corazón he guardado tu promesa, para no pecar contra ti. No me dejes sola y que siempre, según te agrada, haga tu voluntad.

            Martes 14. Sé mi único Maestro, mi verdad, mi camino y mi vida. Que me humille de verdad y te bendiga en el tiempo y en la eternidad.

            Miércoles 15. Que entienda el secreto de tu amorosa pasión; que un día pueda decir: No sé nada en esta vida mas que a mi Jesús crucificado: Mihi vivere Christus est, et mori lucrum (Flp_1_21). Pues para mí la vida es Cristo, y la muerte una ganancia.

            Jueves 16. Que día y noche medite tu ley, que la observe y esté siempre en medio de mi corazón. Que tú seas mi peso y mi amor. Benedictus vir qui confidit in Domino, et erit [1262] Dominus fiducia ejus (Jr_17_7). Bendito sea aquél que se fía en Yahvéh, pues no defraudará Yahveh su confianza.

            Viernes 17. Haz mi Dios, mi Padre y mi Esposo, que te entregue todos los frutos antiguos y nuevos en todo tiempo, bendiciéndote con todos tus santos.

            Sábado 18. Revísteme por tu misericordia de la túnica de inocencia y de todos los adornos de la gracia, perdóname mis faltas de pensamientos palabras y obras: Ab ocultis meis munda me; et ab alienis parce servo tuo (Sal_18_13s). De las faltas ocultas límpiame, guarda también a tu siervo del orgullo.

            Domingo 19. Ilumíname y haz que mis ojos te miren sin interrupción, diciéndote con los santos ángeles: Oculi mei semper ad Dominum, quoniam ipse evellet de laqueo pedes meos. Respice in me, et miserere mei; quia unicus et pauper sum ego (Sal_24_15s). Mis ojos están fijos en Yahvéh, que él sacará mis pies del cepo. Vuélvete a mí, tenme piedad, que estoy solo y desdichado. Arroja los demonios, que yo bendiga tu nombre junto con el de tu digna Madre que te llevó, dio a luz y alimentó con su leche virginal y divina y que oiga tu divina palabra y la guarde en mí, que no retorne vacía, sino que cumpla todas tus voluntades.

            Lunes 20. Que te reciba, mi divino Elías. Deus Dominus, Mi Dios, mi Señor, bendice en mí tus misericordias, que me alimenten de ti mismo por tu Augusto Sacramento que es el trigo de los elegidos y el vino que engendra vírgenes, después de haberme lavado en el río de penitencia como Naamán en el río del Jordán.

            Martes 21. Verbo Encarnado, nuestro todo en el Santísimo Sacramento, permanece eternamente en medio de tus hijas que tú me has ordenado reunir para tu gloria y mi salvación. Haz que ellas y yo te alabemos eternamente.

            Miércoles 22. [1263] Divino amor, llena nuestros corazones, y que de la abundancia del corazón nuestras bocas hablen y publiquen tus alabanzas. Padre eterno, planta en nuestros corazones el árbol de vida, tu Hijo, Hombre Dios, que confesamos ser el Verbo que los salvará por si mismo. In mansuetudine suscipite insitum Verbum, quod potest salvare animas vestras (St_1_21). Recibid con docilidad la palabra sembrada en vosotros, que es capaz de salvar nuestras almas.

            Jueves 23. Divino médico, líbranos de todos nuestros males y danos tus bienes. Que toda nuestra vida mortal te sirvamos fielmente, para que tú nos alojes en el cielo durante toda la eternidad.

            Viernes 24. ¡Oh amado por excelencia! que te has cansado y fatigado, descansa en nuestros corazones de tal manera que tu vista y tus favores, los llenen de tu amor y de esta agua que quita la sed y que salta hasta la vida eterna.

            Sábado 25. Varón de deseos, santifica a tu sierva por tu inocencia divina y humana. Que permanezca en tu presencia elevada en ti mismo y por ti mismo. Que todo lo que no sea Dios, le se nada.

            Domingo 26, Providencia adorable, elévame sobre la montaña de la perfección, haz sobrepasar todo lo que no es Dios, porque fuera de ti, todo está sujeto a la inconstancia como las olas del mar.

            Lunes 27. Padre eterno, que el celo de tu casa consuma mis [1264] entrañas y que todas las potencias de mi alma bendigan tu santo nombre, y haz que todas las creaturas reconozcan y adoren tu nombre y tu amor.

            Martes 28. Mi buen Maestro: docere facere voluntatem tuam quia Deus meus es tu; enséñame a hacer tu voluntad porque tú eres mi Dios, que tu Espíritu me conduzca in terram rectam propter nomen tuum. Domine vivifica me et qui tacet me. A la tierra recta por tu nombre, Señor, vivifícame y al que me hace callar.

            Miércoles 29. Que seas santificado en nosotros y nos reúnas de todas las naciones de la tierra y derrama sobre nosotros esa agua clarísima que nos lave de todas nuestras manchas, y danos tu Espíritu Santo que cree en nosotros un corazón limpio, recto y nuevo. Abre nuestros corazones y nuestros ojos por tu divina virtud, que te vean aquí por los ojos de la fe y te adoremos en espíritu y en verdad, como a verdadero Hijo de Dios.

            Jueves 30. Dios de los profetas, visita a todas tus hijas. Consuela a aquella que llora por ellas y todos sus hijos espirituales; hazlas fieles a tus inspiraciones. Que ellas y yo vivamos una vida santa y divina.

            Viernes 31. Amigo de amigos, llámame fuertemente y dime por amor que salga de todo lo que es tierra y fango; deslígame de todo lo que me detiene en mis bajezas y que haga ver tu gran amor y la gloria de tu divino Padre que siempre te escucha.

            Sábado 32. Jesús, esplendor de la gloria del Padre, sé mi luz indeficiente, que siempre te siga; no permitas, mi divino Salvador, que camine en tinieblas. Estate conmigo, muéstrame [1265] tus caminos y senderos y que haga todas tus voluntades. Muestra que eres mi Dios y según tu palabra y tu promesa, bendíceme con toda bendición haciendo que tu hija crezca en el bien. Que mi madre sea profetisa, puesto que le inspiraste decirme que yo sería José.

            La perfeccionaste con grandes aflicciones; sufrió por la espada, el fuego, el agua, por la que debe estar ya descansando como lo has hecho ver a varias almas buenas, antes y después de su muerte en gracia y en la gloria con todos los bienaventurados. Te alabo y agradezco, mi Señor y mi todo.

            Domingo 33. Eres antes y después de Abraham siempre adorable en tus bondades divinas y humanas. Has querido hacerme ver tus dos nacimientos y hacerme participar en ellos, los que son inenarrables. Generationes ejus quis enarrabo? (Is_53_8). ¿quien podrá narrar su generación?

            Lunes 34. Te doy gracias, divino amor, de que hayas querido invitarme varias veces a beber de tus aguas vivas y fuertes y de hacer por la ley del amor una fuente en mí, dándome tu Espíritu divino. Que él sea siempre mi llama pura, mi fuente fuerte y viva, y mi fuego que inflame y encienda mi caridad, mi espiritual unción. Todo es común en los amadores.

            Martes 35. ¡Oh Dios!, mi Dios, ¿Cuándo será que seas reconocido y adorado de todas las naciones, por tus bondades y que tus propios hermanos crean en ti y te adoren con un divino respeto en la unidad del Espíritu Santo?

            [1266] Miércoles 36. Pastor de pastores, defiéndenos de los lobos y haznos oír tu voz y cumplir todas tus voluntades santas y adorables.

            Jueves 37. Pontífice eterno, después de haberme permitido besar todos los días ciento cincuenta veces, tus santos pies, dime que mis pecados me son perdonados dándome mucho amor e indulgencia plenaria.

            Viernes 38. Redentor de los humanos, que moriste por todos, dame tu vida, que viva y muera por tu amor y para tu amor; es lo único necesario que deseo y desearé siempre.

            Sábado 39. El profeta que te vio en un trono glorioso. In anno quo mortuus est rex. Ozias, vidi Dominum sedentem super solium excelsum et elevatus; et ea quae sub ipso erant replebant templum (Is_6_1s). El año de la muerte del rey Ozias vi al Señor sentado en un trono excelso y elevado y sus haldas llenaban el templo. Entonces los serafines exclamaban: Santo, Santo, Santo es el Señor Dios de los ejércitos, plena est omnis terra gloria ejus (Is_6_3). Llena está toda la tierra de su gloria ¿No oigo la voz del Padre que te glorifica en el Jordán llamándote su Hijo muy amado y sobre el Tabor, asegurando que tú eres sus delicias? Este es el día en que recibiste la gloria que reiteradamente pediste a tu eterno Padre: Pater, clarifica nomen suum. Venit ergo vox de caelo: et clarificavi, et iterum clarificabo, (Jn_12_28). Padre, glorifica tu Nombre. Vino entonces una voz del cielo: Lo he glorificado y de nuevo la glorificaré. Todos aquellos que te bendicen, te dicen: Hosanna, Benedictus qui venit in nomine Domini Rex Israel (Jn_12_13). Hosanna al Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel

            Después de todas estas maravillas, divino Salvador, el evangelista [1267] dice que tú te retiraste y escondiste y así Isaías había escrito: Vere tu es Deus absconditus et salvator (Is_45_15). De cierto tú eres un Dios oculto y Salvador. Y se puede temer no regreses a Jerusalén, indigna de tu visita, pero donde abundó el pecado por la malicia de tus enemigos, tú quieres por tu bondad hacer que sobreabunde la gracia, muriendo para darles tu vida.

            Jueves Santo. Alrededor de las diez de la noche del Jueves Santo, estaba en el escalón del altar en donde estabas en el Santísimo Sacramento, lloraba amargamente con tus ángeles de paz y me hiciste oír: Hija de Jerusalén, llora sobre ti y sobre tus hijos. Tus hijas te oprimen el pecho; eres madre en Israel y Débora sentada bajo la palma de mis victorias, o sea, bajo mi cruz. Ruega por aquellos que te traicionan y tratan indignamente.

            Viernes Santo. Al día siguiente desperté muy temprano y escuché: Han echado la suerte sobre mi túnica y repartido mis vestidos. Vi tres. No conocía los deseos de aquellas que me afligían, alejándose de tu camino.

            La santa Iglesia guarda silencio, lo guardaré hasta que tú me ordenes romperlo y que mi corazón se funda y se rompa como las piedras y el velo del templo. Que mi entendimiento obscurecido como el sol, entre contigo al sepulcro después de haber hecho tu voluntad Consúmeme con las llamas de tu divina humanidad y que cese de ser la que soy, para venir a ser lo que tú eres y deseas que sea.

Capítulo 176 - La Pascua y su octava. Alegría de mi corazón por la abundancia de tu asistencia y luces que me dio tu amor.

            [1268] El día de Pascua 1660, adorándote como al verdadero Fénix que toma nueva vida cantando tu inefable victoria al hacer glorioso tu sepulcro, aseguraste la timidez de nuestro sexo por dos de los sesenta fuertes que están al lado de tu lecho, lecho majestuoso: In lectulum Salomonis sexaginta fortes ambiunt ex fortissimis Israel: omnes tenentes gladios et ad bella doctissimi; uniuscujusque ensis super femur suum propter timores nocturnos (Ct_3_7s). Ved la litera de Salomón. Sesenta valientes en torno a ella, la flor de los valientes de Israel: todos diestros a la espada, veteranos en la guerra, cada uno lleva su espada al cinto, por las alarmas de la noche.

            El gran san Gregorio Papa, ha dicho que los arcángeles Miguel y Gabriel, han sido los que más parte han tomado en todo lo que ve a tu gloria en la Encarnación y en todos los divinos y humanos misterios y que son los príncipes más fuertes de los ejércitos celestiales que asisten ante tu trono que es tu lecho de justicia y de paz, y combaten tanto para salvar a los hombres como para exaltar tu gloria. Abraham hizo prestar juramento a Eliezer de tomar y llevar a Rebeca para esposa de su hijo Isaac: (Eliezer). posuit ergo servus manum sub femore Abraham domini sui, et juravi illi super sermone hoc (Gn_24_9). Eliezer, el siervo, puso su mano debajo del muslo de su señor Abraham y le prestó juramento según lo hablado.

            Magdalena tuvo el atrevimiento de ir a ungirte con su ungüento, vertiendo sus lágrimas y su perfume. Si tú me permites, déjame acercarme a tu lecho adorable rodeado de sesenta fuertes de Israel, para rogarte les ordenes vayan [1269] a Roma a curar al Santo Padre o para mantener al que hayas escogido en su lugar para reemplazar dignamente la Sede de san Pedro. Esto lo dije al Señor de Ville, oficial y Vicario Sustituto como lo he dicho anteriormente.

            Describir la alegría que mi alma recibió el lunes de Cuasimodo, no puedo ni lo podré hacer en este mundo sin tu luz sobreabundante y perseverante asistencia. Pasé todo el tiempo de alegría y de aleluyas, con grandes delicias en tus misteriosas maravillas y misterios maravillosos de nieve y fuego, y no pudiendo hablar de ellos dignamente, la boca del Altísimo suplirá mis deficiencias dando la gloria a su alabanza.

            Boca adorable, ¿Cómo estoy todavía con vida, después de haber visto y oído estas divinas alocuciones? Aquellos que dicen que tus palabras eran, Verbo Encarnado, tan encantadoras que no podían menos que admirarte, dirán que ningún hombre habló como tú, por eso, en lugar de prenderte y entregarte al poder de tus enemigos, ellos mismos fueron tomados y gustaron y vieron cuán dulce y suave eras a tus amigos, pues que así encantaste a tus enemigos.

 Capítulo 178 - Nacimiento de san Juan a quien Jesucristo canonizó con su propia boca. Tres soles que entraron en mi cuarto. Matrimonio del Rey, y lo que supe tocante al difunto Monseñor Cardenal de Lyon (1660)

            [1270] En la fiesta del nacimiento del que no tiene semejanza entre todos los nacidos de mujer, tu milagroso precursor, el que canonizaste con tu propia boca, ¡oh Señor! que alcanzas de un extremo al otro, que unes lo finito a lo infinito, dos naturalezas en unidad de personas, de subsistencia y de hipóstasis, sin separarte del Padre que te engendra desde la eternidad, antes del día del esplendor de los santos produciendo con él, como en un solo principio, la llama única, el amor de los dos aspirantes que por sus diversas formas abraza y llena los corazones.

            Único en sí, multiplica sus favores y sus gracias fuera, sin salir de la fuente de origen, de la fuente de la Trinidad, penetrando este Padre a este Hijo como él es penetrado por ellos. Sus tres soportes aunque distintos, están el uno en el otro por tu maravillosa circumincesión que adoro, así como sus relaciones activas y pasivas, sus emanaciones inmanentes e inmensas ad intra, y haciendo el bien ad dextra, por lo que exclamo con los serafines: Santo, Santo, Santo, rogándoles me hagan volar con sus alas o me consuman las llamas de este beso para el cual me purifiquen tomando con las pinzas un carbón de los que arden incesantemente sobre el altar de la Jerusalén celestial, el cielo empíreo, alumbrado por la faz de Dios mismo, por esas divinos ruedas que están la una en la otra. Daniel, hombre de deseos, ruega por mí, y tú santo Profeta Ezequiel, fortitudo Dei, Fuerza de Dios. Estoy en un torrente de fuego que me puede transformar en él.

            [1271] San Pedro en la transfiguración, quiso hacer tres tiendas, no sabía lo que decía: Non enim sciebat quid diceret (Mc_9_6). Pues no sabrá qué responder. Viendo entrar tres soles en mi cuarto ¿podría hablar? No, mi Dios, me excusaré como el profeta Jeremías y si me mandas escribir toma mi mano, gobierna como también mi lengua, Lingua mea calamus escribae velociter scribentis (Sal_44_2). Mi lengua es la pluma de un escriba veloz. Entre tus manos solamente, serán capaces las mías de esto que tú quieres.

            Estos tres soles fueron san Zacarías, santa Isabel y san Juan Bautista, que me representaban tus tres divinos Personas. San Zacarías, esposo de santa Isabel y padre de san Juan Bautista, como ella era la madre, san Juan, procedente de los dos, me figuraba el Espíritu Santo, del que es la morada, y lleno de una manera admirable y milagrosa los tres, porque la estéril concibe, el mudo canta un cántico, el niño razona y adora a su creador encerrado en sus entrañas. Hace su oficio de heraldo y precursor del Salvador. Este Dios escondido en su Madre Virgen, es descubierto por los movimientos y saltos de san Juan al saludo de María. Es la voz del Verbo Encarnado e Increado en las entrañas virginales que nos ilumina en medio de las tinieblas mostrándonos la luz esencial y eterna.

            Después de estas visitas oí: Per viscera misericordiae Dei nostri: in quibus visitavit nos [1272] oriens ex alto: illuminare his qui in tenebris et in umbra mortis sedent: ad dirigendos pedes nostros in viam pacis (Lc_1_78s). Por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, que harán que nos visite una luz de la altura a fin de iluminar a los que habitan en tinieblas y sombras de muerte y guiar nuestros pasos por el camino de la paz.

            Hija mía, ten confianza, la misma bondad que te prometió en 1627 que visitaría a la Reina para darle un delfín, el cual sería rey, es la misma que te envía visitar por estos tres soles que te dan esperanza del feliz matrimonio que me has pedido y las múltiples bendiciones. No dudes y no estés muda, la prudencia de las personas que afectan humildad te insulte hasta que mi poder las humille por la confirmación de la verdad; tu confianza, incita mi clemencia. Estos tres soles que han entrado y que has visto en tu cuarto, te anuncian todavía la alegría y la paz de los príncipes y de toda Francia. Espera contra toda esperanza, espera la salvación de esto que parece contrariarte.

            Estas palabras, oráculos de Papa y de Rey, hicieron ver por milagro los efectos de tu voz. Una noche, durante la quincena del jubileo, fui llevada en espíritu a la capilla del arzobispado de Lyon donde vi al difunto Monseñor el Cardenal, el cual tenía la cabeza descubierta, con hábito de cartujo, su corona como la usaba y un alba. Vino a mí y me presentó el Te igitur del canon de la Misa, pidiéndome [1273] decir lo que podía decir por él. Recibí este canon con respeto, de rodillas, como él se presentó con mucha educación. Viendo que no leía prontamente, me lo volvió a pedir.

            Ya de día, entré a nuestra Iglesia que estaba sola, subí al altar y tomé el Te igitur, lo dije todo, menos las palabras de la consagración y después hice decir la santa Misa por su intención. Estando en mi oración me agradeció y me hizo conocer que había tenido el placer de haberme visto recitar todo el contenido de este Te igitur, y rogarte, Padre eterno, pronunciaras las palabras sagradas para tu gloria y para satisfacer todo lo que él deseaba o que él había omitido. Todavía te pido aún que me des para él, mucho amor y celo, aunque siempre los he tenido porque me lo diste por Pastor.

            No teniendo secretaria, no he podido violentarme a escribir más que muy poco, además el flujo que tengo en un ojo me ha aumentado. Es por lo que te reenvío tus palabras, conjurándote por ellas que no vuelvan a ti vacías, sino que obren todo lo que tu caridad desea de mí. Tus pensamientos están tan alejados de los de los hombres, como el cielo lo está de la tierra. Lléname de tu divino rocío: Rorate, caeli, desuper, et nubes pluant justum; aperiatur terra, et germinet Salvatorem, etc. (Is_45_8). Destilad cielos, como rocío de lo alto, derramad nubes, la victoria. Ábrase la tierra y produzca la salvación. etc.